lunes, 2 de mayo de 2016

Imágenes De Inmensidad










Autoestima



Es muy probable que no exista nada más limitante que el siquiera considerar que no nos sentimos aptos para realizar cualquier tipo de tarea a la cual nos aboquemos a realizar.
En el caso particular de quienes periódicamente nos sentamos ante un teclado para desarrollar un tema determinado si no nos sentimos anímicamente preparados para hacerlo lo más probable es que sucumbamos en medio de la maraña de dudas y miedos que tal tarea presupone.
Si bien no deja de ser cierto que la experiencia y la práctica constante de determinada disciplina nos da cierta habilidad y confianza para realizar la tarea, no menos cierto resulta que los temas que abordamos requieren un cada vez mayor compromiso con lo que expresamos, situación ésta que apunta directamente a la sensibilidad y autoestima de quien emite una opinión.
La autoestima está relacionada con la evaluación que una persona hace de sí misma. Cuando esa evaluación es positiva, decimos que tiene una alta autoestima, mientras que si esa evaluación es negativa, decimos que su autoestima es baja.
La autoestima consiste en una serie de pensamientos, conductas y emociones dirigidas hacia uno mismo. Lo que pienses de ti en cada momento, cómo te hables a ti mismo, cómo te trates, lo que haces cuando cometes un error, cuando alguien te critica, cuando triunfas, cuando te halagan, cuando fracasas… Todo eso va conformando tu autoestima.

La autoestima tiene que ver con tu actitud hacia ti mismo, con tus ideas preestablecidas, con tus normas autoimpuestas. Si eres una persona rígida e inflexible, que se impone duras normas de comportamiento, y excesivamente perfeccionista, te resultará mucho más difícil mantener una autoestima saludable que si eres más tolerante contigo mismo, tus errores y tus fracasos.
Una baja autoestima crea para ti un mundo muy diferente del que crearía una autoestima adecuada.
La baja autoestima te impide hacer muchas cosas que desearías hacer, te hace temer los riesgos y esperar el fracaso, te lleva a esperar el rechazo de los demás, cometer errores, creer que no eres capaz; te lleva a fracasar en aquello en lo que podrías tener éxito y, en definitiva, te lleva a construirte una vida muy diferente de la que llevarías si tuvieras una buena autoestima.

La buena noticia es que si tú has creado tu baja autoestima, también tú puedes crear una autoestima alta.

Ten en cuenta también que la autoestima no necesariamente es algo general, que se dé en todos los aspectos de lo que eres.
Tu autoestima puede ser alta a nivel profesional, por ejemplo, pero muy baja cuando se trata de buscar pareja. O tal vez te consideras competente para relacionarte con los demás, pero incompetente y fracasado en el trabajo.
Hugo W. Arostegui





domingo, 1 de mayo de 2016

Sensibilidad

“En el lenguaje cotidiano la palabra "sensibilidad" designa la capacidad para captar valores estéticos y morales, pero en la filosofía kantiana esta expresión designa la facultad para tener sensaciones; aunque no es muy exacto, podemos identificarla con la percepción.
La Sensibilidad  se divide en Sensibilidad interna y Sensibilidad externa; la Sensibilidad interna es la percepción interna, es decir la capacidad para tener un conocimiento inmediato, directo, de la propia vida psíquica, como cuando sabemos que estamos tristes o que estamos recordando o pensando; la Sensibilidad externa es la percepción externa, es decir la capacidad para tener un conocimiento inmediato de los objetos físicos, como cuando vemos una mesa o escuchamos una canción. El espacio y el tiempo son formas a priori de la sensibilidad externa, y el tiempo es la forma a priori de la Sensibilidad interna”
Immanuel Kant 
(1724-1804)

Un día como el de hoy, 1ro. De mayo, es una invitación a incursionar por los derroteros de la mente e intentar detenernos en el tiempo en aquellos remotos y desafiantes momentos en los cuales tuvimos la dicha incomparable de beber de esa agua siempre vida que manaba pura y cristalina de nuestros primeros libros en los cuales nos familiarizábamos con el pensamiento de autores que nos han inculcado en nuestro corazón  el amor por la Filosofía.

El valor de la sensibilidad reside en la capacidad que tenemos los seres humanos para percibir y comprender el estado de ánimo, el modo de ser y de actuar de las personas, así como la naturaleza de las circunstancias y los ambientes, para actuar correctamente en beneficio de los demás. Además, debemos distinguir sensibilidad de sensiblería, esta última siempre es sinónimo de superficialidad, cursilería o debilidad.

Sin embargo, en diferentes momentos de nuestra vida cotidiana hemos buscado afecto, comprensión y cuidados, y a veces no encontramos a esa persona que responda a nuestras necesidades e intereses. ¿Qué podríamos hacer si viviéramos aislados? 

