“Cada araña por su hebra y cada lobo por su sierra.”
Dice que cada quien debe ocuparse de sus asuntos y evitar
intromisiones en los de otros.
Resulta mucho más común de lo que pensamos el hecho de que no podamos evitar lo
que debe ser “una tendencia natural” de nuestra especie, de que por un exceso de
curiosidad nos introduzcamos sin consentimiento previo en la vida privada de
otras personas.
Cuando nos referimos al término “otras personas” incluimos, claro
está, a todos aquellos que integran nuestra “constelación familiar” vale decir,
conyugue, hijos, parientes, amigos, etc. aparentemente nadie escapa a ser
sometido a “cierta vigilancia” muy probablemente bajo la excusa de un “paternalismo
involuntario” que nos hace creer que la actitud que tomamos, la de ejercer
cierta vigilancia, es justificable por nuestro afán de evitarle a nuestros
seres queridos el riesgo de padecer, por falta de previsión, de consecuencias
que a nuestro entender podrían ser evitables.
Demás está decir de que cuando se trata de evitar consecuencias
que podrían ser evitables con cierta supervisión extraemos de nuestra manga, en
la que guardamos, celosamente escondidas, nuestras justificaciones, que obran
como una suerte de “comodín” prontas para esgrimir en caso de ser necesarias.
Lo cierto de todo esto es que ninguno de nosotros, bajo ningún
concepto, debe entrometerse en la vida ajena, lo que no toleraríamos en
nosotros mismos también es válido para los demás, está muy bien que nos
preocupemos por ellos pero recordemos que cada uno es cada uno, su preparación
individual y sobre todo, sus experiencias de vida, dependerán en una buena
medida de que aprendan a tomar por sí mismo sus propias decisiones.
Hugo W Arostegui
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