Existen muchas personas que adoptan
en sus decisiones posturas extremas, o dicho de otra manera, se refugian u
ocultan sus temores en posiciones extremas buscando, quizás instintivamente, el
amparo que puedan brindarles todos aquellos que motivados por las mismas
inseguridades le ofrezcan la posibilidad de “engrosar un frente común” evitando
de esta manera el tener que asumir en solitario los dictados que puedan “susurrarle”
su propia conciencia.
En momentos en que estamos hablando
de flexibilidad y tolerancia como conducta colectiva que nos permita una
adecuada integración en la diversidad, de todos quienes formamos parte de una
sociedad, que se manifiesta en la libre expresión de cada una de sus partes,
consolidando el todo, de “un entramado
social” que asume su “identidad” como la manifestación “libre y espontánea” de
cada una de sus partes” nos parece un “franco retroceso” que algunos de sus
exponentes adopten conductas tan radicales que les lleve a no admitir dentro de
su seno manifestaciones que parecieran que les contradice y ante las cuales no
existe la voluntad, no solamente de dialogar sino , y esto es lo grave, que les
induce a la adopción de actitudes francamente hostiles y violentas en contra de
aquellos que no adhieran a su radical forma de manifiesta intolerancia.
“En la mayoría de los casos, el extremista,
lleva sus ideologías a un extremo; sin embargo, los extremistas políticos toman
acciones, convirtiéndose en una especie de activistas que buscan apoyar con
todas sus fuerzas al movimiento político, además de que aplican sus puntos de
vista de manera radical, y mantienen sus opiniones de igual manera,
por lo que muchos asumen que sus acciones estarían marcadas
por la violencia, pues es la manera en la que actúan, usualmente, los
sujetos con sus opiniones al límite.”
En la religión, de alguna
manera, es uno de los entornos en donde la mayoría de los extremistas, pues la
utilización de una figura que representa un “gran poder que controla todo lo existente y por existir”, además
de la creencia, sumamente arraigada en la cultura, de que se va “al
cielo”, después de morir, lugar en que se puede encontrar la paz
eterna, aunque se deben cumplir ciertos requerimientos para lograrlo, como lo
es amar al ente todopoderoso y vivir una vida sencilla; algunas personas, con esperanza, cumplen estos requisitos con fervor, lo que puede
generar una tendencia que sobrepasa los límites. Igualmente, se pueden excluir
a los demás sujetos que no presentan las mismas conductas.”
Nos sentimos comprometidos con todas
las manifestaciones que tiendan a una mayor integración y tiendan a “tender
puentes” entre todos para poder cruzar y superar todos los límites que pudiesen
conspirar en contra de tan nobles como vitales objetivos.
Hugo W Arostegui
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