Se dice que los valores humanos crecen en el medio
adverso donde solamente prevalecen los factores que denotan la ausencia
absoluta de un clima adecuado para su desarrollo.
Cuando todo conspira en contra de una buena acción
y tenemos el buen tino de realizarla es entonces donde cultivamos los valores
humanos de la generosidad.
“¿Y qué mérito tienen ustedes al hacer bien a
quienes les hacen bien? Aun los pecadores actúan así.”
Lucas 6:33
A lo largo de la Historia muchas han sido las obras
literarias que han abordado el tema de la generosidad y de la tacañería. Entre
todas ellas podríamos destacar, por ejemplo, “El avaro” (1668) escrita por
Moliére.
En ella se nos cuenta la vida de Harpagón, un
hombre que lo único que tiene en mente es sumar y sumar dinero. Eso provoca que
no sólo no tenga en cuenta a los demás sino tampoco a sí mismo. De ahí que deje
de lado sus sueños o sus deseos con el único objetivo de recaudar una
importante cantidad de dinero de cara al futuro.
Una crítica ésta muy dura que realiza contra la
sociedad en la que los elementos que priman notablemente son el afán de poder y
de riqueza material, frente a valores realmente importantes como la
generosidad. No obstante, también ella se hace presente en la realidad a través
de trabajos de ONG´s o de voluntarios que, sin recibir nada cambio, ayudan al
prójimo.
Además de la mencionada obra también es muy
significativa otra que también se ha convertido en uno de los clásicos de la
literatura de todos los tiempos. Nos estamos refiriendo a “Un cuento de
Navidad”, que el escritor Charles Dickens publicó en el año 1843.
En ella se narra la historia del señor Ebenezer
Scrooge, un hombre muy tacaño que trata muy mal a la gente y que tiene como
única obsesión el dinero. Sin embargo, todo eso cambiará cuando en las fechas
navideñas unos fantasmas le hagan recordar su pasado, ver su presente y
descubrir su futuro.
La generosidad no sólo está asociada al dinero o a lo material. Un individuo puede ser generoso con
su tiempo y dedicarse a labores solidarias, sin pedir nada a
cambio. Cuidar a un enfermo, limpiar una playa, acompañar a un anciano o dar
refugio a un perro callejero son acciones que también forman parte de la
generosidad.”
Como vemos la solidaridad es uno de esos valores que se cultivan en el servicio y ese servicio como tal, se materializa en el otro, en nuestro prójimo, a quien le extendemos nuestra ayuda dando de “nosotros mismos” sin esperar ninguna recompensa a cambio, salvo esa sensación de “deber cumplido” que por su excelencia, no tiene precio comparable.
Hugo W Arostegui
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