«Los deseos conducen a la
permanente preocupación y decepción, ya que todo lo que se desea de este mundo
es miserable y corrupto».
Marco Aurelio
Marco Aurelio
¿Cuántas decepciones te has llevado a lo largo de tu vida?
Seguramente, muchas. No obstante, hay algunas que nos han hecho cambiar de
algún modo. Tras esas experiencias, hemos aprendido a ser
más prudentes y, quizá, más desconfiados.
Es, por tanto, un proceso normal que forma parte de nuestro
ciclo vital. Ahora bien, es conveniente saber gestionarlas de modo adecuado
para que no acaben cerrando nuestro corazón para siempre.
La vida debe ser siempre una invitación continua a
experimentar, a arriesgarnos, a mantener la ilusión. Y, desde luego, toda
decepción duele, pero si las vivimos es por algo: para aprender.
Hay quien, tras ser rechazado, piensa que no vale como persona. Se mira al
espejo y se convence a sí mismo de que no hay nada positivo en su imagen, que
no agrada, que su personalidad no parece estar hecha para encajar con otras
parejas.
Es un error. La opinión
de una persona no te define. Es su palabra, es su mundo, sus creencias y nada
de ello tiene que ver contigo por en muy alta estima que la tuvieras.
Las decepciones que nos llegan de una o varias
personas en concreto son solo muestras de que, en realidad, “no encajamos con
sus mundos”. Y, lo creas o no, existen muchos más mundos, más universos creados
por personas maravillosas que sí encajarán con tus esquinas, vacíos y recovecos.
Lo complejo de las decepciones es que en ocasiones, nos
llegan de personas que nos son muy significativas. Por tanto, es normal sufrirlas.
Ahora bien, ese sufrimiento debe ser puntual y no cargarlo para siempre en nuestro
corazón, o quedaremos prisioneros de nuestros propios enemigos. Las decepciones
se asumen, y después, nos deben servir de aprendizaje.
mejorconsalud.com/decepciones-te-hacen-abrir-los-ojos-cerrar-corazon
Hugo W Arostegui
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