martes, 11 de julio de 2017

La Opción de Recomenzar


A lo largo de nuestra vida nos encontramos en situaciones o momentos que nos obligan a cuestionar el camino que seguimos. A veces solo nos queda una opción: volver a empezar.

Aunque cierres los ojos sentirás con el corazón. Recuerda que aunque no hay más ciego que el que no quiere ver, esto no implica que el dolor, la tristeza o la angustia desaparezcan por arte de magia, que sea suficiente con cerrar los ojos. No es cuestión de chasquear los dedos y que todo cambie.

Es empezar a aceptar que aquello que nos daña existe y aprender a enfrentarnos a ello.
Aunque esto te asuste, aunque pienses que sentirás el horror en tu vida, normalmente nada es tan malo como imaginamos que será. Uno de nuestros mayores monstruos es nuestro pensamiento catastrofista (ese que algunos alimentan porque así se supone que se protegen de las decepciones). Y contra nuestros mayores monstruos solo cabe la valentía de hacerles frente.

Pero, ¿cómo voy a enfrentarme a aquello que más temo? Paso a paso, siendo el primer paso admitir nuestra propia guerra interna, esa que niega todo lo que nos hace sufrir, esa que nos repite continuamente que no ocurre nada malo aunque estemos gritando por dentro. Entonces, una vez admitido el malestar, destaparemos a nuestros mayores miedos; desenmascarados estaremos en posición de elegir las mejores armas para enfrentarnos a ellos.

El mundo es un lugar hostil para todos, pero solo aquellos que lo afrontan sin miedo, viven plenamente su vida
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Sentirás el peso del mundo
Al principio sentirás el peso del mundo sobre tu pecho o sentirás que todo se está apagando a tu alrededor, pero entenderás que solo hay que ponerle nombre al pánico o la depresión que anidan en tu interior. Una vez que tienen un nombre se alejan los temores, porque sabes qué ocurre y puedes pedir ayuda para hacer frente a aquello que consideras una amenaza.

Ponerle nombre a aquello que sentirás no implica reducir tu realidad a los pocos detalles que caben en una etiqueta. Tampoco será una excusa válida en la que escudarte cada vez que te equivoques ni una definición completa de ti mismo. Será una parte, una pequeña parte que te integra, pero no que te define, porque tú eres mucho más.

Poner un nombre no implica olvidar el contexto en el que surge el problema, los apoyos con los que cuentas o tus propios recursos ante ellos. Se trata de una manera de acotar de forma sencilla un cúmulo de emociones, pensamientos y conductas que de otra manera resultaría más complicado de entender.

Eso sí, simplificar tampoco implica que olvidemos que detrás de cada nombre, cada miedo, cada monstruo, hay una persona con sus propias singularidades. Una persona que sufre y que también es valiente, una persona que ante todo necesitará apoyo y comprensión.

“No ames lo que eres, sino lo que puedes llegar a ser”.

-Miguel de Cervantes-

lunes, 10 de julio de 2017

El Ser Solidario

En general, cuando hablamos de solidaridad, surge la idea de ayuda económica: dar dinero a los necesitados. O cuando menos de ayuda material: dar comida, vestimentas, etc. Pero estas ideas, aunque sí forman parte de la solidaridad, no lo hacen de forma completa. Hay tantas formas de actuar solidariamente como problemas humanos existen, y en cada uno de esos problemas humanos nos podemos entregar para colaborar y tomar por propias las cargas del otro
.
Decir que la solidaridad es, en esencia, ayuda material, sería el equivalente a afirmar que todos los problemas se resuelven de esa manera; que el hombre sólo tiene necesidades materiales. Y el ser humano tiene realmente necesidades que no son materiales, como aquellas afectivas, espirituales, morales o sociales. Por lo tanto para estas necesidades, también puede y debe existir una actitud solidaria. Por ejemplo: es posible, si no podemos dar dinero para educación, que demos una parte de nuestro tiempo para educar a niños de escasos recursos; o que favorezca la integración social de una comunidad marginada.

Ser solidario es ser caritativo, y ser, al mismo tiempo, desinteresado.

El solo acto de dar, o ayudar, no es lo más difícil. La parte difícil comienza cuando se nos presenta el dilema de ayudar sin recibir nada a cambio; de ayudar aunque nadie se entere, ni aún la persona a la que ayudamos. Es difícil ser caritativos, solidarios, entregados, y ser, al mismo tiempo, totalmente desinteresados. Aquél que da una billete de cien pesos a un indigente, materialmente hace algo bueno: por ejemplo la persona necesitada podrá comer con el dinero; pero si este acto lo hace para que otras personas lo vean, para aparentar caridad, entonces ese acto, que es materialmente bueno y solidario, se convierte no sólo en un acto deplorable y egoísta, que lejos de engrandecer a la persona, la empobrece.

Ser solidario es una actitud y disposición  personal, constante y perpetua.
La solidaridad es activa, perseverante, constante y no debe ser confundida con un sentimiento de malestar ante la desgracia de los demás. Ni tampoco es una serie de actos aislados encaminados a ayudar al prójimo. Ser solidario debe convertirse en hábito, en virtud, y en una forma de vivir para cada ser humano.

Ser solidario implica poseer un adecuado nivel de autoestima.
Nadie puede amar a otro si no experimenta el amor a sí mismo, y nadie puede estimar a otro si no experimenta primero la necesaria dosis de autoestima; igual que nadie puede respetar la dignidad de los demás si no sabe defender la propia dignidad.






Siempre Adelante

Siempre Adelante

1. “Nunca te rindas tratando de hacer lo que realmente deseas hacer. Donde hay amor e inspiración, nada te puede salir mal”- Ella Fitzgerald

2. “En dos palabras puedo resumir cuanto he aprendido acerca de la vida:  Sigue adelante“- Robert Frost

3. “Yo creo bastante en la suerte. Y he constatado que, cuanto más duro trabajo, más suerte tengo”- Thomas Jefferson

4. “Si te caes siete veces, levántate ocho“- Proverbio japonés

5. “La diferencia entre ganar y perder, frecuentemente, es no rendirse“- Walt Disney

6. “Nunca tires la toalla. Úsala para limpiarte la frente y sigue avanzando“- Desconocido
7. “Sigue tus sueños, trabaja duro, practica y persevera”- Sasha Cohen.

