sábado, 11 de abril de 2020

La Pérdida De Interés

Frecuentemente perdemos el interés en empleos, personas, relaciones... Esto no siempre constituye un proceso normal e irreversible. Podemos actuar.

La habituación es uno de los procesos de aprendizaje más primitivos y comunes que existen. El mismo consiste en un decremento de la respuesta ante un estímulo que se presenta repetidas veces. Es decir, es el proceso por el cual dejamos de responder a aquello que ya no constituye una novedad.

A lo largo del día podemos encontrar numerosos ejemplos de este fenómeno. El ruido de un electrodoméstico deja de sobresaltarnos a medida que lo escuchamos a diario. La publicidad situada a un lado de la carretera en tu camino al trabajo, termina por pasarte totalmente desapercibida. Los gritos de unos padres que constantemente se dirigen así a su hijo, dejarán de producir efecto en el niño.

Cuando nos acostumbramos a un estímulo, este pierde el poder de evocar una respuesta en nosotros. De este modo la ilusión por un trabajo se desvanece con el día a día y comenzamos a encontrar defectos a esa amistad que considerábamos perfecta.

Igualmente, si nos referimos a relaciones de pareja, los niveles de distintos neurotransmisores se estabilizan con el paso del tiempo. De esta forma el enamoramiento da paso a un amor compañero en que la euforia inicial se ve sustituida por mayores niveles de intimidad y compromiso.

Otras veces ocurre que perdemos el interés porque damos por sentado lo que tenemos. Cuando algo supone un reto nos ponemos en marcha para trabajar por ello. Tener un objetivo nos impulsa a movilizar nuestros recursos y habilidades, y la satisfacción al lograrlo es elevada.

En cambio, cuando ya es nuestro, es común que nos relajemos y nos asentemos. La felicidad por aquello que hemos obtenido va perdiendo intensidad. Cuando tenemos un empleo fijo o cuando las personas nos muestran excesiva atención sentimos que ya no hay necesidad de esforzarse, el elemento reto desaparece.

El denominador común en ambos casos es que, de una forma o de otra, dejamos de valorar las situaciones o a las personas que nos rodean. Ya sea por costumbre o por excesiva confianza, no nos planteamos que realmente podemos perder lo que tenemos. El perjuicio que provoca esta situación es evidente: nuestro rendimiento laboral será mucho menor, nuestras relaciones sociales irán perdiendo calidad por no cuidarlas y nuestra pareja puede marcharse al no sentirse valorada.

Muchas personas piensan que la pérdida de interés es inevitable, que es parte del proceso normal de la vida. Así adoptan una actitud pasiva y se acomodan en situaciones que ya no les hacen verdaderamente felices. O, por el contrario, saltan de una situación vital a otra esperando que en la próxima el desinterés no haga acto de presencia.

Es imprescindible saber que el interés se trabaja mediante acciones diarias. Si sientes apatía por todo lo que te rodea probablemente se deba a que has dejado de otorgarle valor, y esto es algo que nace únicamente de tus pensamientos. Tenemos el hábito de pasar por alto las cosas buenas que conforman nuestra vida y así nos estamos privando de la capacidad de disfrutar.

Adopta la costumbre de ser consciente cada día de todo lo que tienes, de sentir plenamente la felicidad que esto de proporciona. Trabaja tu gratitud y enseña a tu mente a no dar nada por sentado. Recuerda cuánto anhelabas lo que ahora posees y dedícate activamente a disfrutar de su presencia en tu vida.

Una mente agradecida y enfocada en lo positivo experimenta niveles mucho más elevados de felicidad y satisfacción. Además, de forma natural cuida sus relaciones y sus circunstancias, dando lo mejor de si mismo en cada una de ellas. La persona que actúa de este modo puede estar segura de que la pérdida de interés dejará de acompañarle en su viaje.

El Gusto De Compartir

¿Por qué me gusta compartir en las Redes Sociales?

La gente quiere saber lo que está pasando y nosotros somos los responsables de hacer que se enteren de una manera rápida y sencilla.

La idea es generar y compartir contenidos en las Redes Sociales que resulten interesantes a nuestro público con el objetivo de atraerlos hacia nuestra empresa. Además de la publicidad tradicional, donde se habla de contenido promocional y publicitario, hay que crear contenido de interés, de calidad y sobretodo gratuito para nuestro usuario final. Es una forma de crear comunidad fiel para que a su vez potencien tu negocio.

Las marcas deben crear contenidos propios, imágenes propias para compartir en las redes sociales, además de compartir información de terceros y así ofrecer a tu audiencia información de su interés. No todo lo que se publica gusta ni es de nuestro interés, ni toda la información tiene el mismo éxito entre los seguidores; hay que saber diversificar los campos y no ser homogéneos.

Últimamente se están compartiendo mucho los contenidos relacionados con el positivismo, con que la vida es corta y hay que vivirla a tope, inspiraciones para seguir luchando, fotos y contenidos para sacarnos una sonrisa, contenidos fascinantes, viajes, culturas, contenidos con finales inesperados, contenidos con finales felices, etc.

La idea es llegar al sentimiento de nuestro seguidor y/o fan

Los días festivos siempre son una oportunidad para generar “engagement” y darle un toque más humano a tu marca. Tenemos sobrecarga de información negativa a diario por lo que se tiende desde las Redes Sociales es hacer la vida más amena y agradable a nuestros seguidores: Los sueños se hacen realidad, somos seres únicos y especiales, contenidos que conectan con nuestras emociones.

Tenemos el usuario que te sigue porque le encanta lo que escribes, lee desde el principio hasta el final tu contenido, y luego tenemos el usuario que simplemente comparte por compartir simplemente temas interesantes, cosas raras, etc.

Ahora contamos también con la infografía en las Redes Sociales. Está siendo el boom acompañante de los contenidos donde te resume todo lo expuesto en tu post. Ha quedado claro que la gente prefiere que le dibujen la noticia a que se la escriban. El ritmo de vida tan rápido que llevamos hace que este tipo de resúmenes les llegue antes al usuario. Todo el mundo, curiosamente, tiende a compartir, por Facebook ,Twitter y otras plataformas estas combinaciones de texto e imágenes.

El pensamiento visual está arrasando. Lo más importante ahora es EL IMPACTO VISUAL una imagen vale más que mil palabras. Otra moda arrasando son los videos, ayuda a reforzar un contenido y a mejorar una historia. Además, con lo vagos que somos, ver un vídeo corto… ¿Quién no podría resistirse? Las nuevas tecnologías ya están presentes en nuestras vidas, seamos sensatos, saquémosle el mejor beneficio y lo positivo tanto a nivel laboral como personal, sin perder nunca el sentido común.