La sensibilidad nos permite descubrir en los demás a ese “otro yo” que piensa, siente y requiere de nuestra ayuda.

Ser sensible implica permanecer en estado de alerta de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, va más allá de un estado de animo como reír o llorar, sintiendo pena o alegría por todo.

¿Acaso ser sensible es signo de debilidad? No es blando el padre de familia que se preocupa por la educación y formación que reciben sus hijos; el empresario que vela por el bienestar y seguridad de sus empleados; quien escucha, conforta y alienta a un amigo en los buenos y malos momentos. La sensibilidad es interés, preocupación, colaboración y entrega generosa hacia los demás.

No obstante, las personas prefieren aparentar ser duras o insensibles, para no comprometerse e involucrarse en problemas que suponen ajenos a su responsabilidad y competencia. De esta manera, las aflicciones ajenas resultan incómodas y los padecimientos de los demás molestos, pensando que cada quien tiene ya suficiente con sus propios problemas como para preocuparse de los ajenos. La indiferencia es el peor enemigo de la sensibilidad.

Lo peor de todo es mostrar esa misma indiferencia en familia, algunos padres nunca se enteran de los conocimientos que reciben sus hijos; de los ambientes que frecuentan; las costumbres y hábitos que adquieren con los amigos; de los programas que ven en la televisión; del uso que hacen del dinero; de la información que reciben respecto a la familia, la moda, la religión, la política… todas ellas son realidades que afectan a los adultos por igual.

Actuando de esta manera, se pierde la posibilidad de construir un futuro diferente. Puede parecer extraño, pero en cierta forma nos volvemos insensibles con respecto a nosotros mismos, pues generalmente, no advertimos el rumbo que le estamos dando a nuestra vida: pensamos poco en cambiar nuestros hábitos para bien; casi nunca hacemos propósitos de mejora personal o profesional; trabajamos sin orden y desmedidamente; dedicamos mucho tiempo a la diversión personal
.
En este sentido, la vida marcada por lo efímero y el placer inmediato o dejarse llevar por lo más fácil y cómodo, es la muestra más clara de insensibilidad hacia todo lo que afecta nuestra vida. Reaccionar frente ante las críticas, la murmuración y el desprestigio de las personas, es una forma de salir de ese estado de pasividad e indiferencia, para crear una mejor calidad de vida y de convivencia entre los seres humanos.

Debemos emprender la tarea de conocer más las personas que nos rodean: muchas veces nos limitamos a conocer el nombre de las personas, incluso compañeros de trabajo o estudio, criticamos y enjuiciamos sin conocer lo que ocurre a su alrededor: el motivo de sus preocupaciones y el bajo rendimiento que en momentos tiene, si su familia pasa por una difícil etapa económica o alguien tiene graves problemas de salud. Todo sería más fácil si tuviéramos un interés verdadero por las personas y su bienestar.

En otro sentido, vivimos rodeados noticias y comentarios acerca de los problemas sociales, corrupción, inseguridad, pobreza, distribución de la riqueza de manera desigual etc… estas cuestiones progresivamente las naturalizamos, dejamos que formen parte de nuestra vida sin intentar cambiarlas, dejamos que sean otros quienes piensen, tomen decisiones y actúen para solucionarlos. La sensibilidad nos hace ser más previsores y participativos, pues no es correcto contemplar estos problemas creyendo que somos inmunes y que no nos afectarán.

Por el contrario, la sensibilidad nos hace despertar hacia la realidad, descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal, familiar y social. Con sentido común y un criterio bien formado, podemos hacer frente a todo tipo de inconvenientes, con la seguridad de hacer el bien poniendo todas nuestras capacidades al servicio de los demás.

