domingo, 3 de junio de 2018

Las Garras De La Mediocridad


A veces es posible hacernos del privilegio de la redención, o más bien de un acto de contrición que tiene que ver con reconocer que somos un engranaje de lo que Foucault considerara como un sistema, es decir ‘un conjunto de relaciones que se mantienen, se transforman, independientemente de las cosas que conexionarán’, ese conjunto de relaciones funcionan también como un conjunto de reglas que muchas veces se contradicen en su naturaleza. 

Por ejemplo, cuando construimos un modelo de éxito individual, que privilegia sistemáticamente el mismo tipo de comportamiento y los mismos tipos de logros, muchas veces esas reglas informales que han sido construidas de forma discursiva, suelen chocar drásticamente con las reglas formales.

El éxito es un mito fantástico introducido en ese discurso como el máximo aspiracional del ser humano, tiene un sinfín de implicaciones que lo hacen relativamente utópico y dependiente de la percepción, pero en lo que todos estamos de acuerdo en silencio, es que el éxito como una construcción colectiva justifica cualquier medio, claro, nadie lo dirá en voz alta, ni utilizará ese discurso como bandera de guerra, pero si algo coincidimos casi todos los seres humanos, es que estamos, sin importar los motivos y las estrategias, escalando la pirámide del éxito.

Mi acto de contrición particular sucede por la reflexión reciente de lo que pasa en la academia y el círculo de éxito que se promueve en mi contexto, donde la dinámica que es propensa es romper repetidamente las reglas formales, con el fin último de ser el ganador en la carrera de las reglas informales. No me malinterprete, no me excluyo de la dinámica, al contrario, la tentación macabra y alguna que otra derrota y tendencia a sucumbir ante las garras del modelo de éxito, me han hecho romper alguna que otra regla; hoy intento darme el respiro de la reflexión y entender sus consecuencias y sobre todo, aprender a darme el lujo de la mediocridad.

La mediocridad, no como un asunto de lección ordinaria, sino como un modo de vida que relativice el éxito a separarse de la carrera para respirar.

Entiendo que parece un poco hippie y el asunto del carpe diem y el peace and love, es despreciable bajo los paradigmas del sueño americano, pero entonces, ¿no nos queda más que aceptar el hecho de que vamos en constante ascenso y que todo lo que nos haga detenernos es un monumental fracaso, o su pariente cercano?

Dese usted el lujo de la mediocridad, de sacar en un examen la nota que merece, de contestar una pregunta con la respuesta que conoce, de escupir sin auto flagelarse el alma un hermoso “no sé”, de aceptar que a veces no tilda las esdrújulas y de ponerse una camisa que lo hace ver gordo. Dese usted el lujo de cantar feo, de bailar mal, de comer mucho y de ser desordenado, deje de correr y empiece a caminar, dese el lujo de aceptar que le gusta Arjona y El Buki, de no ser siempre un genio brillante pero incomprendido. Dese usted el lujo de dejar que los otros ganen y declararse un estrafalario perdedor, dele un abrazo a su espíritu aterrado y déjelo salir, reconózcase normal y mundano, reconózcase terrenal, reconózcase feo y patán.

Reconozca que hace trampa, que ha evadido una cantidad significativa de reglas formales con la bandera del éxito bajo el brazo, vestido de Ralph Lauren chafa, con el afán de tomar al éxito por los cuernos y tartajear en Facebook, en un álbum que se llama éxito, desde el aeropuerto donde se registró para viajar a Disneylandia y retocar el éxito con su selfie stick. Quítese el maquillaje de lo incierto y respire a su familia y cánteles una canción, porque ese grupo de mediocres son cuanta cosa quiera usted. 

Deje de escupirles sus logros a los demás en las redes sociales y sosiegue su hambre por envidia, disfrute y comparta, enamórese y humíllese.

Recuerde usted que el éxito es una construcción discursiva, de la que por lo general usted no tuvo nada que ver, dese el lujo de encontrar lo que le gusta, para lo que usted es bueno y de ser ministro de un fantástico matrimonio entre los dos. No olvide que la mayoría de caminos al éxito no son más que un proceso burocrático eterno y confuso, rodeado de muchos francotiradores que esperan un descuido para ponerle un hoyo del tamaño de una naranja entre pecho y espalda.

Abra los ojos y disfrute estar vivo y vérselas con la resaca. Mire todos los episodios de Friends y levántese tarde algún día. Créame, si de algo estoy seguro es de que la muerte es inminente, y al menos que usted crea en la reencarnación, esto es todo lo que hay…


Dese ese lujo fantástico de la mediocridad, de por un día no ser un aspirante más al éxito, sálgase de la fila y tire su número a la basura, tome la mochila y escape, huya mientras pueda de esta dinámica terrorífica.

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