En general, cuando hablamos de solidaridad, surge la idea de
ayuda económica: dar dinero a los necesitados. O cuando menos de ayuda
material: dar comida, vestimentas, etc. Pero estas ideas, aunque sí forman
parte de la solidaridad, no lo hacen de forma completa. Hay tantas formas de
actuar solidariamente como problemas humanos existen, y en cada uno de esos
problemas humanos nos podemos entregar para colaborar y tomar por propias las
cargas del otro
.
Decir que la solidaridad es, en esencia, ayuda material,
sería el equivalente a afirmar que todos los problemas se resuelven de esa
manera; que el hombre sólo tiene necesidades materiales. Y el ser humano tiene
realmente necesidades que no son materiales, como aquellas afectivas,
espirituales, morales o sociales. Por lo tanto para estas necesidades, también
puede y debe existir una actitud solidaria. Por ejemplo: es posible, si no
podemos dar dinero para educación, que demos una parte de nuestro tiempo para
educar a niños de escasos recursos; o que favorezca la integración social de
una comunidad marginada.
Ser solidario es ser
caritativo, y ser, al mismo tiempo, desinteresado.
El solo acto de dar, o ayudar, no es lo más difícil. La
parte difícil comienza cuando se nos presenta el dilema de ayudar sin recibir nada
a cambio; de ayudar aunque nadie se entere, ni aún la persona a la que
ayudamos. Es difícil ser caritativos, solidarios, entregados, y ser, al mismo
tiempo, totalmente desinteresados. Aquél que da una billete de cien pesos a un
indigente, materialmente hace algo bueno: por ejemplo la persona necesitada
podrá comer con el dinero; pero si este acto lo hace para que otras personas lo
vean, para aparentar caridad, entonces ese acto, que es materialmente bueno y
solidario, se convierte no sólo en un acto deplorable y egoísta, que lejos de
engrandecer a la persona, la empobrece.
Ser solidario es una actitud
y disposición personal, constante y perpetua.
La solidaridad es activa, perseverante, constante y no debe
ser confundida con un sentimiento de malestar ante la desgracia de los demás.
Ni tampoco es una serie de actos aislados encaminados a ayudar al prójimo. Ser
solidario debe convertirse en hábito, en virtud, y en una forma de vivir para
cada ser humano.
Ser solidario implica poseer un adecuado nivel de autoestima.
Nadie puede amar a otro si no experimenta el amor a sí
mismo, y nadie puede estimar a otro si no experimenta primero la necesaria
dosis de autoestima; igual que nadie puede respetar la dignidad de los demás si
no sabe defender la propia dignidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario