lunes, 19 de marzo de 2018

El Pensamiento Filosófico


La filosofía se hace las preguntas radicales, aquellas que necesitamos responder para estar en claro, para saber a qué atenernos, para orientarnos sobre el sentido del mundo y de nuestra vida, para saber quiénes somos y qué tenemos que hacer y qué podemos esperar, qué será de nosotros
.
El pensamiento filosófico, de acuerdo con Walter Riso, vive y consiste fundamentalmente en el intercambio de preguntas y de respuestas. La pregunta se refiere a la última esencia y a las más profundas raíces de una realidad. 

Riso, en su libro El camino de los sabios, dice que
"aunque las preguntas y respuestas van juntas y cada una depende de la otra, ambas se complementan y alteran dependiendo de la situación: hay momentos en que la resolución de problemas es fundamental para la supervivencia y hay ocasiones en que las preguntas son más importantes que las respuestas".
Riso agrega que las preguntas fundamentales de la vida (¿Quiénes somos o cómo hemos de vivir?) siguen vigentes. Las preguntas fundamentales sobre la propia existencia –señala Riso-, el sentido de la vida, la felicidad, la libertad interior, la relación con el cosmos no son una moda pasajera, son las preguntas que nos hacen humanos y de las que no podemos prescindir.

El profesor Miguel Ángel Ruiz García precisa que la filosofía consiste en la sana costumbre de hacer preguntas y conservarlas. 

El filósofo debe preguntarse, ya que el preguntar filosófico es la actitud por la cual el hombre adquiere distancia de lo cotidiano. Y la adquiere precisamente al dedicarle mayor atención. En todo ello queda comprometido el hombre que se admira, ya que este – al preguntarse – se cuenta por lo que sobrepasa la cerrazón factual de su existencia. 

Por su apertura a las cosas, bajo la formalidad de realidad, el hombre puede interrogarse acerca de ellas y sobre él mismo. El hombre es el único animal que se pregunta; vive preguntándose y preguntando a los demás. Por ser el hombre conciencia abierta a lo real, es esencialmente preguntón. Sus preguntas no son algo periférico. 

El Hombre queda envuelto en la pregunta, es él mismo pregunta con interrogante siempre abierto. "Filosofar, según Heidegger, consiste en preguntar por lo extraordinario, no sólo es extraordinario aquello que se pregunta, sino el preguntar mismo es un más que un  modo de preguntar es un buscar.


Todo buscar tiene su dirección previa que le viene de lo buscado; Kart Rahner señala que "toda pregunta tiene  un principio de una posible respuesta de ella misma".


Conocer Tus Emociones


Algunas emociones son positivas: como sentirte feliz, cariñoso, seguro de ti mismo, inspirado, alegre, interesado, agradecido, o incluido. Otras emociones pueden parecer más negativas: como sentirte enojado, resentido, asustado, avergonzado, culpable, triste o preocupado. Tanto las emociones positivas y negativas son normales.

Todas las emociones nos dicen algo acerca de nosotros mismos y de nuestra situación. Pero a veces nos resulta difícil aceptar lo que sentimos. Podemos juzgarnos a nosotros mismos por sentirnos de cierta manera, como cuando nos sentimos celosos, por ejemplo. Pero en lugar de pensar que no debemos sentirnos de esa manera, es mejor darse cuenta de lo que realmente sentimos.

Tratar de evitar los sentimientos negativos o fingir que no nos sentimos de la forma en que lo hacemos puede ser contraproducente. Es más difícil superar sentimientos difíciles y que puedan desaparecer si no nos enfrentamos a ellos y tratamos de entender por qué nos sentimos de esta manera. 

No tienes que vivir obsesionado con tus emociones o hablar constantemente de cómo te sientes. La conciencia emocional significa simplemente reconocer, respetar y aceptar tus sentimientos a medida que ocurren.

Crear conciencia emocional
La conciencia emocional nos ayuda a conocernos y aceptarnos a nosotros mismos. Así que ¿cómo puedes ser más consciente de tus emociones? Comienza con estos tres sencillos pasos:

Trata de revisar lo que sientes en diferentes situaciones durante el día, hazlo una práctica diaria. Puedes notar que te sientes emocionado después de hacer planes para ir a algún lugar con un amigo. O que te sientes nervioso antes de un examen. Puedes sentirte relajado cuando escuchas música, inspirado por una exposición de arte, o contento cuando un amigo te dice un cumplido. Simplemente observa cualquier emoción que sientas, y dale un nombre a esa emoción en tu mente. Hacer esto solo toma unos segundos, pero es muy buena práctica. Date cuenta de que cada emoción pasa y deja espacio para la siguiente experiencia.

Califica qué tan fuerte es el sentimiento. Después que observas y le das un nombre a una emoción, llévalo un poco más lejos: Califica cuán fuerte sientes la emoción en una escala del 1 a 10, siendo 1 el sentimiento más leve y el 10 el más intenso.

Comparte tus sentimientos con las personas más cercanas a ti. Es la mejor manera de practicar poner las emociones en palabras, una habilidad que nos ayuda a sentirnos más cerca de amigos, novios o novias, padres, entrenadores, cualquier persona que nos rodee. Haz que el compartir sentimientos con un amigo o miembro de la familia sea una práctica diaria. Podrías compartir algo muy personal o algo que es simplemente una emoción cotidiana.


Al igual que cualquier otra cosa en la vida, cuando se trata de emociones, todo mejora con la práctica. Recuerda que no hay buenas o malas emociones. 

No juzgues tus sentimientos, solo sigue notando y dándoles un nombre

Conocer Mucho Y Saber Muy Poco


Nos estamos perdiendo. Cada día más. Algo un poco cínico en la era de la información y la tecnología. Y es que es esta una de las principales razones, al contar con tanta información tan accesible se ha perdido más la cultura del esfuerzo. Nuestros jóvenes han nacido siendo “niños pantalla”, a un clic del universo.

Para aprender hay que descubrir, hay que hacerse preguntas -muchas preguntas-, equivocarse y, para ello, hay que salir. La tecnología es un medio altamente beneficioso, pero no lo es todo. Casi todos recordamos como hacíamos largos trabajos con múltiple tomos de enciclopedia, con libros y periódicos, elaborando la información. Nuestra sociedad, cada día más, nos aporta un sinfín de información que los más pequeños -o incluso nosotros- ni saben digerir ni muchos tienen a nadie que les enseñe cómo hacerlo.

¿Qué implicación tiene en nuestras vidas? Conocemos todo, pero sabemos muy poco. Tenemos nociones básicas o especializadas, pero en la mayoría de los casos no sabemos su aplicación o utilidad o cómo sacarle el máximo beneficio posible a ese conocimiento. Nuestra asignatura pendiente es la más importante, aprender a aprender y enseñar a enseñar.

Si queremos que nuestros pequeños sean unos adultos de provecho -o nosotros ser unos referentes dignos- deberíamos retomar los mapas para encontrar una ciudad, cultivar garbanzos en un yogur para explicar la fotosíntesis, hacer pan pare entender la fermentación o acercarnos a la historia de nuestra cuidad visitando los museos. Buscar en Internet “guerra civil española” es fácil y rápido, pero no nos servirá de nada si no empleamos de forma efectiva y útil esa información.

