viernes, 10 de enero de 2020

La Honestidad


La honestidad es un valor moral fundamental para entablar relaciones interpersonales basadas en la confianza, la sinceridad y el respeto mutuo. 

Una persona que actúa con honestidad lo hace siempre apoyada en valores como la verdad y la justicia, y no antepone a estos sus propias necesidades o intereses. En este sentido, es una persona apegada a un código de conducta caracterizado por la rectitud, la probidad y la honradez.

La honestidad verdadera permea todos los aspectos de la vida de una persona: se manifiesta socialmente, pero también en el entorno íntimo del individuo y en su vida interior. Esto quiere decir que la honestidad es tanto exterior como interior, en vista de lo cual debe ser un comportamiento coherente, donde las acciones del individuo sean consecuentes con lo que piensa, dice y predica.

En una persona honesta, incluso los actos más pequeños están regidos por la honestidad. Informarle al vendedor que se ha equivocado a nuestro favor con el cambio, devolverle al anciano el billete que se le acaba de caer sin notarlo, cumplir con nuestras obligaciones aun cuando nadie nos vaya a gratificar por ello, vigilar nuestras palabras en la medida en que estas puedan herir o afectar a terceros, guardar discreción ante aquello que lo amerite, ser prudentes en el manejo de nuestros recursos tanto económicos como personales, asumir la responsabilidad de nuestros errores, rectificar y corregir cuando sea necesario, ser leales y transparentes en nuestras relaciones con los otros; todo ello no es sino una breve enumeración del largo catálogo de acciones donde podemos manifestar activamente nuestra honestidad.

En este sentido, un individuo socialmente honesto se mantiene apegado a los principios del buen obrar en todos los actos que constituyen su interacción con los demás: en el trabajo, en el tráfico, en su comunidad, en sus estudios, ante el Estado; asimismo lo hará en su vida más íntima, en sus relaciones afectivas, de amistad y familiares; e igualmente en su vida interior, es decir, en aquellos aspectos de su vida que no está obligado a compartir con los demás, como sus sentimientos, sus ideas, sus gustos e intereses. Un individuo honesto, en definitiva, es ante nada honesto consigo y, por lo tanto, no se traicionará a sí mismo.

La Personalidad Estable



 Existen muchas dudas en relación a si la personalidad de un individuo se puede modificar a lo largo de su ciclo vital o heredamos unos rasgos de personalidad que nos acompañan a lo largo de la vida.

Considerando que la personalidad es estable, significa que el temperamento que mostramos cuando somos todavía bebés de 3 a 12 meses en relación a los niveles de actividad, de la sonrisa-llanto, miedo, malestar, tranquilidad u orientación permanece estable a lo largo del tiempo.

¿Si de niños éramos muy sonrientes y con desparpajo lo seguiremos manifestando de mayor?
Entonces como se puede explicar, que ante acontecimientos y experiencias especialmente las que tienen consecuencias emocionales fuertes, supongan cambios en la personalidad.

Hay estudios que contradicen la estabilidad de la personalidad a lo largo del ciclo vital, donde las características de nuestra personalidad se pone a prueba según los acontecimientos y cambios que se van produciendo en nuestras vidas de ahí que se produzcan cambios como los siguientes:

Entre hombres y mujeres de 30 y 40 años, se muestra una reducción en la necesidad de logro (hacer las cosas eficazmente y bien) y se produce un incremento en la necesidad de afiliación (establecimiento y mantenimiento de relaciones afectivas con otras personas), estudios Franz (1995)
También cambia la autoestima a lo largo del tiempo y con ello nuestro temperamento. (Estudio de Block y Robins, 1993)

El nivel de autoestima en las mujeres tiende a disminuir con el tiempo, y en cambio en los hombres tienden a aumentar su nivel de autoestima.

Las mujeres cuyo nivel de autoestima desciende se vuelven más irritables, negativas, impredecibles y con cambios de humor, mientras que aquellas mujeres cuyos niveles de autoestima se conservan altos son consideradas como sociables y con buen humor.

En el caso de los hombres con niveles alto de autoestima son más relajados, sociables y de buen humor que los hombres con niveles bajos de autoestima que presentan mayores niveles de ansiedad y estrés.
Otro rasgo de personalidad que parece cambiar a lo largo del tiempo es la dimensión de personalidad de Búsqueda de sensaciones (estudios M. Zuckerman), manteniéndose alto en la infancia y adolescencia para ir disminuyendo conforme avanzamos en edad.


Un estudio muy interesante de Helson y Picano en 1990, mostraron cambios de rasgos de personalidad como la independencia en la que influía la situación y contexto. Por ejemplos las madres separadas, la mujeres que trabajaban fueran del hogar y las madres sin hijos mostraban un incremento en independencia con el paso del tiempo, mientras que las amas de casa no mostraban ese incremento en el nivel de independencia, por lo que el nivel social en este caso influye en los rasgos de personalidad.


Vivir A Los Tumbos


Una de las consecuencias más penosas de estar sometidos a este fenómeno de manera constante es que ya lo hemos naturalizado al punto de no registrarlo. Caminar por una vereda rota es tan normal como no tener alumbrado público o como haber suprimido de nuestra conciencia la pureza de un tren delantero en estas calles.
Más triste aún: cuando ya nos acostumbramos a caminar por una ciudad de estas características, lo hacemos mirando para abajo. Por las dudas.
Eso hace que no veamos el rostro de nuestro vecino, o que nos llamen tanto la atención algunas de las cúpulas de ciertos edificios emblemáticos en los que no reparamos porque nunca levantamos la vista.
Por eso, una vereda rota dice mucho más que esa alteración estructural que se observa en la superficie.
Habla de desidias compartidas, de desintereses comunitarios, de lo poco que nos importa el otro, de la indiferencia que nos produce tropezar en una ciudad en la que se vive a los tumbos.

La Capacidad De Entender

Inteligencia se define como la capacidad de entender o comprender, pero no hay una sola sino varios tipos, muchas veces depende de los valores o la cultura de cada sociedad, otras de las funciones, aptitudes o talantes, del que la usa o la define.

Tradicionalmente se ha visto la inteligencia como una sola identidad inherente a cada uno de nosotros y en diferentes grados. En el año de 1983, Howard Gardner psicólogo estadounidense reconocido por sus teorías acerca de la inteligencia amplió el concepto de la inteligencia al decir que ésta es la capacidad desarrollable y no solo algo innato de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una cultura (o varias);

así estaba quitando la etiqueta de inteligentes sólo a los «intelectuales» y estaba dando cabida a una serie de latentes que antes no habían sido reconocidos.

