“El hombre es una caña, la más débil de todas, pero
una caña que piensa.”
Blas Pascal
Dicen que empieza cuando dos semi células se encuentran y se
hacen una. Y es maravillosa la forma como esta una cumple su
laboriosa, perfecta, tarea de multiplicarse. Y a las pocas semanas un
nuevo corazón habita en el planeta y con cada apresurado latido proclama que la
sorprendente aventura humana continúa.
Las personas acostumbramos a
ser muy exigentes con la vida e incluso con nosotros mismos.
Nos marcamos pautas, objetivos y múltiples sueños por
cumplir. Y desde luego, todo esto no solo está bien, sino que es
necesario. Todos necesitamos proyectos a corto y largo
plazo que
poder cumplir para enorgullecernos de nosotros mismos, para adquirir
capacidades y habilidades personales.
Ahora bien, en ocasiones, quien se marca altas expectativas
corre el riesgo de no deleitarse de los triunfos cotidianos, los más humildes y
que solo las personas sencillas pueden apreciar: como el cariño, la amistad, la
tranquilidad…
Ser exigente y buscar la perfección en cada cosa que hacemos
es en muchas ocasiones el reverso de una moneda. La exigencia nos hace
desarrollar múltiples capacidades, pero a su vez, quien se aplica una alta
autoexigencia raras veces se siente satisfecho.
En realidad, la perfección no es más que una quimera, una
aspiración intangible. No existen las vidas perfectas y sin altibajos. La
existencia es un carrusel de emociones intensas donde el billete sólo tiene un
objetivo: aprender cada día de nuestra vida.
La vida son instantes que se
inscriben en el día a día con sutil serenidad. Es un
lenguaje propio que lleva su ritmo y que no todos saben apreciar, porque hay
quien va a contracorriente, con demasiadas prisas, con el corazón desafinado y
la mente alborotada.
La vida es maravillosa sin necesidad de ser perfecta, porque
lo que es perfecto carece de error o de equívoco, y entonces no hay
aprendizaje.
La existencia es a veces un duro maestro, y ahí está su
grandeza, y también su locura, ahí su caos y sus placeres, esos que debemos
vivir a contrapelo sin buscar la perfección, sólo los instantes que disfrutar
con el máximo de nuestras fuerzas.
¿Necesitas triunfar?
No necesitas triunfar, lo que
necesitas es vivir. Nadie nos mandó a este mundo para que triunfásemos y
los demás nos aplaudieran, eso solo está en nuestras cabezas fantasiosas.
Estamos aquí para ser felices, para interactuar con nuestro alrededor y
disfrutar con ello. El éxito no es una necesidad para el ser humano y quien
cree eso se autoprovocará al final bastantes dolores de cabeza y quizá alguna
que otra úlcera de estómago.
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