martes, 21 de agosto de 2018

¿Cuánto Valemos?


El filósofo norteamericano Emerson decía: “El mayor favor que te puede hacer un amigo es poner frente a ti un espejo donde veas reflejada una noble imagen de ti mismo”. Todos somos espejos frente a espejos.

Para poder triunfar en la vida, es necesario tener una buena autoestima, lo cual no es otra cosa que saberse valorar en la medida en la que uno realmente vale. La mayor parte de nosotros creemos que valemos mucho menos de lo que en realidad valemos y por eso no nos estimamos en la suficiente medida. Esto hace que no pocas veces caminemos por la vida con un alto nivel de ansiedad, consecuencia lógica de la falta de confianza en nuestras propias posibilidades. 

Cuando hablamos de tener una alta autoestima, no hablamos de arrogancia, sino de justo reconocimiento. Aquellas personas que caminan por la vida de una forma arrogante y humillando a los demás, tienen una autoestima tan baja, que el único sistema que han encontrado para no sentir plenamente esa dolorosa realidad, es intentar rebajar a los demás para tener así la sensación de que ellos están en un lugar más alto.

Si definimos la autoestima como lo que una persona siente por sí misma en lo profundo de su ser, la medida en la que le agrada su propia persona y el respeto que siente hacia ella misma, entenderemos que este sentimiento se sitúa en el centro de nuestra personalidad. Como el conocimiento que tenemos de nosotros mismos suele ser tan escaso, ya que muy pocas personas conocen realmente su interioridad, buscamos esa información acerca de nosotros mismos, no en base a lo que somos, sino en base a cómo los otros nos ven.

Según la psicóloga Dorothy Corkille Briggs, el respeto sólido por uno mismo se basa en dos convicciones esenciales:

“Soy digno de que me amen, importo y tengo valor porque existo”.

“Soy valioso, puedo manejarme a mí mismo y manejar lo que me rodea, con eficiencia. Sé que tengo algo que ofrecer a los demás”.

Recordemos que no es lo mismo ser amado que sentirse amado, de la misma manera que no es lo mismo ser valioso que sentirse valioso. Si no nos sentimos amados y valiosos, vamos a rehuir muchas oportunidades tanto de relacionarnos con otros como de hacer frente a los desafíos que la vida nos plantea.

La influencia de nuestro entorno

Todos nosotros tenemos la responsabilidad de favorecer que se desarrolle una sana autoestima en nosotros y en los otros. Por eso, hemos de renunciar a hacer daño a los demás, sobre todo cuando nuestro ego está herido. Hemos de evitar atacar a la persona especialmente cuando comete un error. Se puede ser muy duro con un error sin tener por ello que agredir con nuestras palabras, nuestros gestos o nuestras acciones a la persona que lo ha cometido. 

Sepamos distinguir lo que somos de lo que hacemos. No es lo mismo decirle a una persona que es una incompetente a decirle que ha cometido un error. Ambos duelen, pero ni duelen de la misma forma, ni duelen con la misma profundidad. 

El verbo ser ha de ser siempre manejado con enorme cuidado.

Valorar Tus Logros

Tener la capacidad de Valorar los logros personales es muy importante para mejorar la autoestima. Muchas personas pueden no dar importancia a la mayoría de sus logros simplemente porque no han logrado alguno en particular.

Sin embargo, es importante darse cuenta de todo lo que se ha hecho en la vida y todo lo que se ha aprendido por pequeño que sea.

Algunas personas también son capaces de reconocer sus logros personales pero no le dan la importancia que deberían porque se comparan con otras personas que han logrado otras cosas que también les hubiera gustado conseguir.

Para poder mejorar la autoestima, lo mejor es tomarse un tiempo para plantearse y pensar todo lo que se ha logrado en la vida y todas las cosas que hoy nos hacen felices y hemos conseguido.

Mucha gente puede no darse cuenta que toda su vida persiguió un supuesto sueño y que aunque no lo ha logrado ha conseguido otras tantas cosas que le han dado una gran felicidad. Por este motivo, sentarse a pensar o hacer una lista sobre los logros más importantes que se han conseguido, es una excelente práctica para mejorar la autoestima. 

Seguramente nos sorprendamos nosotros mismos de las cosas que más valoramos y que hoy nos hacen felices y que nunca hubiéramos pensado.
Por ejemplo, es habitual ver personas frustradas y con baja autoestima porque piensan que no lograron nada solo porque no obtuvieron el trabajo que querían. 

Sin embargo, estas personas pueden ser incapaces de valorar que han logrado formar una familia que les quiere, que han tenido hijos de los cuales pueden sentirse orgullosos y un sinfín de cosas más.

Para mejorar la autoestima, es importante saber valorar los logros que se han conseguido y no sufrir por aquellos que no se han alcanzado. Si tanto nos duele no haber conseguido algo, lo mejor es luchar por conseguirlo pero no sentarse a sufrir, a lamentarse, a sentirse mal y a quitarle importancia al resto de las cosas que si se han conseguido.


Sincerarnos

Cando somos sinceros, nos comunicamos con transparencia. No fingimos y llegamos al otro sin corazas. Esta sinceridad se fortalece cuando estamos alineados en pensamientos, palabras y acciones. En cambio, cuando nuestras palabras expresan un mensaje mientras nuestro cuerpo está transmitiendo otro, estamos desalineados. Esto indica que nuestro diálogo interior no es claro, ni fluido. Quizá ni siquiera nos planteamos esa conversación entre corazón y mente, entre intuición y lógica.

Decirse la verdad a uno mismo es difícil. Según Epicuro, los tres pilares de una buena vida son la cultura, la amistad y el diálogo basado en la palabra. Esta debe ser profunda y verdadera para que todo tenga sentido y contenido. La dificultad radica en la falta de diálogo sincero con uno mismo. Las causas que nos lo dificultan son varias:

- Nos parece complicado mirar hacia nuestro interior. No se nos ha educado en ello. La sociedad del consumo y del entretenimiento provoca estímulos que nos distraen, y nos olvidamos de nosotros mismos. Es lo que buscan muchas personas, mirar hacia fuera antes que ordenarse por dentro. Muchas caen en un consumismo fácil, que les arrastra además a una carga económica adicional.

"La mayor parte de las personas occidentales son más testigos que ciudadanos que participan y reaccionan", me dijo recientemente Federico Mayor Zaragoza. Si mantuviéramos un diálogo sincero con nosotros mismos, adoptaríamos posturas más radicales, más transformadoras de la realidad. Dejaríamos de ser espectadores para ser actores que inciden en el mundo y lo transforman. Para ello, Gandhi ya nos dijo que "debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo". El cambio empieza en cada uno de nosotros y se basa en ser sinceros con lo que queremos.