La teoría de Gardner no estaría completa si no hubiera formulado, en 1983, el término «Inteligencias múltiples», en el cual se agrupan 9 tipos de ellas.

Para definir cada ámbito de la inteligencia, Gardner estudio el desarrollo de habilidades en los niños y la forma en que se descomponen las diferentes capacidades en casos de daño cerebral. Observo como se manifiesta cada una de tas inteligencias dentro de la cultura del individuo. Por ejemplo se demuestra una inteligencia lingüística escribiendo poesía en una cultura y contando historia de otras.

Inteligencia lingüística:

Es considerada, una de las más importantes. En general se utilizan ambos hemisferios y es la que caracteriza a los escritores y todos los escritores que se dedican a los medios impresos.

Aunque discuten sobre el origen y el desarrollo del lenguaje humano, los expertos admiten que se remota a hace 100.000 años, al homo sapiens arcaico; el lenguaje fue una parte intrínseca de las vidas de estos homínidos corno animales sociales. Las sociedades han sido configuradas mantenidas por el lenguaje. El mismo tuvo en todas las sociedades antiguas un poder considerado como más fuerte que la espada.

Inteligencia musical:

Conocida comúnmente como «buen oído», es el talento que tienen los músicos, los cantantes y los bailarines.

La fuerza de esta inteligencia innata varía de una persona a otra. Pero por fuerte que sea su inteligencia musical, necesita ser estimulada y configurada para desarrollar todo su potencial, ya sea par tocar un instrumento o para escuchar una melodía con sensibilidad. Este tipo de inteligencia surge a menudo muy pronto y de modo natural en los individuos dotados para ello.

Inteligencia lógica matemática:

Considerada hace poco en occidente como una de las «únicas inteligencias». Quienes pertenecen a este grupo hacen uso del hemisferio lógico del cerebro y pueden dedicarse a las ciencias exactas. De los tipos de inteligencia este es el más cercano al concepto tradicional de inteligencia.

En algunas llamadas sociedades primitivas, la lógica, las matemáticas y la ciencia no parecen ser primera vista fundamentales para la cultura. Este ámbito de la inteligencia se emplea de formas diferentes: regatear y comerciar, formular calendarios para medir el tiempo y estimar con exactitud cantidades y distancias depende de la inteligencia lógico-matemática, ejemplo esta que los mejores pensadores lógicos – matemática fueron Galileo Galilei e Isaac Newton.

Inteligencia espacial:

La tienen los que pueden hacer un modelo mental en tres dimensiones del mundo (o un fragmento de él, según la situación). Esta inteligencia la comparten oficios tan diversos como la ingeniería, la cirugía, la escultura, la marina, la arquitectura, el diseño y la decoración. Científicos como James Watson y Francis Crick utilizaron bocetos y modelos (a veces mentalmente, otras veces en forma tridimensional) para visualizar y decodificar la espiral de la molécula de ADN.

Inteligencia corporal – kinestésica:

Los kinestésícos tienen la capacidad de utilizar su cuerpo para resolver problemas o realizar actividades. En este campo están los deportistas, los cirujanos y los bailarines. Una aptitud natura de este tipo de inteligencia se manifiesta a menudo desde niño; un ingeniero de éxito recuerda que se convirtió en ingeniero a la edad de cuatro años. cuando empezó a desmotar objetos del hogar cuando sus padres no le miraban.

Inteligencia emocional:

Es la capacidad humana para resolver problemas relacionados con las emociones. Y aunque parezca que este tipo de inteligencia es poco importante, se ha demostrado que es igualmente válida para tomar decisiones ya que en estos momentos, los sentimientos y cómo nos sentimos tienen mucho que ver a la hora de elegir.

La inteligencia emocional es un complemento indispensable en la relación con sí mismo y con los demás. No sirve de nada ser el alumno con mejores calificaciones si el niño no tiene amigos y se siente acomplejado.

Saber manejar nuestras emociones también tiene que ver con la seguridad que debe estar presente en situaciones como un examen o una entrevista en las que los nervios pueden «borrar de nuestra mente» todo lo que sabemos.

Inteligencia intrapersonal:

Esta nos permite formar una imagen veraz y precisa de nosotros mismos; nos permite poder entender nuestras necesidades y características, así como nuestras cualidades y defectos sin maximizarlos o minimizarlos. Y aunque se dice que nuestros sentimientos sí deben ayudar a guiar nuestras decisiones, debe existir un límite en la expresión de estos. Este tipo de inteligencia es funcional para cualquier área de nuestra vida.

jueves, 9 de enero de 2020

Diversidad Cultural


Es preciso rechazar contundentemente la crítica que a menudo se hace de la diversidad cultural como causa de conflictos. Son los intentos de suprimir la diversidad lo que genera los problemas, cuando se exalta "lo propio" como lo único bueno, lo verdadero, y se mira a los otros como infieles a convertir, si es necesario, por la fuerza. O cuando se considera que los otros representan "el mal", la causa de nuestros problemas, y se busca "la solución" en su aplastamiento. 

Los enfrentamientos no surgen porque existan particularismos, no son debidos a la diversidad, sino a su rechazoSon debidos a los intentos de homogeneización forzada, a los fundamentalismos. Conviene aclarar, por otra parte, que la defensa de la diversidad cultural no significa aceptar que todo vale, que todo lo que los pueblos crean sea siempre bueno.

Lo que es siempre bueno, en cualquier dominio, es la diversidad, porque nos hace ver que no hay una única solución a los problemas, una única ley incuestionable…

El tratamiento de la diversidad cultural puede concebirse, en principio, como continuación de lo visto en el Tema de Acción Clave dedicado a la Biodiversidad, en cuanto extiende la preocupación por la pérdida de biodiversidad al ámbito cultural. La pregunta que se hace Maalouf (1999) expresa muy claramente esta vinculación: ¿Por qué habríamos de preocuparnos menos por la diversidad de culturas humanas que por la diversidad de especies animales o vegetales? Ese deseo nuestro, tan legítimo, de conservar el entorno natural, ¿no deberíamos extenderlo también al entorno humano? 