Howard Gardner (1993) y sus colaboradores del proyecto “Zero” de la Escuela Superior de Educación de Harvard dejaron atrás el concepto de inteligencia como algo innato. 

Ellos conceptualizaron la inteligencia como algo dinámico, es decir, que las cualidades con las que nacemos se pueden potenciar o desarrollar a lo largo de la vida. Desde esta perspectiva ha habido mucho desarrollo teórico posterior que ha integrado nuevos conceptos y dimensiones.

La diversidad y la integración es lo que nos enriquece y lo que verdaderamente define nuestra cultura. Busca tu destreza y la de tus hijos, lucha por ella. Nos hacen falta personas creativas con firmes convicciones, entusiasmadas y apasionadas con lo que hacen, algo que no implica necesariamente una formación académica universitaria.

Todos conocemos a personas brillantes académicamente que luego dejan mucho en el aspecto humano. La trampa reside en que muchas de estas personas, habitualmente con escasa o nula empatía hacia la realidad de los demás, dejan anidar sus ideas en la sociedad con la etiqueta de “expertos”.

Pero el conocimiento y la excelencia son inútiles si no impulsan realmente cambios y mejoras en la calidad de la vida de las personas, ya que la búsqueda del progreso y la mejora de la humanidad fueron las ideas que impulsaron a cualquier dominio científico y espiritual.

En tiempos de continuo cambio y confusión, los profesionales de cualquier ámbito no deben olvidarse de que la máxima de cualquier sociedad progresista y humana es la bondad. Si ésta desaparece de las “altas esferas” intelectuales, el ejemplo y estímulo de mejora que se dará al resto de la sociedad será vacío y peligroso.

Toda excelencia profesional no puede tener como fin el éxito individual por encima de todo porque el mundo se queda ausente de buenos valores. Es por ello que si el conocimiento no sirve a la bondad, es una trampa para el mundo.


Nuestra Identidad


Identidad: algo que nos define
Con un simple vistazo a diferentes perfiles en las redes sociales podemos ver las pequeñas descripciones que hacemos de nosotros mismos. Hay quien se define como estudiante, futbolista, reportero, cinéfolo; mientras que otros se definirán como una persona alegre, simpática, divertida, curiosa, pasional, etc.

Como puede observarse, estos dos tipos de definiciones son las más comunes y presentan una diferencia fundamental entre ellas. Unas personas se definen por los grupos de los que forman parte, mientras que otras se definen por sus rasgos personales. La Psicología define el autoconcepto, el yo o “self” como un mismo constructo formado por dos identidades diferentes: La identidad personal y la identidad social.

La identidad social
La identidad social define al yo (el autoconcepto) en términos de los grupos de pertenencia. Tenemos tantas identidades sociales como grupos a los que sentimos que pertenecemos. Por tanto, los grupos de pertenencia determinan el grupo un aspecto importante del autoconcepto, para algunas personas lo más importantes.

Pongamos como ejemplo a un famoso cantante latino. Ricky Martin forma parte de numerosos roles, y él mismo podría definirse como hombre, artista, moreno, cantante, homosexual, millonario, hijo, latinoamericano, padre, etc. Él podría definirse con cualquiera de ellos, pero seleccionará identificarse con aquellos adjetivos que sienta que le diferencian más y le aportan un valor diferencial al resto.

Otro ejemplo representativo lo podemos ver en las pequeñas biografías que cada uno de nosotros tenemos en la red social Twitter. Definirse en base a los grupos de pertenencia es tan humano como juzgar a otras personas en función de su atuendo y conducta no verbal.

Al formar una parte tan amplia de nuestro autoconcepto, de forma irremediable, los grupos determinan nuestra autoestima

Recordemos que la autoestima es una valoración emocional-afectiva que realizamos de nuestro propio autoconcepto. 

Por ello definirse en base a grupos de alto estatus social supondrá una alta autoestima, mientras que quienes formen parte de grupos poco valorados socialmente, tendrán que utilizar estrategias de apoyo en la identidad personal para lidiar el decremento en su valoración.

De esta forma vemos el alto impacto que tienen en nuestra autoestima y autoconcepto, los distintos grupos a los que pertenecemos.



Siempre Aprendiendo


Vivir es muchas cosas. Puede ser un gran viaje visitando bellas cumbres, secas llanuras e incluso sucios lodazales. También es una gran escuela que nos enseña mucho. Lo que no quiere decir que seamos capaces de aprenderlo todo. Nos informa bien, nos aporta conocimientos, y, como hay que vivirla, también nos permite adquirir habilidades prácticas y algunas buenas actitudes; pero a veces no las aprendemos.

Seguro que conocen algunas personas que tras un daño cerebral por ictus o traumatismo no pueden hablar, los médicos dicen que tienen “afasia”. Pues bien en la vida es más frecuente otra situación y no se considera ni siquiera una enfermedad. Está presente en muchas personas que son incapaces de dialogar; es así porque no son capaces de oír, o mejor oyen pero no escuchan. 

Son constructores de monólogos y circulan por la vida hablando ellos solos, porque lo de los demás no les interesa. No le prestan atención.

Comenté que otros prefieren tener razón a ser felices. Discuten todo y no ceden y se esfuerzan en tener razón, lo que les evita o dificulta ser felices, pero se afanan en ello, discuten sin límite y ello les impide alcanzar la felicidad.

Otros no tienen claro la jerarquía o importancia de los verbos. Priorizan el tener al ser. Se afanan en adquirir más, en acumular lo material, más que esforzarse en ser algo más, y sobre todo mejores, en crecer como personas. En enriquecerse en valores, y les será más fácil transitar por este mundo ligero de equipaje.

Les he referido a que con frecuencia no valoramos lo que tenemos, y especialmente sólo somos conscientes de ello, cuando lo perdemos o estamos a punto de perderlo. 

Por ejemplo la salud. Es un bien muy grande que poseemos y no la valoramos aunque somos nosotros, no los sanitarios, los que debemos cuidarla. Erramos si nos arriesgamos a perderla por falta de sentido común, si nos implicamos en actividades de alto riesgo, ingerimos tóxicos o hacemos malas dietas.

Otras personas deciden hacer de la queja su bandera. Lamentarse y sentirse mal les da protagonismo social y así caminan por la vida, sin entender que a medio plazo pueden ser rechazados porque nublan su entorno, agobian a sus congéneres. Los aburren e incluso les abruman. Podríamos decir que sólo hablan para contar ruinas. O que sólo están bien cuando están mal.

No hemos aprendido que el que más da es el que más recibe. Pregúnteselo si no a los voluntarios; en cualquiera de sus actuaciones uno de ellos les explicará cómo se siente al hacer el bien.  

También suele ser negativa nuestra visión del esfuerzo, y no lo vemos como una gran oportunidad. Sigmund Freud decía: “He sido muy afortunado; todo en la vida me ha costado mucho”. Sin duda, de no haberse esforzado su aportación, su legado al mundo hubiera sido menor.