El Valor De Las Ilusiones

Juan Rulfo se preguntaba: “¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido”. Tener y cultivar la ilusión es uno de los motores de nuestra existencia. Y la ilusión está estrechamente unida a los sentidos. Es esa capacidad que poseemos las personas para reunir todas nuestras fuerzas y concentrarlas a favor de la conquista de un objetivo.

Ilusión es una palabra que procede del latín ilusionis y significa engaño. Porque así es la ilusión, es ese don que tenemos los seres humanos para creer en aquellas cosas que no vemos, pero que nos ayudan a vivir.

“No rechaces tus sueños. ¿Sin la ilusión el mundo que sería?”
–Ramón de Campoamor-

La ilusión está conectada a emociones positivas. Cuando nos ilusionamos nos sentimos bien, nos sentimos plenos y motivados. Nuestra mirada cambia. Nuestro estado emocional también. Nos sentimos entusiasmados y cargados de energía. Es un sentimiento que nos da fuerza.

Desde pequeños recurrimos a las ilusiones para construir nuestro proyecto de vida, para diseñar nuestros sueños y fijar nuestras metas. Vivimos con ella porque es la fuerza que nos empuja a alcanzar nuestros objetivos. La ilusión es nuestra compañera de viaje. Con ella pensamos dónde nos gustaría ir, qué nos gustaría ser o a quien nos gustaría tener a nuestro lado. La ilusión nos ayuda a hacer realidad nuestros sueños.

«Hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina.»
-Gilbert Keith Chesterton-

La ilusión sirve para no rendirnos, para llenarnos de aliento y empujarnos a conseguir nuestros objetivos a largo plazo. Sin embargo, con el paso de los años parece como si el depósito de nuestras ilusiones se fuera agotando.

Esta sensación está asociada a la experiencia. Las cosas no nos hacen la misma ilusión cuando las hacemos por primera vez, que cuando la repetimos muchas veces. Por eso no solo hay que tener ilusiones, sino que hay que renovarlas para que no se agoten.

El problema de las ilusiones llega cuando no sabemos conformarnos, es decir, cuando construimos nuestro objetivo sobre expectativas de las que dependen directamente nuestra felicidad o nuestra autoestima y que, si no las conseguimos, nos hacen sentir mal. Por eso debemos motivarnos, ilusionarnos sin despegar mucho los pies del suelo.

La ilusión conecta con los sentimientos más positivos del ser humano y es contagiosa. Recurrimos a ella para sentirnos mejor, para alcanzar algo que nos hace feliz.

Eduardo Punset argumenta que “en el hipotálamo del cerebro está lo que los científicos llaman circuito de la búsqueda. Este circuito, que alerta los resortes de placer y de felicidad, solo se enciende durante la búsqueda y no durante el propio acto. En la búsqueda, en la expectativa, radica la mayor parte de la felicidad”.

Tener ilusión aviva nuestro sentimiento de felicidad, pero eso es algo que debemos cultivar. ¿Se puede? La respuesta es sí, se puede cultivar la ilusión. Pero, como todo, hay que trabajarlo. Es importante organizar nuestra vida y marcar algunas prioridades, tal vez al principio solo algunas metas para conseguir a corto plazo. Alcanzando pequeños logros se irán dando grandes pasos para recuperar la ilusión.

«Nada es más triste que la muerte de una ilusión.»
-Arthur Koestler-

Buscar actividades nuevas que gusten, emocionarse con todo lo bueno que da la vida, aprender de cada nueva experiencia y recordarse que cada día es un día menos para conseguir lo que se desea ayudará también a fortalecer esa ilusión. Lo importante es ir sumando momentos para volver a tener ilusión, esa ilusión que nos ayudará a seguir avanzando.

Simplemente Vivamos

La cita de hoy nos avisa de que podemos estar enfrentándonos a la vida de manera equivocada.

Muchas veces pensamos que, si somos “buenas personas”, si somos amables y alegres, los demás no nos tomarán en serio o pretenderán aprovecharse de nosotros. La sociedad, nuestros familiares y amigos, nos avisan de que debemos ser duros, que hay que protegerse de los demás, que si somos confiados nos harán daño.

Esto hace que muchos de nosotros nos fabriquemos una coraza, que no dejemos ver nuestros sentimientos y desconfiemos de los demás. Poco a poco, esta actitud ante la vida nos convierte en personas desconfiadas, cerradas, tristes y agresivas.

En resumen, cuando nos relacionamos con los demás, sobre todo con la gente que no conocemos bien, estamos más predispuestos a sacar la espada que a sonreír y, por supuesto, esto hace que la persona que tenemos enfrente reaccione de una manera similar.

Sin embargo, si lo pensamos durante un segundo, ¿no nos sentimos mejor y estamos más predispuestos a escuchar o a ayudar a las personas que son amables y abiertas y que nos recibe con una sonrisa? Entonces, ¿por qué no probamos a hacer lo mismo? Una sonrisa es fácil, no nos cuesta nada y puede abrirnos muchas puertas

Apreciemos


Una persona que piensa todo el tiempo, no tiene más en qué pensar que en los pensamientos mismos, de esta manera pierde el contacto con la realidad y está destinado a vivir en un mundo de ilusiones”, afirma Alan Watts —filósofo del espíritu y uno de los principales responsables de acercar el budismo zen al pensamiento occidental— en una iluminadora conferencia.


Al momento de explicar a qué se refiere exactamente con “pensamientos”, Watts los describe como esas “charlas dentro del cráneo”, una manera simple y precisa de hablar sobre nuestros frecuentes (y también evitables) diálogos y cálculos internos, repeticiones esclavizantes de palabras que, al presentarse compulsivamente, son la fuente principal de la angustia en la que muchas personas viven cotidianamente.

El pensamiento, reflejo de nuestra mente racional (“un buen sirviente, pero un mal amo”), como afirma Watts y también lo hace la filosofía budista, no es malo por sí mismo; es quizá una de las herramientas más poderosas que un hombre tiene a la mano, pero debe ser usada con moderación, como un instrumento que podemos utilizar para resolver problemas y dejar a un lado cuando no nos sirve más, y de esta manera, vivir el resto del tiempo habitando la realidad. De otra forma, esto sólo puede llevarnos a confundir los símbolos, las palabras, las ideas y los números con el mundo real.

