En la Modernidad, el trabajo
era concebido como una tensión entre diferenciación y unificación dentro de un
proceso social e histórico que tendía a una armonía y bien final común,
ascendente, progresista. En la Posmodernidad, el problema consiste, según el
filósofo y sociólogo Z.
Bauman, en percibir que el trabajo ya no es un bien común.
Actualmente el trabajo es sentido como un derecho para el desarrollo personal,
por lo que tiene que ser divertido y un lugar de creación y recreación.
Las principales fuentes de ganancia de la Posmodernidad son, cada
vez más, las ideas, y menos los objetos materiales. Se han abandonado los
grandes relatos del cristianismo, del marxismo, y la idea de cambiar el
sistema. El trabajo ha perdido su centralidad y su valor de fundamento ético e
integrador de la personalidad. Estamos en el mundo del desempleo estructural,
donde nadie puede sentirse ni seguro ni a salvo. Bauman describe las
características de la relación del trabajo con la política, la incertidumbre y
la precarización de las relaciones sociales y de las vidas personales; y las
consecuencias que todo ello trae a las personas. En la hipótesis sostenida por
el autor, se afirma que, en el clima de la posmodernidad, ya no hay lugar para
la solidaridad social combativa y para la acción política desde las bases
obreras. El autor rechaza, sin embargo, la hipótesis de que éste es el único
camino, sin alternativas.
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