Lo ideal es tener unos padres sobrados dispuestos a
financiarnos la carrera, la ropa, las vacaciones, el coche, las cañas en los
bares… Pero las circunstancias no siempre son las ideales. Unas veces la vida
no es fácil para los padres y hay que contribuir a la economía familiar; otras,
se nos pasó la época de vivir a pensión completa en la casa paterna, hemos ido
cumpliendo años y repitiendo cursos hasta que hemos encontrado el camino que
buscábamos; hay casos en los que es mejor buscarse la vida compartiendo
piso con amigos que prolongar una mala relación con papá y mamá; puede ser
que necesitemos estudiar en la etapa adulta porque las condiciones de trabajo
nos exigen una puesta al día en los conocimientos… En fin, que las razones son
muchas y que no pocas personas se ven abocadas a la titánica tarea de estudiar
y trabajar al mismo tiempo.
No vamos a negar que con lo duro que es estudiar y lo insoportable
que resulta a veces levantarse cada mañana para ir al trabajo, juntar las dos
cosas puede parecer una proeza.
Pero se puede. El primer pensamiento en nuestro punto de mira debe
ser:
«Si otros pueden, yo también puedo».
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