También nos enseña Descartes que muchas veces sufrimos por cosas que nunca nos sucederán. En lenguaje llano: nos ponemos el parche antes de que salga la herida. Sufrimos con anticipación. Así sucede por ejemplo con los vómitos por recibir quimioterapia; sabemos que algunas quimioterapias los causaran, pero lo curioso es saber qué en muchas ocasiones algunas personas que iban a recibir quimio tienen los vómitos antes de iniciar su toma, antes de que se les administre; y eso es lo que llaman vómitos anticipativos y son debidos a que nuestro estado de nervios los provoca.

Importa saber lo costoso de fingir. Les aseguro que no compensa; cuanto más acerque lo que piensa, lo que dice y lo que hace, le será más fácil ser feliz.

También conviene recordar que el tiempo pasa para todos, los minutos, las horas, los días o los años, y al vivir lo vamos consumiendo todos; es un error plantearse ese consumo cuando uno es mayor o anciano. 

El momento que importa que valore es el ahora. Les he comentado a veces que el pasado fue, nos enseña, pero es irrecuperable, y el futuro es impreciso. Por eso él ahora es clave; hay que vivir todos los momentos con plenitud; como si fueran a ser el último.

También es importante soñar y lo hacemos poco. No digo que no seamos realistas, pero sí que elevemos nuestras miras. Hacerlo embellece el paisaje de la vida por el que debemos transitar. Dicen que los sueños suelen ser caros; yo pienso que es más caro no tener sueños.

Por otra parte le recuerdo que la mentira es un paso erróneo, como una salida en falso, con frecuencia le lleva a un corredor que retorna al mismo camino del que se parte y tendrá que volver a enfrentarse con la situación por la que mentimos. 

Por otra parte mantener esa irrealidad cuesta mucho esfuerzo. Yo no se lo aconsejo como vía de tránsito. La verdad abre ventanas, da luz y embellece el camino.


Frustración Y Motivación Adecuada


La frustración es la emoción que sentimos cuando una expectativa no se cumple, cuando lo que deseamos no es lo que obtenemos o simplemente cuando la cosas tardan en llegar o no llegan. 

Es la reacción que tiene un niño cuando le impedimos hacer algo que quiere o no le damos lo que pide. La frustración nos lleva a actuar de forma impulsiva, generalmente desproporcionada, con una alta tasa de malestar y sin valorar las consecuencias de nuestros actos. Normalmente va asociada a la rabia, pero también ir acompañada de miedo, tristeza o decepción. En cualquier caso emociones con connotaciones negativas.

El control de la frustración es lo que se conoce como tolerancia a la frustración. 

Y desarrollar una buena resistencia a la frustración es algo que lleva tiempo y marca la diferencia entre una afectividad infantil y una adulta. Hay muchos adultos que frente a las contrariedades de la vida tienen reacciones infantiles, auténticas rabietas. De hecho muchos de los problemas que surgen durante la adolescencia y posteriormente guardan relación con las dificultades para manejar la frustración.

Entrenar la tolerancia a la frustración favorece la seguridad, la autoconfianza y la fuerza de voluntad. Las personas con mayor tolerancia a la frustración resisten mucho mejor los reveses de la vida, son más adaptativas y tienen muchas más posibilidades de conseguir éxito en aquello que se proponen porque se rinden menos y aguantan mucho más.

Un buen socio de la tolerancia a la frustración es la motivación. Si la primera nos permite seguir adelante a pesar de la adversidad y mantener el rumbo fijo hacia nuestros objetivos y metas. La segunda nos carga las pilas y nos llena de energía, ilusión y ganas. La tolerancia a la frustración es la fuerza que nos permite resistir, aguantar y mantenernos en los momentos difíciles o cuando las cosas no son como esperamos. 

La motivación a su vez, nos ayuda a seguir adelante, nos da ánimos y nos estimula a continuar como si se un motor emocional se tratara.
Muchas personas creen que la motivación es algo que depende de la actividad que hacemos, pero en realidad es una elección emocional más o menos inconsciente. De hecho la misma actividad ni motiva a todo el mundo por igual, ni a la misma persona durante toda su vida. Lo que nos motivaba en la infancia, lo aborrecemos en la adolescencia, y en la juventud ya ha perdido todo el interés. En realidad la motivación es algo qué cómo la tolerancia a la frustración se puede entrenar y mejorar y poner a nuestro servicio para construir el tipo de vida que queremos.

Esos dos factores: la capacidad de aguante y el impulso para superar los retos son las claves de una personalidad fuerte que consigue resultados a medio y largo plazo. Son el soporte que permite aplazar la recompensa en espera de frutos más dulces. Son los ingredientes necesarios para terminar unos estudios universitarios, educar un hijo, pagar una hipoteca o tener resultados en un deporte competitivo. También son los que nos permiten salir de una enfermedad, remontar una ruptura sentimental, rehacer una vida profesional o superar la adversidad de una catástrofe.


La tolerancia a la frustración y la capacidad para motivarte son recursos propios de una autoestima elevada y una buena inteligencia emocional. Son la demostración conductual y con hechos concretos de que realmente te amas, cuidadas de ti y tú compromiso por crearte una vida mejor no es solo una idea sino que es sólido y tienes la firmeza de llegar a las últimas consecuencias.

domingo, 18 de marzo de 2018

Reflexionar Antes De Opinar


Si no piensas antes de hablar lo más probable es que pierdas buenas oportunidades para conocer, apreciar y poderte comunicar verdaderamente. ¡Qué fácil es echar leña al fuego, hablar por hablar y decir cosas sin pensar!

Las palabras son herramientas importantes que pueden construir y fortalecer relaciones o bien, pueden destruir hasta los lazos más íntimos. Comentarios que en un momento parecen ser insignificantes e inofensivos pueden tener un gran impacto. Hay ocasiones que uno habla sin darse cuenta que se está provocando un desacuerdo, otras veces, uno proyecta sus propios sentimientos que no tiene nada que ver con lo que sucede y sin querer, se termina estropeando relaciones personales.

“La energía, las palabras y las emociones son contagiosas para bien y para mal, ten mucho cuidado”

Un comentario insignificante, una sugerencia sin conocimiento previo de la situación o circunstancia o hasta una recomendación sin fundamentos puede ser el detonador que lastime para siempre las relaciones de cualquier persona, sobre todo si esta no considera primero el valor de sus palabras y la influencia que pueden tener.

Existen ocasiones que las personas tienen una agenda particular, por la que dicen las palabras que dicen, y a pesar de que pareciera que están verdaderamente preocupados por el individuo o la situación, en realidad solo están buscando las mensajes que comprueben sus prejuicios o presentimientos.

En realidad hay muchas “amigas” que no son tan lindas, ni tan sinceras y sus comentarios están plasmados de envida y de falsedad, por lo que sus observaciones podrían ser un tanto venenosas, interesadas y hasta equivocadas.

En otros casos, son los intereses personales o económicos podrían confundir a la persona y tristemente llevaran a ocasionar rupturas familiares e íntimas.

Los comentarios al aire y sin pensar o premeditados y con deseo de lastimar o sacar provecho… son muy dañinos hay que estar consciente de esto y no hablar por hablar. 