Hugo W Arostegui


Obsecuencia: Conmemorando Un Nuevo 1ro. De Mayo

Tal como se puede apreciar en los enfrentamientos que actualmente sacude a las masas ya un tanto uniformes que componen “los adherentes” a los partidos políticos, los cuales se comportan, cada vez más, con una aptitud de meros acólitos, seguidores de algún gurú de gran influencia mediática ,cuyos seguidores pareciera que anteponen el fervor al razonamiento
Así estamos, envueltos en una bruma que nos impide observar con la claridad necesaria los acontecimientos que cada día se tornan cada vez más difusos a un punto tal de que ya no es posible distinguir lo que estimamos como correcto con aquellas acciones  que obviamente no lo son.
Es notorio que la inercia de las masas se acelera en detrimento del buen juicio. Cada vez son menos los que deciden anclar en el sano ejercicio del razonamiento. Las posturas tienden a radicalizarse volviéndose blanco o negro a la vez que se va engendrando una conducta maniquea de buenos y malos. Las divisiones se pronuncian al compás de discursos vehementes pero de vacío contenido. Ya no importa lo que se dice sino como se lo dice y quien lo profesa. Así es como el burócrata encontró en el marketing a su mejor aliado.
Se torna entonces pecaminoso mostrarnos indiferentes frente al ultraje que la técnica padece a manos de la política, que con su retórica imponente enmaraña a una sociedad cada vez más diezmada.
Seguir al líder es la premisa fundamental porque toda verdad radica en él, más no en el estudio riguroso de las cosas. Lo que el mandamás esgrime es mostrado como una revelación y poco importa la acallada vocación al conocimiento.
La idea de militancia emerge con una fuerza inconmensurable ante la mirada ya escéptica de una ciudadanía cuantitativamente inferior.
Casi sin darnos cuenta fuimos testigos cómplices del triste devenir social.
 Nos desprendimos sigilosamente de los emblemas republicanos para convergir en el lúgubre camino del caos. La única ley permitida es aquella labrada por las palabras del iluminado a seguir. Bajo el apotegma “conmigo o contra mí”, el partidismo militante enfatiza en la rivalidad perpetua. No hay opositores, hay enemigos. Si alguna vez la política supo ser el instrumento capaz de permitirnos una armoniosa convivencia, hoy ya no lo es. El giro ha sido copernicano: el medio se volvió un fin y el fin se volvió un medio. Ya no se trata de un marco donde la política es para los individuos sino que es al revés. Los objetivos se volvieron meramente electoralistas y en consecuencia el éxito estriba en la persuasión de quienes “eligen”.
El gran laurel es el ejercicio del poder y no se permiten segundos puestos. La verdad solo puede brindarla quien llega primero y toda disidencia es tomada como grito de guerra. De esta forma, el manual del militante nos enseña que no hay lugar para grises: se está con el líder o no se está. Pareciera que quien gobierna no comete yerros, puesto que toda disfuncionalidad del “modelo” responde siempre a fuerzas malévolas que confabulan en contra del legítimo Mesías.
Por ello, en la mentalidad de la militancia, la justificación es uno de los pilares fundamentales. Por muy surrealista que esto parezca, así es la realidad que nos agobia. Los fanáticos coparon el último bastión de nuestra sociedad: la mente.
Nos encontramos contaminados con el virus del dogmatismo más visceral.
No se piensa más en pos de una idea superadora, se piensa en términos de partidos y bandos. El sector que abrace mayores voluntades será quien venza sin importar la más cruda y objetiva realidad.
De esta forma, entre bombos y platillos, nos refriegan su victoria, una victoria que mutila la más mínima intención por sumergirse en el enriquecedor océano de replanteos. Los pensamientos que no son afines a quienes detentan el poder son confinados al obituario que significa el rótulo.
La censura es más sofisticada que en otras épocas, porque ahora se cobija bajo el manto de la descalificación.
Quien diside es imputado con un sin fin de improperios y no escapa a la condena de verse vinculado con la representación de “intereses mezquinos”. La maldad y el desacuerdo se volvieron sinónimos porque la militancia dejó en jaque al civismo.
Resulta alarmante la hipocresía con la que se manejan quienes hoy justifican actos que en otros tiempos hubiesen considerado un atropello.
Ahora llaman medios para la concientización a metodologías que en otros tiempos acusaban de propagandísticas y propias de una dictadura.
 Asimismo aplauden la violencia con la que amedrentan a los hacedores siendo que antes clamaban por la paz.
Triste dicotomía de una mentalidad perversa. Se hace evidente que la estrategia ya no radica en una gestión que abogue por el bienestar general sino en una que pueda manejar voluntades.
La mirada es cuantitativa, de modo que apelan al persuasivo discurso de lo nacional y popular para pegar impunemente al motor que genera la riqueza: el emprendimiento.
Tragicómicamente dicen defender los intereses de los trabajadores al mismo tiempo que cercenan las prerrogativas de quienes suministran los puestos de trabajo.
Difícil es poder predecir el puerto que nos depara un horizonte no muy lejano, lo cierto es que éste no es el rumbo.
Con un gobierno que detenta un poder omnímodo y una militancia cada vez más envilecida, se hace difícil poder retomar el camino de la razón. Las ideas cayeron en el sopor de una sociedad simplista porque su meta no es la verdad sino la eterna confronta. Se torna inevitable que en el declive del raciocinio las confusiones afloren a través de conceptos superfluos: derechas; izquierdas; intereses concentrados; justicia social; etc.
Es la semántica, sin dudas, un arma de efectivos resultados para el burócrata.
La repetición vaga de ciertas palabras, con sus respectivas significaciones e intencionalidades, se imponen como verdades absolutas e hipnotizan la conciencia colectiva.  Lamentablemente la partidocracia sepultó el espíritu innovador y pensante del individuo mientras erigió la consonancia del fanatismo.
De esta forma es que permitimos un gobierno de improvisados que gestionan según la coyuntura. Lo que digan no importa porque de todos modos serán defendidos a ultranza. Es que hemos llegado al punto donde la razón agoniza y emerge la obsecuencia.
edicionabierta.com.ar/
Hugo W Arostegui