Hablarnos con honestidad

Tememos ver nuestras sombras interiores, nuestros miedos y nuestra vulnerabilidad. Huimos de ello viviendo hacia fuera. "No te entregues a tus miedos -dice el alquimista en la obra de Paulo Coelho-; si lo haces, no podrás hablar con tu corazón".

- Dedicamos poco tiempo a la reflexión y al auténtico diálogo. Tenemos conversaciones pendientes con nosotros mismos y con otras personas. Al irlas posponiendo, funcionamos más con el piloto automático, con patrones de comportamiento "habituales". Las conversaciones sinceras nos facilitan ver con claridad lo que tenemos que conservar, mejorar o modificar. Hagamos una lista de conversaciones pendientes y dediquemos un tiempo para tenerlas. Dejemos de posponer y abrámonos al diálogo.

- Nos preocupa excesivamente la opinión de los demás. Nos evaluamos basándonos en la visión que el otro tiene de nosotros. Pero seríamos más felices y tendríamos una mejor autoestima si nuestro sistema de autoevaluación se rigiera por nuestros valores, nuestra ética de la responsabilidad y nuestro diálogo interior. Sin embargo, desde jóvenes aprendimos a depender de la aprobación ajena. Cuando hacíamos algo correcto según su mirada, se nos consideraba buenos. Y confundimos esa mirada de aprobación con amor. Pero cuando hacíamos algo erróneo según su mirada, se nos etiquetaba de "malos" y se nos negaba esa ola de energía apreciativa. Así aprendimos desde la infancia a creer en "ser bueno" o "ser malo" y creció en nosotros el sentimiento de culpa, cuya esencia es el autorreproche moral. Aunque preferimos culparnos que cambiar un patrón. Ser sinceros con nosotros mismos es ir a la raíz de lo que debemos arreglar. La culpa nos avisa de ello. Si nos disponemos a verlo, a dialogar y a aclararlo, vamos bien encaminados.

Estamos constantemente conversando con nosotros mismos. Incluso cuando no somos conscientes de ello, nuestra mente está en una cháchara constante. Cuando los pensamientos que creamos son inconexos entre sí, las palabras provocan ruido mental, que supone una polución de pensamientos inútiles y sin sentido. En esos momentos es bueno pararse, respirar profundo, centrarse y conectar con lo que sentimos. Así recuperaremos la sinceridad de la palabra que surge del corazón.

Ser sinceros con nosotros mismos implica escucharnos. Hay muchas voces internas que nos hablan, como son la voz del miedo, del ego, de la avaricia y los deseos, del pasado, de la autoestima, de los valores, de nuestros anhelos más profundos, además de las voces de las personas que tienen relación con nosotros y que nos dan su opinión. Para tomar decisiones adecuadas es necesario tener un buen discernimiento. ¿A qué decimos sí y a qué decimos no? Necesitamos estar centrados. Eso se consigue meditando.

La Brújula Interior


Según cuentan los estudios realizados en los despachos privados de los psicoterapeutas, y en consultorios y servicios de hospitales públicos que prestan asistencia en trastornos psicológicos, un tercio de las personas que consultan pidiendo ayuda, lo hacen por la falta de sentido en sus vidas.

Fue Viktor Frankl, padre de la logoterapia, el primero que llamó la atención de los terapeutas hacia el sentido de la vida, alguien que personalmente no había tenido una existencia sencilla ni carente de situaciones dramáticas. Frankl fue capturado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y recluido en un campo de concentración por su condición de judío.

Viviendo con el horror, Viktor Frankl descubrió que la gente necesita un propósito, aunque fuera minúsculo, para mantener su voluntad de vivir.
Allí, en los campos de exterminio, este médico vienés observó que los prisioneros que sobrevivían eran, casi exclusivamente, los que de una manera u otra habían conseguido encontrar un propósito en sus restringidas y miserables condiciones de vida dentro del campo.

Construyendo un camino, un porvenir
Fue en cautiverio donde decidió aplicarse ese descubrimiento; se impuso a sí mismo el desafío de relatar la experiencia de los prisioneros y de la importancia de tener un motivo para vivir.

Construir ese relato le proporcionó un sentido a su existencia y le llevó, según sus propias palabras, incluso a intercambiar la mitad del poco pan que recibía por una sábana rota donde seguir con sus anotaciones para su investigación.

Viktor Frankl explica en El hombre en busca del sentido que, si bien los guardas del campo controlaban todos los aspectos de la vida y la muerte de los prisioneros –incluyendo su humillación, tortura o asesinato–, había algo que eran incapaces de controlar: la forma de reacción de cada recluso. De esta respuesta –dice el autor– dependía su supervivencia.

Siempre puede encontrarse un sentido a la vida, en toda condición y bajo cualquier circunstancia, aunque seguramente sea mucho más fácil en nuestro acomodado modo de vida que en los campos de exterminio nazis, sobre todo porque utilizaremos este propósito para engarzar en él una cotidianidad más plena y feliz, y no solo la supervivencia.

Para determinar cuál es el sentido de nuestra vida es necesario establecer con claridad la diferencia que existe entre una meta y un rumbo, entre el objetivo y el sentido.

Son conceptos que, si bien son elementales, muchas veces pasan desapercibidos o se confunden.



Si Quieres Pasar Desapercibido

Posiblemente tengas ansiedad social y solo quieras caminar entre los demás y pasar desapercibido. Tal vez tienes problemas con llamar la atención en público, en reuniones sociales o incluso entre amigos. Puedes seguir algunos pasos para pasar desapercibido en entornos sociales y desviar la atención de ti. Además, puedes utilizar tácticas para prevenir la ansiedad y que de esa forma sea menos incómodo para ti estar cerca de los demás.

Si encuentras que tu necesidad de pasar desapercibido se está convirtiendo en algo extremo y dificulta tu vida, es posible que quieras buscar ayuda profesional para la ansiedad.