Pensamientos de dimensiones épicas y tan comunes como la idea de que tenemos que sobrevivir en el mundo, seguir adelante, no fallar, mantenernos vivos (aún cuando sabemos que la muerte se avecina) y para ello hacer dinero, o, simplemente, la noción de que tenemos que no ser lo que somos, agotan nuestra mente impidiéndonos disfrutar del mundo que habitamos, ese que existe afuera de nuestra mente.

Para Watts, la respuesta es simple: no tenemos que ser algo más que lo que somos o sentir una cosa distinta a  la que sentimos. Cuando nos rendimos a lo que estamos siendo y estamos sintiendo en el presente, el callejón sin salida te permite el paso, te dice algo, un mensaje que vale la pena escuchar.
El ego y la idea del yo son, según el filósofo estadounidense, el principal problema: esa pesada imagen de nosotros mismos que está hecha de lo que nos han dicho que somos o que tenemos que ser, de nuestra educación y nuestro estilo de vida. No hay nada más alejado de lo que realmente somos que todas estas ideas. Nosotros somos el universo, de la misma forma que un río, una galaxia o una nube lo son; somos el universo expresado en el lugar que sentimos como aquí y ahora. En otras palabras, a través de nuestros ojos, el universo se observa a sí mismo.

Watts asegura que la observación en calma del universo es la respuesta, y es también el principio de la meditación. Si no sabemos qué hacer, hay que observar. Watts utiliza como ejemplo el acto de escuchar música, escucharla hasta que eventualmente la entendemos, no en palabras, pero sí de otra forma, porque el punto es la música, hasta que nos convertimos en la música. 

De la misma manera, la vida adquiere un sentido insospechado con el simple acto de observarla, no solamente lo que pasa afuera de nosotros, sino también lo que pasa dentro. Los pensamientos, las emociones, los miedos deben observarse desde el punto de vista de un espectador, sin querer cambiarlos o juzgarlos, como nubes que pasan velozmente por el cielo.

Es preciso despertar a la realidad y vivir en el presente, explica finalmente Watts con una elocuencia resplandeciente y un encantador sentido del humor, observar la vida hasta que logremos transformarnos en ella, dejar de pensarla y codificarla, para finalmente vivirla.


Una persona que piensa todo el tiempo, no tiene más en qué pensar que en los pensamientos mismos, de esta manera pierde el contacto con la realidad y está destinado a vivir en un mundo de ilusiones”, afirma Alan Watts —filósofo del espíritu y uno de los principales responsables de acercar el budismo zen al pensamiento occidental— en una iluminadora conferencia.

Al momento de explicar a qué se refiere exactamente con “pensamientos”, Watts los describe como esas “charlas dentro del cráneo”, una manera simple y precisa de hablar sobre nuestros frecuentes (y también evitables) diálogos y cálculos internos, repeticiones esclavizantes de palabras que, al presentarse compulsivamente, son la fuente principal de la angustia en la que muchas personas viven cotidianamente.

El pensamiento, reflejo de nuestra mente racional (“un buen sirviente, pero un mal amo”), como afirma Watts y también lo hace la filosofía budista, no es malo por sí mismo; es quizá una de las herramientas más poderosas que un hombre tiene a la mano, pero debe ser usada con moderación, como un instrumento que podemos utilizar para resolver problemas y dejar a un lado cuando no nos sirve más, y de esta manera, vivir el resto del tiempo habitando la realidad. De otra forma, esto sólo puede llevarnos a confundir los símbolos, las palabras, las ideas y los números con el mundo real.

Pensamientos de dimensiones épicas y tan comunes como la idea de que tenemos que sobrevivir en el mundo, seguir adelante, no fallar, mantenernos vivos (aún cuando sabemos que la muerte se avecina) y para ello hacer dinero, o, simplemente, la noción de que tenemos que no ser lo que somos, agotan nuestra mente impidiéndonos disfrutar del mundo que habitamos, ese que existe afuera de nuestra mente.

Para Watts, la respuesta es simple: no tenemos que ser algo más que lo que somos o sentir una cosa distinta a  la que sentimos. Cuando nos rendimos a lo que estamos siendo y estamos sintiendo en el presente, el callejón sin salida te permite el paso, te dice algo, un mensaje que vale la pena escuchar.
El ego y la idea del yo son, según el filósofo estadounidense, el principal problema: esa pesada imagen de nosotros mismos que está hecha de lo que nos han dicho que somos o que tenemos que ser, de nuestra educación y nuestro estilo de vida. No hay nada más alejado de lo que realmente somos que todas estas ideas. Nosotros somos el universo, de la misma forma que un río, una galaxia o una nube lo son; somos el universo expresado en el lugar que sentimos como aquí y ahora. En otras palabras, a través de nuestros ojos, el universo se observa a sí mismo.

Watts asegura que la observación en calma del universo es la respuesta, y es también el principio de la meditación. Si no sabemos qué hacer, hay que observar. Watts utiliza como ejemplo el acto de escuchar música, escucharla hasta que eventualmente la entendemos, no en palabras, pero sí de otra forma, porque el punto es la música, hasta que nos convertimos en la música. 

De la misma manera, la vida adquiere un sentido insospechado con el simple acto de observarla, no solamente lo que pasa afuera de nosotros, sino también lo que pasa dentro. Los pensamientos, las emociones, los miedos deben observarse desde el punto de vista de un espectador, sin querer cambiarlos o juzgarlos, como nubes que pasan velozmente por el cielo.

Es preciso despertar a la realidad y vivir en el presente, explica finalmente Watts con una elocuencia resplandeciente y un encantador sentido del humor, observar la vida hasta que logremos transformarnos en ella, dejar de pensarla y codificarla, para finalmente vivirla.

Las Emociones

Las emociones son reacciones que todos experimentamos: alegría, tristeza, miedo, ira… Son conocidas por todos nosotros pero no por ello dejan de tener complejidad. Aunque todos hemos sentido la ansiedad o el nerviosismo, no todos somos conscientes de que un mal manejo de estas emociones puede acarrear un bloqueo o incluso la enfermedad.

Estas son algunas de las situaciones y reacciones fácilmente identificables que se producen habitualmente en los seres humanos:
Temor a perder la vida o amenaza de un resultado negativo. Reaccionamos luchando, huyendo, manteniendo la situación de alerta o paralizándonos.
Confrontación de intereses son nuestros semejantes. Reaccionamos con ira o enojo.
Pérdida de un ser querido. Reaccionamos con tristeza y empatizamos con las personas que nos apoyan.
Celebración de un éxito o enamoramiento. Reaccionamos con exaltación.
Esfuerzo ante un desafío. Reaccionamos con satisfacción y alegría.
Ante personas que necesitan nuestra ayuda. Reaccionamos de manera rápida y altruista aún a riesgo de nuestra seguridad.


