Seguramente muchas veces han oído hablar de la congruencia y
de lo que implica ser alguien congruente. O quizá han escuchado el típico
comentario de “¡Es un incongruente! Hace una cosa y dice otra, ¡no hay quién le
entienda!”
Pues bien… parece que ser congruente está ligado a una
cierta transparencia tanto interna (de una persona consigo misma) como externa (en
la que lo que uno refleja es lo que uno ES). Uno no muestra nada más que su
verdad, sin camuflajes ni máscaras.
En cambio, las personas que actúan de manera incongruente
son aquellas que generan ciertos quebraderos de cabeza tanto para ellos mismos
como para los demás. Se alejan de lo que SON, se comportan de una manera
diferente a como se sienten o a cómo piensan.
La congruencia es la correspondencia entre lo que uno siente
y expresa
Por tanto, podemos definir la congruencia como ese equilibrio que existe entre el estado
más visceral de uno (lo que uno siente en sus “tripas”) y la exteriorización
que uno hace de ello en
su comportamiento, tanto verbal como no verbal. Es decir, cuando uno es congruente no
existe una falta de sintonía entre lo que uno siente y lo que uno
exterioriza.
“Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo
que es y se reconoce libre de ser lo que es”
-Jean Paul Sartre-
Por ejemplo, si me siento traicionada por mi amiga, no lo
camuflaré ni haré como si no hubiera pasado nada. Reflejaré como me siento, ya
que es mucho el dolor que he recibido y me gustaría que ella pudiera ver cómo
me ha hecho sentir. Seré congruente con mi dolor y con mis sentimientos.
Las personas congruentes generan confianza hacia los
demás
Las personas congruentes
suelen generar confianza en los demás, ya que no
muestran otra cara diferente a la que sienten, ni se esfuerzan por fingir o disimular
su estado interno. Saben escuchar lo que sienten por dentro y son capaces de
aceptarlo, sin engañarse a sí mismos ni a los demás.
La congruencia habla de la correspondencia entre
pensamientos y acciones
También hablamos de congruencia cuando nos referimos a esa sintonía que existe entre
nuestras acciones o comportamientos y nuestra forma de pensar. Muchas veces, probablemente, nos
habremos descubierto a nosotros mismos actuando de una manera que se contrapone
a nuestros pensamientos y valores. Ello nos produce una mezcla de extrañeza y
vergüenza.
Si yo presumo de lo tolerante y paciente que soy con los demás, pero
luego, a la primera de cambio, soy incapaz de asumir otros puntos de vista
diferentes al mío; si me enfado y me crispo… probablemente tenga que
replantearme esta idea de mí mismo. Ya que creer que uno es de una manera, pero
luego en verdad ser de una forma contraria a la que se cree produce una
sensación nada agradable. Por lo tanto, esta incongruencia se tiende a
eliminar: a favor de un lado o de otro.
Por ello iniciarse en el camino de la congruencia no es
ninguna “tontería”: implica un pacto de honestidad con uno mismo muy
importante.
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