8. “Incluso la noche más oscura terminará con la salida del sol“- Victor Hugo

9. “Nuestra gloria más grande no consiste en no haberse caído nunca, sino en haberse levantado después de cada caída”– Confucio

10. “El único lugar en el cual ‘éxito’ viene antes de ‘trabajo’ es en el diccionario”–                       Vincent Lombardi

11. “El secreto de salir adelante es comenzar”-Mark Twain

12. “Es duro fracasar, pero es peor nunca haber intentado triunfar“- Theodore Roosevelt.

13. “Siempre parece imposible hasta que se hace”- Nelson Mandela.

14. “Es difícil superar a una persona que nunca se rinde”- Babe Ruth.

15. “Tus circunstancias pueden no ser de tu agrado, pero no han de seguir siendo las mismas si concibes un ideal y luchas por alcanzarlo”- James Allen

16. “No se sale adelante celebrando éxitos sino superando fracasos”- Orison Swett Marden

17. Iré a cualquier parte, siempre que sea hacia adelante”– Dr. Livingstone

18. “Escucha a tu voz interior y sigue adelante, aún cuando las personas te digan que no puedes hacerlo”- Mary Lou Cook

19. “No cuentes los días, haz que los días cuenten“- Muhammad Ali

20. “Afronta tu camino con coraje, no tengas miedo de las críticas de los demás. Y, sobre todo, no te dejes paralizar por tus propias críticas”- Paulo Coelho



domingo, 9 de julio de 2017

Solitarios En La Muchedumbre


“Si las personas dirigidas por los otros descubren qué cantidad de trabajo innecesario realizan, que sus propios pensamientos y sus propias vidas son tan interesantes como las del prójimo, y que, sin duda no mitigan la soledad en medio de una muchedumbre de iguales más de lo que pueden mitigar la sed bebiendo agua salada, entonces cabe esperar que se vuelvan más atentos a sus propios sentimientos y aspiraciones”
David Riesman
La muchedumbre solitaria

El otro que nos hace
 No nacemos hechos; vamos haciéndonos. Más preciso aún: los otros, que desde el comienzo vamos encontrando en el mundo, van haciéndonos. Nadie llega a la existencia diciendo "yo soy yo". Más bien se llegará a decir "yo" gracias a la intervención de los otros, que, con su presencia, 
su palabra, su deseo, sus leyes, sus hábitos, determinarán, en el proceso de una historia siempre personal, desplegada, claro está, en el contexto de una colectiva, la constitución de ese yo al que advenimos. 

Está de más decir que ese carácter desnaturalizado de lo humano hace girar el centro de gravedad de nuestro ser sobre el lenguaje, destinándonos, por tanto, a la incertidumbre de una historia que nada nos garantiza por principio y de la cual no podemos sustraer nuestra responsabilidad.

 Es la mirada del otro lo que nos constituye, lo que nos provee la forma como nos reconocemos y lo que, antes que nada, nos certifica: ¡eres! Así, pues, esa forma que nos viene de la mirada del otro recorta la imagen en que nos reconocemos, la misma que, sin embargo, nunca es completa y estará siempre inacabada, no pudiendo, por consiguiente, colmar jamás la cabalidad de nuestro ser.

 El otro, al reconocernos, nos depara cuatro confirmaciones: como existente, como ser, como singularidad y como valor. De aquí que permanentemente requiramos que este reconocimiento nos sea ratificado, lo que delata, por un lado, que estamos poseídos por una sed insaciable de ser reconocidos y, por otro, el lugar imprescindible que el otro tiene en nuestra vida, lugar que lo hace necesario siempre y algunas veces deseable. 

Pero no cualquiera nos gratifica en esa necesidad esencial y, por tanto, no todo desconocimiento nos aniquila. En consecuencia, necesitamos o deseamos el reconocimiento de alguien que es reconocido por nosotros como un ser significativo y valioso, con lo cual es claro que no podemos ser sin el otro.


Aprendiendo A Aprender


Gozar de una buena autoestima y de fuerzas de motivación que guíen nuestras vidas hacia un propósito resulta esencial para tener una vida más feliz. En ocasiones necesitamos buscar apoyo para poder vernos con mejores ojos o encontrar una interpretación más optimista y significativa acerca de nuestras vivencias, y esta ayuda puede encontrarse en las palabras de los que nos animan.

Como terapeuta gestáltico y escritor, Jorge Bucay muestra una manera de ver las cosas muy influidas por el humanismo, lo cual le ha llevado a ser mundialmente conocido por sus libros, que se centran en la autoayuda, la compresión y la superación.

Bucay se ha autodefinido como “ayudador profesional”, y con su trabajo, escritura y conferencias busca animar a las personas a alcanzar la felicidad por ellos mismo. No es de extrañar, pues, que un autor de la calidad de Jorge Bucay, haya dejado infinidad de citas y frases para reflexionar que nos invitan a cambiar nuestra forma de vivir.

1. La cultura del consumo ha creado como consecuencia una actitud de rivalidad y comparación que nos educa a confrontarnos con otros
Una reflexión sobre la actual sociedad del consumo que, en vez de llevarnos a la felicidad, nos hace enfrentarnos entre nosotros.

2. La felicidad es la certeza de no sentirse perdido
Proponernos alcanzar la felicidad nos ayuda a tener un camino a seguir
.
3. Tú eliges hacia dónde y tú decides hasta cuándo, porque tu camino es un asunto exclusivamente tuyo
Las decisiones la hace uno, y estas no deberían ser controladas por los demás.

4. El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar al otro para que sea quien es

5. Déjame valerme por mí mismo. Si lo haces todo por mí, nunca podré aprender. Por si lo olvidaste, sólo se aprende de los errores

La mejor educación nace de la auto-motivación y la autosuficiencia; aunque se haga mal, de los errores se aprende.

6. El deseo solamente sirve mientras este se dirija hacia la acción que lo satisfaga
El deseo es una herramienta que usamos para poder alcanzar nuestros objetivos. De otro modo, no resulta útil.

7. Hacer el amor implica una conexión con el amor que no se da todo el tiempo, ni siquiera entre dos personas que se aman
Con esta frase de Jorge Bucay quiere decirnos que las relaciones íntimas son una expresión del amor, algo que depende de los momentos y de lo que ocurre en los pequeños detalles cuando nos relacionamos.

8. Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes
Cada persona es relativamente independiente y tiene que ser consciente de ello y valerse por sí misma.

