Si tienes vocación de servicio, tienes que saber que este aparte de
ser un valor, en sí, es todo un arte. Es la cualidad sincera que
puede nacer de ti para servir. Es cuando tienes empatía con el resto. Es
cuando tienes ese compromiso real de ayudar desinteresadamente a los
demás. También, significa que eres proactivo, es decir, que
no esperas a recibir indicaciones para realizar alguna acción que cumpla las
expectativas del otro. Por lo contrario, te adelantas a los hechos.
Si generas empatía, ya sea con un conocido, amigo, pariente, compañero
de trabajo, clientes entre otros, tienes la mitad del camino ganado. Pero, ¿qué
es tener empatía? Es cuando te pones en el lugar del otro. También, es cuando
tratas a los demás como te gustaría que te traten, entre otros puntos.
Tener vocación de servicio significa cuando tienes siempre el compromiso
necesario, esa disposición para servir al otro, en cualquier contexto y sin
hacer ningún tipo de diferencias, superando cualquier tipo de “barrera” ya sea
personal o social. Es cuando eres servicial aquí y allá, es decir en todos
lados.
Vocación de servicio es cuando consideras al otro sin esperar nada a
cambio. Es una cualidad que logra identificarte como ser humano por lo cual
eres bien considerado tanto por los demás como por ti mismo. En conclusión,
tener vocación de servicio es cuando tienes una actitud de
vida y de colaboración para con los demás.
Servir implica ayudar a alguien de una forma
espontánea, es decir adoptar una actitud permanente de colaboración hacia los
demás. Una persona servicial supone que traslada esta actitud a todos los
ámbitos de su vida: en su trabajo, con su familia, ayudando a otras personas en
la calle, cosas que aparecen como insignificantes, pero que van haciendo la
vida más ligera y reconfortante. Es posible que recordemos la experiencia de
algún desconocido que apareció justo cuando necesitábamos ayuda, que luego
después de ayudarnos, se perdió y no supimos nada más.
Las personas que son serviciales están continuamente atentas, observando
y buscando la oportunidad para ayudar a alguien. Siempre aparecen de repente
con una sonrisa y las manos por delante dispuestos a ayudar, en todo caso,
recibir un favor hace nacer en nuestro interior un profundo agradecimiento.
La persona servicial, ha superado barreras que parecen infranqueables
para las otras personas:
– El miedo a convertirse en el que “siempre hace todo”, en el cual, las
otras personas, descargarán parte de sus obligaciones, aprovechándose de su buena
predisposición. Ser servicial no es ser débil, incapaz de levantar la voz para
negarse, al contrario, por la rectitud de sus intenciones sabe distinguir entre
la necesidad real y el capricho.
– Muchas veces nos molestamos porque nos solicitan cuando estamos
haciendo nuestro trabajo, o relajados en nuestra casa (descansando, leyendo,
jugando, etc).
En estos momentos pensamos ¡Qué molesto es levantarse a contestar el
teléfono, atender a quien llama la puerta, ir a la otra oficina a recoger unos
documentos… ¿Por qué “yo” si hay otros que también pueden hacerlo?
Cada vez que ayudamos a alguien, por pequeño que sea, nos proporciona
esa fuerza para vencer la pereza, dando a quienes nos rodean, un tiempo para
atender otros asuntos o simplemente, descansar de sus labores cotidianas.
Esperar a recibir atenciones tiene poco mérito y cualquiera lo hace,
para ser servicial hace falta iniciativa, capacidad de observación, generosidad
y vivir la solidaridad con los demás, haciendo todo aquello que deseamos que
hagan por nosotros, viendo en los demás a su otro yo.
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