En todos los casos estas reacciones nos ayudan a afrontar mejor esas situaciones.

Para explicar más profundamente los cambios que experimentamos, vamos a centrarnos en el miedo que por ejemplo sentimos ante una situación de peligro en la que puede estar en juego nuestra propia vida.

A nivel cognitivo, es decir, en lo que concierte a nuestra capacidad de comprensión, juicio, memorización y razonamiento, el miedo puede hacernos perder la capacidad de controlar nuestra conducta haciendo que reaccionemos de manera similar a otras especies menos evolucionadas como los reptiles. Es decir, reaccionaremos tratando de decidir si tenemos más posibilidades de sobrevivir luchando, huyendo o quedándonos paralizados. Esta manera de reaccionar, este “programa”, reside en la amígdala, en la parte más profunda de nuestro cerebro. En este órgano “emocional” no tenemos conciencia ni capacidad de decisión y además en él quedan registrados los sucesos que hemos vivido y las sensaciones que hemos percibido lo que hace que no nos olvidemos de lo que nos ha pasado y tratemos de evitarlo en un futuro.

En lo que se refiere al nivel fisiológico y dependiendo de la conducta que vayamos a desarrollar ante la situación, se activarán una serie de respuestas procedentes de diferentes sistemas: tensión muscular, presión arterial, ritmo respiratorio, temperatura periférica, sequedad en la boca etc. que nos prepararán de diferente manera según la respuesta.

A nivel subjetivo, es decir, dependiendo totalmente del individuo, experimentaremos una serie de sensaciones físicas, intensas, desagradables y descontroladas que junto con los cambios cognitivos y algunos pensamientos sobre el peligro y sus consecuencias harán que tengamos una experiencia de terror única e imborrable.

Ya hemos analizado cada una de las tres respuestas que se producen. La suma de todas ellas es lo que provocará nuestro comportamiento, ya sea lucha, huida o paralización, en las mejores condiciones para salvar la vida e intentar no volver a vernos en una situación similar de peligro.

Por otra parte, hay reacciones emocionales que se producen ante situaciones que no hemos vivido todavía, es decir, cuando las anticipamos o las imaginamos. Un claro ejemplo es lo que sentimos cuando vemos alguna escena en alguna película, leemos algún texto o recordamos o pensamos en algún suceso.

El tono hedónico, es decir, el placer que experimentamos o la sensación agradable o desagradable son “la sal de la vida”. Es algo esencial para la memoria, para la toma de decisiones, para nuestros juicios y razonamientos, para nuestra conducta, nuestras relaciones sociales y nuestro bienestar ya que:
Las experiencias emocionales son las más valoradas. Como curiosidad, existen más de 15.000 palabras en inglés para definir estados emocionales.
Los recuerdos que conservamos son mayoritariamente emocionales.
Necesitamos tensión emocional para decidir.
Decidimos muchas veces de manera emocional.
Las emociones nos preparan, nos motivan y nos guían.

Hay otra serie de términos y conceptos muy relacionados con este tema como por ejemplo, los sentimientos. Éstos son más duraderos que las emociones, que son temporales y están más vinculados a la reflexión. No suelen estar relacionados con sensaciones físicas intensas, son más suaves y no ponen en marcha comportamientos de manera inmediata. Para comprenderlo mejor, podemos hablar de la reacción emocional de miedo ante una serpiente que hemos visto en el campo mientras que hablaríamos de sentimiento de miedo hacia las serpientes, algo más general y no vinculado a una situación determinada.

Otro concepto es el estado de ánimo. Un sinónimo podría ser la “vivencia emocional” y como los sentimientos, suele ser más intenso y más prolongado que la emoción. Suele usarse mucho la expresión, al hablar de una persona que tras una pérdida importante se encuentra deprimido y tiene episodios frecuentes de tristeza. El estado de ánimo contrario sería el alegre.

El término afectividad englobaría todos los anteriores, incluidas las emociones, y es el término más genérico de todos.

Finalmente, hay que distinguir entre un estado emocional y una característica inherente a un individuo. No es lo mismo estar nervioso o ansioso por el examen que vamos a tener hoy que ser nervioso. El primer caso es una situación temporal que finaliza cuando lo hace el examen y sin embargo en el segundo, hablamos de un rasgo de la personalidad que acompaña al individuo en diferentes situaciones y a lo largo de su vida.

Vales Lo Que Aportas


 El éxito en las relaciones humanas consiste, primero, en dar, después en dar más y, por último, seguir dando.

¿Te ha quedado claro? Si son los demás los que verdaderamente valoran y convierten tus acciones en un conjunto exitoso para alguien diferente a ti mismo, como decíamos el otro día, se revela evidente que el éxito en las relaciones personales se encuentra en lo que les aportes a los de enfrente, y aportar es sumar a alguien de tu parte, es darte, es dar. Más alto se puede decir, más en negrita y más grande se podría escribir, pero no más claro. Hay un antes y un después de esta afirmación, si la interiorizas y empiezas a aplicarla. El mundo de hoy no es el mejor de los escenarios, con tanta información y tanta manipulación, con tanta velocidad y ensimismamiento, pero es nuestra obligación no dejar que eso suceda irremediablemente y acabe por conminarnos en vivencias personales totalmente aisladas de la realidad e inscritas en una virtualidad mal entendida.

Por nuestro natural, tendemos mujeres y hombres a relajarnos en las relaciones de amistad, de pareja, laborales o lúdicas con el transcurso de las mismas. Parece que nos cansemos de los mismos escenarios pasado un tiempo y, bien mirado, es razonable si se tiene disposición a ser sincero y justo. 

No lo considero malo, sino normal, pues el ser humano tiene una querencia natural por transformarse que habita en la base diferencial de nuestra especie, lo que nos ha hecho humanos y especie dominante en el planeta: la curiosidad y las ganas de crecer y evolucionar, de buscar cosas diferentes y nuevas. Si bien cierto es, por ende no se puede olvidar tampoco la fantástica potestad que albergamos para apostar por puntos fuertes de voluntaria elección y ser capaces de movilizarnos por ellos, transformando el mundo desde nuestras elecciones. 

Es una capacidad “innovadora” que dota de interés continuo y remozado a cualquier situación perenne, un poder que nos permite salvaguardar de una involución no deseada cualquier relación que requiramos.