9. Sólo si me siento valioso por ser como soy, puedo aceptarme, puedo ser auténtico, puedo ser verdadero
La autoestima es un elemento que merece ser cuidado para encontrarse mejor con uno mismo.

10. Cada vez que algo se va, deja lugar a lo que sigue
Que termine algo no significa que sea el final; la vida continúa.

11. Equivocarse es parte importante del aprendizaje, pues sin equivocaciones no hay crecimiento
Es parte de aprender el cometer errores para que no vuelvan a pasar.


Aborigenes

Qué es Aborigen:

Aborigen hace referencia a todo aquel ser que es originario del lugar donde vive, indistintamente de que sea humano, animal o vegetal. El vocablo, como tal, es el singular formado a partir del plural latino aborigĭnes, que significa ‘desde los orígenes’.

Aborigen también es un término usual para contrastar al morador que es descendiente de los habitantes originales de un país, región o lugar, en comparación con aquellos que se han establecido posteriormente, ya por procesos de colonización, invasión o intrusión.

Este tipo de diferenciación es común en países que han vivido situaciones de colonización, donde una cultura ha sido desplazada, ya de manera violenta, ya por asimilación de la nueva cultura, ya debido a cualquier otro proceso, por otra cultura que ha pasado a ser la dominante.

En dicho caso, tanto la lengua como la cultura, costumbres y tradiciones de los habitantes originarios pasará a denominarse aborigen. Es el caso, por ejemplo, de los aborígenes australianos, norteamericanos, neozelandeses, mexicanos, etc.

Aborígenes americanos

Con el nombre de aborígenes americanos se ha tendido a designar a los descendientes de los pueblos originarios del continente, es decir, aquellos que lo habitaban desde antes de la llegada del hombre europeo, también llamados indios (debido a una confusión geográfica de Cristóbal Colón, quien pensó hasta su muerte que había arribado a la India) o indígenas, aunque la manera más acertada de llamar a los aborígenes americanos es amerindios o indoamericanos.

Pensamientos Obsesivos


Los pensamientos pueden ser una parte muy importante de nuestra vida porque nos permiten darnos cuenta de cómo sentimos y actuamos. Nos ayudan a reflexionar y dan sentido a nuestra experiencia diaria. El problema viene cuando estos pensamientos se convierten en obsesivos y limitan nuestras acciones. No todo lo que pensamos nos ayuda, de hecho, hay veces que los pensamientos pueden llegar a ser tóxicos.

Hay ciertos pensamientos que en vez de ayudarnos nos bloquean y producen sensaciones como pueden ser ansiedad y agobio. Por ejemplo, imagina a un chico que duda si ha cerrado la puerta del coche y no para de darle vueltas al asunto, a pesar de haberlo comprobado en el momento. 

Aprender a manejar los pensamientos repetitivos puede ser clave para recuperar tu bienestar emocional.

Pensar demasiado es agotador
Normalmente reflexionamos sobre nuestras preocupaciones intentando encontrar soluciones a nuestros problemas. De esta manera, llegamos a descubrir nuevos puntos de vista que nos ayudan a manejar de una forma más llevadera lo que nos sucede. Pero, este proceso natural de reflexión interna, no siempre sale cómo esperamos  y en vez de proporcionarnos mayor claridad, nubla nuestro juicio, entrando en una espiral de pensamientos negativos que se repiten una y otra vez
.
Los pensamientos se vuelven intrusos de nuestra mente, y si les hacemos caso, pueden acabar convirtiéndose en obsesiones que limitan nuestras actuaciones. Esta necesidad de rumiar sobre lo que nos preocupa puede ocurrir en cualquier situación. Por ejemplo, cuando estamos en el trabajo, haciendo la compra o lavándonos los dientes. Sin darnos cuenta, pueden ocupar todo nuestro espacio mental, afectando también al estado de ánimo.

¿Qué son los pensamientos obsesivos?
Los pensamientos obsesivos son ideas repetitivas, recurrentes e involuntarias normalmente centradas en preocupaciones, miedos y angustias que te impiden enfocar tu atención en el presente. La ansiedad y el estrés son la causa principal de este tipo de pensamientos, que pueden afectar también a tus comportamientos.

Imagina a una persona que no puede quitarse de la cabeza la obsesión de que está contaminada. Esta idea hará que probablemente se limpie más a menudo y evitar así ciertos lugares que considera sucios. Este tipo de pensamientos negativos pueden aparecer también en forma de imágenes mentales que se repiten una y otra vez, sin control alguno. Se crea una especie de círculo repetitivo del cual nos puede ser muy difícil salir.

Es como si quedaras atrapado en un huracán de pensamientos que da vueltas sobre sí mismo con una fuerza arrolladora. La rumiación es tan intensa que puede ser incluso adictiva: cuánto más intentamos dejar de pensar, más pensamientos obsesivos aparecen.

Cada vez que intentas que los pensamientos obsesivos se marchen les das más fuerza para que sigan repitiéndose sin cesar. Imagina que puedes observarlos desde la distancia como si fueran coches pasando por una carretera. De esta manera, no te quedas apegado a ellos sino que puedes dejar que se marchen, a través de la aceptación.

Por tanto, los pensamientos obsesivos pueden interferir en nuestra vida, haciendo que la controlen totalmente. Si empezamos a aceptarlos y a cuestionarlos va a ser más fácil que los podamos gestionar. Recuerda somos mucho más que nuestros pensamientos: si aprendemos a desapegarnos de ellos, seremos libres de ataduras y preocupaciones excesivas que solo nos amargan la vida.


sábado, 8 de julio de 2017

En Procura De Las Cumbres


“El hombre es una caña, la más débil de todas, pero una caña que  piensa.”                                                                                        Blas Pascal

Dicen que empieza cuando dos semi células se encuentran y se hacen una. Y es maravillosa la forma como esta una cumple su laboriosa, perfecta,  tarea de multiplicarse. Y a las pocas semanas un nuevo corazón habita en el planeta y con cada apresurado latido proclama que la sorprendente aventura humana continúa.

Las personas acostumbramos a ser muy exigentes con la vida e incluso con nosotros mismos. Nos marcamos pautas, objetivos y múltiples sueños por cumplir. Y desde luego, todo esto no solo está bien, sino que es necesario. Todos necesitamos proyectos a corto y largo plazo que poder cumplir para enorgullecernos de nosotros mismos, para adquirir capacidades y habilidades personales.

