Tenemos que hacerles ver lo que supone emigrar, e inmigrar.
Ante el “discurso social” que suele posicionarse en las “facilidades” que
tienen los inmigrantes para vivir, recibir ayudas, o que nos quitan trabajo
etc. (de nuevo conceptos adultos), sin entrar en la certeza o no de esas
afirmaciones (que no viene al caso en lo educativo), hagámosles ver las
dificultades, obstáculos y barreras que sufren al venir a nuestro país, y lo
doloroso que tiene que ser dejar su país, sus costumbres, su familia, amigos…
Que vean cómo a veces se juegan la vida para venir a nuestro país y conseguir
algo de comida, dinero… en una situación desesperada.
Intentemos que se pongan en su lugar, que entiendan lo difícil que lo deben de
tener, para así poder comprenderles mejor, ayudarles y apoyarles, lo cual
derivará en una interculturalidad y una interacción mucho más positiva y menos
conflictiva que al posicionarles como “enemigos”, “ladrones”, “vividores”, etc.
Potenciar su “mente abierta”
Las muestras de racismo y temor u odio hacia lo diferente
suelen ser propias de gente o sociedades cerradas, sin “abrirse” al exterior,
creyendo firmemente que no necesitan hacerlo.
Mantener al niño/a en una “burbuja” social, cerrada al
exterior, en la que todas las personas con las que interactúe sean muy
similares, estará empobreciendo su vida, su cultura, su aprendizaje… y le
estará inadaptando para una sociedad en la que habrá mucha diversidad.
Cuánto más formas diferentes de vida conozcan los niños/as, cuántas más
costumbres diversas, formas de vivir, de hacer las cosas, de pensar… cuánto más
avanzados estén en este sentido mejor se adaptarán a la sociedad del futuro, al
mundo adulto.
Para ello resultará muy positivo contarles historias de
otras sociedades, cuentos, leyendas, mitos, relatos históricos, anécdotas… que
conozcan otras culturas, visitando museos, probando alimentación de otros
países… y por supuesto viajando si es posible. Todo esto ayudará a que tengan
la “mente más abierta” a ver qué otros tipos de vida son posibles, y que se
puede convivir con ellos, y disfrutarlos.
Evitar generalizar y usar los tópicos
Es el gran rival a batir y el síntoma más claro del racismo:
los tópicos y las generalizaciones.
Tener un conflicto con una persona de otro país no es ser racista, pero
generalizar que todas las personas de ese país tienen los mismos rasgos
negativos que la del conflicto sí lo es.
El “odio” o “menosprecio” a personas de otra raza o cultura lleva intrínseco,
además del pensamiento obvio de que la otra cultura es negativa, que la nuestra
“es mejor”, que “es superior”.
Intentemos que nuestro/as niños/as, sociedad del futuro, no
caigan en el racismo de creerse “superiores” al resto de sociedad.
¿Cómo lo podemos hacer? Haciéndoles ver lo ilógico y lo
injusto que es ser racista y/o nacionalista al extremo (es decir, sentirse
“superior” a otra raza).
– Es ilógico.
Hay un discurso que los/as niños/as entienden muy bien. Este
discurso consiste en hacerles ver cómo el racismo, o el nacionalismo, son
ilógicos, absurdos, porque parten de que alguien se siente “mejor” que otros,
por haber nacido en un sitio determinado y eso, el nacimiento, es un asunto de
puro azar.
Hagámosles ver que han nacido en España, pero perfectamente podrían
haber nacido en cualquier otro país. Fue suerte que nacieran aquí, podrían
haber nacido en cualquier otra parte. ¿Cómo sentirse orgulloso o mejor que otro
por algo que es cuestión de suerte y que ellos/as no han tenido que hacer nada
para conseguir? Sería como sentirse orgulloso o mejor que otro por ser moreno,
o rubio… Absurdo. Uno puede sentirse orgulloso por ser buena persona,
trabajador, generoso, cariñoso… ésas sí son buenas razones, pero ¿por ser
moreno, español, alto…? Son cuestiones puras de azar.
Les sorprendería lo bien que comprenden estos razonamientos.
Y, a partir de aquí, podemos seguir debatiendo con ellos el por qué una persona
que ha nacido aquí tiene más derecho a trabajar en un sitio que uno nacido en
otro país… siguiendo el razonamiento anterior son ellos/as mismos/as los que se
dan cuenta de que las razones por las que una persona es “buena” para un
trabajo o lo que sea tendrán que ver con sus valores, capacidades… pero no con
su “origen”, que es meramente cuestión de suerte.
Es un discurso que funciona y que ayuda a impedir los pensamientos racistas y
de sentimiento de superioridad respecto a otras razas o culturas.
– Es injusto.
Además de incidir en lo ilógico que puede resultar el
racismo y el sentirse mejor que otro solo por el lugar de nacimiento o el color
de la piel, también es positivo hacerles ver la injusticia (obvia) que existe
en esos pensamientos.
Hagámosles ver que dónde haya nacido una persona no tiene
unas consecuencias claras en su comportamiento. Es decir, que no todo lo que
haga una persona española está bien por el hecho de ser española, ni todo lo
que haga un inmigrante es malo por ser inmigrante.
Ayudemos a que se den cuenta de que los valores están por
encima de las personas, y de su origen.
Esto es dificilísimo, porque es la
clave de la buena convivencia intercultural, pero al mismo tiempo resulta
sencillo irlo trabajando desde el mundo infantil, donde las normas están muy
marcadas y puede ser fácil que vean de forma negativa “romper una norma” o
“hacer algo mal”, indistintamente de quién lo haga.
La clave es conseguir que vean que lo que está bien está
bien, y lo que está mal está mal, sea quien sea quien lo diga o lo haga. Y
esto, insisto, es algo que en el mundo adulto nos cuesta mucho conseguir (ante
una idea, nos parece buena si la dice un/a amigo/a o mala si la dice alguien
que nos cae mal, etc.), pero a los/as niños/as les podemos hacer ver que los valores,
lo bueno, lo correcto, es igual para todos, y que lo negativo e incorrecto
también. De esta forma condenarán o no estarán de acuerdo con las personas que
hagan una mala acción, sean de dónde sean, y no con colectivos de personas por
ser quiénes son, hagan lo que hagan.
La conclusión sería ésa: que condenen los malos actos, sea
quien sea quién lo haga, y no a un grupo de personas, hagan lo que hagan.