Como ejemplo, mantener en el amor de una pareja la misma intensidad que se tenía al inicio, en una adolescencia o en los encuentros primeros, por poner un par de casos, es del todo improbable, pues el descubrimiento se produce en un periodo de tiempo determinado. Ahora bien, también lo es que dicho amor no madure al calor de los acontecimientos superados en común y en un proyecto conjunto querido por ambos. 

Por tanto, esa tendencia natural que se presenta en todas las facetas de la vida no es óbice para conseguir momentos que sí tengan la intensidad que promueve el crecimiento de dicha relación, momentos seleccionados, y preparados incluso, en los que radiquen la magia de nuestra aportación, de la consciencia de lo importante que esa persona es en nuestra vida y el modo en que lo note, si nos aferramos al ejemplo. Para ello, y estamos hablando de un caso tan singular como el de la pareja, hay que seguir dando siempre.

Pues serán fundamentales, de entrada, una buena cortesía y una sincera aproximación. Estar por todo tipo de detalles que hagan sentir y entender al interlocutor que nuestra intención primera es dar, estar por el otro para ayudar cuando sea menester y que lo que le pasa a esa persona nos importa. Y que es y será así. Si le contagiamos que sentimos su valor y que lo que le ofrecemos consideramos que tiene valor para él, aunque hayamos venido a venderle una Enciclopedia Británica por fascículos nos escuchará de buena gana. 

Adentrarnos en ese “todo tipo de detalles” será mi objetivo en adelante, pero partiendo de una férrea e inquebrantable voluntad de uno mismo por cumplir la máxima del título de este artículo: para triunfar en el mundo de las relaciones personales, o sea, sociales, el primer requisito es querer dar, darse a los otros, el segundo es seguir queriendo pasado un tiempo y, por último, no desfallecer en ello nunca. 

Sin esa decisión personal, no hay ninguna garantía de éxito, por lo que os conmino a que vayas
meditando el alcance de tu predisposición.

El Buen Camino

Donde te encuentras hoy es donde debes estar. Confía … Todos los sitios son sólo parte del viaje“.

Esta es la frase que me sirve para la reflexión de hoy. No hace mucho, un día me levanté y me pregunté, ¿qué hago yo aquí? ¿Debo estar aquí en este momento de mi vida?

Había pasado una semana muy dura, con muchas malas noticias profesionales, añorando mucho mi familia, mis amigos, mi casa, … Lo primero que hice fue respirar hondo, relajarme y confiar, pensar que efectivamente tenía que estar aquí en este momento de mi vida para seguir adelante, para romper mi zona de confort, renovarme, “rejuvenecerme por dentro”, …

Pasada esa mala semana, tras confiar que las cosas que me estaban pasando eran buenas para mí, para mi futuro, que me estaban dando tiempo a madurar sobre lo que realmente quiero hacer en este momento, ahora veo con claridad que mis pequeños fracasos fueron toques para que re-enfocara, para centrarme e ir a lo que realmente es valioso para mi crecimiento y para ser feliz y no una alocada carrera a ningún sitio, como tantas veces me ha ocurrido en el pasado.


Por eso doy gracias y estoy seguro que ahora estoy en el buen camino y este lugar es parte de mi viaje.



Las Preguntas Cruciales


En cuanto nos dejamos llevar, pasamos los días insertos en una nebulosa que nos resulta familiar. 

Es lo cotidiano, lo que conocemos bien y para lo que, por tanto, no necesitamos prestar mucha atención, y menos aún preguntarnos “¿quién soy yo?”.

Error.
¿Sentimos que todo va bien cuando estamos en piloto automático? Muy adentro sabemos que la respuesta es no; en realidad, dejamos todo esto muy al margen y por tanto podemos incluso contestar: “estoy perfectamente”.

Nos da mucho miedo aventurarnos en preguntas de indagación e identidad personal, preferimos a menudo la penumbra antes que saber qué hay dentro de nosotros.

Preferimos la seguridad de lo que ya hay y es.
Pero es que no sabemos lo que “hay y es”.

Y pero es que no se está “perfectamente” en piloto automático. Como mínimo, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que es una situación mejorable. Porque, aunque todo esté como queremos que esté, en piloto automático no estamos aprovechándolo correctamente, ni siendo conscientes de nuestra suerte o nuestro bienestar.

Y al final viene la ansiedad. O la depresión.

O, como mínimo, la vida pasa por nuestro lado mientras nosotros dormitamos.
 El ruido de fondo. ¿Quién soy yo?

Además de la nebulosa, hay también un ruido de fondo, algo que no distinguimos bien y que no sentimos que esté reclamando nuestra atención. Pero tal vez sí lo esté haciendo.

Debemos parar y escuchar. Y averiguar qué significa ese ruido. Es un buen modo de aproximarnos a las preguntas más cruciales sobre nuestra identidad personal.

viernes, 10 de abril de 2020

La Epistemología


Filosofía

Si echamos un vistazo a lo que dice Wikipedia sobre el término, podemos leer:
“La epistemología (del griego ἐπιστήμη epistḗmē, “conocimiento”, y λόγος lógos, “estudio”) es la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento.

La epistemología, como teoría del conocimiento, se ocupa de problemas tales como las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento, y los criterios por los cuales se lo justifica o invalida, así como la definición clara y precisa de los conceptos epistémicos más usuales, tales como verdad, objetividad, realidad o justificación.”

Suena interesante, ¿no? Hoy os propongo que aprendamos un poco más sobre ¿cómo sabemos que sabemos lo que sabemos?

El Rol de la Percepción en el Conocimiento
Es difícil imaginar un mundo que existe fuera de lo que podemos percibir. En el esfuerzo que hacemos para tirar a delante diariamente, sin chocar con nuestros coches o alguna otra calamidad, hacemos asunciones sobre los objetos de nuestro mundo físico. Su continuidad, su comportamiento.

Algunas de estas asunciones están basadas en nuestra propia experiencia, otras en el conocimiento que hemos recibido de la experiencia de otras personas y, otras son inferencias lógicas.

Sea como fuere, la experiencia viene a través de los lentes de la percepción. Como se ven las cosas, como se sienten, como suenan.

Nuestro entendimiento de mundo y nuestra interacción con él viene a través de instrumentos particulares del cuerpo humano (ojos, orejas, dedos,…). La mayoría de nosotros podemos entender intuitivamente la subjetividad de algunas de nuestras percepciones.


Comprender Los porqué

Hace muchos años, en una pobre aldea china vivía un labrador con su hijo. Su único bien material, aparte de la tierra y de la pequeña casa de paja, era un caballo que había heredado de su padre.