Ahora bien, en ocasiones, quien se marca altas expectativas corre el riesgo de no deleitarse de los triunfos cotidianos, los más humildes y que solo las personas sencillas pueden apreciar: como el cariño, la amistad, la tranquilidad…

Ser exigente y buscar la perfección en cada cosa que hacemos es en muchas ocasiones el reverso de una moneda. La exigencia nos hace desarrollar múltiples capacidades, pero a su vez, quien se aplica una alta autoexigencia raras veces se siente satisfecho.

En realidad, la perfección no es más que una quimera, una aspiración intangible. No existen las vidas perfectas y sin altibajos. La existencia es un carrusel de emociones intensas donde el billete sólo tiene un objetivo: aprender cada día de nuestra vida.

La vida son instantes que se inscriben en el día a día con sutil serenidad. Es un lenguaje propio que lleva su ritmo y que no todos saben apreciar, porque hay quien va a contracorriente, con demasiadas prisas, con el corazón desafinado y la mente alborotada.

La vida es maravillosa sin necesidad de ser perfecta, porque lo que es perfecto carece de error o de equívoco, y entonces no hay aprendizaje.

La existencia es a veces un duro maestro, y ahí está su grandeza, y también su locura, ahí su caos y sus placeres, esos que debemos vivir a contrapelo sin buscar la perfección, sólo los instantes que disfrutar con el máximo de nuestras fuerzas.

¿Necesitas triunfar?

No necesitas triunfar, lo que necesitas es vivir. Nadie nos mandó a este mundo para que triunfásemos y los demás nos aplaudieran, eso solo está en nuestras cabezas fantasiosas. Estamos aquí para ser felices, para interactuar con nuestro alrededor y disfrutar con ello. El éxito no es una necesidad para el ser humano y quien cree eso se autoprovocará al final bastantes dolores de cabeza y quizá alguna que otra úlcera de estómago.


Desarrollar La Confianza

Hasta no hace tanto, muchos de nosotros fuimos aquello que pudimos o que otros nos dejaron ser. Sin embargo, con el tiempo, el corazón se enciende y la mirada se vuelve valiente. Atrás quedaron los miedos, porque hoy, por fin, somos todo lo que queremos, sin restricciones ni reservas y sin miedo al qué dirán.

Lograrlo no siempre es fácil, es resultado de un viaje para el que no siempre compramos los billetes correctos. La realización personal no llega con los años, como lo hacen las primeras canas o las primeras arrugas. Alcanzar la plenitud y esa sensación de bienestar y de equilibrio interno no es algo normativo, ni tampoco un programa que podamos instalar en nuestro cerebro como quien se descarga una aplicación nueva en su teléfono móvil.

“La felicidad es cuando lo que piensas, haces y dices está en armonía”
-Ghandi

Por otro lado, hay algo curioso en todo esto. Cuando en ocasiones pasamos por delante de una cafetería y escuchamos al vuelo alguna que otra conversación, hay una frase que casi siempre se repite. Es como un leitmotiv, como un especie de lamento o casi como una invocación: “Yo lo único que quiero es ser feliz”.

En esta frase se contiene cierta gota de desesperación y una tonelada de anhelos. Es como si muchos de nosotros sintiéramos una especie de “despersonalización”, como si estuviéramos enfrascados en una realidad en la que no nos identificamos, que no nos pertenece porque sencillamente, no nos confiere una felicidad real.

Te proponemos reflexionar sobre ello, te invitamos a hacer cambios para construir una nueva realidad más satisfactoria.

Lo que era ayer y lo que soy en este momento

Hay quien se enorgullece cual regio titán de no haber cambiado nunca. De mantener siempre un mismo estilo de pensamiento, unas mismas actitudes y unas mismas esencias. Hemos de tener cuidado con este tipo de personalidades porque el ser humano, lo queramos o no, está obligado a avanzar como persona, a crecer, a ser flexible y a adaptarse a esta compleja realidad para construir una felicidad más íntegra, real y satisfactoria.

Ahora bien, la felicidad no debería ser una meta sino una consecuencia, un subproducto de cada una de las acciones que hacemos al cabo del día, esas por las que merece la pena vivir.


Congruencia


Seguramente muchas veces han oído hablar de la congruencia y de lo que implica ser alguien congruente. O quizá han escuchado el típico comentario de “¡Es un incongruente! Hace una cosa y dice otra, ¡no hay quién le entienda!”

Pues bien… parece que ser congruente está ligado a una cierta transparencia tanto interna (de una persona consigo misma) como externa (en la que lo que uno refleja es lo que uno ES). Uno no muestra nada más que su verdad, sin camuflajes ni máscaras.

En cambio, las personas que actúan de manera incongruente son aquellas que generan ciertos quebraderos de cabeza tanto para ellos mismos como para los demás. Se alejan de lo que SON, se comportan de una manera diferente a como se sienten o a cómo piensan.

La congruencia es la correspondencia entre lo que uno siente y expresa
Por tanto, podemos definir la congruencia como ese equilibrio que existe entre el estado más visceral de uno (lo que uno siente en sus “tripas”) y la exteriorización que uno hace de ello en su comportamiento, tanto verbal como no verbal. Es decir, cuando uno es congruente no existe una falta de sintonía entre lo que uno siente y lo que uno exterioriza.

“Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es”
-Jean Paul Sartre-

Por ejemplo, si me siento traicionada por mi amiga, no lo camuflaré ni haré como si no hubiera pasado nada. Reflejaré como me siento, ya que es mucho el dolor que he recibido y me gustaría que ella pudiera ver cómo me ha hecho sentir. Seré congruente con mi dolor y con mis sentimientos.
Las personas congruentes generan confianza hacia los demás

Las personas congruentes suelen generar confianza en los demás, ya que no muestran otra cara diferente a la que sienten, ni se esfuerzan por fingir o disimular su estado interno. Saben escuchar lo que sienten por dentro y son capaces de aceptarlo, sin engañarse a sí mismos ni a los demás.
La congruencia habla de la correspondencia entre pensamientos y acciones

También hablamos de congruencia cuando nos referimos a esa sintonía que existe entre nuestras acciones o comportamientos y nuestra forma de pensar. Muchas veces, probablemente, nos habremos descubierto a nosotros mismos actuando de una manera que se contrapone a nuestros pensamientos y valores. Ello nos produce una mezcla de extrañeza y vergüenza.

