Estaríamos diciendo algún dislate, probablemente uno más de los tantos que mencionamos periódicamente en nuestras páginas si dijéramos que cuando las cosas tienen que ocurrir lo que sucede es que tales cosas sucedan, está claro que esto no tiene ninguna relación con alguna postura de tipo filosófica, o de predestinación, fatalismo o vaya uno a saber cómo cada cual o cada uno lo califique.
Lo que parece es que si todo lo que ocurre no sucede en una zona
que pueda afectar nuestra área más sensible, si la difusión de los que ha
ocurrido u ocurre no ha siquiera rozado nuestros “puntos más sensibles” así
hubiese sucedido en “la casa de enfrente” de dónde vivimos, digamos la peculiar
frase: “aquí no ha pasado nada” y
seguimos tan campantes.
Pero la realidad nos demuestra que “en el jardín donde estamos
plantados” posiblemente creciendo fuera
de “nuestro radio de acción” alguien continúa arrancando sin piedad alguna todo
lo que aparentemente se vislumbra florecido y hermoso, plenos de la misma vida
que disfrutamos con inocultable optimismo, el mismo optimismo que nos invade
cuando observamos que por lo menos cerca nuestro “aquí no ha pasado nada”
Pero… lo dicho, lo que tiene que suceder, sucede, y lo hace totalmente
independiente de todo aquello que nos pudiese interesar preservar, los sucesos
se van anunciando así mismos y los medios los difunden según sean los intereses
del o los que pagan el precio de tal difusión, pero, como decimos, lo que tiene
que suceder, sucede, diariamente mueren niños desnutridos, se muere por
violencia de género, por carencia de una atención acorde a las necesidades, por
la violencia inconsulta de la propia violencia, la que pueda ejercer un
marginal o un gobernante, o aquella que ocurre por fuera de la caparazón de indiferencia
debajo de la cual nos recubrimos.
Hugo W Arostegui
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