Si los instintos humanos fuesen iguales a los de los animales, no habría manera de explicar por qué algunas personas se suicidan o dejan de comer, en contra del instinto de supervivencia. No hay acuerdo total sobre el tema.
Se habla mucho de los instintos humanos, pero, a veces, no sabemos a qué nos referimos exactamente con ello. Es un término que se tomó prestado de la biología y que nos recuerda que, finalmente, somos una rama de mamíferos evolucionada. Sabemos que mucho de ese animal sigue vigente en nosotros.
Sin embargo, también aparecen algunas particularidades que nos alejan de ese mundo biológico. Muchas veces hemos oído mencionar los instintos humanos de supervivencia y, pese a ello, sabemos que el suicidio es una realidad diaria en el mundo actual. También se mencionan los instintos sexuales y, al mismo tiempo, se nos informa de datos sobre impotencia u otras disfunciones.
“Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo”.
-Armando Palacio Valdés-
Como vemos, el tema de los instintos humanos no se agota simplemente en lo biológico. Hay toda una serie de vectores culturales y simbólicos que influyen en todo esto. De hecho, también hay corrientes de pensamiento que no hablan de instintos, sino de pulsiones. Veamos esto con mayor detalle.
Desde el punto de vista biológico, los instintos son pautas de comportamiento que tienen como características ser hereditarias y comunes a toda la especie. La razón de ser de esos instintos es la adaptación y están programados en el cerebro. Nos permiten protegernos y preservarnos. Corresponden a reacciones automáticas o inmediatas.
La teoría biológica señala que tenemos unos instintos básicos y estos son:
· Instinto de supervivencia. Corresponde a todas las conductas básicas que nos permiten preservar la vida y la salud. Entre ellas se encuentran la evitación del peligro, la alimentación, la búsqueda de abrigo, etc.
· Instinto de reproducción. Tiene que ver con la preservación de la especie y se refiere básicamente a la sexualidad reproductiva.
· Instinto religioso. Aunque no hay consenso total frente a este punto, la mayoría de los psicólogos de corte positivista señalan que el ser humano tiene una necesidad innata de sentido. Se asocia a la misma zona del cerebro que se activa en los episodios de epilepsia.
Estos serían los instintos humanos básicos. Sin embargo, este enfoque no logra explicar por qué, por ejemplo, una persona deja de comer porque se siente muy obesa, sin estarlo. Esto iría en contra del automatismo que los instintos suponen.
Sigmund Freud planteó que en el ser humano no están presentes los instintos como tal, sino unas fuerzas específicas de la especie a las que llamó pulsiones. Dichas pulsiones son impulsos psíquicos, que están compuestos por un estado de excitación y una tensión física.
La pulsión busca descargar o suprimir ese estado de tensión. Para ello, busca un objeto que le permita deshacerse de ella. Así, por ejemplo, el hambre correspondería a la pulsión y la comida al objeto que permite liberar dicho impulso. Volvemos a la pregunta: ¿por qué entonces algunas personas, por ejemplo, no comen? Freud propone que no todos los impulsos del ser humano son benignos.
Para Freud existen dos pulsiones básicas: el eros y el tanathos. La pulsión del eros comprende todos los impulsos relacionados con la autoconservación y la sexualidad. El tanathos corresponde a la pulsión de muerte y comprende los impulsos violentos, caóticos, disgregadores y el deseo de retornar al estado inanimado. Las pulsiones no buscan satisfacer necesidades inmediatas, sino la representación mental de las mismas.
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