Existen palabras que encierran en sí mismas una enorme gama
de contenidos sin los cuales nos sería prácticamente imposible exponer ciertas
situaciones que hacen a las diversas formas de transmisión del conocimiento
trascendente, aquel que encierra en sí mismo la esencia de nuestra razón de
ser, nuestra identidad, aquello que nos identifica como individuos, únicos e
irrepetibles, cuyas huellas, en el camino de la vida, dejan la indeleble impronta
de su existir.
De estas palabras que menciono hay dos que suelen
confundirse como si fueran una sola, me refiero a las palabras: esotérica y
exotérica, ambas en muchos casos suelen utilizarse como si fuesen sinónimas,
como que diese lo mismo utilizar una u otra indiscriminadamente, lo cual es un
craso error de interpretación de los contenidos que implican el uso de cada una
de ellas.
Esto que traigo a colación adquiere una mayor relevancia
cuando se tratan temas relacionados con lo que hemos mencionado al comienzo de
este artículo, es decir, cuando se trata de incursionar en situaciones en las
cuales debemos hacer uso de nuestro conocimiento en todo aquello relacionado
con lo intangible u abstracto, como bien pueden ser nuestras creencias o
posturas en temas tales como: religiosos,
sociológicos u filosóficos, conocimiento genérico que puede ser de fácil acceso
a cualquier persona que se interese en su abordaje, o por el contrario, que sea
de tal profundidad, que requiera de
quien lo practique, cierta iniciación en el ritual o en la práctica de una disciplina
dada.
De manera que podemos considerar que la gran mayoría de las
personas basan su “conocimiento” en
valores adquiridos mediante métodos exotéricos, es decir, los transmitidos
convencionalmente, por parte de aquellos que son debidamente autorizados para enseñar la “doctrina básica” la que les
convierte en acólitos dependientes, “ovejas del redil” sujetos a la autoridad de quienes han sido constituidos
como pastores que les guían y mantienen dentro del rebaño.
“Ellos hablaban entre sí que no tenían panes.
Dándose cuenta, les dice: ¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún
no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos
no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco
panes para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?.
«Doce», le dicen. Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas
espuertas llenas de trozos recogisteis? Le dicen: «Siete». Y continuó: ¿Aún no
entendéis?. Marcos 8: 14 – 21”
Es esta
ausencia de autoridad plena lo que caracteriza a la enseñanza exotérica la cual
se enseña y transmite en relación de dependencia, las llaves del conocimiento
permanecen bajo la autoridad esotérica la que conserva para sí el poder de
actuar en “el nombre de” como representante autorizado de tal o cual
organización.
Nadie
debería suponer que por el simple hecho de haber participado en programas de
orientación exotérica se encuentra en situación de superioridad sobre aquellos
que no la han tenido, lo mismo es extensivo para aquellos que han incursionado
en la enseñanza esotérica de alguna disciplina formal, aunque quien haya
alcanzado niveles superiores de formación trascendente difícilmente se
encuentre entre aquellos que menoscaben el grado de conocimiento adquirido por
aquellos que han recibido tal enseñanza a través de la tradición oral o escrita
de otras culturas.
Como bien
puede apreciar el lector de este artículo, el tema en cuestión, no es de fácil
acceso, como tampoco es sencillo discernir las diferencias expuestas en el uso
de dos palabras que a simple vista parecieran ser sinónimas, lo mismo ocurre
cuando hacemos juicios de valor sobre las diversas formas de exponer su
conocimiento esotérico por parte de quienes lo han adquirido bajo el influjo de
valores que les han sido revelados por sus ancestros, siguiendo una línea de transmisión totalmente
diferente a las convencionales, las que provienen de la tradición
cultivada “de persona a persona” de
generación en generación.
Es por eso
que utilizo como título “El Código De Barras” para referirme al conocimiento
esotérico transmitido de mano en mano como el que se utiliza, por ejemplo, en la
Kabbalah, y lo menciono con este nombre porque encuentro cierta similitud entre
la lectura del código de barras impreso en los artículos que adquirimos
habitualmente en cualquier supermercado los cuales miramos sin entender su
contenido, con los códigos empleados por quienes transmiten la información
esotérica la cual sólo es accesible para aquellos que pueden descifrar el
contenido impreso en su simbología, aunque podamos observarlo libremente, nuestros “ojos naturales” no logran descifrar
lo trascendente de su mensaje.
Este
conocimiento permanece entre nosotros y no solamente se encuentra en las
grandes bibliotecas y museos del mundo también se manifiesta en los rituales y
danzas de los pueblos originarios, en las plegarias ininteligibles de
hechiceros y chamanes, en la naturaleza que nos circunda y en los elementos que
expresan su poder ante nuestra impávida mirada.
En los
mundos paralelos de la cultura humana el saber y el sentir no necesariamente
transitan por la misma senda.
Hugo W.
Arostegui
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