Observa a los demás en lugar de actuar. Para pasar desapercibido en situaciones sociales, trata de observar en lugar de actuar. Observa cómo los demás a tu alrededor socializan y se comunican. Puedes pasar el rato y simplemente observar, en lugar de participar en las conversaciones.
Si observas a los demás, también podrás notar cómo algunos grupos socializan entre sí. De esta forma, puedes tratar de socializar con ellos de la misma manera para pasar mejor desapercibido con su grupo social.
Imita las costumbres y prácticas de los demás. Si eres un turista que intenta pasar desapercibido en un país extranjero, debes intentar adoptar las costumbres y prácticas de las personas locales. También puedes imitar a los demás para intentar pasar desapercibido con los grupos sociales en el trabajo conversando acerca de temas aceptados y hablando con un tono de voz similar al de todos los demás.
Si eres un turista en un país extranjero, también puedes pasar desapercibido al aprender un poco del idioma y costumbres locales. Hablar con los ciudadanos en su propio idioma o actuar como lo hacen ellos, en general, te ayudará a pasar mejor desapercibido.
Mantén tu voz baja y sencilla. Modula tu voz para que se ajuste al tono y volumen de los que te rodean. De esta manera, puedes pasar desapercibido en el entorno existente sin alarmar o asustar a los demás.
Si estás en un entorno de oficina, esto puede significar mantener tu voz baja y sencilla cuando hables. Puedes usar un tono suave y bajo para que puedas pasar desapercibido en las conversaciones que se desarrollan a tu alrededor o los sonidos más silenciosos de una oficina.
Si estás en un país extranjero, también debes ser consciente del volumen y el tono de tu voz. No querrás ser el turista que se ríe y conversa en voz alta en un café local tranquilo. Trata de adoptar un tono de voz que imite a los ciudadanos a tu alrededor y que te permita pasar desapercibido en lugar de destacar.

Haz preguntas inteligentes. Deja que los demás dominen la conversación y habla de vez en cuando para hacer preguntas inteligentes que ayuden a mantenerla fluida. 

De esta manera, estarás participando de la conversación, pero no atraerás una atención indebida hacia ti mismo. 

Comprender Y Respetar Las Diferencias

La empatía, constructo que hace referencia a ponerse en la piel del otro. Acción  tan necesaria ante la diversidad funcional pero a la vez, tan poco realizada por la sociedad.

Si por lo general es difícil ponerse en el lugar del otro, es casi imposible poder entender lo que sentimos las personas con alguna discapacidad. En este sentido, muchas veces se confunde empatía con comprensión y respeto.

Para que se entienda mejor: uno puede comprender que una persona escriba con el pie pero no puede ponerse en su piel porque le costaría entrenar esa habilidad. Pues lo mismo sucede con la empatía social.

Si, la que estas pensando, la que facilitaría la inclusión de todos y se basa en el respeto a la diferencia.  Quizás la empatía social es la que más cuesta, porque estamos “programados” para activar nuestro mecanismo de alerta ante la diferencia por muy pequeña que sea ésta. Y es que somos frágiles a los cambios pero flexibles a la adaptación.

Esto último puede parecer un tanto contradictorio, ¿verdad? Pero si reflexionamos sobre ello mediante un hecho cotidiano adquirirá su lógica: llegamos al trabajo y nos han cambiado de compañero, ¡Alerta, diferencia! No sabemos cómo trabaja, ni su ritmo, ni sus habilidades, etc… Pero día a día lo vamos conociendo, vamos respetando su manera de trabajar y él la nuestra.

Sucede lo que se denomina adaptación y se crea una empatía hacia la forma de trabajar de ambos.

En cambio, si éste nuevo compañero presenta una discapacidad la alerta ante la diferencia suele ser mayor. Lo primero que se piensa no es el modo en el que trabajará ni las costumbres que tendrá sino, por lo general, surgen prejuicios sociales incrustados en la sociedad como es: ¿será capaz de realizar el trabajo? ¿Cómo lo va hacer? Por lo que el proceso de adaptación mutuo se presenta más complicado y lento.

Aunque esta situación nos suene a tópico desfasado, si somos realistas con nuestros pensamientos o con los pensamientos ajenos, en el caso de los que tenemos una discapacidad, esta situación se genera inconscientemente, son pensamientos en cierta manera automáticos promovidos por el mecanismo de alerta ante la diferencia que, como observamos, varía su grado de una situación a otra.

Del mismo modo, la empatía social debería ser más patente en el segundo caso, siendo facilitadora de respeto pero sin pretender sentir cómo siente o percibe la otra persona. Porque como he comentado al principio del presente artículo, es muy difícil ponerte en la piel de una persona con discapacidad pero sí que es necesario y beneficioso para todos ejecutar la capacidad de comprender y respetar las diferencias.


Con este artículo no se pretende realizar un discurso moralista o que acuda a increpar situaciones sociales habituales, más bien se pretende reflejar o explicar los cambios de percepción automáticos o dados por una educación sociocultural que se refleja ante la diferencia, en este caso dada por la diversidad funcional, así como remarcar el proceso de adaptación el cual facilita la empatía social.

Necesidades Especiales


Garantizar una atención educativa de calidad para los niños, niñas y jóvenes con necesidades educativas especiales, asociadas o no a alguna discapacidad, es el compromiso de las autoridades educativas, directivos, maestros y profesionistas involucrados en la atención de esta población en edad escolar. Si el objetivo externo del quehacer educativo, y lo que da sentido al mismo, es contribuir al mejoramiento de la calidad de vida -actual y futura- de los educandos, la escuela sí puede contribuir a que su labor se centre en el desarrollo de las personas; para ello, es necesario, un gran esfuerzo en el sentido de cambiar actitudes en los docentes, para el reconocimiento de las características individuales y necesidades específicas de los alumnos, para que todos sean incluidos en los procesos de aprendizaje. 

Así lo sugiere María Sirley, cuando apunta que “(…) es necesario que comprendamos que la calidad en la educación significa el reconocimiento al derecho de todos a ser diferentes, al derecho de aprender según sus potencialidades…” 

Desde hace algunos años, la UNESCO y los gobiernos de algunos países,han manifestado interés en crear nuevas oportunidades para los niños que por alguna circunstancia no han tenido acceso a la educación, tal como sugiere la Conferencia de Salamanca (1994), cuando reafirma el principio de “Educación para todos”, pugnando por una práctica que asegure a los niños y jóvenes con discapacidad ser integrados para ocupar el lugar que por derecho les corresponde, para estar en las aulas de las escuelas.

En nuestro país, la actual política educativa y social aspira a un desarrollo pleno de sus hombres y mujeres, por eso, la educación especial tiene el compromiso social de ofrecer una atención educativa de calidad a los alumnos que presenten necesidades educativas especiales con o sin discapacidad; orientando sus prácticas al desarrollo de capacidades, habilidades y actitudes; así, como a la búsqueda de aprendizajes para mejorar las oportunidades de desarrollo, autonomía, socialización y convivencia de los alumnos.

Inteligencia Social


La capacidad para llevarse bien con la gente representa la inteligencia social, y es una de las competencias más importantes de nuestra inteligencia. Se puede decir que es una mezcla de entendimiento básico de las personas conjugada con una serie de capacidades para interactuar adecuadamente.