Pero decimos en principio, porque es preciso desconfiar del "biologismo", es decir, de los intentos de extender a los procesos socioculturales las leyes de los procesos biológicos. Son intentos frecuentemente simplistas y absolutamente inaceptables, como muestran, por ejemplo, las referencias a la selección natural para interpretar y justificar el éxito o fracaso de las personas en la vida social.

Y no se trata solo de proponer el consumo de conocimiento en vez del consumo material: ampliar el conocimiento en cualquiera de sus formas, elaborar productos culturales, contribuir a concebir y resolver problemas, junto a otros, puede dar satisfacciones aún mayores que el simple consumo. 

La producción cultural y el acceso a su disfrute pueden, pues, constituir un eficaz instrumento para la transición a la Sostenibilidad. Así debe de reconocerse en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, con metas precisas de promoción cultural, que constituyan, además, ocasión de creación de puestos de trabajo en áreas creativas: medios de comunicación públicos y de calidad, bibliotecas, videotecas, museos, salas de conciertos, teatros, cines, educación artística y musical, etc., etc. 

Una Sostenibilidad satisfactoria para todas y todos precisa de la Cultura, de la riqueza plural de las diversas manifestaciones culturales que constituyen un Patrimonio de la humanidad que es preciso proteger e impulsar.


Nuestro Deber


Al paso del tiempo siempre nos preguntamos qué es lo que haremos con nuestra vida y todo nuestro entorno, el personal, académico, profesional, laboral, familiar; y si somos honestos generalmente pensamos en un futuro próspero, una bonita familia, un excelente trabajo; pero lo que la mayoría de las personas no hacen es pensar en los pasos que los llevara a ello. Algunos dicen que harán lo que sea para conseguir lo que desean, otros para conseguir lo que puedan y unos tantos más para conseguir lo que quieren. La pregunta importante es: ¿Será lo mismo el poder, el querer y el deber?
Desde que iniciamos nuestra vida, tenemos dos caminos para conseguir o lograr lo que nos proponemos: el del deber o el del querer y también agregaría uno más, el del poder. Lamentablemente la mayoría toma la vía del deber, inclinándonos por la creencia de que es el camino correcto y además el único. Nos enfrentamos a tomar esta decisión porque simplemente no encontramos otras alternativas, culpamos a las circunstancias que nos rodean, además de que nos dejamos guiar por otras opiniones que llegan a convencernos de que si escogemos el camino de lo que queremos no tendremos un futuro prometedor, lamentablemente entendemos demasiado tarde, que los únicos responsables de elegir el camino correcto, somos cada uno de nosotros.
En los inicios de la filosofía, al hombre le daba temor preguntarse el porqué de las cosas que sucedían, por tal razón la mayoría de los filósofos se dedicó a observar su entorno y contemplar todos los acontecimientos desde su más mínimo detalle tanto en la naturaleza hasta en el comportamiento de los seres humanos. Con respecto a este último, Aristóteles y Sócrates hablaron de la felicidad perfecta y de lo que era una virtud.
Para Aristóteles, la felicidad perfecta consistía en hacer lo que le causara más placer a un ser humano, en su caso, era la contemplación, le gustaba pasarse horas en esta actividad y descubrió que eran los momentos más felices de su vida.
Para Sócrates, aquel ser humano que era capaz de encontrar su virtud o areté, era el ser más dichoso del mundo, en otras palabras, aquella persona que sabe para qué es bueno será feliz desempeñando esa actividad o lo que sea que fuere.
A qué viene lo anterior, que desde hace muchísimos años el ser humano descubrió como ser feliz eligiendo el camino del querer. Pero entonces ¿Qué sucedió? ¿Por qué el cambio repentino de decir “quiero hacer esto” a debo hacer esto” o más aun “solo puedo hacer esto”?
La respuesta, pues simplemente dejamos de hacer lo que queríamos porque consideramos el deber como un mandato, una regla que debo de cumplir para lograr mis metas; debo trabajar para tener una linda casa, debo tener una buena figura para que alguien se fije en mí, debo comportarme según me dicte mi entorno social para ser aceptado(a), etc., y la lista puede continuar y encontraremos miles de cosas que anteponen el “debo”.
Ahora hagámonos la siguiente pregunta: ¿Lo que hago es lo que realmente quiero hacer? A lo largo de nuestra vida, cuantas cosas hacemos cuando ni siquiera tenemos ganas ni el ímpetu de hacerlo, aquí es donde entra el “hago lo que puedo”, lo que significa que hemos entrado en una etapa de conformismo personal “hago lo que puedo porque no debo hacer más”, sin embargo, todas estas frases son las que se utilizan cotidianamente en el léxico de cada persona, si ponemos atención, escuchamos estas frases día a día, se han heredado de generación en generación y le hemos inculcado a las generaciones futuras lo que deben hacer mas no lo que quieran hacer.
Podemos poner como ejemplo a los estudiantes que están por salir de un bachillerato, personalmente me ha tocado escuchar a sus padres decir; que si eligen ser músicos, artistas, cantantes, o profesiones que no son muy comunes; se morirán de hambre; cabe mencionar que si sus progenitores se dedican a la medicina o a la abogacía, pretenden que sus hijos sigan ese mismo camino sobre todo por comodidad laboral, ya que no batallaran para conseguir algún trabajo, tendrán buenas influencias debido al legado de sus padres. En este momento, estas personas que están por salir de su bachillerato se verán influenciadas para tomar la decisión que deben más no la que quieren.
Debido a lo anterior, frecuentemente los seres humanos están acostumbrados a que les faciliten el camino a sus metas y si dentro de esto, está el no hacer lo que se quiere, hará lo que debe por comodidad. Lo anterior en palabras de Ortega y Gasset, quien decía que el ser humano se ha vuelto desagradecido y comodino, por eso lo llamo el “hombre masa”, quien solo espera a ver quién le facilita las cosas para poder hacerlas aunque no lo quiera.
Tenemos que comprender que el deber y el querer, no significan lo mismo. El deber es una palabra autoimpuesta por nosotros, por la sociedad en sí; hemos comprado la idea de que el deber es más importante que el querer y que es una regla que debo cumplir.
Querer, significa tener una capacidad de elección y de ejercer voluntariamente mis deseos o de rectificarlos, decidir qué es lo más importante para mí y para cumplir mis objetivos, tomar en cuenta la viabilidad de lo que quiero realizar, las oportunidades y todo lo que tenga que ver con el entorno de mi meta.
¿Y qué sucede con el poder? Bueno, el poder tiene que ver con las circunstancias que rodean mi objetivo, a veces se presentan situaciones que no dependen de nosotros y que hacen que cambiemos de metas o de caminos, lo primordial en este caso, es que no desistamos en ningún momento de lo que queremos, sin embargo, cuando utilizo, el “yo solo puedo…” para quedarme conforme, solo estamos limitándonos de saber de qué somos capaces, hasta donde somos aptos para llegar a conseguir lo que deseamos.
Lo importante hasta este momento es que ya se observe la diferencia entre el querer, el poder y el deber. Ahora ya sabemos que de acuerdo a lo anterior, la frase más importante es “lo que quiero es…” debemos dejar a un lado lo que los demás quieren para nosotros, debemos pensar en que es lo más importante para lograr mis objetivos pero sin afectar lo que realmente estoy dispuesto a hacer.
Y ahora, ¿Cómo vamos a pensar en lo que queremos? En primer lugar debemos discriminar lo que debes hacer de lo que quieres hacer, cambia el tengo o el debo por el quiero, si ya estás en algo que debes hacer, busca el lado bueno y aprende a querer lo que haces, aprende a cumplir lo que realmente debes y que te corresponde solo a ti y por último, no desistas, si fallas en hacer algo que quieres, sigue intentado, no hay límites.