viernes, 29 de abril de 2016

La Motivación

Cada vez que me siento ante la pantalla de mi ordenador me surge casi involuntariamente una interrogante, entonces me pregunto: cuál es la razón, si es que existe alguna, para  intentar plasmar en un escrito el caudal de vivencias que me conmueven y a las cuales no les permito que se acumulen en mi intelecto  para evitar que cual si fuesen ríos embravecidos desborden mi mente e inunden mis escasas neuronas que a esta altura pienso que ni saben nadar.
Es entonces que las respuestas a tales interrogantes, a medida que voy tecleando las palabras en el teclado, parecen acudir en mi auxilio, es como si alguien me arrojara desde la borda un salvavidas del cual me aferro con vehemencia para evitar, con el agua al cuello, tener que tragar mis palabras a las que apenas puedo contener, una tecla se une a la otra y las letras van formando una palabra y las palabras se refugian en nuevas frases que hilvanan un contenido que la mente, casi desordenadamente, como dando manotazos, las intenta ordenar en un comentario coherente.
Pienso que es en estos instantes cruciales, que parecen aguijones que se clavan  en mi cerebro, que me doy cuenta donde es que reside la chispa que enciende todo el proceso y, lógicamente, cuando siento su presencia dominante me someto voluntariamente a sus requerimientos, esa chispa inspiradora tiene un nombre: Motivación.
Uno de los aspectos que cada día incrementa su relación con el desarrollo de la vida de los seres humanos es la motivación, esto ocurre tanto en lo personal, como en lo laboral.
Motivar a alguien, en sentido general, no es más que crear un entorno en el que éste pueda satisfacer sus objetivos aportando energía y esfuerzo.
     La motivación está constituida por todos los factores capaces de provocar, mantener y dirigir la conducta hacia un objetivo.

La motivación también es considerada como el impulso que conduce a una persona a elegir y realizar una acción entre aquellas alternativas que se presentan en una determinada situación. En efecto, la motivación está relacionada con el impulso, porque éste provee eficacia al esfuerzo colectivo orientado a conseguir los objetivos de la empresa, y empuja al individuo a la búsqueda continua de mejores situaciones a fin de realizarse profesional y personalmente, integrándolo así en la comunidad donde su acción cobra significado.

     La motivación es resultado de la interacción del individuo con la situación. De manera que al analizar el concepto de motivación, se tiene que tener en cuenta que su nivel varía, tanto entre individuos como dentro de los mismos  individuos en momentos diferentes.

Tal es mi concepto de motivación y es así que siento su presencia en cada escrito que publico

Hugo W Arostegui


jueves, 28 de abril de 2016

El Valor Del Desprendimiento

Seguramente muchas de las situaciones que nos causan mayores “cargos de conciencia” sean esas cosas por las cuales recurrimos más asiduamente al “refugio de los egos evadidos” es decir, cuando algo que valoramos como únicamente nuestro, algo que nos pertenece por derecho intransferible, que hemos adquirido soberanamente y que nadie nos lo puede arrebatar.

Cuando alguien, seguramente más necesitado, nos solicita colaboración, argumentando la necesidad que padece y por la cual recurre a nuestra solidaridad, es entonces que nos invade el egoísmo y buscamos instintivamente al refugio de las infaltables excusas donde intentamos vanamente “adormecer nuestra conciencia” para no caer en manos de los  agobiantes “sentimientos de culpa”.

El sentido de posesión se relaciona estrechamente con el de egoísmo y cuando estos dos intereses se asocian suelen provocar la presencia de la angustia, la cual, en su soledad, se oprime contra el corazón generando ese “complejo de culpa” al cual tanto tememos y buscamos a toda costa evitar.

Cuando nos encontramos en situaciones como las descritas es muy importante considerar de que no existen otros antídotos más eficaces que la puesta en práctica del “valor del desprendimiento” es a través de este medio, el valor genuino del desprendimiento, el modo humano de practicar la solidaridad entre todos y el único medio por el cual nos podemos despojar del egoísmo, el cual es el enemigo natural de la generosidad.

El valor del desprendimiento consiste en saber utilizar correctamente nuestros bienes y recursos evitando apegarse a ellos y, si es necesario, para ponerlos al servicio de los demás.

El desprendimiento como valor se origina al reconocer que todos tenemos necesidades y en algunos casos encontramos personas con carencias. En cualquier situación debemos superar nuestro egoísmo e indiferencia para colaborar en el bienestar de los demás, no importa si es mucho o poco lo que hacemos y aportamos, lo importante es tener la conciencia de ofrecer algo, de aportar. En la generosidad que requiere el desprendimiento no cabe el ofrecer algo que nos sobra.

