Las emociones siempre tienen
su finalidad. De hecho, cuando se activa una emoción todo nuestro organismo se ve
afectado de una manera u otra.
Las emociones negativas tienen la finalidad de apartarnos de algo que nos
desagrada. Las emociones positivas, por el contrario, nos acercan a personas o
situaciones que nos hacen sentir bien, haciendo que nuestras mejores cualidades
afloren.
La desconexión con nuestro
interior es un mecanismo de defensa muy habitual. Se trata de una elección inconsciente
con la que intentamos no sufrir. Podríamos decir que se trata de una protección
para no enfrentarnos a nuevos fracasos, decepciones o diferentes heridas
emocionales. Sin embargo, esta desconexión solo conseguirá apartarnos de participar de
forma saludable en nuestra vida.
La desconexión emocional, en
la mayoría de los casos, es inconsciente. En el proceso de sentir una emoción
se diferencian varios pasos que, cuando hay desconexión, se cortan y se
bloquean. Es durante esa interrupción donde suelen aparecer los mecanismos
neuróticos característicos de cada persona.
No todo el mundo padece el
mismo tipo de desconexión emocional. Hay personas que directamente no son
capaces de sentir las emociones. En este caso, se está produciendo una represión de la emoción y, por lo tanto, la persona no sabe qué es exactamente
lo que está sintiendo. Otras personas notarán una sensación pero
no serán capaces de sentirla porque la censuran. Hay un tercer grupo en el que
se encuentran las personas que, aunque son capaces de sentir la emoción, no son capaces de ponerle nombre.
Finalmente, habrá personas
que si son capaces de reconocer, sentir, definir y expresar sus emociones pero no logran deshacerse de ellas. Aunque no lo parezca, esta también es otra forma
de estar desconectados de la emoción.
¿Te preguntas alguna vez qué estás sintiendo? ¿Haces
pequeñas pausas a lo largo del día para chequear tu interior? Seguro que no.
Son muy pocas las personas, hoy en día, que son capaces de detener la frenética
velocidad que todos llevamos. Sin embargo, esta sería la única manera de poder
acceder a aquello que sentimos y a aquello que necesitamos de verdad.
Cuando vivimos desconectados
de nuestro interior y envueltos en el ajetreo enloquecedor de nuestras vidas son
muchas las cosas que se nos pasan por alto.
Muchas personas están cansadas, o incluso agotadas, y no son
capaces de darse cuenta de ello. En otros casos, hay personas que sufren
contracturas musculares, por ejemplo, y no se dan cuenta de que están tensos
desde que se levantan hasta que se acuestan. Si pudieran conectar con aquello
que sienten podrían ir aflojando y las molestias no aparecerían.
Nos hemos acostumbrado a no
escuchar y a desatender nuestras necesidades. Vivimos
sumergidos en un ritmo que nos descentra por completo. Confundimos,
frecuentemente, deseos con necesidades o tener con
ser. Todo esto no sucedería si tuviéramos más contacto con aquello que
sentimos.