El Ego De La Soberbia

Conocida como uno de los siete pecados capitales junto a la ira, la gula, la lujuria, la pereza, la envidia, la avaricia y la vanidad, la soberbia es una característica común al ser humano que implica la constante y permanente autoalabanza que una persona realiza sobre sí misma. La soberbia es, además, una actitud de constante auto admiración que hace que la persona en cuestión deje de considerar los derechos y necesidades de aquellos que la rodean al considerarlos inferiores y menos importantes.

La soberbia es un rasgo característico del ser humano ya que tiene que ver con el desarrollo de la autoconciencia y de cada individuo como un ente único y separado del ambiente en el que habita, capacidad que no existe en el caso de los animales. La posibilidad que tenemos de reconocernos como seres capaces de muchas habilidades, facultades y virtudes es lo que deriva en la existencia de la soberbia. Si bien la soberbia puede darse en todos los individuos en algún punto de su vida de modos más o menos profundos, se habla de soberbia específicamente cuando los rasgos de vanidad y autoalabanza de una persona se vuelven exagerados.

Orgullo y soberbia
Son dos conceptos semejantes, pero no exactamente iguales. Mientras que en el primero el individuo se valora a sí mismo en su justa medida, en el segundo hay una desproporción. Por lo tanto, quien es soberbio no está orgulloso de sí mismo, sino que su autovaloración se fundamenta en el menosprecio de los demás. En otras palabras, en este sentimiento se produce un no reconocimiento de los semejantes.

Desde un punto de vista psicológico se trata de un mecanismo de defensa
La actitud soberbia es considerada como un mecanismo de defensa. De esa manera, quien tiende a la soberbia puede ser alguien con una escasa autoestima y para compensarla recurre a una sobrevaloración de sí mismo. Para camuflar los miedos y las inseguridades, se adopta un disfraz de engreimiento y petulancia. Las personas con este rasgo trasmiten a los demás que son mejores y de algunas maneras superiores, pero en el fondo se quieren poco a sí mismos.

Una persona soberbia es alguien con miedos y que necesita sentirse por encima de los demás.

El soberbio puede tener dificultades para valorar las acciones y normalmente vive pendiente de las apariencias y de la comparación con los que le rodean. Paralelamente, la soberbia es una falta de humildad. Los psicólogos consideran que para corregir esta actitud es conveniente centrarse en la autoestima

Atento A Lo Que Percibo


El sólo observar lo que sea sin enjuiciar lo que percibo ya es un desafío para nuestra actitud habitual en la vida. Tenemos siempre presente una actitud de crítica de todo aquello que no nos parece de nuestro gusto. E incluso en lo que nos agrada, encontramos detalles que no están bien a nuestro juicio.

Nos resulta muy extraño observar que nos sentimos emocionalmente unidos con lo que percibimos. Muchas veces nos sentimos así, emocionalmente enriquecidos por lo que percibimos. Sin embargo, solemos desperdiciar la posibilidad de darnos cuenta cómo nos estamos sintiendo. Disfrutamos paz y plenitud sintiéndonos como parte de toda esa realidad pero sólo si tomamos consciencia de que eso está sucediendo.

Si nos pusiéramos atención a lo que vivimos constantemente, aumentarían enormemente las posibilidades de disfrutar de la realidad que nos toca vivir. La atención al presente te permitirá darte cuenta de tu actitud crítica ante lo que percibes y es probable que aceptes los hechos como son. ¿Qué sentido tendría el que no los aceptaras si nada puedes hacer para cambiarlos?
Incluso, en el evento de que no te agrade lo que percibes pero tu actitud no es crítica sino aceptadora de la realidad percibida, te has ahorrado la negatividad del juicio sin sacrificar tu paz. Estás presente en ti y en sosiego y tienes una alta probabilidad de intercambiar amistosas referencias sobre lo que percibes con tus relaciones.

La diferencia en la actitud con que enfrentamos nuestra vida cambia brutalmente si estás presente en tu vida o estás ausente de ella. Sólo si estás atento a lo que vives en el momento presente, estás presente en tu vida. Y en esas condiciones nada te puede sacar de tu paz y de vivir emocionalmente unido con la belleza de la vida. Sólo tú sales de ello si te distraes de la vida.


Superar La Ignorancia


“Qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia”. (Platón. La República. Libro VII).

En un curso de segundo de Bachillerato, Eleuterio, el profesor de Historia de la Filosofía, explicaba, con notable entusiasmo, el significado del mito de la Caverna de Platón. Observaba, sin embargo, que varios alumnos parecían distraídos o entretenidos en otras cosas. Entonces les dijo: Veo que a algunos no les interesan ni siquiera los cuentos que han fascinado a millones de personas a lo largo de la Historia. Os lo voy a contar de otro modo.

Gracias. Dijeron algunos con cierta ironía.