La responsabilidad y la conciencia del valor de la palabra son muy importantes. NO lo olvides.
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Hacer El Bien



Evidencias científicas muestran la aversión natural del ser humano a dañar –expresada con el principio universal de no hagas a otros lo que no querrías que te hicieran a ti– aflora desde dos sistemas cerebrales íntimamente conectados: uno emocional y otro cognitivo. La faceta racional, más lenta, ayuda cuando no basta el atajo natural inmediato de los sentimientos, sino que hay que deliberar y calcular.

Reveladoras también las investigaciones del equipo de Antonio Damasio publicadas en Nature. Estudian cómo solucionan dilemas éticos personas con un daño cerebral en la región que conecta lo emotivo y lo analítico. 

Estos pacientes siguen un patrón utilitarista fuera de lo común y deciden con rapidez matar –empujar a la vía– a una persona para salvar a cinco. Sin embargo, en un contexto más impersonal, como accionar las agujas, su conducta es normal. Por esa lesión del cerebro, estas personas carecen de la guía innata que supone la alarma de la emoción en el juicio moral, aunque el sistema deliberativo se mantiene. 

Los sentimientos desagradables, la repugnancia a hacer daño que constituye una señal de precaución, les dejan imperturbables.

Si hay contradicción entre ambos componentes de la racionalidad humana, ¿cómo se impone el sistema analítico? El caso del tren resulta de nuevo ilustrativo. Cuando los dilemas de empujar a alguien o cambiar las agujas se presentan a voluntarios utilitaristas –entrenados en el cálculo riesgo/beneficio como norma de conducta– resuelven tanto empujar como cambiar las agujas en el mismo tiempo. 

En tales casos usan los dos segundos más necesarios en esta actividad mental para ajustar racionalmente el coste/ beneficio, y así evitan seguir el atajo emocional, intuitivo y natural hacia lo correcto.

Los animales nunca se equivocan acerca de lo que les conviene o no: su instinto sólo les permite acertar. Sin embargo, a las personas, liberadas del encierro en el automatismo biológico, se les plantean dilemas y están abiertas a equivocarse al decidir.

Los códigos de conducta aportan una escala jerárquica de los valores que se consideran relevantes para calificar algo como bueno o malo. 

No están biológicamente determinados, y por ello difieren en aspectos normativos de unas culturas a otras. Como regulaciones sociales, humanizan cuando lo legal y lo ético convergen para premiar lo bueno (ayudar, curar) y penalizar lo malo (matar, no prestar asistencia en un accidente). Por eso mismo, existe una esquizofrenia social cuando leyes y ética divergen.

Aun con las cautelas propias de investigaciones sobre algo tan complejo como la mente humana, las neurociencias apuntan hoy al modo en que está registrado en el cerebro el principio natural, y por ello universal, de no hacer a los demás lo que no quiero para mí. El atajo emocional innato ante dilemas con vidas humanas en juego supone una predisposición natural al buen hacer.
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Sacudiendo “La Modorra”

Poema “El Gigante”
Y qué hago yo aquí donde no hay nada
grande que hacer? ¿Nací tan sólo para
esperar, esperar los días,
los meses y los años?
¿Para esperar quién sabe
qué cosa que no llega, que no puede
llegar jamás, que ni siquiera existe?
¿Qué es lo que aguardo? ¡Dios! ¿Qué es lo que aguardo?
Hay una fuerza
concentrada, colérica, expectante
en el fondo sereno
de mi organismo; hay algo,
hay algo que reclama
una función oscura y formidable.
Es un anhelo
impreciso de árbol; un impulso
de ascender y ascender hasta que pueda
¡rendir montañas y amasar estrellas!
¡Crecer, crecer hasta lo inmensurable!
No por el suave
placer de la ascensión, no por la fútil
vanidad de ser grande…
sino para medirme, cara a cara
con el Señor de los Dominios Negros,
con alguien que desprecia
mi pequeñez rastrera de gusano,
áptero, inepto, débil, no creado
para luchar con él, y que no obstante,
a mí y a todos los nacidos hombres,
goza en hostilizar con sus preguntas
y su befa, y escupe y nos envuelve
con su apretada red de interrogantes.
¡Oh Misterio! ¡Misterio! Te presiento
como adversario digno del gigante
que duerme sueño torpe bajo el cráneo;
bajo este cráneo inmóvil que protege
y obstaculiza en dos paredes cóncavas
los gestos inseguros y las furias
sonámbulas e ingenuas del gigante.
¡Despiértese el durmiente agazapado,
que parece acechar tus cautelosos
pasos en las tinieblas! ¡Adelante!
Y nadie me responde, ni es posible
sacudir la modorra de los siglos
acrecida en narcóticos modernos
de duda y de ignorancia; ¡oh, el esfuerzo
inútil! ¡Y el marasmo crece y crece
tras la fatiga del sacudimiento!
¡Y pasas tú, quizás si lo que espero,
lo único, lo grande, que mereces
la ofrenda arrebatada del cerebro
y el holocausto pobre de la vida
para romper un nudo, sólo un viejo
nudo interrogativo sin respuesta!
¡Y pasas tú el eterno, el inmutable,
el único y total, el infinito!,
¡Misterio! Y me sujeto
con ambas manos trémulas, convulsas,
el cráneo que se parte, y me pregunto:
¿qué hago yo aquí, donde no hay nada, nada
grande que hacer? Y en las tiniebla nadie
oye mi grito desolado. ¡Y sigo
sacudiendo al gigante! Antonio Guerrero

*Poeta cubano. Nació en el poblado de Alquízar, en la actual provincia de Artemisa, el 20 de diciembre de 1899.  Falleció en La Habana el 16 de enero de 1934. Se dio por entero a la lucha revolucionaria contra el gobierno de Gerardo Machado. Dirigió huelgas, entre ellas la de agosto de 1933, que concluyó con la caída del tirano.


Desinterés

Se entiende por desidia una de las actitudes más negativas que puede tener el ser humano y que tienen que ver con la despreocupación o el desinterés ante la situación de dolor, sufrimiento o malestar del otro. 

La desidia no es más ni menos que la falta de compromiso y asistencia para con alguien que está sufriendo, por ejemplo alguien que vive en la calle. La desidia no debe ser confundida con la indiferencia aunque ambas tienen una misma rama que es dejar de asistir a aquella persona que lo necesita.

En el caso de la desidia, sin embargo, encontramos una actitud más decidida y voluntaria de la persona, es decir, una decisión más claramente ligada con el no querer ayudar por una razón, no por miedo o por ignorancia como podría pasar con la indiferencia. La desidia es una actitud muy negativa ya que evita que una persona actúe de manera solidaria, preocupada o interesada con aquel que así lo necesita.


El término desidia puede ser aplicado a un sinfín de situaciones y variables. Sin embargo, en la mayoría de los casos es un término que se utiliza para hacer referencia a cuestiones que tienen que ver con el desempeño social, es decir, del comportamiento humano en torno de los demás y no tanto en torno de uno mismo. 

Si bien uno puede ejercer la desidia para con uno mismo cuando se deja de preocupar por su propia salud, por su propio aspecto o por su propio bienestar, la palabra remite más que nada a una actitud social que tiene que ver con cierta malicia a la hora de no resolver situaciones que puedan ser conflictivas o dolorosas para otros.

