“Aprender a usar la energía psíquica de manera sabia permite darle un
mejor manejo a las adversidades que día a día enfrentan los humanos”
El cerebro es una estructura disipativa especialmente potente. Opera con
la energía difusa de los entornos en los que se encuentra; una energía que
parte del Sol, después pasa a los alimentos y, por último, llega al sistema
digestivo. El cerebro convierte esa energía en energía psíquica (influjos nerviosos
en el cerebro) para sentir, pensar, solicitar acciones al cuerpo y estructurar
el entorno.
El cerebro es capaz de crear el orden y, potencialmente, joyas
tecnológicas u obras de arte de una complejidad fuera de lo común.
Pero por supuesto, como todo sistema complejo, el cerebro humano puede
permanecer también en un estadio yermo, estéril y desorganizado, incluso
perjudicial.
Puede ser como un poderoso río que irriga las tierras fértiles y hace
brotar culturas, jardines, ciudades y monumentos. Pero también puede ser como
un impetuoso e incontrolado torrente montañoso que destruye todo a su paso.
En el primer caso, usted es el dueño de sus pensamientos y emociones:
Usted es capaz de movilizar su energía psíquica para tareas útiles que
le aporten felicidad, serenidad y satisfacción. Va cada vez más lejos en el
desarrollo de sus capacidades creativas y contribuye a mejorar el mundo a su
alrededor.
Es apreciado en su entorno y los demás le tienen presente. Mantiene
relaciones armoniosas con sus allegados y evita las situaciones complicadas y
conflictivas.
En caso de decepción, problema o inconveniente, usted es capaz de
reponerse y adoptar una estrategia transformadora.
La expresión “estrategia transformadora” fue creada por el psiquiatra
George Vaillant en oposición a la idea de “estrategia regresiva”.
Adoptar una estrategia transformadora consiste, en caso de problema o
accidente, en ajustar los objetivos a las nuevas restricciones y fijarse un
nuevo fin realista, así como retomar tan pronto como sea posible la
construcción, el avance y el progreso.
Esta capacidad de resiliencia, de acuerdo con la expresión consagrada
por Boris Cyrulnik, le ofrecerá una felicidad auténtica y duradera, tanto ante
los éxitos como en las adversidades.
En el segundo caso, en el que sus pensamientos son como torrentes
salvajes que destruyen todo a su paso, usted se convierte en una víctima de sus
emociones:
Pasa de una idea a la otra y de una exaltación excesiva al abatimiento
más profundo con facilidad. Patalea sin aprender nada nuevo y perdiendo el
tiempo, y haciéndoles perder también el suyo a los demás.
Cultiva pensamientos sombríos, pesimistas y que generan ansiedad.
Deprime a los que le rodean, que tratan de evitarlo. No obstante, la primera
víctima es usted mismo, ya que se impone un mundo interior que supone una
prisión oscura y llena de criaturas hostiles e inquietantes.
Invierte demasiado tiempo en actividades que no le llevarán ni a ser más
grande ni a progresar, como por ejemplo ver pasivamente la televisión, hojear
las revistas sin interés, navegar por la red en busca de divertimento, vagar
por las calles o los centros comerciales, pasar el rato en los bares o
simplemente sentarse y no hacer nada.
A la mínima contrariedad usted explota o se hunde en una resignación
enfermiza. Los desafíos le perturban e inquietan y prefiere huir de la
realidad, por ejemplo, “ahogando” sus penas en alcohol u otros medios
destructores.
Vive en un estado de miedo, yendo desde la tristeza a la desesperación.
Lo que usted sigue es una estrategia de regresión, y su vida parece dominada
por el absurdo y el caos.
Si usted ha vivido episodios similares o se siente más identificado con
el segundo caso, le invito a que siga leyendo. Está a punto de descubrir la
fuerza de las estructuras disipativas en su cerebro para instalar en su mente
el orden en lugar del caos.
Podrá convertir el torrente salvaje de su energía psíquica incontrolada
en un tranquilo y poderoso río que le devuelva al camino del progreso y la
felicidad.
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