Un buen día el caballo se escapó, dejando al hombre sin animal para labrar la tierra. Sus vecinos —que lo respetaban mucho por su honestidad y diligencia— acudieron a su casa para decirle cuánto lamentaban lo ocurrido.

Él les agradeció la visita, pero preguntó:

¿Cómo podéis saber que lo que ocurrió ha sido una desgracia en mi vida?
Ante estas palabras alguien comentó en voz baja con un amigo:
«Él no quiere aceptar la realidad, dejemos que piense lo que quiera, con tal que no se entristezca por lo ocurrido».
Y los vecinos se marcharon, fingiendo estar de acuerdo con lo que habían escuchado.

Una semana después, el caballo retornó al establo, pero no venía solo: traía una hermosa yegua como compañía. Al saber eso los habitantes de la aldea alborozados, porque sólo ahora entendían la respuesta que el hombre les había dado, retornaron a casa del labrador para felicitarlo por su suerte.

Antes tenías sólo un caballo, y ahora tienes dos. ¡Felicitaciones!—dijeron.
Muchas gracias por la visita y por vuestra solidaridad —respondió el labrador. ¿Pero cómo podéis saber que lo que ocurrió es una bendición en mi vida?

Desconcertados, y pensando que el hombre se estaba volviendo loco, los vecinos se marcharon, comentando por el camino:
¿Será posible que este hombre no entienda que Dios le ha enviado un regalo?».

Pasado un mes, el hijo del labrador decidió domesticar a la yegua. Pero el animal saltó de una manera inesperada, y el muchacho tuvo una mala caída rompiéndose una pierna.
Los vecinos retornaron a la casa del labrador, llevando obsequios para el joven herido. El alcalde de la aldea, solemnemente, presentó sus condolencias al padre diciendo que todos estaban muy tristes por lo que había sucedido.

El hombre agradeció la visita y el cariño de todos. Pero preguntó:
¿Cómo podéis vosotros saber si lo ocurrido ha sido una desgracia en mi vida?
Esta frase dejó a todos estupefactos, pues nadie puede tener la menor duda de que un accidente con un hijo es una verdadera tragedia.
Al salir de la casa del labrador, comentaban entre sí:
Realmente se ha vuelto loco; su único hijo se puede quedar cojo para siempre y aún tiene dudas de que lo ocurrido es una desgracia.

Transcurrieron algunos meses y el Japón declaró la guerra a China. Los emisarios del emperador recorrieron todo el país en busca de jóvenes saludables para ser enviados al frente de batalla. Al llegar a la aldea, reclutaron a todos los jóvenes excepto al hijo del labrador que estaba con la pierna rota.

Ninguno de los muchachos retornó vivo. El hijo se recuperó, los dos animales dieron crías que fueron vendidas y rindieron un buen dinero. El labrador pasó a visitar a sus vecinos para consolarlos y ayudarlos ya que se habían mostrado solidarios con él en todos los momentos.

Siempre que alguno de ellos se quejaba el labrador decía:
¿Cómo sabes si esto es una desgracia? Si alguien se alegraba mucho, él preguntaba:
¿Cómo sabes si eso es una bendición?
Y los hombres de aquella aldea entendieron que, más allá de las apariencias, la vida tiene otros significados.

Y tú, ¿cómo ves y consideras las cosas que te suceden?
¿Te dejas llevar por el primer impulso y el primer pensamiento sobre las situaciones que vives y las personas con las que te relacionas?
¿O buscas el sentido y el significado que puede enriquecer tu vida? 


Deja fluir La Vida


Cuando vives obsesionado por encontrar lo que necesitas, pierdes la visión de lo que te llega y, por lo tanto, niegas las oportunidades que tanto pides. 
Las personas que viven persiguiendo negocios para ganar dinero, generalmente siempre están en banca rota porque, se enfocan tanto en el dinero que se les olvida que más que el dinero, se deberían enfocar en trabajar con pasión, integridad y gratitud.

Igualmente, las personas que están desesperadas por encontrar pareja y las personas que exasperadamente quieren triunfar, o ser reconocidas …

Mientras uno no se libere de la obsesión y la frustración, y deje fluir la vida, lo más probable es que las cosas no podrán llegar. Y aún si llegaran, podría ser, que no lleguen en la forma que se les espera, por lo que ni siquiera las podría reconocer.

No importa cuál sea el deseo o la necesidad de cada quien, encapricharse para alcanzar un solo resultado sin descanso, nunca es la mejor opción. Este comportamiento hace que la persona se frustre y se sienta inútil, las cosas nunca son como se les espera.

“Las personas que se enfocan en conseguir aquello que no les llega fácil, sin ver todo lo que tienen a su alrededor, se convierten en el perro, que da círculos tratando de alcanzar su propia cola”.

Si lo que buscas es dinero… recuerda que el no tenerlo, no debe limitar tus posibilidades de disfrutar la vida. El dinero es el resultado de tomar buenas decisiones, ser responsable y de ser leal a los principios de integridad y honestidad. El dinero no es la meta que debes perseguir, sino que debes aspirar a desarrollarte como persona y trabajar con gusto y dignidad.


Incoherencia



Del latín “incohaerens” nos llegó la palabra incoherencia, que está integrada por el prefijo de negación “in”, el de globalidad “con”, el verbo “haerere” que puede traducirse como estar unido, y el sufijo de cualidad de agente “ia”.
Incoherencia es el atributo de una cosa (texto, palabra, acción o idea o la combinación de ellas) cuyas partes al estructurarse o llevarse a cabo en forma conjunta, no tienen una conexión o relación de sentido o lógica, sino que por el contrario son antagónicas, o totalmente diferentes sin ninguna conexidad, por lo cual lo que resulta de esto es algo extraño, inentendible, sin sentido ni funcionalidad.
"No vi nada" - Si no viste nada, entonces es que viste algo y ese algo no podía ser nada porque si hay algo entonces no puede haber nada pero si no puede haber nada entonces tiene que haber algo ya que o hay nada o hay algo.

"No quise nada" - Si no quisiste nada significa que no había algo y no puedes rechazar nada si no es algo pero si es algo, ya no es nada. Entonces no quisiste nada sinó algo que no es nada por lo que no habrías querido nada.

"No tengo nada" - Es decir, que realmente tienes algo, porque "no tener nada" es que se tiene ausencia de la nada, o sea que se tiene algo. Si realmente no tuvieras algo, dirías "no tengo algo". En el peor de los casos, quien dice no tener nada en absoluto, es porque lo tiene todo en la vida.