Si yo presumo de lo tolerante y paciente que soy con los demás, pero luego, a la primera de cambio, soy incapaz de asumir otros puntos de vista diferentes al mío; si me enfado y me crispo… probablemente tenga que replantearme esta idea de mí mismo. Ya que creer que uno es de una manera, pero luego en verdad ser de una forma contraria a la que se cree produce una sensación nada agradable. Por lo tanto, esta incongruencia se tiende a eliminar: a favor de un lado o de otro.

Por ello iniciarse en el camino de la congruencia no es ninguna “tontería”: implica un pacto de honestidad con uno mismo muy importante.

viernes, 7 de julio de 2017

Diógenes


La historia de Diógenes de Sinope: el filósofo griego que vivía en la indigencia

Residía en una tinaja, comía junto a los perros y hacía todas sus necesidades en público. Hoy en día, “el síndrome de Diógenes» designa un trastorno del comportamiento que se caracteriza por el total abandono personal y por la acumulación de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos”
Antes de partir a la conquista de Asia, Alejandro Magno se detuvo en Corinto y pidió conocer «al filósofo que vivía con los perros», o al menos eso cuenta una leyenda de larga tradición. El joven macedonio quedó asombrado con Diógenes de Sinope, pues no se parecía a ningún sabio que el joven macedonio, educado por Aristóteles, hubiera conocido o imaginado nunca: dormía en una tinaja y se rodeaba las veinticuatro horas del día por una jauría de perros. Alejandro entabló conversación con el entonces anciano y, horrorizado por las condiciones en las que vivía, le preguntó si podía hacer algo para mejorar su situación. «Sí, apartarte, que me estás tapando el Sol», contestó el filósofo de malas maneras al que era ya el dueño de Grecia. No en vano, según la leyenda, el macedonio no solo aceptó el desplante sin enfadarse, sino que le mostró su máxima admiración: «De no ser Alejandro, yo habría deseado ser Diógenes».

Perteneciente a la escuela cínica, que consideraba que la civilización y su forma de vida era un mal en sí mismo, Diógenes de Sinope llevó hasta el extremo las ideas del fundador de esta filosofía, Antístenes. Lejos de lo que hoy se entiende por cinismo (tendencia a no creer en la sinceridad o bondad humana y a expresar esta actitud mediante la ironía y el sarcasmo), las ideas de Antístenes buscaban alcanzar la felicidad deshaciéndose de todo lo superfluo. Así, este discípulo directo de Sócrates se retiró a las afueras de Atenas para vivir bajo sus propias leyes, sin obedecer a las convenciones sociales. No obstante, fue su aventajado discípulo, Diógenes, quien hizo célebre su obra a través de la indigencia más absoluta

Poco se sabe sobre la infancia de Diógenes, nacido en la colonia griega de Sínope (en la actual Turquía) en el 412 a. C, salvo que era hijo de un banquero llamado Hicesias. Ambos se dedicaban a fabricar monedas falsas, algunos historiadores han sostenido que con fines políticos y no por lucro personal, hasta que fueron desterrados por esta causa a Atenas. Los arqueólogos, de hecho, han podido corroborar el episodio a través del gran número de monedas falsificadas con la firma de Hicesias, el oficial que las acuñó, encontradas en el lugar de nacimiento del filósofo.
Vestido solo con una humilde y roída capa

Decepcionado por la superficialidad de los atenieses y sus rigores sociales, el joven filósofo conoció a Antístenes –un discípulo de Sócrates que, según Platón, estaba presente durante su suicidio–. Diógenes tomó al pie de la letra las enseñanzas de su maestro, entregándose a una vida de extrema austeridad con la pretensión de poner en evidencia la vanidad y artificiosidad de la conducta humana. 

Así estableció su vivienda en una tinaja, que solo abandonaba para dormir en los pórticos de los templos, se vistió con una humilde capa y comenzó a caminar descalzo sin importarle la estación del año. Sin embargo, según cuenta el mito sobre su vida, para el griego nada era lo suficientemente humilde y siempre encontraba nuevas formas de reducir su dependencia por lo material. En una ocasión, vio como un niño bebía agua con las manos en una fuente: «Este muchacho –dijo– me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas», y tiró su escudilla (un recipiente semiesférico usado para trasladar líquidos). También se despojó de su plato al ver que a otro niño, al rompérsele el suyo, puso las lentejas que comía en la concavidad de un trozo de pan.

La actitud de Diógenes, no en vano, podía pasar en ocasiones por la de un provocador obsceno o la de un elemento subversivo. Además de hacer sus necesidades a la vista pública, como prueba de que ninguna actividad humana es tan vergonzosa como para requerir privacidad, se masturbó en el Ágora, la principal y más transitada plaza de Atenas, sin más explicación que  « ¡Ojalá, frotándome el vientre, el hambre se extinguiera de una manera tan dócil!». Y, entre las numerosas anécdotas sobre su vida, también destaca por ofensiva la actitud que padeció un adinerado hombre que tuvo la osadía de invitarle a un banquete en su lujosa mansión con la única prohibición de que no escupiera en su casa. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse.

Sin conocerse realmente las circunstancias que le llevaron a Corinto, donde tendría el encuentro con Alejandro Magno, la leyenda sostiene que Diógenes fue capturado por unos piratas y vendido como esclavo cuando se dirigía a Egina (Islas Sarónicas, Grecia). Fue comprado por un aristócrata local, Xeniades de Corinto, quien le devolvió la libertad y le convirtió en tutor de sus dos hijos. Pasó el resto de su vida en esta ciudad, donde de la misma forma son fértiles las estrambóticas anécdotas sobre el comportamiento del filósofo
.
Precisamente, a cuenta de su muerte, también se han escrito diferentes y fabuladas versiones. Según una de ellas, murió de un cólico provocado por la ingestión de un pulpo vivo. No en vano, la más excesiva asegura que falleció por su propia voluntad: reteniendo la respiración hasta quedar sin vida. «Cuando me muera echadme a los perros. Ya estoy acostumbrado», fueron sus últimas palabras. Su ocaso aconteció el mismo año, el 323 a. C., que el gran Alejandro.



Entre Bambalinas


¿Cuántas veces hemos tratado de resolver algo y, tras abandonarlo por imposible, la solución aparece delante de nosotros como por arte de magia? La historia de la innovación y la creatividad está plagada de descubrimientos y demostraciones que se han producido, tras innumerables fracasos,  a través de una reiteración de hechos.

