lunes, 21 de noviembre de 2016

Qué hacer Con Lo que Se Sabe


Muchas veces escuchamos, y es muy bueno que esto suceda, sobre la importancia del conocimiento en todos los emprendimientos que proyectemos a lo largo de nuestra vida.

Ahora bien, es bueno tener en cuenta, a la hora de recurrir al conocimiento que hayamos adquirido, que este, el conocimiento, no es la mera suma de los distintos cursos, incluyendo los de nivel universitario, o de tercer nivel como nos resulte mejor llamarlos, sino que lo que realmente importa es que este conocimiento que hemos adquirido sea el específico que necesitamos para sentirnos habilitados en la aplicación en todo lo que pretendemos realizar.

Existen personas, seguramente muchas más que las que pensamos, que tienen una idea que cuántos diplomas podamos exhibir, sin importar mucho ni cómo ni dónde los hayamos adquirido, nos serán de gran utilidad como una demostración elocuente del grado de preparación obtenida, es por esta razón que suelen haber “curriculum vitae” ostensiblemente voluminosos, cuyo contenido se suele comparar con los “arbolitos de navidad” cargados de diplomas que acreditan cursos que en nada contribuyen a las exigencias de una especialización específica para lo cual se pretende calificar.

Es por eso lo del título de este artículo, es muy importante el saber pero que no nos resulte como una anécdota muy contada en una zona rural del interior de mi país:

“dice la anécdota en cuestión que un señor cargado de títulos tuvo la necesidad de cruzar un río que en aquel entonces estaba bastante más crecido de su cauce normal situación por la cual tuvo que requerir a los servicios de un nativo del lugar que contaba con una embarcación para realizar este cruce, una vez embarcado, siendo la distancia a recorrer bastante considerable, para amenizar el recorrido este señor cargado de títulos comenzó a vanagloriarse de todo lo que había hecho y para marcar diferencias con el nativo que remaba en silencio le solía preguntar si éste, el nativo, sabía sobre tal o cual cosa y ante la respuesta negativa del remero, agregaba, cuánto lo siento que usted no lo sepa, repitiendo esto varias veces, entonces, cuando se encontraban en medio del río, la embarcación comenzó a oscilarse peligrosamente de un lado al otro a un punto en que el nativo le menciona a su pasajero que tendrían que abandonar la embarcación y cruzar a nado para llegar al otro lado, demás está decir, que este señor, el cargado de títulos, se alarmó y le dijo al remero de La embarcación de que no sabía nadar, el nativo sin perder la calma le contestó: no sabe cuánto lo siento que usted no lo sepa”  .

Así las cosas.


Hugo W Arostegui

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