El valor del desprendimiento tiene que ver con varios aspectos, entre ellos: la importancia que le damos a las cosas, el uso que hacemos de ellas y la intención que tenemos para ponerlas al servicio de los demás. 

En ocasiones vivimos y trabajamos sin descanso para poseer aquello que tanto nos ilusiona (autos, joyas, ropa, aparatos, etc.) y nuestra vida se mueve a ese compás, sin embargo si no tenemos cuidado puede llegar el momento en que a pesar de la insatisfacción que nos produce llenarnos de cosas, pretendemos que éstas llenen un vacío interior. 

Debemos recordar que en el orden de los afectos, las personas y su bienestar ocupan el primer lugar antes que nuestra persona misma o lo que poseemos.

Existen personas que materialmente ponen el corazón en las cosas materiales. A veces por los recuerdos que evocan, pero en otras debido al valor económico que tienen o simplemente por el trabajo que supuso adquirirlos. A esta particular forma de afecto se le llama apego y de ninguna manera se relaciona con el hecho de cuidar las cosas y hacer buen uso de ellas.

Cuando nuestro aprecio es mayor por las cosas que por las personas, nos parece absurdo compartir lo que tenemos, o en su defecto lo hacemos a regañadientes. El desprendimiento supone un esfuerzo para superar ese sentimiento de posesión y exclusividad de lo que poseemos para ofrecerlo gustosamente a los demás.

No debemos confundir el desprendimiento con el hecho de deshacernos de todo aquello que no utilizamos, que es inservible o se ha convertido en un estorbo, esta actitud manifiesta poco respeto por la persona que lo recibe, independientemente de su condición y situación actual. Somos tan soberbios que consideramos un insulto recibir algo de segunda mano, ¿por qué los demás deben soportar lo que nosotros consideramos desprecio?

Puede parecer que este valor se enfoca únicamente a objetos, pero nuestros recursos van más allá de lo que se puede tocar, poseemos conocimientos, cualidades y habilidades que muchas veces nos cuesta trabajo poner a disposición de las personas, porque requiere prescindir de nuestro descanso, gustos, preferencias y comodidades para llevarse a efecto.

Nos sorprendemos con el médico que atiende enfermos sin cobrar honorarios; personas que pasan los días trabajando en obras de caridad; profesores que trabajan horas extras desinteresadamente; padres de familia que se niegan gustos y diversiones personales para pensando en su familia; lo más inaudito es que muchos de ellos no viven en una condición del todo desahogada. El verdadero desprendimiento no tiene medida, sin calcular cuánto es lo indispensable para cumplir, es una entrega generosa de todo, Sí, de todo lo que tenemos.

El valor del desprendimiento ayudará a nuestra sociedad al convertirnos en personas más altruistas y generosas, brindará un mejor ambiente en nuestras relaciones con amigos y familiares y nos convertirá en personas que tienen el corazón puesto en el lugar correcto.


Hugo W Arostegui

La Insastifacción Crónica


Antiguamente, cuando éramos más jóvenes, a quienes padecían de una Insastifacción crónica, se les decía que “tenían el mal de la parda Flora”  lo que se acompañaba con la siguiente frase: a la parda Flora si le haces una caricia grita y si no la atiendes llora”.
Pues bien. Resulta que este mal “el mal de la parda Flora” continúa muy activo en las redes sociales y son varias las personas que padecen actualmente de este mal, que como lo hemos mencionado, ahora ostenta una denominación científica más acorde con los tiempos modernos de la era informática.
Todavía podemos escuchar ciertos comentarios de gente que ha realizado ingentes esfuerzos por lograr sus objetivos y una vez que éstos han sido alcanzados, en lugar de demostrar su satisfacción por el aparente éxito de su trabajoso emprendimiento, suelen manifestar a los cuatro vientos, de que no están en absoluto conformes con los resultados obtenidos, en fin, parece que este “mal de la parda Flora” continúa haciendo de las suyas aún en plena era informática.
Agregamos:
La insatisfacción es un sentimiento que aparece cuando las cosas que tenemos o que hemos conseguido no nos parecen suficientes o no cubren por sí mismas nuestras expectativas. Todas las personas sufrimos de alguna u otra manera de un sentimiento de insatisfacción ‘sana’, que nos ayuda a seguir buscando, a intentar ser mejores cada vez, y a progresar en nuestra jerarquía de prioridades, en busca de la autorrealización. Por lo tanto, desde esta perspectiva, la insatisfacción es una emoción buena y necesaria, que nos impulsa hacia el crecimiento personal.
Sin embargo, algunas personas, lejos de manifestar un sentimiento de insatisfacción concreto suscitado por un determinado suceso, algo natural que todos hemos experimentado en alguna ocasión, presentan unos elevados niveles de insatisfacción crónica, que se mantienen en diferentes momentos de su vida, interfiriendo de manera significativa en todos los aspectos de la misma.
La causa más frecuente de la insatisfacción crónica son los problemas del estado de ánimo, como el trastorno depresivo; pero puede existir una insatisfacción crónica sin presencia de depresión en aquellos casos en los que la persona no se siente realizada, o considera que lo que ocurre en su vida no persigue ningún objetivo concreto, bien porque ella misma no acierte a establecerlo, o bien porque otras personas o circunstancias le impidan conseguirlo. En el primer caso, la insatisfacción cursa con elevados niveles de frustración, tristeza y apatía, mientras que, en el segundo caso, es la ira quien coge de la mano a la insatisfacción para hacerle la ‘tarea’ más complicada a quien la padece.
Finalmente, existen personas para quienes la insatisfacción no está siempre presente, sino que aparece poco tiempo después de haber conseguido su objetivo. Este hecho, que podría parecer contradictorio, suele ocurrir en personas que tienen un pronunciado rasgo de búsqueda de sensaciones y que, por lo tanto, rápidamente se 'cansan' de sus logros, y pierden interés por ellos. También ocurre en aquellos casos en los que las metas han sido demasiado fáciles de conseguir por lo que, una vez alcanzadas, pierden interés.
En definitiva, parece que gritar y llorar, continúa vigente