"No sé nada" - Si sabes que no sabes nada, sabes algo. Como sabes algo, no es verdad que no sepas nada. Entonces deberías decir que no sabes nada, excepto que sabes que no sabes nada excepto esto mismo. En conclusión: sabes que no sabes nada o NIEGAS que sabes nada.

"-¿Qué haces? -Nada". No se puede contestar eso ante una pregunta porque es evidente que se está haciendo algo. Se está contestando a la pregunta sobre qué se está haciendo. Ah, también estás respirando y realizando toda clase de procesos orgánicos involuntarios. Además, si dices que haces "nada" estás hablando incorrectamente. La respuesta correcta seria "nado" de nadar.

"Yo vivo en Filadelfia". No puedes decir que vives en filadelfia, porque filadelfia es la nada, y un ser no puede vivir en la nada, porque la convertiría en algo, y entonces crearía un dolor de cabeza universal, y la destrucción de todo y de todos, en conclusión, el hecho de decir que vives en filadelfia no te hace mejor persona, te deja como un idiota.

Conclusión: El iluso que inventó esas frases debería reemplazar Nada por Algo. ¿O no? Porque si no viste algo, quizá viste nada, o quizá viste un cachorro. ¿O no?




Horizontes Propios Y Ajenos

El miedo es el primer asesino de TUS SUEÑOS. ¿Porqué?

Porque tus sueños y deseos pueden hacerse realidad.

Cuando en tus ACCIONES los PRIORIZAS por encima de cualquier otra cosa.

A través de una verdadera PROMESA.

Pero no te harás esa promesa Y PASARÁS A LA ACCIÓN si permites que el miedo te diga qué es lo que puedes o no puedes hacer. Miedo en todas sus formas, también en las que no asociarías a primera vista: pereza, distracciones, dedicarte a los demás, olvidos, actividades innecesarias…todo estrategias del miedo para no dejarte avanzar hacia un nuevo territorio.

¿Te has fijado en cuántas personas están bloqueadas y casi “vegetando” en esta vida? ¿Crees que no tienen sueños y deseos? ¡Claro que sí!

Pero tienen miedo de dar un paso.

Para conseguir pasar de una zona a otra tenemos que tener claro qué es lo que queremos conseguir (cambiar de trabajo, finalizar la relación de pareja, mejorar nuestro físico, cambiar aspectos de nuestra forma de ser…), porqué lo queremos conseguir y para qué. Una vez que tenemos claro esto, debemos ser conscientes de que nosotros somos los protagonistas de nuestras vidas y que en nuestra mano está el cambio, por lo que debemos ser activos en la conquista de nuestras metas. Para conseguir aquello que deseamos tendremos que enfrentarnos a nuestros miedos, dudaremos de nosotros en ocasiones y nos replantearemos el porqué de dicho esfuerzo, pero solo con constancia, positivismo y creyendo en uno mismo podremos llegar a la meta. El esfuerzo merece la pena.

Estar en la zona de confort no significa ser feliz, significa que prefieres quedarte en un lugar “seguro” antes que arriesgar con el fin de conseguir tus sueños. Hay personas a quienes les gusta salir de su zona de confort y explorar otras zonas, y a otras personas a quienes la sola idea de salir de sus rutinas habituales les asusta. Desde aquí os invito a todos a salir de vuestra zona de confort, a eliminar aquellas barreras que no os paralizan y os impiden conseguir aquello que queréis. De esta manera, obtendréis un crecimiento personal y experiencial que repercutirá positivamente en vuestras vidas.

Y es que “para descubrir cómo se nada en el mar, hay que salir de la pecera”

La Condición Humana

CONDICIÓN HUMANA de Arendt da por supuesto que el lector conoce la distinción entre «natanuraleza» y «condición» antes de ponerse a leer el libro (circunstancia que en los tiempos que corren no siempre es puede darse por descontada).


Fue Montaigne quien empezó a hablar de «l’humaine condition» Cuando Montaigne afirma que: «Cada hombre lleva la forma de la humana condición» (ESSAIS, II, XIII) no intenta en modo alguno definir un concepto de humanidad que ofrezca a cada hombre su norma o su medida. 

Lo que Montaigne pretende expresar es que no existe una representación universal del hombre sino tan solo seres humanos concretos. La condición no es algo privativo de los ‘grandes’, sino propia y específica de cada cual en su diferencia  — y de esa manera su afirmación es antiplatónica.   

Pero para un lector de 1958, ‘condición humana’ era especialmente un concepto que resonaba previamente en EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO de Sartre, en el pensamiento de Jaspers y en una novela de André Malraux de título homónimo que hoy es poco leída, pero cuyo influjo fue fundamental en su época.

Arendt retoma el concepto de ‘condición humana’ desde Sartre que en EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO había escrito: «No es por azar que los pensadores de hoy hablan más habitualmente de la condición del hombre que de su naturaleza. Por condición entienden con más o menos claridad el conjunto de los límites a priori que esbozan su situación fundamental en el universo».

En una lectura atenta del párrafo sartriano antes citado podrían analizarse tres cuestiones. Por una parte la ya referida de la concurrencia entre condición y naturaleza. En segundo lugar está el tema de los límites a priori. Para Sartre hay otros límites (el trabajo, la muerte) cuya característica es la necesidad. 

Esos límites no son puramente objetivos sólo por aparecer universalmente, sino que tienen un aspecto subjetivo en la medida en que son «vividos»; el hombre «se determina libremente en relación a ellos» e intenta «franquear esos límites para retrasarlos, para negarlos o para acomodarse». 

Finalmente, como tercera cuestión, Sartre conviene que la condición humana es una denominación abierta con el inconveniente (que para Jaspers y Arendt es oportunidad) de existir en una ambigüedad constitutiva.

La condición humana (que se ha vuelto problemática y todavía más frágil con la bomba atómica, un tema que obsesiona a Jaspers a lo largo de toda la postguerra) es a la vez finitud y posibilidad. La aportación arendtiana se sitúa en este contexto añadiendo la politización del concepto y su vinculación a la técnica, leída (no se olvide) desde el impacto de la bomba atómica en Jaspers y en la traumatizada opinión pública alemana de su época.  
    
El concepto de ‘condición humana’ tiene una larga tradición en filosofía. Expresa una manera de ‘estar en el mundo’ específica, viviendo y actuando en él. La «condición» (cambiante, social) expresa lo opuesto a la «naturaleza» (biológica, eterna, intransformable). En tal sentido la condición humana permite una respuesta al problema del mal radical: el mal pertenece a la naturaleza y sólo la ‘condición’ (política) permite abordarlo. 