Hoy en día, la sociedad moderna presenta muchas complejidades que tienen que ver con problemas tales como la desigualdad social y la miseria. En estos casos es muy visible la desidia cuando hablamos de gobiernos que no desean resolver esos problemas por intereses políticos, como así también podemos hablar de desidia cuando algunas personas actúan de manera miserable o de manera agresiva y despectiva con aquellas personas que sufren por estar en una situación de indigencia.



Singularidades Humanas




"Los seres humanos somos especiales. Todos resolvemos problemas sin esfuerzo y de manera rutinaria. [...] Somos algo muy grande, y eso nos asusta un poco", asegura Michael S. Gazzaniga, director del Centro SAGE para el estudio de la mente de la Universidad de California. Hace cuatro años que publicó El cerebro ético, un libro en el que abordaba los dilemas éticos relacionados con el sistema nervioso y que tuvo una amplia acogida. 


Ahora vuelve a escena con ¿Qué nos hace humanos?, una obra en la que ofrece una amena y entusiasta "explicación científica de nuestra singularidad como especie" .


¿Grandes cerebros implican grandes ideas? ¿Sería divertido salir con un chimpancé? ¿En qué pensaríamos si fuésemos la única persona sobre la Tierra? Son algunas de las originales preguntas que plantea Gazzaniga en voz alta y a las que responde haciendo referencia a algunas de las investigaciones neurocientíficas más recientes y sorprendentes. 


A lo largo de casi quinientas páginas, el autor nos guía en un recorrido a través del cerebro mientras nos explica desde un punto de vista científico cosas tan humanas como el miedo, las relaciones sociales, el chismorreo, el flirteo, las mentiras (a uno mismo o los demás), la moral, el contagio emocional, el bostezo, la imaginación, los tabúes, el arte, la música, la compasión... 


Y termina hablando de tecnología, inteligencia artificial y fyborgs. 


"Es dudoso que tengamos la capacidad cerebral necesaria para asimilar toda la información que se está reuniendo", reflexiona Gazzaniga al final del libro. "Pero nuestra capacidad de desear o imaginar que podemos ser mejores es notable. Ninguna otra especie aspira a ser más de lo que es".

sábado, 17 de marzo de 2018

Severidad En La Autocrítica


Son perfeccionistas. Pero no por tener un honesto compromiso con lo bien hecho, sino como estrategia para protegerse de la autocrítica ante el más mínimo error cometido.

Además, son excesivamente susceptibles a la crítica o a la desaprobación de los demás, en la que ven reflejado su propio y doloroso conflicto interno.

Esa parte autocrítica de la personalidad está respaldada por emociones que parecen justificarla, que la muestran “razonable”: frente al error propio o ajeno, automáticamente surgen el enojo o el disgusto y entonces la opinión desfavorable (es decir, la crítica), parece lógica y natural.

Si una persona con estas características toma consciencia de su situación, si se da cuenta de que su autocrítica sólo le provoca dolor sin ayudarle realmente en ningún aspecto de la vida, tal vez se diga: “Bueno, tendría que dejar de ser tan autocrítico” o “Debería comenzar a tratarme con más consideración”, lo que no es más que nuevamente el mismo mecanismo muy, pero muy sutilmente disfrazado: observar el propio “error” y reclamarse a sí mismo por cometerlo.

Pero entonces, ¿qué hacer con este rasgo de la personalidad con el que honestamente no estamos conformes, que sinceramente queremos abandonar, si al señalárnoslo como inapropiado estamos actuando desde la autocrítica que nada resuelve? Más precisamente, ¿qué hacer con el crítico que llevamos dentro si al cuestionarlo o criticarlo en realidad le estamos dando el control y lo fortalecemos?

La respuesta a esta pregunta me pareció desconcertante e inesperada. No parece ser la solución lógica de este problema. Pero por ser la respuesta correcta, ciertamente también está respaldada por la lógica.

Veamos: esta parte crítica (o autocrítica) de la personalidad, la que, disfrazada de saludable perfeccionismo, sólo provoca dolor al calificar de insuficientes todos nuestros esfuerzos y resultados ya que, “lógicamente”, siempre podrían haber sido superiores o mayores o mejores, esa parte crítica está herida. Se trata de una parte lastimada, triste y enojada, precisamente porque se formó de la crítica recibida por el niño que fuimos.

Y es legítimo e inevitable que un niño así lastimado por adultos, se sienta dolido, triste y enojado. Y es comprensible que se exprese con el lenguaje y con los códigos aprendidos de la crítica sin amor. Y un niño así lastimado, que no recibió el sano estímulo del amor y la aceptación incondicionales, no merece de nuestra parte nuevas críticas y maltratos para “corregirlo”, sino que le corresponde (y lo reclama, a su manera) que simplemente lo aceptemos y que lo amemos. 

El amor es lo único que puede devolverle (¡que puede devolvernos!) la paz, el equilibrio y la alegría.


Y esta conclusión no sólo vale en nuestro interior. Cuando finalmente entendemos esta situación que tiene lugar dentro nuestro, cuando comprendemos que la única respuesta eficaz contra la propia crítica o la autoagresión es el amor hacia nosotros mismos (especialmente hacia nuestra parte crítica), inmediatamente apreciamos el alcance universal de esta conclusión.

Comenzamos a comprender cuál es la verdadera condición del “agresor”: alguien que en realidad se castiga a sí mismo, alguien que necesita con urgencia darse y recibir su propio amor, alguien que es incapaz de dar amor a los demás y de recibirlo porque recrea o proyecta en ellos su propio drama interno, y, finalmente, alguien como nosotros, que sólo necesita amor…

La Conciencia Humana


La definición de la conciencia ha sido uno de los temas centrales de discusión dentro de la Filosofía y de la Psicología Cognoscitiva pero no ha sido tratado hasta hace muy poco tiempo por la Neurobiología. 

Algunos filósofos como Chalmers han expresado una doble preocupación dentro del estudio de la filosofía. Por un lado están los enigmas cuya explicación será sin duda encontrada tarde o temprano por las ciencias positivas como todas las relacionadas con el funcionamiento del cerebro, del sistema nervioso, de las neuronas, de sus infinitas relaciones, etc.

Por otro lado se encuentran aquellos problemas que Chalmers denomina como “difíciles”, es decir descubrir cómo todos los procesos físicos que se producen en el cerebro dan lugar a experiencias individuales y subjetivas.

En efecto, descubrir cómo está relacionado el movimiento de cada una de las partes de nuestro cuerpo con las ordenes emanadas por el cerebro puede parecer un problema complejo pero en absoluto imposible de solucionar. Sin embargo encontrar una explicación por la cual una obra musical puede despertar en nosotros sentimientos tan dispares como la alegría o la tristeza, la melancolía o la agresividad y además de manera totalmente individualizada, no parece que por el momento estemos en el camino de entenderlo.

Uno de los problemas básicos para cualquier aproximación a este problema estriba en delimitar claramente de qué estamos hablando, de la relación entre lo físico (el cerebro) y lo intangible (la conciencia).

Para Searle la conciencia no es un tema propio para la investigación científica mientras no esté bien definida. Los intentos por definir la conciencia debidamente han sido en cualquier caso inapropiados hasta el momento. 
“El concepto de conciencia es en el mejor de los casos confuso y en el peor, místico.”