Esto es posible gracias a los distintos tipos de atención que somos capaces de desplegar, fruto del funcionamiento de nuestra mente
.
Parece que la psicología cognitiva está bastante de acuerdo en que disponemos de dos sistemas mentales separados y relativamente independientes. Walter Mischel nos habla del sistema frío y el sistema caliente, centrándose en el control de los impulsos.

Daniel Kahneman hace referencia a los sistemas 1 y 2, y Daniel Goleman usa una metáfora vertical, identificando a estos sistemas como superior e inferior. En definitiva, hablan de lo mismo aunque desde distintos enfoques, dando origen a distintos tipos de atención.

El sistema inferior, usando la terminología de Goleman, dispone de una gran capacidad de computación, permaneciendo siempre en funcionamiento en segundo plano, tratando de resolver aquellos problemas que percibe. Opera más allá de nuestra conciencia, siendo totalmente transparente e invisible para nosotros. Funciona sin apenas esfuerzo, de forma automática y a gran velocidad, permaneciendo fuera de nuestro control.

“Esta forma de atención, que discurre entre bambalinas, suele irrumpir, en ocasiones de un modo completamente inesperado en el centro del escenario”.
Daniel Goleman

La mayor parte de nuestro cableado neuronal se asienta en lo que se conoce como los circuitos subcorticales. Estos circuitos se ubican en la parte inferior del cerebro. Cuando este sistema resuelve algo por su cuenta, lo comparte de forma inmediata con el sistema superior, el neocortex
haciéndonos conscientes de ello y poseyendo nuestra atención de forma involuntaria. A este proceso se le denomina como ascendente o de abajo arriba. 

De igual forma, también se produce el proceso inverso, es decir descendente o de arriba abajo. En este caso nuestra actividad mental trata de imponer la coherencia a nuestro funcionamiento, en esta ocasión de forma voluntaria y controlada
.
La mente de abajo arriba es más rápida, involuntaria y automática. Es intuitiva, procesa en paralelo y funciona a través de redes de asociación. Se mueve a través de impulsos y emociones, por lo que está muy relacionada con el corto plazo. Se encarga de gestionar nuestros hábitos y por tanto nuestras acciones, además de gestionar nuestros modelos del mundo. Este tipo de procesos mentales consumen pocos recursos energéticos.

Por otro lado, el sistema superior es más lento. Su puesta en marcha es voluntaria, requiriendo de mucho más consumo energético. En él se asienta el autocontrol y por tanto la capacidad de poder poner freno a nuestros impulsos. Dispone también de la capacidad de generar hábitos de forma voluntaria y aprender nuevos modelos de comportamiento. Gracias a este sistema mental, podemos desarrollar talentos como la autoconciencia, la reflexión, la deliberación y la planificación.

“La atención voluntaria y la decisión intencional emplean los circuitos de arriba abajo, mientras que la atención reflexiva y los hábitos rutinarios lo hacen por su parte, de abajo arriba”
Daniel Goleman

La principal misión de nuestro cerebro es la supervivencia. Su criterio, a la hora de llevar a cabo las distintas acciones mentales, es de la máxima eficiencia, es decir, obtener con el mínimo esfuerzo el máximo de resultados. Cualquier esfuerzo cognitivo dedicado al aprendizaje de algo o a la ejecución de algo nuevo, requerirá mucha atención y por tanto mucho coste energético. De ahí la necesidad de convertir la mayor parte de nuestros comportamientos en hábitos. A mayor automatización y dominio competencial, menor coste energético. 

El punto álgido en este sentido, se produce cuando somos capaces de entrar en un estado de flujo en el que nuestra experiencia nos permite prestar atención a lo que estamos haciendo sin apenas esfuerzo. Otra clave es desarrollar aquellos hábitos que nos permitan aumentar la confianza en nuestro sistema ascendente, para conseguir una mente más libre y ágil. Como diría David Allen, una mente como el agua.

La efectividad personal requiere un compromiso activo con nuestra atención. Gestionar este valioso recurso de forma adecuada, implica desarrollar hábitos efectivos y desarrollar nuestra inteligencia emocional para dar protagonismo al autocontrol. Ya sabías que las distracciones están en tu mente

Ahora, lo que ocurre entre bambalinas.


jueves, 6 de julio de 2017

Las Oportunidades Latentes


GENEROSIDAD: Dar y darse sin esperar nada a cambio.

Hoy me he levantado preguntándome si podría identificar algunas de las causas por las que nuestra sociedad actual padece de tantos males como el consumismo, la violencia, la drogadicción, etc.

¿Qué hace falta? ¿Cómo podremos contribuir aunque sólo fuese en un miligramo a la curación de un medio social desgarrado y enfermo por tantos males y desdichas? ¿Será acaso que hemos olvidado que vivimos en una relación con los demás, que aunque a veces nos parezca innecesaria, nos hace ser lo que somos? ¿Qué ha pasado con la generosidad? Veo en nuestra actual sociedad como, de manera inconsciente, colocamos la comodidad, el dinero y la imagen como los valores supremos dentro de las virtudes que todo ciudadano moderno debe de tener. ¿Y la generosidad, dónde queda? 

Esa capacidad dentro del corazón humano que nos despierta la necesidad de ayudar a los demás, de entregar parte de nuestro tiempo a causas nobles, de desprendernos de algunas cosas que atesoramos, pero que nunca usamos. ¿Será que nuestra madre cultura nos está convenciendo de la importancia de la egolatría como medio de figurar más en el teatro social?

En esta época nuestra, que exalta como valores supremos la comodidad, el éxito personal y la riqueza material, la generosidad parece ser lo único que verdaderamente vale la pena en esta vida.

El egocentrismo nos lleva a la infelicidad, aunque la sociedad actual nos quiera persuadir de lo contrario. Cuando la atención se vuelca hacia el “Yo”, se acaba haciendo un doble daño: a los demás mientras se les pasa por encima, y a uno mismo, porque a la postre se queda solo.

Pero ¿Qué es la generosidad? Generosidad es pensar y actuar hacia los demás, hacia fuera. No hacia adentro.

A pesar de la gran desvalorización de la sociedad, hay que decir que muchos hombres y mujeres son ejemplos silenciosos de generosidad: la madre que hace de comer, se arregla, limpia la casa y además se da tiempo para ir a trabajar; el padre que duerme solo cinco o seis horas diarias para dar el sustento a sus hijos; la juventud generosa que ayuda a sus amigos cuando tienen problemas. 

Todos ellos son ejemplos que sin duda deberíamos seguir. Y estos actos de generosidad son de verdad heroicos. Siempre es más fácil hacer un acto grandioso por el cual nos admiren, que “simplemente” darnos a los demás sin obtener ningún crédito. 

Y es que casi todos tendemos a buscar el propio brillo, la propia satisfacción, el prevalecer sobre los demás y solemos evitar el dar nuestra luz a los demás.

Hugo W Arotegui



miércoles, 5 de julio de 2017

Pretextos


Los seres humanos somos expertos en crear pretextos. Somos capaces de crear mil y una excusas con el mero fin de sobreprotegernos, de mantenernos en nuestra zona de confort, donde sabemos lo que tenemos; pero jamás sabremos lo que podríamos llegar a tener. Y es que las excusas son pequeñas ladronas de oportunidades.

Una vez que hemos convertido nuestras acciones en hábitos y, por lo tanto, en rutinas, es posible (sucede a menudo) que nos estén privando de lo que más queremos. Las excusas siempre están más cerca del engaño que del argumento. Existen infinitos pretextos para no llevar a cabo alguna acción que a priori, y en teoría, sí queremos llevar a cabo.

“El verdadero enemigo del éxito no es el fracaso, como muchos piensan, sino el conformismo y la mediocridad. Todos cargamos con más vacas de las que estamos dispuestos a admitir; excusas que ni nosotros mismos creemos, con las que pretendemos explicar por qué no hemos hecho lo que sabemos que tenemos que hacer”
Camilo Cruz

El ser humano tiene una conversación interna constante, que en coaching denominamos la columna izquierda. En esa conversación tratamos de autoconvencernos o de autoimponernos excusas que nos “permitan” no realizar la tarea que teníamos pensada “sin sentirnos mal”. El problema de ese “no sentirnos mal” es que es momentáneo. Porque, en el fondo, sabemos que esas excusas son mentiras que nos contamos, y una vez que volvemos a la consciencia de nuestros objetivos se produce un efecto rebote que hace que no sólo nos sintamos mal, sino que comencemos a maltratarnos psicológicamente por haber hecho tal cosa.

Las excusas nos “protegen” del fracaso. Hacen que nos preparemos a nosotros mismos, que no intentemos algo “por sí sale mal”. Y lo que hacemos en realidad es no intentarlo, y así privarnos de la posibilidad de tener éxito; además de la generación de nuevas experiencias que siempre nos enseñarán algo.

Existe el mismo tiempo para todos. Cada persona decide de manera libre en qué emplear su tiempo: en trabajar, en dormir, en comer, en jugar, en leer, en estudiar, en entrenar, en ver televisión, etc. Uno siempre es libre de ajustar su tiempo a sus necesidades. 

Y es que la vida no es más que un cúmulo de decisiones que deberían estar regidas por nuestras prioridades. 

Y tú, ¿de qué manera estás libremente dedicando tu valioso tiempo?

“Hay mil excusaspara fallar, pero ni una sola buena razón”
Mark Twain


Caminos Divergentes


Es difícil, para muchos, aceptar la idea de que nuestros respectivos caminos de vida puedan tomar orientaciones divergentes. A pesar de los vínculos tan fuertes que puedan unir a veces a algunos seres, ya sea en un plano de amistad, profesional o amoroso, la vida demuestra que cada recorrido es único, y que rara vez evoluciona, durante toda una existencia, paralelamente al de otros.

Nuestro propio camino lo trazamos en cada instante, con cada elección que hacemos, y escuchando a nuestro corazón. No podemos controlar, de antemano, el rumbo que tomará mañana ni todos los días que tendremos la fortuna de vivir. Por más que intentemos orientarlo de forma duradera, hemos de asumir que cualquier cosa puede influir en su trayectoria, en cualquier momento. 

No podemos imponer una dirección para toda la vida, aun cuando nos esforcemos  por seguir los pasos de otros.

Es una evidencia geométrica que nuestro ámbito de relaciones está en constante evolución, y que todos los caminos que se cruzan terminan tomando, inevitablemente, direcciones divergentes.  No podemos avanzar por la vida y fijar, al mismo tiempo, la intersección de dos vías. 

El carácter aparentemente imprevisible de estos cruces de caminos acaba siendo un poderoso motor de evolución que nos pone constantemente en entredicho, en cada encuentro… y en cada alejamiento, también. 

Toda relación termina inevitablemente por disolverse un día, y aquel que intenta agarrarse a ella se recluye en la ilusión y en el apego. La vida solo existe en el movimiento, en lo pasajero de toda realidad terrestre.

Por desgracia, el ser humano amancilla a menudo una relación terminada, como si hiciera falta hallar un responsable de la divergencia de orientaciones, en lugar de aceptar que el final de todo camino compartido es una enseñanza mutua enriquecedora, que hace de nosotros lo que hoy somos. 

Nada se estropea cuando dos caminos divergen, puesto que el otro continúa de alguna manera viviendo en nosotros, a través de la experiencia vivida. Depende únicamente de nosotros que lo integremos, para darle un sentido.

El fracaso no está sino en nuestra incapacidad de crecer a partir de relaciones pasadas. Deberíamos celebrar cada separación lo mismo que cada encuentro. 

Por mi parte, experimento siempre mucho amor y agradecimiento hacia las personas que han formado parte de mi vida, pues aunque nuestros caminos hayan tomado direcciones diferentes, la riqueza de nuestro pasado común es parte integrante de los fundamentos del ser que ahora soy. El amor no se limita a la proximidad de dos seres, sino que puede vivirse más allá de cualquier distancia adoptada. Solo la forma cambia…

Renunciar a seguir una vía propia, para seguir los pasos de otros, es una forma de negación de sí, que conduce a vivir la vida de otros, en la ilusión de que la felicidad solo puede venir del exterior. Por supuesto, otra vía puede inspirarnos, pero no deberíamos nunca restringirnos a ella, o encerrarnos en ella.  Observar con desapego un camino divergente del nuestro es de una riqueza enorme, puesto que nos lleva al cuestionamiento y al replanteamiento. 

Obligarnos, en cambio, a seguirlo ciegamente es solo pérdida y olvido de nosotros mismos.


Hugo W Arostegui

Indispensables


El término indispensable es aquello que resulta necesario, imprescindible o fundamental para algo o para alguien.

