Partimos del supuesto de que la vida humana debe ser para
nosotros la aceptación del RETO que supone el hecho de habérsenos concedido el
timón de nuestra existencia. Se trata de la responsabilidad de vivir.
Pero se trata de vivir HOY, en la Modernidad. Todo sujeto
moderno está confrontado con la tarea de captar su propio tiempo. Lo cual
significa apropiarse “críticamente” del sentido de este tiempo,
independientemente de lo que ordenen las tradiciones, las Escrituras… Sólo esta
actitud es verdaderamente emancipada: única actitud que posibilita ser
interpelado por el presente, como puerta abierta al propio futuro.
La modernidad significará una especie de desarrollo
social que lleva consigo un determinado número de condiciones, como:
a) movilización de recursos. Están “los otros”.
b) contar con poderes políticos “centralizados”, para
superar la pugna doméstica.
c) un sistema educativo que responda al nuevo
momento histórico.
d) secularización de valores y normas. Esto permitirá
superar los posicionamientos “a priori”, desde las iglesias o las tradiciones.
e) afirmación de formas urbanas de vida…
Resultado como fruto de una dinámica
evolutiva, histórica…Es como si la conciencia histórica emergiera. Y al emerger
permite emanciparse, hacerse adulto, le permite “apropiarse” críticamente del
presente, y desde este presente evaluar también críticamente el
pasado. Y desde esa actitud crítica intentar proyectar el futuro como
el mejor horizonte para las expectativas aún no cumplidas.
Ahora bien, cada uno de nosotros está configurado de manera
que tendemos a venerar o ensalzar a los héroes sin necesidad de hacerlos
objetos de discusión…
Nuestro lóbulo derecho del cerebro… Y desde ahí, desde
esa veneración percibimos la realidad. Esta realidad corre el peligro de entrar
en nosotros filtrada. De tal manera idealizamos, glorificamos y sobreestimamos
a nuestros héroes que nos resulta difícil atender a las propiedades reales de
la situación. Por ello es tan fácil el autoengaño.
Desde ahí se comprende la tendencia de los “Mass-media” a
organizar los consensos a base de una especie de alianza ¿narcopolítica?
Hemos de vigilarnos, pues, también frente a las “amarras
grupales” que se sienten obligadas a incorporarnos a ”su grey”, no facilitando
el consumo racional que nos permitiría no identificarnos con los que controlan
la tertulia. Es natural: la comunicación masiva sirve a los intereses de los
que seleccionan y distribuyen la información.
¿Podemos hablar de un proceso de emancipación? No basta para
ello sentirse en armonía con la tradición, con la familia, con la
costumbre…Todo es evolutivo y obedece a una dinámica ¿dialéctica?
Debemos ser nosotros mismos capaces de cuestionar toda forma
de dogmatismo que querría imponernos creencias y conocimientos fijos: Nuestro
cerebro dispone de zonas preparadas para lo “secuencial”, lo argumentado…que
permite hacer continuamente inferencias y deducciones.
Podemos intentar sugerir una especie de máximas de
referencia, una especie de tareas, como:
1/ Interesarnos por y admitir sólo lo que nuestra razón ve
coherente y justificado. Intentar poner a prueba lo que se lee y se oye, desde
la solidez del razonamiento, desde la exactitud de los hechos.
2/ Sentirse como seres humanos más allá de lo tribal,
con vínculos de reconocimiento… Con mutua preocupación por los otros, más allá
de la identificación regional, étnica o religiosa.
¿Es difícil emanciparse? Cabe la posibilidad de que los
componentes aprendidos y las creencias adquiridas de otras personas (cuanto más
afectivos son los lazos, mayor la influencia), de padres, amigos, profesores…
que no estén de acuerdo con las metas de nuestra consciencia, de nuestro
proceso.
Y la calidad personal para una vida plena no depende de los
roles sociales, sino de una tal personalización que permite ir conquistando la
autonomía, la capacidad de ser uno mismo.
Sólo la razón muestra que somos autónomos y que poseemos
dignidad.
Hemos de ejercer este derecho: SER UNO MISMO. ¡Una tarea!