Como resultado de tener un sentido de vida, una coherencia interna lo
más alineada posible entre el pensar, el sentir y el actuar, así como un
sistema de relaciones interpersonales en crecimiento (pareja, amigos,
compañeros, hijos, familia), vivenciaremos un progresivo y sostenido estado de
felicidad. Una felicidad que no es estática sino que se construye, refuerza y
retroalimenta, en un trabajo continuo. Por esto es importante meditar regularmente
sobre el avance de la felicidad o el sufrimiento en uno y nuestros afectos más
cercanos como una forma de medir nuestra alineación o desvío del sentido de
nuestra vida.
Creer o no creer en la existencia de un sentido o un propósito es una decisión
exclusivamente personal, y más allá de dejar esto en el simplismo de creer o no
creer, lo recomendable es animarse a probar cómo es vivir con un sentido o sin
ninguno en particular. No todo está dicho, ni esto aquí escrito es algún tipo
de dogma. Muy por el contrario hay quienes encuentran en un momento de su vida
la felicidad en la ausencia total de un sentido, y en un devenir en función de
lo que el mundo les propone. Aun así, es importante no cerrarse a una u otra
opción, sino estar siempre atentos a meditar si a medida que pasa el tiempo
crece en nosotros y nuestros seres queridos la felicidad o el sufrimiento. Así
entonces, puede ser que para un momento de nuestra vida el sin sentido nos
provea un tipo de felicidad, pero en otro, nos enfrente a la necesidad
encontrar un sentido que nos brinde orientación y dirección una vez agotada esa
etapa vital del sin sentido. Entender que se puede sin problemas pasar de uno a
otro y que la vida requiere múltiples estrategias a medida que crecemos y
evolucionamos, incluso cambiar de sentido, o tener más de uno, es entender que
somos seres complejos y que merecemos cuidarnos y auto-observarnos
constantemente.
Es importante entender que somos seres sociales
viviendo en comunidad, y que no podemos abstraernos de nuestro medio social.
Por esta razón es posible que tropecemos en esta construcción interna y externa
múltiples veces. Algunas por errores propios, pero muchas otras por situaciones
que escapan a nuestras decisiones y control. Por eso es altamente importante
ser, para con nosotros mismos, los mejores amigos posibles, tratándonos bien,
amablemente, tenernos paciencia, y buscar tiempo y espacio para meditar sobre
nuestra vida y la dirección que estuviera tomando.
Recordemos siempre preguntarnos si a medida que pasa el tiempo crece la
felicidad o el sufrimiento en nosotros y en quienes nos rodean.
Y no olvidemos que dar es tanto o más importante que recibir. Gran
parte de la unidad interna tiene relación con el dar y con la coherencia que
provee la “regla de oro” de tratar a los demás como quisiéramos ser
tratados.
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