Cuando nos referimos al modo de
trascender lo hacemos en el intento de introducirnos en los dominios de la
condición humana la cual introduce desde el instante mismo de su intromisión en
la historia (historia que la humanidad ha creado por y para sí) la impronta del
“ser” humano ha marcado desde entonces el concepto de trascendencia en la que
manifiesta su voluntad inquebrantable de “superar todas las barreras” que
pudiesen en algún modo levantarse como posibles obstáculos a su inteligencia y
capacidad de crear nuevas realidades.
“El sentido más inmediato y elemental
de la voz "trascendencia" se refiere a una metáfora espacial.
Trascender (de trans, más allá, y scando, escalar)
significa pasar de un ámbito a otro, atravesando el límite que los separa.
Desde un punto de vista filosófico, el concepto de trascendencia incluye además
la idea de superación o superioridad. En la tradición
filosófica occidental, la trascendencia supone un «más allá» del punto de
referencia. Trascender significa la acción de «sobresalir», de pasar de
«dentro» a «fuera» de un determinado ámbito, superando su limitación o
clausura.
Así, Agustín de Hipona pudo
decir, refiriéndose a los platónicos: «trascendieron todos los
cuerpos buscando a Dios». Trascendencia se opone, entonces, a inmanencia. Lo trascendente es aquello que se encuentra «por
encima» de lo puramente inmanente. Y la inmanencia es, precisamente, la
propiedad por la que una determinada realidad permanece como cerrada en sí
misma, agotando en ella todo su ser y su actuar. La trascendencia supone, por
tanto, la inmanencia como uno de sus momentos, al cual se añade la superación
que el trascender representa.
Lo inmanente se toma entonces como el
mundo, lo que vivimos en la experiencia, siendo lo trascendente la cuestión
sobre si hay algo más fuera del mundo que conocemos. Es decir afrontar lo que
es el universo.
Las respuestas a esta cuestión tienen
un origen cultural en lo mágico-religioso y su reflexión crítica en la
filosofía.
La filosofía tradicional orienta la
cuestión de la trascendencia hacia una demostración o prueba de la inmortalidad
del alma y de la existencia de Dios. Para ello se recurre a la analogía del Ser.
La lógica actual no admite como
argumento demostrativo la posible inferencia analógica, ni el argumento ontológico.
Hoy día la cuestión no incide tanto
en demostrar dicha existencia, cuanto en el hecho de que el hombre en todo lo
que es la problemática de su existencia de un modo inevitable siempre está
abierto a esa dimensión misteriosa de lo trascendente.
En la filosofía actual lo
trascendente se refiere más a la posibilidad de un conocimiento objetivo de lo real, en lo que es la crítica del conocimiento, gnoseología, y los sistemas científicos, epistemología, como posibilidad de ir ampliando los horizontes de
nuestro conocimiento partiendo del conocimiento del mundo basado en la
experiencia posible.
A diferencia de otras épocas no suele
aceptarse el dogmatismo y reconoce el ámbito de lo religioso como una dimensión de la expresión profunda del ser
humano.
El reconocimiento de las creencias y
su importancia en la vida social y cultural abre una dimensión nueva: la antropología filosófica.
La filosofía tradicional reconocía
cuatro propiedades trascendentales que trascienden la entidad de cada
uno y, por tanto, son propiedades predicables al ente
en cuanto tal, a todo ente: Unum, verum, bellum et bonum;
(Unidad, verdad, belleza y bondad).
Caso particular es el uso del
término «trascendental» en la filosofía kantiana.
Se refiere a las condiciones del
conocimiento que organizan la percepción sensible, intuiciones puras en
la experiencia; o los conceptos puros o categorías que
estructuran y ordenan los conceptos a la hora de
formular los juicios; finalmente las ideas de la razón que regulan y dirigen
todo el proceso del conocimiento hacia un fin.
Son estructuras subjetivas que,
aunque trascienden el conocimiento y el campo limitado de la experiencia
individual y generan un conocimiento objetivo, no permiten trascender el ámbito
de la experiencia posible, comprendida como mundo. Por ello Kant en lugar de
trascendentes las llamó trascendentales.”
Como se puede apreciar estamos
recurriendo a nuestra capacidad individual que cada una de las “criaturas humanas” tenemos como un legado que se nos ha
transmitido desde que aprendimos a
contarnos “el principio de los tiempos”.
Hugo W Arostegui