Según Daniel Goleman “El descubrimiento más importante de la neurociencia es que nuestro sistema neuronal está programado para conectar con los demás, ya que el mismo diseño del cerebro nos torna sociables, al establecer inexorablemente un vínculo intercerebral con las personas con las que nos relacionamos. Ese puente neuronal nos deja a merced del efecto que los demás provocan en nuestro cerebro y, a través de él, en nuestro cuerpo y viceversa.

Aun los encuentros más rutinarios actúan como reguladores cerebrales que prefiguran, en un sentido tanto positivo como negativo, nuestra respuesta emocional. Cuanto mayor es el vínculo emocional que nos une a alguien, mayor es también el efecto de su impacto. Es por ello que los intercambios más intensos son los que tienen que ver con las personas con las que pasamos día tras día y año tras año, es decir, las personas que más nos interesan. “…” Pero este vínculo es un arma de doble filo porque, si bien las relaciones positivas tienen un impacto beneficioso sobre nuestra salud, las tóxicas pueden, no obstante, acabar envenenando lentamente nuestro cuerpo.”

Así pues la inteligencia social es la capacidad que tiene una persona de entender, tratar y llevarse bien con la gente que le rodea. Se puede decir también que es la parte de nuestra inteligencia que se utiliza para relacionarnos con efectividad con la gente de nuestro entorno o que es la capacidad de optimizar al máximo nuestra relación con la gente, sacando lo mejor de ellos.

Destacamos siete de las aptitudes de los que poseen inteligencia social:

Radar para leer el contexto social en el que se encuentran y que les permite elegir diferentes conductas.

Apariencia, qué es lo que los demás perciben de ellos (confianza, autorespeto, valoración personal).

Autenticidad, que es sencillamente una forma de conducta que genera la percepción de que se es honesto con uno mismo y con los demás.

Claridad. La utilización del lenguaje de forma efectiva, explicando los conceptos para que los demás los entiendan.

Empatía. La capacidad de crear un sentido de conexión con los demás; hacer que los otros estén en su misma dimensión y se les aproximen.

Liderazgo. Poseer las habilidades gerenciales o directivas para que un equipo trabaje con entusiasmo en el logro de metas y objetivos.

Saber escuchar genera confianza y muestra que se tiene respeto con el otro.





Hablar Fuerte Y Claro

“Es importante hablar directo, fuerte claro. No hay que confundir esta forma de expresarse con hablar con alteración. Lo más difícil es tener la capacidad para guardar la emoción y saber controlarla, sin herir”, manifestó la Dra. Carmen Gonzáles al inicio de su programa De frente y sin máscaras.

Lo difícil en una familia o en una empresa, es decir y contradecir las ideas sin molestarnos. Hay personas que cuando les dicen algo, y sus ideas son rechazadas, suelen tomar este rechazo a título personal. “Eso no debe ocurrir”, agregó la especialista.

Carmen Gonzáles citó algunos ejemplos de personas que cuando tienen al frente a un contrincante que piensa de manera distinta, cuya idea puede ser un absurdo con respecto a lo que él o ella planteó inicialmente, no significa que lo rechacen por lo que es sino porque quizás, en ese momento esa idea no es la que se esperaba. 

Lo importante es que las cosas se digan con respeto. “Mi idea pueden tirarla al suelo, pero no a mí, yo tengo otras ideas buenas. Eso es saber controlar las emociones, y un factor importante en la familia y en el trabajo”, manifestó.

“Hablar fuerte y claro, no quiere decir hablar como a mí me da la gana, es respetar al otro y controlar mi emoción si el otro me contradice o no le gusta mi idea. Se trata de decir lo que pienso de forma directa y clara, sin la emoción". 

Finalmente, recalcó que la emoción tiene que ver con la infancia. “Si alguna vez nuestros padres nos descalificaron, acabo indignada cuando no aceptan nuestras ideas.


Esas emociones hay que saber controlarlas”.

lunes, 20 de agosto de 2018

Convergencia Social

En los últimos años hemos visto el surgimiento de un nuevo fenómeno político: en algunos casos los movimientos sociales han asumido un papel más protagónico en el espacio electoral, en otros han surgido nuevos partidos políticos desde los movimientos sociales, y en otros, los movimientos políticos y sociales han unido sus fuerzas para crear nuevas realidades que están redefiniendo la forma en que se ve la política hoy en día.

El fenómeno se repite en diferentes continentes. Podemos y los ayuntamientos del cambio en España, France Insoumise, DiEM25 en Europa y el Frente Amplio Chileno ilustran algunas diferentes variaciones del fenómeno.

Sin embargo, y a pesar de los avances, hay muchos desafíos: ¿Cómo pueden coexistir movimientos y partidos sin renunciar a su propia identidad? ¿Cómo evitar ser tachados de ingenuos fenómenos izquierdistas? ¿Cómo conseguir que sean verdaderamente transversales? ¿Cómo pueden dar participación a los individuos? ¿Cómo pueden evitar la dependencia de ciertos personajes mediáticos para conseguir espacio en los medios de comunicación? ¿Y cómo pueden equilibrar la necesidad de una participación abierta y “horizontal” a la vez que mantener mecanismos eficientes para la toma de decisiones y confiar en quienes fueron elegidos para representar a todos los miembros? ¿Cómo progresar en los objetivos sociales de estas plataformas y partidos frente al avance del neoliberalismo?

Movimientos sociales que han influido en la vida política en diferentes países.

Formaciones políticas que se han conformado a partir de partidos que han perdido su identidad y otras en las que los distintos actores no la han perdido.

Partidos que buscan liderar movimientos sociales. Movimientos sociales que se han transformado en formaciones políticas. De toda esta variedad de situaciones, quizás lo más importante sea aclarar una de las mayores dificultades que se presentan en la práctica:

¿Qué claves habría que potenciar para que los partidos políticos no se desconecten de los movimientos sociales que les han llevado a espacios de poder, a los cuales dicen representar, sin dejar de ser eficaces en sus funciones?


El Mundo De La Lectura


Leer nos permite volar, creer que por un instante la fantasía se transforma en realidad y nuestra imaginación se libera y dibuja una y mil imágenes, únicas, nuestras, irrepetibles. De pronto podemos encontrarnos en otro mundo, en otro país, en otra "cabeza", en otra dimensión. 

Los libros nos hacen reír, llorar, emocionarnos. Nos abren la mente, nos sensibilizan, nos permiten descubrir culturas, paradigmas, mil y una historias. Nos dan vocabulario. El legado que nos dejan es invaluable.

Desde hace unos años cada vez son más los padres y docentes que están tomando conciencia de lo importante que es introducir a los niños, desde sus primeros años al mundo de los libros. Y esto se observa en el aumento de consumo de libros infantiles; en la inclusión de un espacio especial para los más chiquitos en las librerías, donde no sólo se ofrece como espacio de venta sino como lugar de detención para que padres e hijos se sienten a descubrir y a compartir libros. 

