”Así pues, hace más
de dos mil años que el « conocimiento de sí mismo » es objeto de
nuestras preocupaciones y discusiones, de nuestras reflexiones y de nuestros
intercambios de ideas, aunque con éxito dispar, ya que con frecuencia
procedemos y actuamos de una manera demasiado simplista, pensando e imaginando
lo que creemos ser después de tener uso de razón, o creyendo ser lo que oímos,
leemos, percibimos, y entendemos, en relación a lo que otros han dicho,
escrito, expresado, y entendido.
Recordemos que luego
de iniciada nuestra existencia personal, sea ella feliz o desgraciada, se haya
desarrollado ella en un hogar unido o mal estructurado, de una u otra forma
nuestros mayores y/o nuestros referentes nos han impuesto reglas y principios
de índole variada, así como diversos modelos familiares, sociales, culturales,
y religiosos, y en muchos casos, de manera consciente o inconsciente, ellos
querían que nosotros fuéramos los mejores, y/o que realizáramos lo que ellos
mismos no habían podido realizar.
Así pues, ya sea que
hayamos adherido o rechazado estas presiones parentales y de nuestros
referentes, de todas maneras es necesario admitir que lo transmitido casi
siempre deja una huella indeleble en nuestros espíritus, de la que es difícil
sustraerse.
En consecuencia, no creamos todo lo que creemos ser
en determinado momento.
Con frecuencia,
creemos poseer cualidades que en realidad tenemos poco desarrolladas, y por el
contrario pensamos no poseer destrezas para las que tenemos enorme potencial.
El quid de la
cuestión es que muchas veces no nos damos ni el tiempo ni los medios para
pensar en las consecuencias de nuestros actos, pues de una manera simplista,
creemos que « actuamos bien » y que « tomamos las decisiones
correctas »… Frente a los acontecimientos, en muchos casos actuamos
impulsivamente buscando resultados, dando prioridad al interrogante « ¿Qué
hacer? », y dejando algo de lado los interrogantes « ¿Cómo
hacer? » y « ¿Para qué hacer? ».
Pensemos críticamente y con mucha honestidad, denunciando
las injusticias del sistema, ocupando lugares públicos, exhibiendo carteles con
atractivos eslóganes, firmando peticiones, y pidiendo a gritos (en la calle o
en reuniones internacionales) que es necesario « cambiar el mundo »,
todo eso está irremediablemente orientado al fracaso, si esas acciones no son
acompañadas de nuestra parte, por una profunda toma de consciencia de nuestra
cuota parte de responsabilidad en la situación actual de cosas, así como
cambios concretos en nuestros respectivos comportamientos cotidianos.
Oponerse (en los
países pobres) a la explotación manufacturera infantil y a condiciones de
trabajo miserables de casi esclavitud, puede ser una postura pública simpática
a aplaudir, pero si nosotros mismos continuamos aprovechando los precios bajos
de los productos así fabricados en China, Filipinas, etc, estamos marcando una
conducta disonante o a dos caras.
Y lo que acaba de
expresarse es pura lógica y sentido común. Nuestro mundo interior y nuestro
mundo exterior están íntimamente relacionados.
Y esta relación es
tan sólida, que es ilusorio intentar separar ambas cosas, de una forma o de
otra, todo lo que pasa en nuestro interior tiene repercusiones en nuestro
exterior, y viceversa.
https://es.wikipedia.org
Hugo W Arostegui
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