sábado, 9 de abril de 2016

Sobre Tu Derecho A La Privacidad


Hay momentos en que la curiosidad desborda al sentido común y es entonces que se producen situaciones en que la ansiedad camina de la mano de la imprudencia para intentar, por cualquier medio, introducirse en senderos protegidos por una clara señal, la que nos indica de que estamos al borde de violentar, con nuestra simple presencia, los derechos esenciales que resguardan nuestra identidad, nos referimos a la necesidad de preservar, tal como si fuese un santuario íntimo e inexpugnable, el lugar de residencia y refugio de nuestra privacidad.

He tenido en los últimos tiempos requerimientos por saber cuáles son los sentimientos que me embargan en determinadas situaciones, por ejemplo, en mi condición de teólogo, suelen hacerme preguntas sobre experiencias personales, que de acceder a contestarlas , estaría provocándole al curioso interlocutor una severa confusión, es como si yo mismo intentase asumir una tarea que es natural e indelegable, cada uno de nosotros es un hijo de un Padre Celestial, que nos ha dado la vida, la identidad, que nos ama y conoce y sobre todo, que nos ha dotado de la capacidad de comunicarnos directamente con El, sin la intervención de intermediarios.

Muchos se abrogan el derecho a la intermediación y esa es una falacia oprobiosa, este derecho es inherente a cada criatura humana y el propio Señor Jesucristo, antes de ser absorbido por el poder de las corporaciones religiosas, las cuales intentan vanamente sustituirlo, de representarlo “ en el nombre de” reunido con sus discípulos les enseñaba este principio “Así que yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá la puerta.  Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre “ Lucas: 11

Hace unas pocas horas, una poetisa a la cual quiero y admiro a pesar de nuestras diferencias, mencionaba lo siguiente:

“Teniendo en mi ser la magia de volar, a voluntad, ¿cómo resignarme con un amor mortal, terreno, material? No me resigno. Por eso sigo volando”


Hugo W. Arostegui

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