Los libros ya ocupan espacio incluso en muchas habitaciones de niños, desde su edad más temprana.

Invitar a nuestros hijos a descubrir a diario el maravilloso mundo de los libros y la lectura es fundamental para abrirles una ventana a la imaginación, una puerta al descubrimiento, a la exploración y a la palabra.

Leer en la adultez requiere soledad, silencio y tiempo. Leer en la infancia requiere compañía, voces y dedicación por parte de los mayores. Para que un niño pequeño pueda interiorizarse con el contenido de un libro requiere inevitablemente de la presencia de un adulto, como relator.

En los cuentos infantiles las ilustraciones son las protagonistas y hablan por sí mismas, pero el relato del adulto dándole "vida" a las imágenes hacen del cuento una historia mágica, cautivante y por sobe todo cargada de afecto, que contribuye a considerar a la palabra como un instrumento relevante para la comunicación y el disfrute.

La lectura es un hábito y es en la primera infancia cuando se sientan las bases de la conducta de manera natural y espontánea.

Los libros deben estar presentes en el día a día, al igual que sus juguetes. Es recomendable armar una pequeña biblioteca infantil accesible para que el niño pueda elegir un libro cuando lo desee.

El niño que empieza a tener contacto con los libros desde muy pequeño, antes mismo de aprender a leer, simplemente ojeándolos, según algunas investigaciones, se encontrará más preparado para los estudios y en la vida de una forma general ya que de este modo se estimula su concentración y su actitud de búsqueda.

Como punto de partida es importante que el niño vea que en su entorno está presente el hábito. Si ve que sus padres leen y disfrutan y que demuestran valoración, interés y respeto por los libros, es muy posible que el niño haga lo mismo. No hay que olvidar que los niños aprenden con el ejemplo y nosotros somos su principal referente.

Es muy importante presentarle al niño los libros a través del juego y no como una obligación ya que el fin principal debe ser el disfrute.

Él es el protagonista del juego y decide cuando se termina para pasar a otra cosa.
Nuestro rol es en definitiva incentivar su deseo e interés personal por los libros. 

Para ello nuestra participación activa es fundamental.


Más Sabe El Diablo Por Viejo…

A quién no le gustaría volver a la época universitaria, "volver a estrenar zapatos y libros" y "volver a encontrar los viejos amigos". Y juntos volver... a estudiar. 

Porque no hay que olvidar que, por aquel entonces, aparte de fiestas y horas muertas en la cafetería, había que plantarse delante de los apuntes. Descifrar las líneas escritas con prisa y desgana para metérselas después en la cabeza como fuera.

Los que alguna vez hayan tenido que hacer algún examen superada cierta edad, habrán notado que lo que parecía fácil ha dejado de serlo. Si antes eras capaz de aprenderte el contenido de 500 folios sin volverte loco, ¿por qué ya no? ¿Te has vuelto más tonto con la edad?

Primero, las malas noticias: sí, es cierto, perdemos neuronas todos los días. Las células del sistema nervioso no tienen la capacidad de dividirse por lo que, cuando una muere, no deja sustituta. Aunque existen dos zonas del cerebro que generan nuevas trabajadoras (el hipocampo y el bulbo olfatorio), la mayoría de las neuronas que llevas contigo tienen tu misma edad

Algunas investigaciones sostienen que algunas de ellas incluso podrían sobrevivirte.

La parte buena es que el ser humano tiene una media de 86.000 millones, según los resultados del trabajo de la neurocientífica brasileña Suzana Herculano-Houzel. No se fiaba de las cifras que se manejaban (se hablaba de unos 100.000 millones) y no encontraba una fuente fidedigna, así que decidió contarlas. Para ello licuó el cerebro de cuatro hombres fallecidos cuando tenían entre 50 y 71 años, disolviendo químicamente la membrana de las células y contando después los núcleos de neuronas de un volumen pequeño, para extrapolarlo después al total.

A estas alturas, millones de tus neuronas habrán fallecido, mientras otras tantas sobreviven. Sintiéndolo mucho, esto no garantiza que vayas a mantener todas las capacidades cognitivas al mismo nivel durante toda la vida, pero tampoco que te estés volviendo estúpido. Simplemente, tus habilidades cambian.

Un equipo de científicos del MIT y de la Universidad de Harvard lo ha comprobado. Esta vez no han licuado cerebros, ni observado sus células, sino que han analizado qué tal se le daban ciertas pruebas a las 2.420 personas que participaron en su investigación. Para garantizar la diversidad, los voluntarios tenían edades diferentes y provenían de distintas regiones de Estados Unidos.

Todos tuvieron que pasar 15 test, incluyendo problemas matemáticos, dibujos para completar, ejercicios de vocabulario y para colocar en orden una serie de cubos. Como cabía esperar, los jóvenes de edades cercanas a la veintena obtuvieron mejores resultados que sus mayores.

Sin embargo, hallaron un factor menos predecible: cuatro de las capacidades estudiadas no alcanzan su máximo desarrollo hasta pasados los 50. Se trata además de habilidades básicas: el vocabulario, las matemáticas, el conocimiento general y la comprensión (referida a la capacidad para explicar conceptos e ideas con claridad).

En otro experimento posterior, utilizaron los resultados obtenidos por 10.000 visitantes a la web TestMyBrain.org, donde pueden realizarse un montón de pruebas dignas de cualquier psicotécnico. Los datos confirmaron que, efectivamente, los mayores eran más duchos en los test de vocabulario, mientras que los jóvenes los superaban en los de memoria. Los años de diferencia entre unos y otros se traducen en experiencia, conocimientos, nuevas palabras y habilidades comunicativas y sociales.

Las personas de mediana edad destacaban además en un test llamado 'la mente en los ojos' ('mind in eyes', en inglés), que medía la empatía o capacidad para adivinar el estado de ánimo de una persona a través de su mirada.


Resumiendo, en la juventud somos avispados y rápidos mentalmente, pero cuanto más viejos, mejores son nuestras habilidades sociales, de comunicación y más sabremos sobre eso conocido como 'culturilla general'. Así que no puede decirse que exista una edad culmen de la inteligencia. 

Depende de las destrezas que consideremos. La juventud no lo es todo, ya lo dice el refrán: "Más sabe el diablo por viejo que por diablo".

Memoria Y Capacidad Intelectual

Tener una buena capacidad intelectual y mantener la agudeza mental es muy importante en todos los momentos de la vida, no solo durante la etapa de estudios o en la vida profesional. En todos los casos, una buena memoria depende de la salud y vitalidad del cerebro. Pero la materia gris envejece, igual que el resto del cuerpo.

