La gratitud es una de las actitudes más importantes que
puedes adquirir, y una de las que más cambiará tu vida con
diferencia.
Alguien agradecido está mucho más cerca de lo que significa
ser feliz, y de llevar una vida más plena de lo que lo está una persona crítica
y malhumorada.
La gratitud cambiará tu
perspectiva de la vida.
Las personas agradecidas ponen su foco en dar y en los
demás, las personas desagradecidas se fijan más en sí mismos, y se revuelcan en
autocompadecerse, en su inseguridad y en sus dudas.
La gente agradecida es también mucho más optimista y siempre
ve las circunstancias en las que se encuentran como una oportunidad para
aprender lecciones y sacar algo bueno, lo cual no implica que no pase por
momentos bajos, pero son los menos.
Ten además en cuenta que, cuando practicas la gratitud, no
solo tú te sientes bien, sino que contribuyes a mejorar la vida de los demás
incrementando su bienestar.
Y te darás cuenta de que cuanto más das más recibes, porque cualquier acto que realices encaminado a
mejorar la vida de otra persona redundará en un beneficio para ti mismo.
Practicar la gratitud aumenta nuestra calidad de vida y
además fomenta la reciprocidad, siendo en este punto cuando el siguiente
mensaje cobra sentido:
Resumiendo, estos son algunos de los beneficios que yo veo
en practicar la gratitud:
Nos conecta con la vida.
Contribuye a la felicidad y al optimismo.
Reduce la insatisfacción.
Nos ayuda a adaptarnos a las circunstancias.
Mejora la salud mental y física.
Eleva la autoestima, la confianza y la seguridad.
Nos hace más conscientes y nos permite vivir en el presente.
Mejora nuestras relaciones haciéndolas más sanas.
Nos enfoca en lo positivo y en sus valores.
¿No te parecen razones suficientes como para ponerte a
agradecer ya mismo?
Y por si todavía no lo ves claro, y para complementar toda
esta verborrea, te dejo con una pequeña historia que a mí me resulta
especialmente reveladora.
“A una estación de trenes llega una tarde una señora muy
elegante. En la ventanilla le informan que el tren se retrasará y que tardará
aproximadamente una hora en llegar a la estación.
Un poco fastidiada, la señora va al kiosko y compra una revista, y en otra tienda compra también un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.
Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un periódico. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una, comienza a comérsela despreocupadamente.
La mujer se siente indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a ignorarlo haciendo como que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita, la exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.
Como única respuesta, el joven sonríe… y se sirve otra galletita.
La señora gruñe un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo una última galletita. ‘No podrá ser tan caradura’, piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.
Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Y con una sonrisa amorosa le ofrece media a la señora.
– ¡Gracias! – dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
– De nada – contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
El tren llega.
Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: ‘Insolente’.
Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas… !Intacto!.”
Y ahora dime:
¿Tú como prefieres ser?
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