Este autor prefiere no aventurarse demasiado y se conforma con relacionar la conciencia con los estados en los que el individuo “está despierto”.

Partiendo de esta base Searle estima que la existencia de la conciencia en todos los seres humanos está íntimamente ligada a una cuestión evolutiva, biológica , producida por procesos neuronales comunes y que sin embargo tienen manifestaciones individuales e internas como tener conciencia de las sensaciones externas o simplemente saberse despierto.

Para Crick es peligroso entrar a definir que es la conciencia, ya que todo el mundo tiene su propia idea subjetiva, sin embargo Edelman se muestra mucho más concreto y define la conciencia como “lo que usted tiene cuando está despierto y pierde cuando está en sueño profundo o bajo anestesia y que recupera cuando se despierta de nuevo”.

Blakemore también se muestra muy explícito cuando afirma que la función de la conciencia no se trata de algo difuso para un ejercicio puramente reflexivo o intelectual sino que es fruto de la evolución del sistema nervioso del ser humano para “alcanzar sus metas biológicas, comer, beber y reproducirse”.

Esta última afirmación no estaría en absoluto en consonancia con la afirmación de algunos autores que piensan que puede encontrarse algún tipo de conciencia similar a la humana en algunos otros mamíferos superiores.

De esto último puede extraerse la conclusión de que la conciencia no necesariamente debe ir unida al lenguaje y que puede haber más de una forma de conciencia.

El acto de la conciencia requiere que estemos atentos a ella. Somos conscientes únicamente de aquello a lo que prestamos atención durante un tiempo concreto.

Existe por tanto una relación entre la conciencia y el tiempo. Necesitamos tiempo, aunque este sea mínimo, para procesar la información que nos llega y tener conciencia de la misma.

La conciencia dinámica que poseemos depende de una serie de actos singulares y diferenciados a lo largo del tiempo. Estos actos únicos e individuales se suceden unos detrás de otros y nos hacen ser conscientes de ellos.

Para retener estas informaciones el individuo requiere de “la memoria a corto plazo” o memoria icónica que nos recuerde continuamente aquello de lo que hemos sido conscientes.

Existen muchas y variadas patologías, ilustradas por la medicina, que nos ilustran sobre la complejidad del proceso que nos lleva a ser conscientes de aquello que vemos, oímos o tocamos.

Los pacientes del llamado “síndrome de la visión ciega” son conscientes de que ven pero no son conscientes de lo que ven, no saben reconocer los objetos que se les presentan.

Otra conocida patología es la llamada “agnosia para las caras”. Estos pacientes, afectados por una lesión de las amígdalas, al ver una cara saben que es una cara, pero no saben distinguirla de otra. No saben si se trata del rostro de una persona amiga, de un familiar o de un desconocido, si está alegre o triste… Sólo saben que es una cara.

Estas y otras dolencias nos ponen de manifiesto la complejidad de este fenómeno y lo que todavía nos falta por investigar.


Imaginación Y Fantasía


La Fantasía es una cárcel de placer... 
La Imaginación es un valle de Libertad…
La imaginación da poder, la fantasía lo quita.

La imaginación es ese espacio virtual, abstracto de la mente donde podemos ir a buscar soluciones a problemas, encontrar nuevos caminos de renovación… 

Nuevas estrategias de superación. El mundo de la imaginación nos maravilla, nos fortalece. Tiene el mensaje de “Todo es posible”. Con la imaginación crecemos, inventamos, nos renovamos, hacemos preguntas, surge la curiosidad, exploramos, vamos más allá o vemos más allá… Hacemos milagros.

¿Qué ocurre con la fantasía?
A simple vista parece que es lo mismo, pero en el mundo del crecimiento personal, en el camino de la libertad vas descubriendo matices muy sutiles  que marcan grandes diferencias entre la Fantasía y la Imaginación.

Me gusta la Ley de la atracción que expresa en su filosofía que atraemos aquello a lo que se le presta atención. A raíz de esta Ley universal surgen expertos y Gurús que te prometen un mundo maravilloso, me fijo mucho que fomentan más la Fantasía que la Imaginación… y concluyo que agarrarse a estos cursos milagrosos puede traer decepción. 

Y a medida que pienso en el tema me llegan textos y escritos que confirman lo que pienso:
Libro de Jung “Psicología y Alquimia”. Jung habla de un antiguo texto que explica cómo conseguir la piedra filosofal, donde dice que para conseguirla se debe guiar por la imaginación verdadera y no por la fantástica. Jung analiza y concluye que la Imaginación es un logro del pensamiento sumado a la reflexión que capta una realidad y la representa en imágenes… Y aunque solo exista en la mente, tiene el poder y la fuerza de convertirse en realidad.

Sin embargo, la Fantasía tiene como objetivo jugar con una imagen con el fin de producir placer o escaparnos de una realidad. En la Fantasía solo existe una imagen que se repite como un bucle…

En la Imaginación hay un inmenso paisaje lleno de imágenes muy poderosas.

La Fantasía puede generar sentimientos de culpa, por perder el tiempo, por sentir que es irreal, por no conseguir nada concreto.

Con la imaginación obtenemos éxito y realización personal, porque esa película que vamos creando surge de lo más hondo del alma… surge con un empuje, de una fuerza imparable rumbo a la creación de lo imaginado.

La Fantasía no va a ningún sitio, solo al disfrute momentáneo con una parte de la imagen.

Con la imaginación tendrás todo lo que imaginas… Con la fantasía solo jugarás en tu mente por un rato.

La imaginación es un parque de atracciones… La Fantasía, un chupete mojado con azúcar.

Cuando veas un curso de la ley de la atracción o similar donde te prometen que por pensar en dinero, ver dinero, repetir que eres rico… Empapelar tu habitación de imágenes de dinero… Y más consejos, de alguna manera te están enseñando a fantasear, te están dando un chupete endulzado.

La Imaginación es más potente, es más vitalista porque te impulsa a la realización de las imágenes que bullen en la mente.


La imaginación conecta con nuestra parte creadora y misteriosamente con el poder de los milagros. 

Seguridad Y Confianza


La confianza en uno mismo no es más que una creencia, una cuestión de expectativas. Si tengo expectativas de que seré capaz de tener éxito en los obstáculos que se me presenten, confiaré en mí mismo.

Por el contrario, si  creo que los problemas me van a superar, tendré baja confianza en mis posibilidades.

La confianza no será igual en todas las áreas de mi vida. Donde tenga una autoestima saludable y positiva será más fácil que confié en mí mismo. Quizá tengo mucha confianza jugando a baloncesto, pero muy poca como pianista.

O tengo mucha confianza como amante pero no como pareja. Todo dependerá de la interpretación que haya hecho de mis experiencias pasadas
.
Para confiar más en mi mismo, por lo tanto tendré que reinterpretar de una manera más justa mis experiencias y de generar conductas que me reafirmen en una imagen más positiva de mí mismo. No bastará con generar pensamientos nuevos, también es necesario construir conductas coherentes con esa nueva imagen.

La confianza en uno mismo es un concepto que tiene varios significados, como por ejemplo, autoaceptación, autosatisfacción, autoconciencia.

