Muchas veces escuchamos, y es muy bueno que esto
suceda, sobre la importancia del conocimiento en todos los emprendimientos que
proyectemos a lo largo de nuestra vida.
Ahora bien, es bueno tener en cuenta, a la hora de
recurrir al conocimiento que hayamos adquirido, que este, el conocimiento, no
es la mera suma de los distintos cursos, incluyendo los de nivel universitario,
o de tercer nivel como nos resulte mejor llamarlos, sino que lo que realmente
importa es que este conocimiento que hemos adquirido sea el específico que
necesitamos para sentirnos habilitados en la aplicación en todo lo que
pretendemos realizar.
Existen personas, seguramente muchas más que las que
pensamos, que tienen una idea que cuántos diplomas podamos exhibir, sin
importar mucho ni cómo ni dónde los hayamos adquirido, nos serán de gran utilidad
como una demostración elocuente del grado de preparación obtenida, es por esta
razón que suelen haber “curriculum vitae” ostensiblemente voluminosos, cuyo
contenido se suele comparar con los “arbolitos de navidad” cargados de diplomas
que acreditan cursos que en nada contribuyen a las exigencias de una
especialización específica para lo cual se pretende calificar.
Es por eso lo del título de este artículo, es muy
importante el saber pero que no nos resulte como una anécdota muy contada en
una zona rural del interior de mi país:
“dice la anécdota en cuestión que un señor cargado
de títulos tuvo la necesidad de cruzar un río que en aquel entonces estaba
bastante más crecido de su cauce normal situación por la cual tuvo que requerir
a los servicios de un nativo del lugar que contaba con una embarcación para
realizar este cruce, una vez embarcado, siendo la distancia a recorrer bastante
considerable, para amenizar el recorrido este señor cargado de títulos comenzó a
vanagloriarse de todo lo que había hecho y para marcar diferencias con el
nativo que remaba en silencio le solía preguntar si éste, el nativo, sabía
sobre tal o cual cosa y ante la respuesta negativa del remero, agregaba, cuánto
lo siento que usted no lo sepa, repitiendo esto varias veces, entonces, cuando
se encontraban en medio del río, la embarcación comenzó a oscilarse
peligrosamente de un lado al otro a un punto en que el nativo le menciona a su
pasajero que tendrían que abandonar la embarcación y cruzar a nado para llegar
al otro lado, demás está decir, que este señor, el cargado de títulos, se
alarmó y le dijo al remero de La embarcación de que no sabía nadar, el nativo
sin perder la calma le contestó: no sabe cuánto lo siento que usted no lo sepa” .
Así las cosas.
Hugo W Arostegui
No hay comentarios:
Publicar un comentario