Como si el deprimente panorama migratorio a nivel federal no fuera
suficiente, con una Fuerza de Deportación que no discrimina entre delincuentes
y trabajadores y madres y padres de familia honrados, a nivel estatal
funcionarios republicanos también siguen dando de qué hablar. Por ejemplo está
el caso del representante estatal de Texas, Matt Rinaldi, quien, según
reportes, dijo haber llamado a ICE contra manifestantes que protestaban
en el Capitolio estatal la ley antiinmigrante SB4 y tras una confusa escaramuza
con dos colegas latinos, le habría dicho a uno de ellos que le dispararía en
defensa propia.
No sé si los detalles de la historia varíen, pero lo que no parece cambiar es esta atmósfera tóxica que vivimos desde la elección general de 2016 y el posterior triunfo de Donald J. Trump.
La semana pasada el congresista republicano de Carolina del Sur, Mark
Sanford, dijo que Trump había “desenterrado algunos demonios”
.
No solo ha desenterrado demonios, sino que quienes lo siguen como
borregos al matadero, desde los líderes republicanos del Congreso hasta su más
fiel base, han normalizado su prejuicio y sus desplantes, al grado de
justificar y pasar por alto sus escándalos conocidos y los que se cocinan, como
el caso del Rusiagate. Esto, motivados por la ceguera del triunfo y el control
de las ramas ejecutiva y legislativa, sin reconocer que la agenda que
pretendían avanzar se ha empantanado por el drama diario de los escándalos de
Trump.
Y aunque el bombardeo diario de noticias, enredos y ataques puede tener
el efecto de desensibilizarnos, no puedo normalizar nada de lo que está
ocurriendo.
Ni la madeja de Rusia y su posible coordinación con la campaña de Trump
para influir en la elección presidencial a su favor; ni la indiferencia con que
los republicanos le restan importancia a los alegatos como si se tratara
de algo usual o anticipado.
Tampoco puedo normalizar la crueldad de nuestra política migratoria ni
cómo los agentes que dicen ir en busca de criminales se llevan por delante a
quien se encuentren, aunque los detenidos no tengan historial delictivo, sin
considerar vidas ni familias. En Ann Arbor, Michigan, agentes de ICE vestidos
de civil entraron a un restaurante, desayunaron, elogiaron al chef y luego
procedieron a detener a los empleados de la cocina, incluyendo, brevemente, a
un cocinero con residencia permanente.
Ni puedo normalizar los ataques racistas que cada vez son más
descarados, como el individuo que despotricó contra un joven puertorriqueño por
hablar en español por teléfono con su madre en un aeropuerto de Reno, Nevada; o
violentos, como el supremacista en un tren de Oregon que mató a dos hombres que
salieron en defensa de dos jóvenes musulmanas contra quienes el individuo
lanzaba ataques xenófobos.
Tampoco puedo normalizar los crecientes ataques a la prensa ni que la
violencia física se minimice, como el ahora congresista republicano de Montana,
Greg Gianforte, que golpeó a un periodista por hacerle una pregunta.
Normalizar todo este despelote sería claudicar.
MARIBEL HASTINGS 30 MAYO 2017
(Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice)
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