La buena noticia es que también es posible ejercitar el cerebro para mantenerlo sano y aprovechar su potencial, incluso mejorarlo.

El cerebro humano tiene una capacidad asombrosa para adaptarse y cambiar, incluso en la vejez. Esta capacidad se conoce como neuroplasticidad. Gracias a ella, si se estimula de forma adecuada, el cerebro puede formar nuevas conexiones neuronales, alterar las conexiones existentes y adaptarse a lo cambiante.

Gracias a la neuroplasticidad del cerebro es posible aumentar la capacidad cognitiva, mejorar la capacidad de aprendizaje y mejorar la memoria.

Cuando hacemos ejercicio físico también se ejercita el cerebro. De hecho, tratar bien a nuestro cuerpo nos ayuda a procesar y recordar la información.

El ejercicio físico aumenta la oxigenación cerebral y reduce el riesgo de sufrir trastornos que provocan pérdida de memoria, como la diabetes o las enfermedades cardiovasculares. Además, el ejercicio también aumenta los efectos químicos cerebrales útiles para proteger las neuronas.

Cuando hay falta de sueño, el cerebro no puede funcionar a pleno rendimiento. Capacidades como la creatividad, las habilidades para la resolución de problemas, el pensamiento crítico y otras habilidades intelectuales se ven seriamente comprometidas.

Además, el sueño es fundamental para el aprendizaje y la memoria. Las investigaciones demuestran que el sueño es necesario para la consolidación de la memoria, que ocurre en las etapas profundas del sueño.

Diversos estudios demuestran que una vida llena de vida social y diversión tiene importantes beneficios cognitivos. De hecho, las personas somos seres altamente sociales, y no podemos prosperar de forma aislada. Es más, las relaciones sociales estimulan nuestro cerebro, es la interacción con otros el mejor tipo de ejercicio cerebral.

Las investigaciones muestran que el tener relaciones significativas y un fuerte sistema de apoyo son vitales no solo para la salud emocional, sino también para la salud del cerebro. En un estudio reciente de la Escuela de Salud Pública de Harvard, por ejemplo, los investigadores encontraron que las personas con las vidas sociales más activas tenían la tasa más lenta de deterioro de la memoria.

Divertirse también es bueno para el cerebro. Si la risa es la mejor medicina para el cuerpo, también lo es para el cerebro.

Cuando llegamos a la edad adulta, nuestro cerebro ha desarrollado millones de vías nerviosas que ayudan a procesar la información rápidamente, resolver problemas del día a día y ejecutar tareas habituales con un mínimo de esfuerzo mental. Pero si nos centramos en hacer siempre lo mismo no estamos dándole al cerebro el estímulo que necesita para seguir creciendo y desarrollándose.


La memoria y la capacidad intelectual, como la fuerza muscular, requieren ser usadas si no se quieren perder. Por lo tanto, hay que trabajarlas y proponer nuevos retos para mejorar la capacidad de procesar y recordar la información. 

Las mejores actividades cerebrales para hacer ejercicio mental son las que rompen la rutina y nos desafían para desarrollar nuevas vías cerebrales.

Expectativa Y Realidad

Nos movemos en un mundo de deseos, de me gustaría y de debería, por eso nuestra cabeza siempre imagina con antelación cualquier circunstancia futura. ¿Eso es malo? No. Si tienes claro que lo que te estás imaginando y es solo eso… un deseo, una fabulación de la realidad.

El problema lo tenemos cuando creemos firmemente que la película que nos estamos montando, es lo que va a pasar. Es entonces, cuando llegamos a la situación y todo parecido con lo imaginado es inexistente, que nos venimos abajo y nos sentimos fatal. ¿Pero nos sentimos mal por habernos equivocado al imaginar? No. Nos sentimos mal porque la realidad no se ha ajustado a nuestros deseos.

Eso pasa, en parte, por tener poca tolerancia a la frustración, y en parte por imaginarlo todo únicamente desde nuestro punto de vista, sin tener en cuenta lo que sabemos de los demás, cómo son, cómo se comportan. Pero sobre todo nos pasa porque vivimos desconectados de nuestra realidad… ¿cómo vamos a conectarnos con ella, si siempre vivimos en lo que va a pasar a continuación, y no prestamos atención a cómo se desarrollan las cosas aquí y ahora?

Este hábito nos hace perdernos muchas “pistas “que cambiarían nuestra percepción sobre ese futuro imaginado.

¿Entonces, es malo imaginar cómo puede desarrollarse una situación en el futuro? No si te preguntas cosas como estas: ¿Quiénes van a estar en esa situación?, ¿Cómo son esas personas?, ¿Cuál es mi relación actual con ellas?, ¿Cómo se han comportado en situaciones parecidas en el pasado?, ¿Qué intereses pueden tener en esa situación futura?, ¿Cómo se relacionan entre ellos? Y ¿entre ellos conmigo?, ¿Es una situación extraordinaria?, ¿Por qué nos vamos a encontrar todos? ¿Nos vamos a encontrar todos?, ¿Qué información real tengo sobre ese hecho?, ¿Esto que imagino, está basado en la realidad, o solo en lo que yo quiero? 

Estas preguntas y algunas más convierten la expectativa en una preparación del evento. Cambiamos deseos por planificación.

Aun así debemos tener en cuenta que hay factores que desconocemos por completo, y que por eso no podemos calcular su impacto… ¡¡pero por lo menos no se acabará pareciendo lo imaginando a la realidad como un huevo a una castaña!!

Ahora bien, todos tenemos derecho a montarnos películas. Si queremos ejercerlo, y además lo que deseamos no se parece en nada a lo que va a pasar… realmente no pasa nada… siempre y cuando no nos frustre, y nos haga sentir incompetentes.

Ser honesto con uno mismo y reírnos del yo quería y esto tengo, es importante.
Además, ¿a que todos hemos visto a un borracho andando? ¿Por qué (a santo de qué), el alcohol puede hacer peligrar el equilibrio de un cosaco (entrenado en mil batallas alcohólicas) y el mío (mientras me monto mi peli) no? Todos hemos visto bailar a un borracho… ¿por qué yo (en mi ensoñación) voy a seguir bailando con ritmo (cuando no lo tengo ni sobrio) con cuatro copas, si hasta Gervasio Defer lo pierde con dos? ¿Si yo he cambiado en estos 20 años, por qué los antiguos compañeros de colegio se quedan embobados mirándome, sorprendidos porque el tiempo por mí no pasa en mi ensoñación?