Hugo W. Arostegui

miércoles, 27 de abril de 2016

Solidaridad



Estos días pasados hemos sido testigos de algunos desastres climáticos que han golpeado fuertemente en nuestra región, en algunos casos como el ocurrido en la ciudad de Dolores, dpto. de Soriano, Uruguay, donde un tornado, algo inusual para este país, destruyó casi totalmente toda la infraestructura de esta ciudad donde afortunadamente no hubo que lamentar la pérdida de vidas humanas.

También han ocurrido precipitaciones muy copiosas que han superado largamente las previsiones para esta época del año y muchas poblaciones del  interior, incluyendo grupos urbanos y zonas rurales que han quedado prácticamente aisladas del resto del país con la pérdida total o parcial de la totalidad de sus pertenencias, situación que aún persiste y que ha causado enormes daños en hogares, plantaciones, caminería, etc.

Cabe agregar el terremoto de Ecuador con su terrible saldo de muertes y heridos y la situación en las provincias argentinas de Corrientes y Entre Ríos, situaciones éstas que nos han sacudido por sus repercusiones en la economía y por la pérdida de bienes en las poblaciones más carenciadas que han sido impedidas de regresar a sus hogares por las persistentes lluvias y el mal estado de sus caminos.

Es en estas situaciones límites en las que surge espontáneamente el enorme sentido de la solidaridad del resto de la sociedad la cual ha respondido con premura a los pedidos de ayuda recibidos brindándose con su tradicional generosidad en gestos dignos de ser destacados.

La solidaridad es el apoyo o la adhesión circunstancial a una causa o al interés de otros, por ejemplo, en situaciones difíciles. La palabra solidaridad es de origen latín “solidus” que significa “solidario”.
Cuando dos o más personas se unen y colaboran mutuamente para conseguir un fin común, se habla de solidaridad. La solidaridad es compartir con otros tanto lo material como lo sentimental, es ofrecer ayuda a los demás y una colaboración mutua entre las personas.
En este sentido, se puede citar como ejemplo a La Cruz Roja como símbolo de solidaridad, ya que es una organización imparcial con una misión humanitaria basada en el principio de solidaridad que consiste en proteger la vida y dignidad de las víctimas de guerra y de violencia, así como prestarle asistencia.
La solidaridad es sinónimo de apoyo, respaldo, ayuda, protección, que cuando persigue una causa justa cambia el mundo, lo hace mejor, más habitable y más digno.  

La solidaridad es un valor por excelencia que se caracteriza por la colaboración mutua que existe entre los individuos, lo que sin duda permite lograr la superación de los más terribles desastres, como guerras, pestes, enfermedades, entre otros, aplicarlo también con nuestros familiares, amigos y/o conocidos que se encuentren en situaciones difíciles y con la ayuda recibida permita salir adelante y mejorar en cierto modo la situación.
La solidaridad entre los seres vivos permite resistir las adversidades que se presenta a lo largo de la vida. La persona solidaria no duda en colaborar y apoyar a todos aquellos individuos que se encuentran en situaciones desfavorecidas, lo que permite distinguirse de las personas indiferentes, egoístas ante sus compañeros. 
Es importante fomentar la solidaridad desde la infancia ya que puede ser vista como la base de otros valores humanos que logra desarrollar valiosas relaciones de amistad, familiares y/o sociales basadas en la ayuda, apoyo, respeto y tolerancia.    