Es un significado que surge por oposición del término dispensable, que, por el contrario, se refiere a aquello que se puede dar, expender o despachar.

Indispensable es una palabra que se origina del latín dispensare, a la que se le añadió el prefijo in-, que indica negación, y el sufijo -bilis, que indica posibilidad.

También es un adjetivo que acompaña a los sustantivos y los califica. En este caso, indica la necesidad de algo o alguien.

Algunos de los sinónimos por los cuales se puede sustituir la palabra indispensable pueden ser: necesario, imperioso, imprescindible, preciso, importante, entre otros.

Indispensable en cuanto a obligación: hay situaciones que conllevan un acto de responsabilidad y que implícitamente hacen que ciertos objetos o personas sean indispensables para el desarrollo de las mismas. Por ejemplo, la presencia de una persona en una reunión o, el uso de calzado para salir a caminar.

Otros ejemplos de situaciones en las que son indispensables un objeto o individuo pueden ser la presencia de un equipo de médicos para llevar a cabo una intervención quirúrgica, el uso de trajes especiales para viajar hacia el espacio, el hábito de tener una alimentación balanceada en función de la buena salud, entre otros.

Indispensable en cuanto a lo laboral: por otro lado, las personas no son indispensables en los puestos de trabajo, es decir, una empresa o institución no depende exclusivamente de un empleado para su óptimo funcionamiento, por ello la rotación de personal es continua y en pro de la competitividad de éstas.

Por el contrario, sí resulta indispensable contar con un grupo de empleados con conocimientos y capacidades para desarrollar sus actividades.

Indispensable en cuanto a relaciones sentimentales: existen relaciones sentimentales en las cuales las personas pueden sentir que su pareja, amistad o un familiar es indispensable en su vida, que no pueden vivir sin esa persona. Estas realidades de dependencia no son sanas para ninguna relación.
Por ejemplo, en un noviazgo, matrimonio o grupo familiar, a veces un individuo puede resultar indispensable para la vida de otra persona. 

No obstante, eso no es verdadero. Hay personas que se aferran de más a sus seres queridos, tanto así que incluso los pueden alejar.

En las relaciones personales, así como en las relaciones laborales, ninguna persona es indispensable. Por ello es importante que las personas, como individuos, se quieran a sí mismas, se valoren y comprendan que no necesitan de otros para llevar una vida plena y feliz.

Indispensable en cuanto a telecomunicación: ahora bien, indispensables resultan ahora muchas de las herramientas que se han concebido a través de la tecnología en cuanto a comunicación se refiere. Por ejemplo, los teléfonos móviles o smartphones, son equipos de comunicación a los cuales se les pueden descargar diversas aplicaciones.


Estas aplicaciones están resultando cada vez más indispensables o necesarias para el desarrollo de la comunicación e intercambio de información. Este es un ejemplo de cómo lo indispensable también puede resultar positivo.

La continuidad de la vida


Una de las características más importantes de la vida es su continuidad. Desde que el primer ser vivo apareció en nuestro planeta hasta hoy, la vida se ha mantenido como una constante durante millones y millones de años. 

Esta continuidad se ha conseguido gracias a una serie de mecanismos hereditarios que no solo perpetúan la existencia de los seres vivos, sino también de aquellos caracteres evolutivos que van apareciendo en ellos como resultado de los cambios y adaptaciones a los diferentes ambientes. Pero para que estos mecanismos hereditarios y evolutivos puedan actuar, es indispensable, que los seres vivos, ejerzan una de sus funciones más características: la reproducción.

La reproducción, a diferencia de otras funciones vitales, no es indispensable para la vida del individuo en sí, pero sí para la continuidad de la vida de la especie. A cualquier ser vivo, vegetal o animal, se le pueden extirpar sus órganos reproductores y el individuo sigue vivo; pero si a todos los individuos de una determinada especie se les privase de su sistema reproductor, dicha especie estaría llamada a desaparecer. La posibilidad de reproducción confiere entonces a la materia viva la condición esencial de su continuidad, logrando así compensar la desaparición de los individuos producida a causa de la enfermedad y la muerte. 

Existen en el mundo dos procedimientos de reproducción presentes tanto en el reino Vegetal como en el Animal, con características específicas bien diferenciadas: el asexual y el sexual.

La reproducción asexual parte de un único individuo, del cual se desprende una parte que se transforma en un nuevo ser semejante al progenitor. 

La reproducción sexual, en cambio, se basa en la unión de dos células especializadas, llamadas gametos, procedentes de dos progenitores sexualmente distintos, pero de la misma especie.

En el caso de la reproducción asexual, también llamada reproducción vegetativa o multiplicación asexuada, el proceso reproductor es muy sencillo y, al afectar a un único individuo, los caracteres hereditarios de éste, y solo ellos, serán los que se transmitan a su descendiente o descendientes. 

En la reproducción sexual los mecanismos son más complejos, tanto en lo que se refiere a la propia elaboración de los gametos como a la indispensable fusión de los dos procedentes de individuos sexualmente distintos. De esta fusión de los gametos o células reproductoras se origina una nueva célula, llamada cigoto, que dará origen a un nuevo ser en el que estarán presentes los caracteres hereditarios de ambos progenitores. Al permitir el intercambio de material hereditario entre sujetos sexualmente distintos, la reproducción sexual da origen a individuos en los que hay mayores posibilidades de aparición de nuevos caracteres que representen una mejora en relación con cada uno de los progenitores, su poniendo un factor fundamental en la selección natural.


Sea cual sea el mecanismo reproductor, es preciso que las especies dispongan de los resortes necesarios para asegurar la efectividad del proceso, haciendo posible que cada nueva generación equivalga aproximadamente a la anterior, consiguiendo que las variaciones a la constancia numérica, 
tanto por exceso como por defecto, sean corregidas, pues de lo contrario la especie acabaría por desaparecer. De este modo, si existe una disminución de la población, ésta deberá aumentar su fertilidad durante un tiempo hasta llegar a compensarla, y, por el contrario, si se produce una sobrepoblación, entrarán en funcionamiento mecanismos reguladores, tales como aumento de la depredación, aparición del hombre, aumento de la agresividad, que traerán como consecuencia la muerte de una parte y, por tanto, la vuelta al equilibrio. 

La continuidad de la vida implica, pues, no solo el simple acto de la reproducción, sino también los procesos encaminados a reducir al mínimo la mortalidad de las células reproductoras y de las crías.