Amigos míos, soñar es libre (y gratis)… no hagamos que tenga un coste para nosotros. Separar lo que nos gustaría que fuera, de lo que va a pasar en realidad.

Lograremos tener mucha menos frustración, y aumentaremos nuestra autoestima


Horizontes Alternativos

Este continuismo no creo que debe llevarnos a subestimar el alcance de la crisis de las ideas fuerza que impulsaron la modernización, ni los profundos cambios socio-culturales que se están operando en nuestras sociedades avanzadas, así como en el “yo” posmoderno que se está gestando que es, a la postre, lo más relevante, con independencia del debate teórico sobre si se trata de una radicalización o una ruptura de lo anterior.

Cuando menos, parece claro que hemos dejado de ser modernos en el sentido que lo era ser en el siglo XIX. Tampoco les faltan razones a quienes argumentan que una época es sustituida por otra no cuando ésta desaparece por completo, sino cuando los elementos centrales que la constituyen pierden su vigencia e iniciativa histórica. En mi opinión, si tomamos el conjunto del planeta como referencia, y no una pequeña parte de él, el conocido como Occidente, nos encontramos con unas sociedades en las que se entremezclan en distintas proporciones y en una compleja interacción tanto los elementos premodernos, modernos como posmodernos.

Aunque el filosofar posmoderno resulte complejo, poco claro, y no ofrezca alternativa ni consuelo, tiene la virtud de alertarnos sobre los cambios socio-culturales que se están dando a finales del siglo XX en muchas de nuestras sociedades y nos ofrece la oportunidad desde una visión multidisciplinar, de revaluar la modernidad, de continuar en su crítica, de no contemporizar con el presente, de echar abajo convenciones y fronteras, de generar nuevos espacios para la imaginación, no para construir un nuevo metarrelato, sino para abrir nuevos horizontes de esperanza a nuestro desencantado y maltrecho mundo (no de falsas esperanzas que de estas ha estado plagado el siglo que termina), y tratar de hacer de él si no el mejor de los mundos, sí un mundo mejor. Sin caer en optimismos ilusos o en pesimismos paralizantes. 

A contracorriente. Rompiendo con la resignación y el conformismo que nos invade en este final de milenio.

No se me escapa que esto último no deja de ser más que una exhortación moral, un deber ser lleno de buenos deseos y que de lo que más necesitados estamos es, además de la imprescindible voluntad y entusiasmo para realizarlos, de horizontes alternativos no reedificados pero claros, de un marco provisional de valores mínimos comunes desde donde poder abordar los distintos y variados problemas existentes en nuestras sociedades cambiantes, altamente diferenciadas, complejas y heterogéneas.

Descartado lo que desde la Ilustración ha sido una tendencia, particularmente acusada en la izquierda, de creer que hay una única alternativa racional y universal a los problemas de la humanidad, pienso en una pluralidad de horizontes alternativos apegados a las distintas realidades y aspiraciones de los individuos, grupos y sectores sociales que integran las diferentes culturas y civilizaciones. 

Horizontes unos, particulares, surgidos desde el interior de cada realidad cultural y social, válidos para ella y, otros, inter-particulares, inter-nacionales, que aborden los problemas de carácter universal. Soluciones concretas, plurales, diversas, negociadas entre las distintas partes en conflicto, provisionales, no cerradas a nuevas y futuras revisiones. Con la conciencia de que no es posible alcanzar soluciones definitivas que garantizan un orden social armónico y perfecto.

Pero si bien los compromisos, la negociación, el establecimiento de prioridades, el entendimiento entre las partes en conflicto, la prudencia, son principios rectores que deben guiar la acción, ello no debe significar que la aceleración (el cambio revolucionario) no sea necesaria en coyunturas determinadas. A veces se requiere audacia para transformar algunas situaciones e inercias, por más que la historia nos haya enseñado reiteradamente las consecuencias opresivas que acarrean algunas aceleraciones, de la misma forma que nos ha hecho ver las consecuencias negativas de una insuficiente aceleración, esto es, de una acción que se queda corta a la hora de resolver los problemas planteados.

Así mismo, es preciso tratar de que los medios utilizados guarden una proporción adecuada con los fines perseguidos, aun cuando también la experiencia de esta compleja relación entre medios y fines, nos dice que más de una vez nos vemos obligados a escoger no entre un bien y un mal, o entre dos bienes, sino entre dos males, esto es , a utilizar malos medios para salvarnos de lo peor.

“Ninguna ética del mundo -dice Weber- puede eludir el hecho de que para conseguir fines buenos hay que contar en muchos casos con medios moralmente dudosos, o al menos peligrosos, y con la posibilidad e incluso la probabilidad de consecuencias laterales moralmente malas. 

Ninguna ética del mundo puede resolver tampoco cuándo y en qué medida quedan santificados por el fin moralmente bueno los medios y las consecuencias laterales moralmente peligrosos”. Weber rechaza la tesis simplista de “que de lo bueno sólo puede resultar el bien y de lo malo sólo el mal”, por el contrario, señala, “frecuentemente sucede lo contrario”.

¿Debe un individuo oponerse a una tiranía monstruosa, cueste lo que cueste, a expensas de las vidas de sus padres o de sus hijos? Sin duda alguna, todos podríamos poner multitud de ejemplos tanto de la vida social como personal en la cual algunos valores chocan inevitablemente, en el que la consecución de bienes puede ser que dependan de males, o los presupongan, y las buenas acciones contengan, o impliquen malas. 

Estamos condenados a elegir, y cada elección puede entrañar una pérdida irreparable. Pocas decisiones son del todo buenas o malas. Muchas de ellas acarrean consecuencias contradictorias. Nos movemos en un contexto de radical ambivalencia e incertidumbre.


Como dice Berlin, puesto que los fines humanos son múltiples, inconmensurables muchos de ellos y en continua rivalidad: “La posibilidad de conflicto y tragedia no puede ser nunca eliminada por completo de la vida humana, personal o social”.

Callejones Sin Salida


El sistema educativo formal, conjuntamente con la educación que hemos recibido de nuestros padres, usualmente nos lleva por el lado de considerar a los problemas como algo que en sí mismo es problemático, algo que nos genera perjuicios y que, por este motivo, las personas, cuando tienen un problema, cuando escuchan la posibilidad de que pueden llegar a tener un problema, les agarra como una especie de pánico y de temor y no logran alcanzar sus metas.

Dado que la lectura es muy importante para el crecimiento personal, me gusta mucho la frase que aparece en el libro, con la que comienzo el punto donde trato sobre los problemas, la cual es del empresario americano Henry Kaiser y me va a dar pie para introducir el tema de cómo me gustaría enseñarle a considerar los problemas.

