“El término cultura,
que proviene del latín cultus, hace
referencia al cultivo del espíritu humano y
de las facultades intelectuales del hombre.
Su definición ha ido mutando a lo largo de la
historia: desde la época del Iluminismo, la cultura ha sido asociada a la civilización y al progreso.”
Desde este punto de vista, el de la asociación de
la cultura con la civilización y el progreso, es que abordamos el tema, cuando
nos referimos a la cultura lo hacemos en el entendido de que todo aquello “que
se cultiva” requiere de quien lo realiza amor y dedicación para poder “impregnarle”
a su esfuerzo de la constancia en el
tiempo con la cual pueda retroalimentar todo el ciclo que implica, la siembra
de la nueva vivencia adquirida en el surco de su intelecto y la posterior
constatación de las bondades del fruto obtenido.
No puede ser comparable la cantidad de cultura que
podamos haber adquirido con, digamos como simple y burda comparación, con la
cantidad de combustible que tengamos en el tanque de nuestro vehículo, por la
simple razón de que la cultura adquirida requiere de la aplicación constante de
un ciclo que no se detiene y por ende es inagotable, no estamos pendientes de
la cantidad de cultura que tengamos en reserva ni tampoco encontraremos “las
estaciones de servicio” donde comprar lo que nos pueda faltar, como ocurre con
el combustible del automóvil.
A la cultura la sentimos como una parte integral e
insustituible de nuestro propio ser, forma parte del “nosotros mismos” y cuando aplicamos “lo que somos” en cada una
de nuestras acciones diarias resulta obvio que ella, la cultura, se manifiesta.
Es a esa cultura a la que nos referimos.
Hugo W Arostegui
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