Es fundamental saber cuáles son los propios límites y fallos, y también las fortalezas que tenemos, para apreciarlas (Forges), en definitiva, tenemos que aceptar cada elemento que nos pertenece y mirar hacia nuestro interior como si tuviésemos que encontrar un potencial.

Generalmente la persona presenta ante a sí misma y los demás, una versión mejorada de si mismo y esa evaluación que cada uno hace sobre sí mismo muchas veces es más generosa que una evaluación hecha por otros (Seligman).

Es un mecanismo para la supervivencia, la confianza en uno mismo representa la motivación necesaria para cumplir los objetivos, eso se obtiene gracias al fenómeno de la profecía autocumplida. Otras veces la imagen de uno mismo será demasiado injusta debido a una alta exigencia hacia uno mismo. 

La autoconfianza forma parte del ser humano, el resultado de la mezcla entre autoestima y autoeficacia; la autoeficacia es la impresión que tiene una persona de que es capaz de cumplir sus metas, la autoestima está más relacionada a la percepción que tiene una persona sobre sí misma y sus capacidades. 


Las Diferencias

¿De qué nos sirve en realidad ser todos iguales? Uno de nuestros objetivos como personas es, sin duda, el de dejar huellas. Debemos marcar a los que nos rodean y ser ejemplos de los que aprender, también para la propia sociedad.

Debemos ser capaces de aportar nuevas ideas con las que enriquecernos para seguir avanzando.

Quien es capaz de ir más allá de lo esperable, de esos moldes que nos impone la sociedad, adquiere unas estrategias personales que lo ayudan a sobresalir del resto, a ser más valientes y a dar ejemplo.

En ocasiones, no es fácil ser diferente. Eso es algo que todos tenemos claro. Y por ser diferente no nos referimos solo a la clásica imagen de tener unos kilos de más.

Quien piensa de forma alternativa también es diferente.

Quien hace las cosas de una forma poco habitual también es etiquetado como diferente.

Vestir de forma alternativa, mantener otras costumbres, ser siempre sincero, o incluso querer para nuestros hijos otras cosas distintas a las esperables, hace en ocasiones que nos señalen con el dedo. Que nos hagan sentir diferentes.

Ser diferente y saberse diferente es la mayoría de las veces una oportunidad. Nos permite aprender mucho más de nosotros mismos, y eso es algo de lo que no todo el mundo es capaz. Vale la pena ponerlo en práctica y aceptarnos cada día de nuestra vida, intentando ser felices en cada cosa que hagamos.


Quien no se acepta a sí mismo y ansía convertirse en aquello que le impone la sociedad, es el auténtico desterrado. El auténtico diferente.

viernes, 16 de marzo de 2018

Los Genes Sociables


Los genes también tienen algo que decir en las redes sociales digitales. Un reciente estudio ha demostrado que la capacidad para hacer amigos es, en parte, hereditaria.

¿Usted es una persona sumamente sociable o prefiere mantenerse al margen en su grupo de amigos? De cualquier forma, sus genes y evolución jugarían un papel clave, informaron investigadores estadounidenses. Aunque no resultaría sorprendente que los genes ayuden a explicar por qué algunas personas tienen muchos y otros pocos amigos, los investigadores señalaron que sus hallazgos van un poco más allá.

"Algunas de las cosas que descubrimos son realmente extrañas", dijo Nicholas Christakis, de la Harvard University en Massachusetts, quien ayudó a realizar el estudio. "Hallamos que el modo en que alguien se conecta con sus amigos depende de sus genes", indicó.

"Algunas personas tienen cuatro amigos que se conocen entre ellos y otras tienen cuatro amigos que no se conocen entre sí. (Por ejemplo) Que Dick y Harry se conozcan entre ellos depende de los genes de Tom", agregó el investigador.

Christakis y su colega James Fowler, de la University of California en San Diego, son reconocidos por sus estudios en los que demuestran que la obesidad, el tabaquismo y la felicidad se expanden en redes. Para esta investigación, ambos expertos y Christopher Dawes emplearon información nacional que comparaba a más de 1.000 mellizos y gemelos.

Debido a que los mellizos comparten el ambiente, los estudios en los que participan son buenos para mostrar el impacto que tiene la genética en varios temas, dado que los gemelos comparten todos sus genes, mientras que los mellizos sólo la mitad. "Hallamos que parece ser una tendencia genética presentar a los amigos unos con otros", dijo Christakis.

Podría haber buenas razones evolutivas para esto. Las personas en medio de una red social tendrían conocimiento de chismes útiles, como la ubicación de la buena comida y las mejores opciones de inversión. Pero también correrían el riesgo de contraer gérmenes de todos lados, y allí la ventaja residiría en una conducta social más cautelosa, escribió el equipo en Proceedings of the National Academy of Sciences.


"Se trataría de que la selección natural actúa no sólo en cosas como si podemos o no resistir un resfrío común, sino además en con quién entraremos en contacto", indicó Fowler.

La Inteligencia


Tradicionalmente se ha visto la inteligencia como una sola identidad inherente a cada uno de nosotros y en diferentes grados. En el año de 1983, Howard Gardner psicólogo estadounidense reconocido por sus teorías acerca de la inteligencia amplió el concepto de la inteligencia al decir que ésta es la capacidad desarrollable y no solo algo innato de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una cultura (o varias);
así estaba quitando la etiqueta de inteligentes sólo a los “intelectuales” y estaba dando cabida a una serie de latentes que antes no habían sido reconocidos..

La teoría de Gardner no estaría completa si no hubiera formulado, en 1983, el término “Inteligencias múltiples”, en el cual se agrupan 9 tipos de ellas.

Para definir cada ámbito de la inteligencia, Gardner estudio el desarrollo de habilidades en los niños y la forma en que se descomponen las diferentes capacidades en casos de daño cerebral. Observo como se manifiesta cada una de tas inteligencias dentro de la cultura del individuo. Por ejemplo se demuestra una inteligencia lingüística escribiendo poesía en una cultura y contando historia de otras.

Inteligencia lingüística:
Es considerada, una de las más importantes. En general se utilizan ambos hemisferios y es la que caracteriza a los escritores y todos los escritores que se dedican a los medios impresos.
Aunque discuten sobre el origen y el desarrollo del lenguaje humano, los expertos admiten que se remonta a hace 100.000 años, al homo sapiens arcaico; el lenguaje fue una parte intrínseca de las vidas de estos homínidos corno animales sociales. Las sociedades han sido configuradas mantenidas por el lenguaje. El mismo tuvo en todas las sociedades antiguas un poder considerado como más fuerte que la espada.

Inteligencia musical:
Conocida comúnmente como “buen oído”, es el talento que tienen los músicos, los cantantes y los bailarines.
La fuerza de esta inteligencia innata varía de una persona a otra. Pero por fuerte que sea su inteligencia musical, necesita ser estimulada y configurada para desarrollar todo su potencial, ya sea para tocar un instrumento o para escuchar una melodía con sensibilidad. Este tipo de inteligencia surge a menudo muy pronto y de modo natural en los individuos dotados para ello.