Hugo W Arostegui


martes, 26 de abril de 2016

Decepción



«Los deseos conducen a la permanente preocupación y decepción, ya que todo lo que se desea de este mundo es miserable y corrupto».
Marco Aurelio

¿Cuántas decepciones te has llevado a lo largo de tu vida? Seguramente, muchas. No obstante, hay algunas que nos han hecho cambiar de algún modo. Tras esas experiencias, hemos aprendido a ser más prudentes y, quizá, más desconfiados.

Suele decirse que toda decepción tiene su impacto emocional en el ser humano.
Es, por tanto, un proceso normal que forma parte de nuestro ciclo vital. Ahora bien, es conveniente saber gestionarlas de modo adecuado para que no acaben cerrando nuestro corazón para siempre.
La vida debe ser siempre una invitación continua a experimentar, a arriesgarnos, a mantener la ilusión. Y, desde luego, toda decepción duele, pero si las vivimos es por algo: para aprender.


 Hay quien, tras ser rechazado, piensa que no vale como persona. Se mira al espejo y se convence a sí mismo de que no hay nada positivo en su imagen, que no agrada, que su personalidad no parece estar hecha para encajar con otras parejas.
Es un error. La opinión de una persona no te define. Es su palabra, es su mundo, sus creencias y nada de ello tiene que ver contigo por en muy alta estima que la tuvieras.
Las decepciones que nos llegan de una o varias personas en concreto son solo muestras de que, en realidad, “no encajamos con sus mundos”. Y, lo creas o no, existen muchos más mundos, más universos creados por personas maravillosas que sí encajarán con tus esquinas, vacíos y recovecos.

Lo complejo de las decepciones es que en ocasiones, nos llegan de personas que nos son muy significativas. Por tanto, es normal sufrirlas.

Ahora bien, ese sufrimiento debe ser puntual y no cargarlo para siempre en nuestro corazón, o quedaremos prisioneros de nuestros propios enemigos. Las decepciones se asumen, y después, nos deben servir de aprendizaje.

mejorconsalud.com/decepciones-te-hacen-abrir-los-ojos-cerrar-corazon


Hugo W Arostegui

lunes, 25 de abril de 2016

Idiosincrasia


Se dice que de poetas y de locos todos tenemos un poco, de manera que cada cual o cada cuala, desarrollamos ciertas características muy particulares que nos definen e identifican, son ciertos rasgos que bien pueden representar el  cómo, posiblemente la vida misma, en su constante deambular por lo cotidiano va bosquejando, tal como lo haría un caricaturista, lo que bien se define como “nuestra idiosincrasia”

Y aunque tal “representación” de nuestra “puesta en escena” nos parezca que no se esfuerza lo suficiente con el concepto de “fulano de tal” que cada uno ha elaborado para sí mismo, lo cierto e innegable es que tal definición, vale decir, nuestra idiosincrasia, es aquella imagen que irradiamos y que permanecerá en nosotros, “conditio sine qua non.”

“Sine qua non expresión en latín que en español significa “sin la cual no”. Es una expresión que hace referencia a la condición o acción que es indispensable, imprescindible o esencial para que suceda algo.

“La idiosincrasia es una característica de comportamiento, manera característica de pensar, sentir, actuar, rasgos y carácter propios o culturales, distintivos y peculiares de un individuo o un grupo, y es la palabra de origen griego ἰδιοσυγκρασία, que se define como temperamento particular. La idiosincrasia identifica, por tanto, las similitudes de comportamiento en los aspectos culturales, en las costumbres sociales y en el desempeño profesional. El término tiene varios sentidos, depende de dónde se utiliza, y también se puede aplicar a los símbolos que significan algo para una persona en particular.

La idiosincrasia, en la medicina y en la fisiología, se refiere a cómo los médicos definían la enfermedad en el siglo XIX, es decir, cada enfermedad se relaciona con cada paciente, en lugar de evidencias como lo es actualmente. Era un tecnicismo que indicaba peculiaridad o particularidad individual. En psiquiatría, el término idiosincrasia es una condición mental específica de un paciente, y en el psicoanálisis se utiliza para referirse a la forma como los individuos reaccionan, perciben y experimentan una situación común.

En economía, la idiosincrasia es parte de la teoría de la cartera o la teoría del portafolio, donde existen riesgos de cambios en los precios debido a circunstancias especiales en determinados casos.

En la religión, la idiosincrasia es el comportamiento extraño o diferente del usual en las personas, diferente de lo común.

La comedia de observación se basa en gran medida de la idiosincrasia, porque algunos detalles de la conducta de determinadas personas pueden ser muy divertidos.”