Con la naturaleza no se dialoga, pues ella se impone; la ‘condición’ en cambio, y por decirlo en los términos de Jaspers, no es «ser-así» sino «poder-ser», libertad en definitiva. LA CONDICIÓN HUMANA de Arendt da por supuesto que el lector conoce la distinción entre «naturaleza» y «condición» antes de ponerse a leer el libro (circunstancia que en los tiempos que corren no siempre es puede darse por descontada).

Fue Montaigne quien empezó a hablar de «l’humaine condition» Cuando Montaigne afirma que: «Cada hombre lleva la forma de la humana condición» (ESSAIS, II, XIII) no intenta en modo alguno definir un concepto de humanidad que ofrezca a cada hombre su norma o su medida. 

Lo que Montaigne pretende expresar es que no existe una representación universal del hombre sino tan solo seres humanos concretos. La condición no es algo privativo de los ‘grandes’, sino propia y específica de cada cual en su diferencia  — y de esa manera su afirmación es antiplatónica.   

Pero para un lector de 1958, ‘condición humana’ era especialmente un concepto que resonaba previamente en EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO de Sartre, en el pensamiento de Jaspers y en una novela de André Malraux de título homónimo que hoy es poco leída, pero cuyo influjo fue fundamental en su época.

Arendt retoma el concepto de ‘condición humana’ desde Sartre que en EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO había escrito: «No es por azar que los pensadores de hoy hablan más habitualmente de la condición del hombre que de su naturaleza. Por condición entienden con más o menos claridad el conjunto de los límites a priori que esbozan su situación fundamental en el universo».

En una lectura atenta del párrafo sartriano antes citado podrían analizarse tres cuestiones. Por una parte la ya referida de la concurrencia entre condición y naturaleza. En segundo lugar está el tema de los límites a priori. Para Sartre hay otros límites (el trabajo, la muerte) cuya característica es la necesidad. 

Esos límites no son puramente objetivos sólo por aparecer universalmente, sino que tienen un aspecto subjetivo en la medida en que son «vividos»; el hombre «se determina libremente en relación a ellos» e intenta «franquear esos límites para retrasarlos, para negarlos o para acomodarse». 

Finalmente, como tercera cuestión, Sartre conviene que la condición humana es una denominación abierta con el inconveniente (que para Jaspers y Arendt es oportunidad) de existir en una ambigüedad constitutiva.

La condición humana (que se ha vuelto problemática y todavía más frágil con la bomba atómica, un tema que obsesiona a Jaspers a lo largo de toda la postguerra) es a la vez finitud y posibilidad. La aportación arendtiana se sitúa en este contexto añadiendo la politización del concepto y su vinculación a la técnica, leída (no se olvide) desde el impacto de la bomba atómica en Jaspers y en la traumatizada opinión pública alemana de su época.      


jueves, 9 de abril de 2020

Diversidad Y Derechos


Diversidad cultural y Derechos Humanos

Conviene aclarar que la defensa de la diversidad cultural no significa aceptar que todo vale, que todo lo que los pueblos crean sea siempre bueno. Lo que es siempre bueno, en cualquier dominio, es la diversidad… si es auténtica, es decir, si no hay imposición forzada de unas formas sobre las otras. 

Y cabe afirmar eso, entre otras razones, precisamente porque no todo vale. A menudo es el contacto entre diferentes culturas lo que permite cuestionar los aspectos negativos y aprovechar los positivos de cada una de ellas. Podemos concluir que la diversidad cultural es siempre positiva en sí misma porque nos hace ver que no hay una única solución a los problemas, una única ley incuestionable… y eso nos autoriza a pensar en distintas posibilidades, a optar sin quedar prisioneros de una única norma. Con otras palabras, en situaciones de libertad, ninguna peculiaridad cultural, digamos "regresiva", acaba imponiéndose a otras más avanzadas, más satisfactorias para la generalidad de las personas.

Algunos se preguntan, sin embargo, si ello no supone una homogeneización, una pérdida de diversidad cultural. ¿No se puede caer en etnocentrismos estrechos? ¿Por qué, por ejemplo, hay que imponer a otros pueblos los derechos humanos propios de la civilización occidental?

Para empezar, los derechos humanos, no pertenecen a la cultura occidental; son el fruto reciente y todavía incompleto de una batalla contra las tradiciones opresivas presentes en todas las culturas. Y se apoyan en elementos liberadores presentes también en las diversas culturas. No se puede hablar, como han hecho algunos líderes políticos, de la "superioridad de la tradición cultural occidental" porque respeta los derechos humanos y reconoce la igualdad de derechos de ambos sexos… olvidando que hasta hace muy poco ninguna mujer tenía derecho a votar, ni podía viajar a otro país, ni tampoco realizar una transacción económica de alguna entidad sin permiso del marido, y olvidando también que en esos países de “tradición cultural occidental” algunos derechos humanos reconocidos son frecuentemente violados.

No tiene sentido hablar de los derechos humanos como una imposición de la cultura occidental, ni como un ataque a la diversidad cultural. Se trata de un movimiento transversal que recorre todas las culturas y que va abriéndose paso con mayor o menor dificultad en todas ellas. Cuando el burka y todo lo que representa constituya un objeto visible únicamente en los museos, ello no constituirá ninguna pérdida de diversidad cultural, sino que significará el fin de una trasgresión de derechos fundamentales de las mujeres, liberará la creatividad de un segmento importante de la humanidad y dará paso a nuevas creaciones culturales.

Pero, ¿no nos condena eso a la homogeneización, a la pérdida de la diversidad cultural? "¿No nos estaremos yendo -se pregunta Maalouf, criticando el actual proceso de globalización- hacia un mundo gris en el que pronto no se hablará más que una lengua, en el que todos compartiremos unas cuantas e iguales creencias mínimas, en el que todos veremos en la televisión las mismas series americanas mordisqueando los mismos sándwiches?".

Hoy existen riesgos serios, muy serios, sin duda, de pérdidas irreparables del patrimonio cultural de la humanidad: ya hemos hablado de las miles de lenguas y otras aportaciones culturales en peligro. Pero el hecho mismo de tener conciencia de los riesgos crea condiciones para atajarlos. El verdadero peligro estriba, ante todo, en no ser conscientes de los problemas o en tener una percepción equivocada de los mismos.

Por eso es importante profundizar en los problemas y no contentarse con los tópicos. Es necesario, pues, analizar más detenidamente ese proceso de globalización o mundialización cuyos efectos homogeneizadores tanto asustan a algunas personas. Quizás ello nos permita ver que no todos los signos son tan negativos y podamos separar el grano de la paja.