Estaba un cerdo hurgando, hocicando, revolviendo el suelo húmedo debajo de una grande, preciosa y centenaria encina, en busca de bellotas, mientras emitía sonidos típicos de satisfacción, cuando alguna ingresaba en su gaznate, previa trituración entre sus poderosos molares.

En ese momento, Ramiro, que además de atender era gracioso, empezó a imitar el sonido del marrano. Por Zeus que lo hacía muy bien. Todos se rieron (ya no había distraídos), y entonces el docente aprovechó para contarles el famoso concurso de rebuznos, en el que participaron ocho burros y dos hombres. Y que no ganaron los asnos.

Se rieron todos de nuevo.

El profesor continuó: El guarro pensaba (?) que las bellotas provenían de debajo de la superficie del suelo; de hecho las encontraba después de apartar con el hocico la fina capa de humus que cubría la tierra.

Un espabilado y reluciente mirlo dejó de pronto sus bellas melodías y se puso a observar atentamente al cochino. Cuando vio que seguía hurgando, pero sin encontrar apenas ninguna, lo llamó para indicarle que las bellotas estaban arriba, en las amplias y tupidas ramas de la encina: “Mira, cerdito amigo. Levanta la vista y verás una cantidad infinita de relucientes bellotas dispuestas a caer para que tú las comas. Basta con que empujes suavemente el árbol y, con el movimiento, con un pequeño zarandeo, bajarán al suelo rápidamente”.

El cerdo ni caso. A lo suyo. Seguía hurgando, gruñendo y menospreciando la llamada del ave, a pesar de que, donde él buscaba, iban escaseando las bellotas de un modo muy preocupante.

Entonces termina diciendo el profesor: “¡Yo soy ese pajarito!”.

Enseguida intervino Severino: “¡Nos ha llamado cerdos!”.

Nadie contuvo la risa…

Y la clase continuó con una clara subida de atención, intentando ahora comprender el papel del pedagogo que ha vuelto del mundo de la ‘luz’ para rescatar de las ‘tinieblas’ a aquellos ignorantes, pero altivos, prisioneros.

Aun así, Protestato (alumno escasamente evolucionado, que cursaba segundo por segunda vez) sólo fue capaz de repetir lo que había oído decir al Alcalde de su pueblo, en el bar El Adoquín: “¡La Filosofía no sirve para nada!”.

La Lectura Cotidiana

La lectura ha sido siempre uno de los grandes placeres del que, incomprensiblemente, nada quiere saber la gran mayoría

La lectura forma parte del placer y de la felicidad tan ajenos a las felicidades y los placeres que nos ofrecen las multinacionales del consumo, de aquellos que tienen más que ver con la plenitud que otorga la utilización de las facultades mentales como son la fantasía, la memoria, la imaginación, la emoción, el raciocinio y la inteligencia cuando se unen para construir un mundo de ficción autónomo de la realidad en que se fundamenta y al mismo tiempo tan real como la misma realidad.

Pero, además, la lectura constituye un recurso espléndido en los largos periodos como el actual, en el que los periódicos y las televisiones, a los que recurrimos en busca de información u ocio, no ofrecen más que noticias y elucubraciones sobre el Papa. No sé usted, pero yo no puedo más de Papa. Y la lectura entonces constituye un refugio que me compensa de un mundo informativo que cada vez me gusta menos.

Nada es más fácil que poner de manifiesto las ventajas de la lectura sobre la ausencia de lectura, la benéfica influencia que tiene sobre todos nosotros y el placer que nos proporciona. Otra cosa es que mi discurso sea convincente; otra, que los padres y los maestros convenzan a sus hijos y alumnos, y otra, más difícil aún, pretender cambiar los hábitos del que no tiene, porque nunca la tuvo, la costumbre de leer, o del que, por causas varias difíciles a veces de determinar, la perdió.

Leer es ante todo un ejercicio de la mente. La mueve, la revoluciona y la desarrolla, siempre produciéndole esa inquietud que asoma cuando conocemos otros ámbitos y otras opiniones; en una palabra, cuando accedemos a otros mundos distintos del que nos envuelve y nos protege. Leer acelera el ritmo de nuestra inteligencia, la fortalece y la enriquece, del mismo modo que caminar fortalece los músculos de las piernas y nos hace más ágiles.

Esto es elemental y uno se pregunta tantas veces cómo los padres tan aficionados a que sus hijos hagan toda clase de deportes, desde el tenis a la esgrima, no se preocupan de que sus hijos desarrollen al mismo ritmo las facultades mentales cuya inmovilidad es muchas veces la responsable de los fracasos escolares.

Pero, además, esa misma inteligencia va adquiriendo con la lectura tal confianza en sí misma que, al poner a debatir su propio parecer con los pareceres múltiples que le ofrece la lectura, adquiere su propio criterio frente a todos los acontecimientos que la vida nos ofrece. Es en buena medida gracias a la lectura que la inteligencia deja de ser susceptible de ser manipulada, al menos en parte, y comienza y afianza su propio camino hacia la libertad.

Y, SOBRE TODO,la lectura nos convierte en creadores. El texto que leemos pasa inevitablemente por nuestra experiencia, nuestra imaginación y nuestra fantasía, gracias a las cuales somos capaces de interpretarlo y de hacerlo nuestro, de tal modo que el resultado de la novela, del relato o incluso del ensayo que hemos recibido lo recreamos en función de nuestra propia interpretación.

Es ahí donde reside la grandeza de la creación: todo el que bebe de ella no sólo participa de la creación del autor, sino que a partir de ella crea su propia historia.

Pero no me cansaré de decir, como al principio de estas líneas, que sumergirse en la lectura, sea de ficción o de opinión o de investigación, proporciona uno de los grandes placeres para los que, todo parece indicar, hemos venido al mundo, ya que para ello disponemos de las herramientas necesarias. Cierto es que esas herramientas hay que utilizarlas, de otro modo ni hay lectura ni hay placer.

De ahí que la lectura, siendo un placer, sea uno de los placeres activos que exigen nuestra colaboración, en contraposición con los placeres pasivos que nos ofrecen tantos ocios conocidos hoy, en los que, por decirlo así, casi no participan las facultades del alma y no tienen más exigencia que, es un decir, ese leve movimiento de la mano para ir cambiando de canal.