Hugo W. Arostegui

domingo, 24 de abril de 2016

Insastifacción


Para detenernos a hablar sobre los sentimientos que nos embargan cuando percibimos como insuficiente todo lo que hemos logrado hasta el presente, pienso que resulta algo inevitable, el hecho de que nos hagamos una retrospectiva y nos detengamos a evaluar sobre cuáles creemos que han sido las oportunidades que se nos han presentado y que por acción u omisión de nuestra parte no las hemos aprovechado en la forma adecuada.
Deberemos, además, considerar si la Insastifacción que nos inquieta y que tanto nos agobia proviene de algo que nos atañe como actores remisos u omisos en alguna actividad determinada o si la misma es una consecuencia de algo que atribuimos a logros alcanzados por aquellos que conforman el círculo de probables competidores en contra de nuestras aspiraciones.
Siempre existe en el individuo la necesidad de encontrar los medios válidos que le permitan desarrollar al máximo posible sus posibilidades de superación, eso es una parte integral de nuestra condición humana y está muy bien que así sea, mejor será cuando descubramos que cuando compartimos estos desafíos con aquellos que son parte de los que podríamos considerar “la competencia” mejoraremos  sustancialmente nuestras propias expectativas.
La insatisfacción es un sentimiento que aparece cuando las cosas que tenemos o que hemos conseguido no nos parecen suficientes o no cubren por sí mismas nuestras expectativas. Todas las personas sufrimos de alguna u otra manera de un sentimiento de insatisfacción ‘sana’, que nos ayuda a seguir buscando, a intentar ser mejores cada vez, y a progresar en nuestra jerarquía de prioridades, en busca de la autorrealización. Por lo tanto, desde esta perspectiva, la insatisfacción es una emoción buena y necesaria, que nos impulsa hacia el crecimiento personal.
Sin embargo, algunas personas, lejos de manifestar un sentimiento de insatisfacción concreto suscitado por un determinado suceso, algo natural que todos hemos experimentado en alguna ocasión, presentan unos elevados niveles de insatisfacción crónica, que se mantienen en diferentes momentos de su vida, interfiriendo de manera significativa en todos los aspectos de la misma.
La causa más frecuente de la insatisfacción crónica son los problemas del estado de ánimo, como el trastorno depresivo; pero puede existir una insatisfacción crónica sin presencia de depresión en aquellos casos en los que la persona no se siente realizada, o considera que lo que ocurre en su vida no persigue ningún objetivo concreto, bien porque ella misma no acierte a establecerlo, o bien porque otras personas o circunstancias le impidan conseguirlo. En el primer caso, la insatisfacción cursa con elevados niveles de frustración, tristeza y apatía, mientras que, en el segundo caso, es la ira quien coge de la mano a la insatisfacción para hacerle la ‘tarea’ más complicada a quien la padece.
Finalmente, existen personas para quienes la insatisfacción no está siempre presente, sino que aparece poco tiempo después de haber conseguido su objetivo. Este hecho, que podría parecer contradictorio, suele ocurrir en personas que tienen un pronunciado rasgo de búsqueda de sensaciones y que, por lo tanto, rápidamente se 'cansan' de sus logros, y pierden interés por ellos. También ocurre en aquellos casos en los que las metas han sido demasiado fáciles de conseguir por lo que, una vez alcanzadas, pierden interés.
Hugo W Arostegui


sábado, 23 de abril de 2016

Ser Intransigente



Encontramos en la lectura de algunas posturas de asiduos expositores en los muros de las redes sociales el contenido de ciertos rasgos de intolerancia para con las expresiones emitidas por otras personas, demostrando, de esta manera, una marcada intransigencia.

Puede apreciarse que literalmente “marcamos la cancha” con aquellos que opinan diferente y les hacemos notar que “si no están con nosotros” simplemente “están en contra de nosotros.

“La intolerancia se define como la falta de la habilidad o la voluntad de tolerar algo.

En un sentido social o político, es la ausencia de tolerancia de los puntos de vista de otras personas.
Para un principio social, es demasiado abierto para interpretación subjetiva debido al hecho de que hay una lista de definiciones sin fin para esta idea.

En este último sentido, la intolerancia resulta ser cualquier actitud irrespetuosa hacia las opiniones o características diferentes de las propias.

En el plano de las ideas, por ejemplo, se caracteriza por la perseverancia en la propia opinión, a pesar de las razones que se puedan esgrimir contra ella. Supone, por tanto, cierta dureza y rigidez en el mantenimiento de las propias ideas o características, que se tienen como absolutas e inquebrantables.
Tiene por consecuencia la discriminación dirigida hacia grupos o personas por el hecho de que éstos piensen, actúen o simplemente sean de manera diferente.

Estos rasgos de comportamiento conspiran en contra de nuestra intención de integrarnos al “resto del mundo” creemos que es necesario fortalecer nuestra empatía aceptando que podemos conformar una sólida integración entre todos aunque mantengamos posiciones diferentes y aun totalmente discordantes.

Debemos esforzarnos en el intento de lograr conciliar en medio de la diversidad, nuestra civilidad bien lo merece.


Hugo W. Arostegui