El origen etimológico del término Procrastinar proviene del latín: "Pro"
que significa adelante y "Crastinus" que hace referencia al futuro y,
aunque esta palabra la podemos encontrar en textos antiguos de los egipcios,
los griegos y los romanos, no se añade como definición en el Oxford English
Dictionary hasta el año 1548.
Resulta que esta tendencia tan marcada que muchos suelen padecer y
que tanto sacan de la paciencia a los ilusos que esperan confiados en que las
cosas se realicen un mañana tan prometido como esquivo, es una antigua conocida
que ha estado presente desde los albores
de nuestra civilización y continúa vigente en todas las promesas
incumplidas.
La
procrastinación es una epidemia en nuestros días que afecta a todo el
mundo en mayor o menor medida.
Es la que nos lleva a postergar de manera sistemática
las tareas que debemos hacer y a reemplazarlas por otras más irrelevantes pero
placenteras. En la mayoría de los casos la confundimos con la pereza.
La traducción más correcta sería dejar para mañana aunque también la
encontramos traducida como aplazar, diferir, posponer, postergar o relegar.
Las definiciones de postergar, posponer o relegar
implican dar menos importancia a la cuestión o persona que espera y además
“dejar para después” y son palabras que conllevan costumbre o rutina. En cambio
diferir o aplazar significa dejar para otra fecha por definir pero no implica
necesariamente un hábito personal.
La procrastinación se trata de un desorden del
comportamiento que tiene su origen en la asociación del hecho a realizar con el
cambio o la incomodidad que produce dicha acción que puede ser psíquica, física
o intelectual.
Normalmente suele aplicarse al sentido de ansiedad que
se produce ante una tarea pendiente de concluir, el acto que se pospone
puede ser percibido como pesado, angustioso, abrumador, peligroso, difícil,
tedioso, aburrido… y nos produce cierto estrés así
que queda justificado el posponerlo para un futuro sin determinar “sine die”.
Las personas que lo padecen son aquellas que suelen
llegar a las tiendas o establecimientos en el momento en el que están a punto
de cerrarlos, o los que pagan los recibos en el último minuto, o los que
realizan las tareas escolares o universitarias la noche antes, o los que
reservan hoteles, restaurantes... en el último instante
Pienso que todos, de una manera u otra ,hemos
compartido, por no decir padecido, estas actitudes que tanto nos desagradan por
mayor que sea la educación y los modales de quienes utilizan este recurso
disuasivo como una forma de dilatar hasta quien sabe cuándo lo que ansiosamente
esperamos recibir.
Hugo W Arostegui