Inteligencia lógica matemática:
Considerada hace poco en occidente como una de las “únicas inteligencias”. Quienes pertenecen a este grupo hacen uso del hemisferio lógico del cerebro y pueden dedicarse a las ciencias exactas. De los tipos de inteligencia este es el más cercano al concepto tradicional de inteligencia.
En algunas llamadas sociedades primitivas, la lógica, las matemáticas y la ciencia no parecen ser a primera vista fundamentales para la cultura. Este ámbito de la inteligencia se emplea de formas diferentes: regatear y comerciar, formular calendarios para medir el tiempo y estimar con exactitud cantidades y distancias depende de la inteligencia lógico-matemática, ejemplo esta que los mejores pensadores lógicos – matemática fueron Galileo Galilei e Isaac Newton.

Inteligencia espacial:
La tienen los que pueden hacer un modelo mental en tres dimensiones del mundo (o un fragmento de él, según la situación). Esta inteligencia la comparten oficios tan diversos como la ingeniería, la cirugía, la escultura, la marina, la arquitectura, el diseño y la decoración. Científicos como James Watson y Francis Crick utilizaron bocetos y modelos (a veces mentalmente, otras veces en forma tridimensional) para visualizar y decodificar la espiral de la molécula de ADN.

Inteligencia corporal – kinestésica:
Los kinestésicos tienen la capacidad de utilizar su cuerpo para resolver problemas o realizar actividades. En este campo están los deportistas, los cirujanos y los bailarines. Una aptitud natura de este tipo de inteligencia se manifiesta a menudo desde niño; un ingeniero de éxito recuerda que se convirtió en ingeniero a la edad de cuatro años. Cuando empezó a desmotar objetos del hogar cuando sus padres no le miraban.

Inteligencia emocional:
Es la capacidad humana para resolver problemas relacionados con las emociones. Y aunque parezca que este tipo de inteligencia es poco importante, se ha demostrado que es igualmente válida para tomar decisiones ya que en estos momentos, los sentimientos y cómo nos sentimos tienen mucho que ver a la hora de elegir.
La inteligencia emocional es un complemento indispensable en la relación con sí mismo y con los demás. No sirve de nada ser el alumno con mejores calificaciones si el niño no tiene amigos y se siente acomplejado.
Saber manejar nuestras emociones también tiene que ver con la seguridad que debe estar presente en situaciones como un examen o una entrevista en las que los nervios pueden “borrar de nuestra mente” todo lo que sabemos.

Inteligencia intrapersonal:
Esta nos permite formar una imagen veraz y precisa de nosotros mismos; nos permite poder entender nuestras necesidades y características, así como nuestras cualidades y defectos sin maximizarlos o minimizarlos. Y aunque se dice que nuestros sentimientos sí deben ayudar a guiar nuestras decisiones, debe existir un límite en la expresión de estos. Este tipo de inteligencia es funcional para cualquier área de nuestra vida.

Este tipo de inteligencia es un complemento fundamental de cualquiera de las demás, pues tampoco sirve de nada si sacamos las mejores notas pero elegimos mal a nuestros amigos y, posteriormente, a nuestra pareja.

La mayoría de las actividades que se realizan en la vida dependen de la inteligencia interpersonal, ya que están formadas por grupos humanos en los que debemos relacionamos
.
Los grandes líderes tienen una fuerte inteligencia interpersonal para bien o para mal. Martín Luther King líder estadounidense de los derechos civiles, fue un orador estimulante que uso sus habilidades para inspirar el cambio social radical.
También se necesitan fuertes habilidades interpersonales en formas de terapia y en la enseñanza de los incapacitados. Los consejeros deben establecer empatía con sus pacientes para comprender sus motivaciones y comportamiento, una tarea difícil cuando este no puede articular sus propios sentimientos.

Inteligencia naturalista:
La utilizamos al observar y estudiar la naturaleza. Los biológicos y herbolarios son quienes más la han desarrollado.

Todos tenemos tos 9 tipos de inteligencia, pero desarrollamos unas o otras dependiendo de factores como la educación, la familia y el entorno. No importa cuál sea la actividad que vayamos a desarrollar, pues necesitamos algunas combinaciones según sea el caso.

Hoy, debido a la complejidad del mundo, los niños parecen estar mucho más listos para resolver problemas de toda índole. Por eso, aunque es importante que conozcas los talentos y aptitudes de tu hijo, también lo es que trates de incentivar su capacidad para desenvolverse correctamente en cualquier ámbito, así cuando ingrese a la escuela y a la universidad, no sólo será capaz de obtener buenas notas sino también de ser feliz.


Autodidactas


El autodidacta “educa y es educado”. Mientras que existen personas que se forman asistiendo a clases presenciales (universidad, institutos, academias…), otras lo hacen a través de su propio aprendizaje, explorando y profundizando sobre un área  de conocimiento que le inquieta e interesa.

En estos casos, la iniciativa y la constancia se convierten en dos cualidades esenciales, pues sólo así el autoaprendizaje se llevará a cabo de forma efectiva.

Un buen autodidacta nunca se conforma con lo que sabe, siempre tiene esa necesidad  constante de aprender por sí mismo indagando, consultando manuales, asistiendo a seminarios, y especialmente, utilizando los recursos que las nuevas tecnologías ponen a su disposición, sin la ayuda de terceras personas.

En el autodidactismo es importante marcar unas metas reales, tanto de carácter general, como parcial. Las metas que nos marquemos durante el camino de nuestra formación nos animarán a continuar y no desistir, alcanzando así nuestros objetivos generales o finales. 

Pero, ¿es efectivo el autodidactismo como método de aprendizaje?
El autodidactismo es un camino hacía la autonomía del aprendizaje y aporta muchas aptitudes a las personas que lo llevan a cabo,  como la capacidad de esfuerzo y superación, pues nace de la iniciativa propia y libre de aprender por sí mismos.

Esta reflexión nos lleva a otra: ¿Están todas las personas preparadas para ser autodidactas?

No. La autodisciplina necesaria, el exceso de información existente -no siempre útil o veraz- y la falta de tiempo para discernir qué es importante y que no lo es, hace que muy pocas personas estén preparadas para formarse de manera autodidacta.

Por tanto, no todo son ventajas con este método. Como en cualquier proceso de autoaprendizaje, siempre se necesita a una persona que nos guíe, nos asesore y nos ayude a enfrentarnos a determinados obstáculos. 

Es en ese momento cuándo la formación e-learning puede jugar un papel importante, puesto que siempre es importante tener la ayuda de un profesor o tutor que te “acompañe” en el camino del aprendizaje y te permita compartir ideas, opiniones…. .

Además, existen ciertas áreas en las que el autodidactismo, por sí solo, como método de aprendizaje, no sería efectivo. No es lo mismo estudiar  un idioma que el cálculo estructural de un edificio  o cómo utilizar software informáticos complejos. 

Ahondar en áreas complejas, resulta más complicado sin la figura de un docente que nos guíe.

Sin embargo, la formación e-learning resulta atractiva y positiva porque maximiza las temáticas en las que el autodidactismo “dirigido” es viable, al ofrecer el apoyo de docentes que ayudan al alumno en los momentos críticos que, sin esta ayuda, detendrían su proceso formativo.