Leer es viajar, es conocer otros mundos que viven como nosotros en el planeta, pero también es conocer otros ámbitos de pensamiento tan válidos como los nuestros. Leer es sumergirse en la vida de otros personajes, es detestar y amar y comparar, es sentir complicidad con el pensamiento de un ser que tal vez nunca conoceremos o disentir de otro entendiendo los elementos que nos separan de él. Leer es tener muchas vidas, es abrirnos mil posibilidades, es tener la opción de conocer y de reconocer el pasado y el presente, y --¿para qué negarlo?-- es un camino que nos conduce inevitablemente al centro mismo de nuestro propio yo: conocerse al fin, saberse, aceptarse y por lo mismo aceptar a los demás.

LEER es un antídoto contra cualquier concepción del mundo excluyente y fundamentalista, y un revulsivo contra la violencia, la personal y la de las ciegas violencias que en nombre de dios o de la patria, quienquiera que sean, tiñen hoy de oprobio y vergüenza buena parte del planeta y de sus habitantes.

Pero por más que los gobiernos, como es su deber, sobre todo si figuraba en su programa electoral por el cual lo hemos elegido, pongan en marcha políticas de fomento de la lectura y por más que las escuelas se esfuercen en buscar métodos para despertar y alimentar el hábito de la lectura en los niños, el resultado dependerá también en buena medida en lo que hagan los padres. En una casa sin libros, qué pocos niños serán capaces de leer...

Leamos pues, seamos felices y dejemos que lo sean también nuestros hijos.

Evolución Humana


¿Es el hombre la culminación de la evolución cósmica? Algunos visionarios de nuestra época lo niegan apasionadamente. Según ellos, el ser humano sólo significa un eslabón provisional e imperfecto dentro de una cadena ascendente que todavía no ha llegado a su final. Este final se encuentra más allá del hombre, por encima del hombre. El siglo XXI dará un salto cualitativo en el dominio de una tecnología cuasi-mágica y permitirá —¡al fin!— transcender al ser humano. Tal es el sueño de los transhumanistas.

 Por supuesto, todo esto suena a película de Hollywood y a ciencia ficción. Y, sin embargo, el lobby transhumanista presenta en sus filas partidarios completamente respetables. Sin ir más lejos, en nuestro país un autor tan conocido como Eduardo Punset defiende una visión del hombre y de su futuro que exhibe numerosos puntos de coincidencia con las tesis transhumanistas. 

Al fin y al cabo, ¿no ha dado ya el ser humano todo lo que puede dar? Así lo consideran Marvin Minsky, Ray Kurzweil y otros gurúes norteamericanos del transhumanismo, para quienes la nanotecnología y la biotecnología habrán de conducir, dentro de pocas décadas, al interfaz hombre-máquina, piedra angular del mito transhumanista. No ser ya sólo hombres, sino hibridaciones entre hombre y máquina, entre hombre y ordenador. Liberarnos —al menos parcialmente— de las servidumbres que nos impone la biología. 

Ampliar nuestras capacidades psíquicas y sensoriales. Explorar todo el espectro de los estados alterados de conciencia. Experimentar sensaciones antes nunca conocidas por el género humano. ¿Quién no se sentiría atraído por tales perspectivas? Tanto más cuanto que el hombre, tal y como ha existido hasta ahora, parece incapaz de abandonar ese fango de egoísmo, vulgaridad y violencia en el que anda chapoteando desde tiempo inmemorial.

Como es evidente, desde un punto de vista humanista, e incluso desde el simple sentido común, sería fácil efectuar una indignada crítica contra tales desvaríos: que si son síntomas de un nihilismo mal disimulado, que si vamos al Mundo Feliz de Huxley, que si Hitler va a triunfar con un siglo de retraso en su lucha por crear al Superhombre. Sin embargo, el transhumanismo —como todo mito, como toda idea que logra fascinar al espíritu humano— contiene una parte de aspiraciones legítimas. 

Es decir: la humanidad experimenta hoy un intenso deseo de autosuperación y el anhelo de “empezar una nueva época”, una etapa radicalmente distinta dentro de su historia milenaria. 

Cambiar desde la raíz el ambiente de nuestra cultura, nuestros hábitos de vida, el régimen íntimo de unas existencias individuales que se han acostumbrado a respirar en una atmósfera de conformismo desencantado. Librarse de la Matrix omnipresente que hoy nos atrapa y salir al fin de la caverna platónica, para contemplar la verdadera realidad. Y los transhumanistas han sabido captar precisamente este aspecto del Zeitgeist actual: los hombres de nuestra época aspiran a vivir en un mundo lleno de aventura y de misterio, diametralmente opuesto a esta gris rutina de existencias vacilantes y desnortadas que hoy conocemos. Sin embargo, y como sucede tantas veces, se acierta aquí en el fin, pero se yerra —y de una manera decisiva— en los medios.

Y es que, en efecto, por sí misma la tecnología —ni siquiera la tecnología “mágica” con la que sueña el transhumanismo— es incapaz de reeencantar el mundo. A mediados del siglo XIX, los entusiastas del progreso predecían, extáticos y exultantes, un siglo XX poblado de máquinas fantásticas que convertirían el mundo en un lugar “emocionante” y “maravilloso”. La máquina volante —nuestro avión— era entonces el paradigma de lo fascinantemente futurista; y aún más el proyectil que, como imaginó Verne, nos llevaría hasta la Luna. Ahora bien: hoy en día, miles de aviones surcan cada día nuestros cielos, y hace décadas que conquistamos nuestro satélite; pero, aun así, seguimos bostezando. Seguimos haciendo ricas a las multinacionales farmacéuticas que nos proporcionan nuestra imprescindible ración de antidepresivos. La melancolía es la seña de identidad del Occidente posmoderno. Ergo: es obvio que nos estamos equivocando en algo decisivo.

También se equivocan, desde luego, los transhumanistas. Necesitamos —es cierto— un nuevo entusiasmo, una nueva frontera, un nuevo impulso que nos devuelva la ilusión y la alegría. Ahora bien: este impulso no provendrá de la tecnociencia (¡que no es execrable en sí misma, de ningún modo!), ni de los kennedys y obamas de turno. Porque la única energía que puede renovar la faz del mundo procede del núcleo más íntimo de lo real. 

De la centella más interior del espíritu humano: más allá incluso de nosotros mismos. Donde todo recobra su aspecto más auténtico y maravilloso. Donde la vida humana vuelve a convertirse en lo que nunca debió haber dejado de ser: una fiesta llena de alegría. Donde descubrimos con estupor que aquí mismo, junto a nosotros, existe —ocultada por nuestra torpe mediocridad— otra forma de vivir y de construir el mundo.

