Estudiar la evolución humana es una lente a través de la cual los
estudiantes, y la gente en general, puede ver cómo estamos conectados con el
mundo. Somos primates, igual que los animales que llamamos simios y monos,
aunque nuestro propio camino evolutivo nos recompensó haciendo que camináramos
sobre dos piernas y teniendo un cerebro realmente grande. La evolución no es
direccional; no se esfuerza para mejor.
Los animales que están mejor adaptados a su ambiente sobreviven el
tiempo suficiente para reproducirse y dejar sus genes a su descendencia. Los
rasgos únicos que nos definen como humanos no nos hacen mejores que nuestros
parientes primates— simplemente nos hacen diferentes. Los chimpancés están bien
adaptados a los ambientes en los que viven y prosperan; de ninguna manera son
“menos evolucionados” que nosotros. Es cierto que los seres humanos hemos
dominado y alterado el mundo que nos rodea, pero si entendemos nuestro lugar
evolutivo en el mundo, se hace más difícil justificar la idea de que somos
mejores que los organismos con los que compartimos el planeta. De este modo, el
estudio de la evolución humana nos enseña humildad, y hoy en día, todos
necesitamos un poco de humildad.
Nos enfrentamos a un cambio climático de una escala sin precedentes a
causa de nuestras acciones, poniendo en riesgo la Tierra tanto para nosotros
como para el resto de plantas y animales que viven aquí. Debemos empezar a
utilizar bien nuestros grandes cerebros para detener los cambios que podrían
significar el fin de nuestro camino en este planeta. Hubo especies de
homínidos,
como Australopithecus afarensis, que vivieron durante unos 900.000
años, casi cuatro veces más de lo que hemos existido nosotros, pero finalmente
se extinguieron.
Estos ejemplos enseñan a los estudiantes que nuestra especie no es
el sine qua non de la evolución humana. No somos inmunes a las
fuerzas que pueden causar la extinción. Ahora podemos ver lo vulnerables que
somos a enfermedades epidémicas como el ébola, el VIH, e incluso la gripe
común.
Los desastres naturales —en aumento debido al cambio climático— pueden
dejarnos indefensos y vulnerables. La tecnología nos puede ayudar, pero no
podemos dar por sentado que nos salvará.
Tenemos el deber de enseñar a la próxima generación de dónde viene,
evolutivamente hablando, y luchar contra la idea de que somos de alguna forma
invencibles y omnipotentes. Los estudiantes deben comprender cuál es nuestro
lugar biológico en el mundo.
La enseñanza de la evolución humana es demasiado importante como para
eludirla por miedo a la controversia que la rodea. He visto el momento en el
que un estudiante comienza a entender la imagen general de dónde venimos, y es
increíble contemplarlo.
Tenemos que darles más oportunidades para que vivan momentos como este,
que pueden cambiar su perspectiva y mostrarles una nueva forma de pensar. Sólo
cuando eso suceda será cuando esta generación vea lo precario que es nuestro
lugar en este mundo, quizás esto les motivará para hacer todo lo que pueda por
evitar que el cambio climático cauce estragos en el único lugar que nosotros, y
el resto de la vida en la Tierra, llamamos hogar.
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