La frase dice: “Un problema es siempre una oportunidad vestida con ropa de trabajo”. Por supuesto que los problemas existen, dado que los problemas son dificultades que acaecen en nuestra vida y que se interponen con nuestras intenciones. Los mismos existen cotidianamente y son de distinta índole y de distintos grados: mayores, menores, de gran o pequeño tamaño. Lo importante en este punto es nuestra actitud frente a ellos.

Lamentablemente, la cultura, el sistema educativo formal, nos dejó la marca y la triste enseñanza de que cuando escuchamos la palabra problema o cuando tenemos un problema, nos congelamos, nos quedamos duros y eso nos impide solucionarlo. El problema tiene que ver con algo que sucede en la realidad, pero nuestra actitud frente a él es lo que puede llegar a abrir puertas para que ese problema se solucione.

Todo problema o dificultad se relaciona con algo indeseable que sucede en la realidad, pero nuestra actitud frente a ello es lo que puede llegar a abrir puertas para que ese problema se solucion, sin que eso implique que lo indeseable de la realidad desaparezca.

Este tema está íntimamente relacionado con la temática De víctima a protagonista porque las personas que adoptan actitudes de víctimas usualmente tienen problemas que los persiguen por la vida en forma constante y están sin resolverse durante mucho tiempo. En cambio, las personas que adoptan una actitud de protagonista son las que tienen más habilidades para solucionar y superar los problemas que se les presentan.

No se trata de pensar que estas personas, las que adoptan la actitud de protagonista, no tengan problemas, sino que los superan porque los enfrentan de un modo diferente. ¿Cuál es este modo? El modo es ver al problema como una posibilidad de tener que aprender alguna nueva habilidad para poder superarlo, es decir, la persona a la cual los problemas la congelan, la deprimen o la afectan mucho, ven al problema como un callejón sin salida, como una pared infranqueable que se les pone delante
.
El tema aquí es que el problema no es eso, obviamente que hay problemas muy dificultosos y muy grandes, pero estoy diciendo que, gran parte de las posibilidades que tenemos de superar muchos de los problemas que nos acaecen en la vida, tienen que ver con cómo nosotros consideramos la realidad misma del problema. Imagínese si usted considera cualquier problema como una pared infranqueable que se le pone delante, difícilmente haga algo para tratar de superarla, para subirse, para rodearla o para salir del callejón en el que usted se ha metido.


Integridad

Integridad deriva del adjetivo integer, que significa intacto, entero, no tocado o no alcanzado por un mal. Observando las raíces de este adjetivo, este se compone del vocablo in-, que significa no, y otro término de la misma raíz del verbo tangere, que significa tocar o alcanzar, por lo tanto, la integridad es la pureza original y sin contacto o contaminación con un mal o un daño, ya sea físico o moral.

Así, integridad se refiere a la calidad de íntegro y también puede referirse a la condición pura de las vírgenes, sin mancha. La integridad es el estado de lo que está completo o tiene todas sus partes, es la totalidad, la plenitud. Lo íntegro es algo que tiene todas sus partes intactas o puras.

Tipos de integridad
Con respecto a una persona, la integridad personal puede referirse a un individuo educado, honesto, que tiene control emocional, que tiene respeto por sí mismo, apropiado, que tiene respeto por los demás, responsable, disciplinado, directo, puntual, leal, pulcro y que tiene firmeza en sus acciones, por lo tanto, es atento, correcto e intachable.

La integridad, en este último caso, es un valor y una cualidad de quien tiene entereza moral, rectitud y honradez en la conducta y en el comportamiento. En general, una persona íntegra es alguien en quien se puede confiar.

Como derecho fundamental, la integridad personal o física se relaciona al derecho a no ser objeto de vulneraciones en la persona física, tales como lesiones, torturas, tratos inhumanos, penas crueles, o la muerte. 

En este sentido, ser íntegro significa tener salud, estar entero, sin daños. Una persona íntegra es también aquella que no se queda en una sola actividad, si no que se mueve por las distintas áreas del conocimiento, posee una amplia gama de aptitudes y capacidades.

La integridad moral se define como la cualidad de una persona que la condiciona y le da autoridad para tomar decisiones sobre su comportamiento y resolver los problemas relacionados con sus acciones por sí misma. Está relacionada con los pensamientos, los comportamientos, las ideas, las creencias y la forma de actuar de cada individuo.

Con respecto a las creencias, la integridad moral es el comportamiento del ser humano para hacer lo que debe hacer de acuerdo a lo que Dios manda. Todas las constituciones democráticas modernas recogen el derecho fundamental a la integridad moral.

En informática existen varios términos relacionados con integridad. Uno de ellos es el término integridad de datos, que se refiere a la corrección y a la complementación de los datos en una base de datos. 

Cuando se modifican los contenidos con acciones como Insert, Delete o Update, la integridad de los datos almacenados se ve modificada
.

Por tanto, si se añaden o se corrigen contenidos o datos no válidos o erróneos, la integridad deja de existir.

Autenticidad

Cuando digo o pronuncio la palabra autenticidad abro la boca de una forma especial, bien es verdad que es un vocablo que abre y cierra con sílabas que contienen la vocal a, lo que lo hace mucho más fácil pronunciarla.

Lo que encierra su significado, me encanta leerlo: “cualidad de auténtico. autorizar o legalizar algo. Acreditar: afamar, dar crédito o reputación.

Dar seguridad de que alguien o algo es lo que representa, lograr fama o reputación.” 

Decir que una persona es auténtico/a es lo más porque vive, trabaja y actúa de acuerdo a los valores que lo hacen mejor persona y excelente dejando huella y haciendo que lo recuerden de una forma extraordinaria cuando él o ella sólo ha hecho un trabajo ordinario con energía, pasión, actitud y muchas ganas, como diría Isra Garcia “haciendo que suceda” (frase fácil pero que ya es Ley para todos los que intentamos hacer algo con resultados que impacten en la sociedad a crear cambio y ser mejores).

A los que nos dedicamos al Retail y atención al cliente, autenticidad va muy ligada al trabajo que hacemos porque en los productos, marcas o servicio que ofrecemos debemos ser auténticos y excelentes en el trato con nuestros clientes dándoles lo mejor y lo más profesional posible para que vuelvan a solicitarnos en su próxima visita o llamada. 

Debemos crear y hacemos crear una conversación auténtica e inspiradora entre personas que van a hacer un intercambio o relación comercial con resultados óptimos y generando una buena experiencia de cliente, lo que va a desembocar en más clientes, prescriptores y fans de la marca, producto o servicio.

 ¡Sé auténtico! ¡Da! ¡Dona! Los resultados auténticos, las personas auténticas vienen a ti cuando menos te lo esperas.