El Valor Persona


Es un tema en el que nos vemos envueltos constantemente, no nos damos cuenta respecto a su presencia pero está ahí en todo momento. Estoy hablando del valor que te define como persona, aquello que te compara con todo los otros seres que hay a tu alrededor.

O quizá… ¿estamos partiendo desde un enfoque equivocado?
Desde luego que sí.

Antes que nada me gustaría resaltar que el valor que poseen tanto las cosas como las personas es simplemente una ILUSIÓN. Te pediría que lo leyeses las veces que fuese necesario hasta que quedase grabado en tu mente, puesto que la valoración es simplemente una etiqueta que otorgamos pero eso no define en absoluto.

He querido resaltar este concepto porque he visto infinitas veces caer en la trampa a un incontable número de personas, incluyéndome a mí mismo. Tenemos una naturaleza innata de definir nuestra valoración dependiendo de las distintas opiniones y aprobaciones que recibimos del exterior. Cuantos más votos positivos acumulemos más valiosos somos, cuanto menos feedback positivo poseamos, menos valor tenemos.

Si funcionamos desde este encuadre, nos posicionamos desde un lugar de escaso poder sobre nosotros mismos, puesto que éste va a estar en manos de los demás que podrán determinar a su antojo lo valioso que eres. Estarás dependiendo de la validación externa.

Otro enfoque que surge en la batalla que se genera al estar en un mercado dónde el ser más preciado es el que gana, sería el de la soberbia. La persona que funciona desde esa realidad vive en un absoluto miedo e inseguridad sobre sí mismo, pero en unos límites inimaginables, aunque pueda parecer todo lo contrario. 

Éste se caracteriza por una actitud en dónde intenta a toda costa disminuir el valor de los demás, para poder vivir temporalmente en un lugar más elevado. Quien vive desde este paradigma ha de estar en una lucha constante y a su vez el poder sigue estando en el exterior, dado que los demás han de seguir teniendo una valoración menor respecto a él.


La Palabra Escrita

“EL ARTE DE LA PALABRA ESCRITA”
Publicado por las profesoras ponentes del curso Dra. Mª del Carmen Diez González, Mª Gloria García Blay, Marta Ruiz Revert y Mª Helena Pascual Ochando
       Si nos preguntamos la importancia de la palabra escrita, nos podríamos remontar a Jean Paul Sastre, Premio Nóbel de Literatura, que en su obra “Las palabras” alude al relato de su vocación por la escritura expresándolo como “vivir, es producir significaciones”, es decir, el habla es la culminación de la expresión del significado, de los sentidos, del arte de las palabras, en conclusión, el desarrollo de nuestra inteligencia. La inteligencia que no cae en repeticiones del mismo lenguaje trasformado como si se tratara de algo inerte, y sin movimiento, por ello, la escritura necesita y debe respirar.
La escritura forma parte de la expresión, tal y como expone Voltaire “la escritura es la pintura de la voz” de la palabra trasformada en arte, en expresión y por ello, en vida. Es por ello, que los niños cuando se les pide que dibujen la memoria lo hacen sin necesitar un ejemplo a imitar, dibujan lo que saben, no lo que ven. La base de la expresividad se encuentra en preescolar, por ello se hace necesario inculcar desde distintos ámbitos “el arte de la palabra escrita”, se hace necesaria la conexión emocional con la palabra escrita, ya que en caso contrario carece de sentido. Cuando un niño expresa lo que siente existen menos posibilidades de que lo resuelva con el comportamiento, además conocemos cómo la ansiedad se relaciona directamente con la probabilidad de actuación, es decir, si el nivel de ansiedad del niño es alto  su probabilidad de actuación también lo es, y viceversa, ello muestra una relación significativa entre la palabra y la emoción.
Iniciarse en la escritura no es tarea fácil, implica un nivel de planificación, edición, revisión, regulación y/o metacognición, que pareciera digno de unos pocos, sin embargo hoy en día sabemos que este arte se enseña y se aprende. El arte de ponerse ante una hoja en blanco y dibujar lo que se ve con el alma o con los sentidos, es el reflejo de las inspiraciones y espiraciones, del flujo de la vida, de los vaivenes de los sentimientos con sus momentos de compañerismo, y soledad, por ello, la ausencia de la escritura denota significado, es como el silencio en una partitura de música, sin él, no apreciaríamos el sonido que viene a continuación.

miércoles, 8 de enero de 2020

Las Alternativas


¿Cuántas veces has dicho “no” cuando hubieras podido decir “si”? ¿piensas que hubiera sido mejor? Muchas veces las cosas de las que uno se arrepiente son aquellas que uno no se ha permitido vivir. Y raramente uno se arrepiente de aquellas lecciones aprendidas por haber dicho “sí”.
Decir sí, es decir sí a la vida. El mayor miedo a hacer esa afirmación es por lo que tiene de nuevo, de distinto. Miedo a salir de la zona de confort, de la rutina, de la seguridad. Cierto es que hay distintos momentos en la vida, por tanto, tienes que ser consciente de qué etapa estás viviendo en la actualidad y, en definitiva, si estás en el camino de la vida que quieres vivir.

Cuando sientes que estás abierto a todo lo que vas encontrando, incluso a comenzar caminos alternativos, los resultados siempre son inesperados. Y aunque sabemos que enriquecen todas aquellas nuevas experiencias que vivimos, normalmente, esos caminos alternativos se prefieren no tomar, por miedo a esos resultados inesperados que siempre generan incertidumbre porque no son los caminos conocidos.

Para decir “no” puedes encontrar multitud de excusas basadas en los preceptos que marcan las normas que has adoptado. Aunque sabemos que la mayoría aceptamos esas normas sin darles ni media vuelta, ni cuestionarlas.  Esas autocensuras son las que te atan a situaciones que no fomentan que puedas seguir creciendo, experimentando y seguir sorprendiéndote con los diferentes aspectos que conlleva la vida.

Para cualquier elección que tomes es recomendable tener presente que de todas las circunstancias siempre hay un punto de vista negativo y otro positivo. Y que suele ser mejor poder enfocarte en los aprendizajes desde un lugar positivo, donde todo lo que vives, bueno o malo, suma. Y esto siempre es mejor que centrarte en la mera crítica destructiva, en la desvalorización de ti mismo, de tus decisiones o de tus sentimientos, y de hacer eso mismo con los demás.

