domingo, 3 de junio de 2018

Inmensidad De La Mente


En la mente humana, la información recogida por el sistema sensorial fluye a través de un sistema cognitivo cuyos componentes básicos son la atención, la percepción y la memoria. 

De acuerdo a este planteamiento, se concibe al ser humano como un procesador activo de información. Primero, recibimos diferentes estímulos externos que se transforman en nuestro interior en mensajes nerviosos que alcanzan el cerebro; después, organizamos e interpretamos estos mensajes de manera significativa, y, finalmente, los guardamos en nuestra memoria, y desde ella influyen de nuevo en todo el proceso.

Todo así explicado parece perfecto, pero en realidad no lo es. No somos únicamente una central de procesado de información y datos, pues, curiosamente, a la hora de interpretar la información sensorial el ser humano parte de una predisposición mental que influye considerablemente en lo que percibe. 

Percibimos lo que queremos percibir. Es el fenómeno conocido como 'predisposición perceptiva'. Es decir, las cosas nos influyen en función de nuestra experiencia previa y de nuestra herencia genética en un porcentaje que varía de persona a persona en una cantidad variable difícil de determinar.

Por otra parte, nada de lo que percibimos permanece estable ni constante en la realidad. El cerebro extrae las características constantes e invariables de los objetos y aunque sean vistos desde diferentes ángulos, a diversas distancias o en condiciones variadas de iluminación se perciben como si tuvieran la misma forma, tamaño y color. Así es fácil de entender como existen diversos estados de percepción de la realidad y cómo la percepción puede sufrir alteraciones más o menos serias, algunas de las cuales recogemos bajo el común denominador de estados alterados de percepción de la mente.

La mente del ser del humano es su propia semilla con la capacidad de evolucionar hasta su pleno desarrollo. Se podría decir que la vida es la posibilidad de evolucionar que tiene la materia en forma organizada y con un propósito; y así como puede naturalmente evolucionar la materia también evoluciona la conciencia hacia una etapa superior. La evolución de la conciencia se manifiesta como sabiduría, que es la organización de la inteligente superior, o sea la posibilidad de síntesis que permite percibir de una manera holística y dimensional la realidad tal como es.

El término neurociencia apareció hace más de treinta años. Actualmente se publican más de 40.000 artículos al año sobre esta materia. Estamos asistiendo a una verdadera explosión científica en ese sentido. Pero aunque los neurocientíficos se preocupen de la mente, «pasarán siglos y acaso millares de años antes que el hombre pueda entrever algo del insondable arcano del mecanismo no sólo de nuestra psicología, sino de la más sencilla, de un insecto».

Fue Ramón y Cajal quien escribió está magnífica reflexión. También decía: «Los centros nerviosos de los mamíferos, especialmente los del hombre, representan la verdadera obra maestra de la naturaleza, la máquina más sutilmente complicada que la vida puede ofrecer». Toda la obra de Cajal es reveladora en este sentido.

La mente humana, claro está, tiene limitaciones, y es así porque la mente no fue concebida originalmente para conocer la verdad sino para sobrevivir a la mentira.

La propia ciencia tiene sus limitaciones, porque su epistemología no es perfecta. 

Hay que reivindicar un nuevo relativismo cognitivo, capaz de coexistir con el mundano y vulgar 'nada se sabe seguro' o 'todo es opinión', porque las limitaciones no son tanto de la ciencia en sí como de nuestros cerebros. ¿Cómo explicar, si no es de este modo, fenómenos tan terriblemente humanos como la violencia, la codicia, las desigualdades sociales, la mentira…?


La mente es un órgano biológico más que una ventana a la realidad. Así pues, es lógico que no seamos capaces de comprender bien todos los fenómenos que rodean o incluso algunas de las más elementales leyes de la física, no digamos si se trata de la física cuántica… en realidad es que no la entiende casi nadie en absoluto. Somos limitados y eso nos deja un margen de error que hemos de saber gestionar honradamente. 

Hoy nos hemos puesto serios, quizás porque a veces nos olvidamos de que la vida también lo es. 

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