Tu mente es, sin duda, tu
posesión más valiosa. Puedes perder todo lo material que posees, pero el
conocimiento nunca se te podrá arrebatar. Con él, puedes ganar una fortuna
nueva, construir un nuevo hogar, y comprar cualquier cosa que desees. Nadie más
puede controlar tus pensamientos, incluso el más cruel tirano no podrá
obligarte a pensar en algo que te niegues a aceptar. Cuando tomas una decisión
deliberada para tomar el control de tu mente y lo alimentas de pensamientos
positivos y constructivos, estás entonces en el momento de tomar el control de
tu vida. Los pensamientos a los que les permitas dominar a tu mente
determinarán lo que quieras obtener de la ella.
El ser humano, casi sin saberlo, utiliza a lo largo
de toda su vida, su maravillosa herramienta; su vasta facultad de pensar, sin
siquiera conocer los fundamentos más básicos para su eficiente funcionamiento;
sin comprender la manera de utilizarla a favor de su evolución, y por tanto,
promueve una mente indisciplinada, una mente sin rienda, que lejos de
configurarse como apoyo, respaldo y aliento constante en sus decisiones y
acciones, puede llegar a convertirse en su propio antagonista, en opositor, en
el rival de su equilibrio, serenidad, dicha y paz interior. Por tanto, se
presume imperante, el justo conocimiento de la mente.
No obstante, contemplamos la
mente como una herramienta, como un instrumento, pero ¿cómo habremos de
definirla?
Comúnmente se le define como el conjunto de
todas nuestras actividades intelectuales, pero ciertamente va mucho más
allá..., como lo han experimentado grandes sabios y maestros: "una forma
contraída de consciencia, cuya naturaleza es crear, de manera constante,
perenne, incesante”.
Grandes dones le han sido conferidos al ser
humano, sin embargo, en demasía, permanecen adormecidos descansando en el
desconocimiento de las propias facultades que habrán de desarrollarse, no sólo
amén de beneficiar a la persona en sí, sino por ser responsabilidad y derecho
de la misma; incrementarlos, potenciarlos; elevando así su propia vida, y la de
quienes le rodean.
La mente se
encuentra en un estado de creación continua, consciente o inconscientemente, de
día y de noche, nutriéndose con las diferentes experiencias, circunstancias, y
demás hechos del mundo exterior; y bajo el matiz, las luces y sombras del
propio mundo interior. La mente no descansa y en ese incesante proceso, va
creando la clase de vida que la persona está eligiendo vivir, sabiéndolo o no,
eso no tiene relevancia en el proceso creativo; la mente configura el mundo del
individuo, el tipo de vida, y la clase de experiencias que habrá de vivir.
Siendo paradójica y consecuentemente el que una ‘buena’ mente, una mente
aliada, habrá de convertir cualquier experiencia, por adversa que parezca, en
una experiencia edificante, transformadora y se habrá de dar a la misma, la
connotación apropiada dependiendo del tipo de mente que la afronte.
Así, que ante la evidencia, la valiosa alternativa
precisa conocer la propia mente; su naturaleza, y tomar consciencia de sus
alcances y trascendencia.
Ahora bien, establecerse en dicho proceso invitará
al individuo a interrogarse por el tipo de pensamientos habituales, por la clase
de ideas que usualmente surgen en su mente y se proyectan; por la índole de sus
sentimientos y por el género que matiza sus actividades. La propia reflexión
conduce al autoconocimiento, y éste conlleva a la expansión de la consciencia.
Y una consciencia en expansión, es una mente que evoluciona; una vida que
se eleva, un espíritu que reconoce su unidad con lo divino.
Aquella mente que se encuentra bajo la
constante observación de la propia consciencia, será posible guiarla hacia su
evolución, y hacia las aspiraciones más nobles de cada individuo: equilibrio,
salud, armonía, serenidad, compasión, comprensión y paz interior.
Marco Aurelio
(filósofo romano s. II d. C.), afirmó que la vida de un hombre la hacen sus
pensamientos; entendiendo que al escoger los pensamientos, también se escoge la
vida. Siempre ha de ser una constante, vigilar la naturaleza de los
pensamientos, y elegir aquellos a la altura de la categoría de vida que se ha
decidido.
La disciplina de la mente, su condición y alcances,
se incrementan articulando el pensar con la consciencia, siempre unidos,
siempre congruentes y abrazando íntimamente el objetivo definido: vivir esta
vida de la mejor manera posible, establecidos en el equilibrio y la dicha
interior independientemente de lo que pueda o no estar sucediendo; el ser
humano tiene la facultad, a través de una buena mente, de colorear su destino,
con el tono de la sabiduría.
Y así, será posible salir de las filas que
configuran la larga cadena de la humanidad, que han conducido al antiguo
filósofo hindú a afirmar que lo increíble no es que el ser humano sea producto
de sus propios pensamientos; lo realmente increíble es que ni siquiera se dé
cuenta...