Un cambio de actitud mediante una revisión de tus creencias permite concentrarte en interpretaciones que te aporten y que te animen a elegir alternativas que habitualmente descartarías. Una nueva actitud es útil para comprender las distintas formas de vivir de los demás, y no dejarte llevar por los fáciles prejuicios o censuras. Igualmente te ayuda a promover la empatía. Y si estás dispuesto a esa nueva mirada, favorecerás un mayor abanico de opciones en tu vida incluyendo una mayor riqueza, tanto a nivel personal, como en aquellas relaciones que establezcas con los demás.

Cuando dices que “no”, esas cosas, que podrían haber pasado y que no viviste, son las que te hacen pensar, dar vueltas y no poder conectar con el momento presente.  Si dudas entre el hacer y no hacer, escoge actuar. Piensa que si te equivocas los errores son necesarios para poder encontrar aspectos de ti mismo que de otra manera nunca podrían ser descubiertos. Y que al menos tendrás la experiencia de vivir.

Nunca es demasiado pronto o demasiado tarde para ser quien quieras…

Las Personas No Son Cosas

Nos comportamos con los demás como si fueran cosas, no personas. 


Nuestra relación con las personas es también como con las cosas.  Un marido se comporta con su mujer como si ésta fuera una cosa; la posee. La mujer se comporta con el marido como con una cosa. Si nos comportásemos con los demás como si fueran personas, no intentaríamos poseerlas, porque sólo las cosas pueden ser poseídas.

Una persona significa libertad. Una persona no puede ser poseída. Si tratas de poseerlas, las matarás, se volverán cosas. Nuestra relación con los demás no es realmente de yo a tú; en el fondo es una relación de yo a yo. El otro es sólo una cosa para ser manipulada, para ser utilizada, explotada. Por eso el amor se vuelve cada vez más imposible, porque amor significa considerar al otro una persona, un ser consciente, una libertad, algo tan valioso como tú.

Si te comportas como si todo fuera una cosa, entonces tú eres el centro y las cosas son para ser usadas. La relación se vuelve utilitaria. Las cosas no tienen valor en sí mismas: el valor es que puedes usarlas, existen para ti. Puedes relacionarte con tu casa: la casa existe para ti. Es una utilidad. El coche existe para ti, pero la esposa no existe para ti y el marido no existe para ti. El marido existe para sí mismo y la esposa existe para sí misma. Una persona existe para sí misma; eso es lo que significa ser una persona. 

 Y si permites que la persona sea una persona y no la reduces a ser una cosa, poco a poco empezarás a sentirla. De lo contrario, no puedes sentir. Tu relación seguirá siendo conceptual, intelectual, de mente a mente, de cabeza a cabeza..., pero no de corazón a corazón".


El Instinto Humano


Si los instintos humanos fuesen iguales a los de los animales, no habría manera de explicar por qué algunas personas se suicidan o dejan de comer, en contra del instinto de supervivencia. No hay acuerdo total sobre el tema. 

Se habla mucho de los instintos humanos, pero, a veces, no sabemos a qué nos referimos exactamente con ello. Es un término que se tomó prestado de la biología y que nos recuerda que, finalmente, somos una rama de mamíferos evolucionada. Sabemos que mucho de ese animal sigue vigente en nosotros.

Sin embargo, también aparecen algunas particularidades que nos alejan de ese mundo biológico. Muchas veces hemos oído mencionar los instintos humanos de supervivencia y, pese a ello, sabemos que el suicidio es una realidad diaria en el mundo actual. También se mencionan los instintos sexuales y, al mismo tiempo, se nos informa de datos sobre impotencia u otras disfunciones.

“Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo”.
-Armando Palacio Valdés-

Como vemos, el tema de los instintos humanos no se agota simplemente en lo biológico. Hay toda una serie de vectores culturales y simbólicos que influyen en todo esto. De hecho, también hay corrientes de pensamiento que no hablan de instintos, sino de pulsiones. Veamos esto con mayor detalle.

Desde el punto de vista biológico, los instintos son pautas de comportamiento que tienen como características ser hereditarias y comunes a toda la especie. La razón de ser de esos instintos es la adaptación y están programados en el cerebro. Nos permiten protegernos y preservarnos. Corresponden a reacciones automáticas o inmediatas.

La teoría biológica señala que tenemos unos instintos básicos y estos son:

· Instinto de supervivencia. Corresponde a todas las conductas básicas que nos permiten preservar la vida y la salud. Entre ellas se encuentran la evitación del peligro, la alimentación, la búsqueda de abrigo, etc.

· Instinto de reproducción. Tiene que ver con la preservación de la especie y se refiere básicamente a la sexualidad reproductiva.

· Instinto religioso. Aunque no hay consenso total frente a este punto, la mayoría de los psicólogos de corte positivista señalan que el ser humano tiene una necesidad innata de sentido. Se asocia a la misma zona del cerebro que se activa en los episodios de epilepsia.

Estos serían los instintos humanos básicos. Sin embargo, este enfoque no logra explicar por qué, por ejemplo, una persona deja de comer porque se siente muy obesa, sin estarlo. Esto iría en contra del automatismo que los instintos suponen.

Sigmund Freud planteó que en el ser humano no están presentes los instintos como tal, sino unas fuerzas específicas de la especie a las que llamó pulsiones. Dichas pulsiones son impulsos psíquicos, que están compuestos por un estado de excitación y una tensión física.

La pulsión busca descargar o suprimir ese estado de tensión. Para ello, busca un objeto que le permita deshacerse de ella. Así, por ejemplo, el hambre correspondería a la pulsión y la comida al objeto que permite liberar dicho impulso. Volvemos a la pregunta: ¿por qué entonces algunas personas, por ejemplo, no comen? Freud propone que no todos los impulsos del ser humano son benignos.

Para Freud existen dos pulsiones básicas: el eros y el tanathos. La pulsión del eros comprende todos los impulsos relacionados con la autoconservación y la sexualidad. El tanathos corresponde a la pulsión de muerte y comprende los impulsos violentos, caóticos, disgregadores y el deseo de retornar al estado inanimado. Las pulsiones no buscan satisfacer necesidades inmediatas, sino la representación mental de las mismas.