En la mente humana,
la información recogida por el sistema sensorial fluye a través de un sistema
cognitivo cuyos componentes básicos son la atención, la percepción y la
memoria.
De acuerdo a este planteamiento, se concibe al ser humano como un
procesador activo de información. Primero, recibimos diferentes estímulos
externos que se transforman en nuestro interior en mensajes nerviosos que alcanzan
el cerebro; después, organizamos e interpretamos estos mensajes de manera
significativa, y, finalmente, los guardamos en nuestra memoria, y desde ella
influyen de nuevo en todo el proceso.
Todo así explicado
parece perfecto, pero en realidad no lo es. No somos únicamente una central de
procesado de información y datos, pues, curiosamente, a la hora de interpretar
la información sensorial el ser humano parte de una predisposición mental que
influye considerablemente en lo que percibe.
Percibimos lo que queremos
percibir. Es el fenómeno conocido como 'predisposición perceptiva'. Es decir,
las cosas nos influyen en función de nuestra experiencia previa y de nuestra
herencia genética en un porcentaje que varía de persona a persona en una
cantidad variable difícil de determinar.
La mente del ser
del humano es su propia semilla con la capacidad de evolucionar hasta su pleno
desarrollo. Se podría decir que la vida es la posibilidad de evolucionar que
tiene la materia en forma organizada y con un propósito; y así como puede
naturalmente evolucionar la materia también evoluciona la conciencia hacia una
etapa superior. La evolución de la conciencia se manifiesta como sabiduría, que
es la organización de la inteligente superior, o sea la posibilidad de síntesis
que permite percibir de una manera holística y dimensional la realidad tal como
es.
El término
neurociencia apareció hace más de treinta años. Actualmente se publican más de
40.000 artículos al año sobre esta materia. Estamos asistiendo a una verdadera
explosión científica en ese sentido. Pero aunque los neurocientíficos se
preocupen de la mente, «pasarán siglos y acaso millares de años antes que el
hombre pueda entrever algo del insondable arcano del mecanismo no sólo de
nuestra psicología, sino de la más sencilla, de un insecto».
Fue Ramón y Cajal
quien escribió está magnífica reflexión. También decía: «Los centros nerviosos
de los mamíferos, especialmente los del hombre, representan la verdadera obra
maestra de la naturaleza, la máquina más sutilmente complicada que la vida puede
ofrecer». Toda la obra de Cajal es reveladora en este sentido.
La
propia ciencia tiene sus limitaciones, porque su epistemología no es perfecta.
Hay que reivindicar un nuevo relativismo cognitivo, capaz de coexistir con el
mundano y vulgar 'nada se sabe seguro' o 'todo es opinión', porque las
limitaciones no son tanto de la ciencia en sí como de nuestros cerebros. ¿Cómo
explicar, si no es de este modo, fenómenos tan terriblemente humanos como la
violencia, la codicia, las desigualdades sociales, la mentira
?
La mente es un
órgano biológico más que una ventana a la realidad. Así pues, es lógico que no
seamos capaces de comprender bien todos los fenómenos que rodean o incluso
algunas de las más elementales leyes de la física, no digamos si se trata de la
física cuántica
en realidad es que no la entiende casi
nadie en absoluto. Somos limitados y eso nos deja un margen de error que hemos
de saber gestionar honradamente.
Hoy nos hemos puesto serios, quizás porque a
veces nos olvidamos de que la vida también lo es.