Vemos en múltiples oportunidades
revoloteando sobre el horizonte de nuestros muros en las redes sociales tal
como si fuesen “aves rapaces” ciertos chimangos con apariencia humana que
observan nuestros movimientos en procura de algo desprevenido al cual puedan
atrapar entre sus garras en un vano intento de mitigar su insaciable voracidad.
Así se comportan ciertos personajes
que se mueven amparados en un anonimato virtual, los que se introducen en los
comentarios ajenos o intercambian opiniones en ese lleva y trae del “dicen que
dijiste” son opinólogos de ocasión y desmenuzan la carroña abandonada por
quienes no pierden su tiempo haciendo del simple y vulgar chisme materia de
comentario.
“Los chimangos son aves rapaces,
naturales de América del Sur, que suelen alimentarse de carroña o de animalitos
pequeños o desprevenidos. La
cuestión es que los chimangos no resultan muy provechosos para los humanos,
especialmente porque su carne no sirve como alimento, ya que, a pesar de ser un
animal de tamaño considerable, al exponerlo al fuego su volumen disminuye
llamativamente.
Así las cosas, los cazadores
siempre tuvieron en claro que no valía la pena derrochar cartuchos en los
chimangos, pues el valor de la pólvora no se compensaba con los beneficios de
la presa obtenida.
Popularmente, la frase pasó a
denominar una situación en la que se malgasta un dinero o en la que se efectúa
un gran esfuerzo a partir del cual no se obtendrá nada sustancioso. Puede traducirse
así: es más lo que se pierde que lo que se gana.
Hugo W Arostegui
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