A veces es posible hacernos del privilegio de la
redención, o más bien de un acto de contrición que tiene que ver con reconocer
que somos un engranaje de lo que Foucault considerara como un sistema, es
decir ‘un conjunto de relaciones que se mantienen, se transforman,
independientemente de las cosas que conexionarán’, ese conjunto de relaciones
funcionan también como un conjunto de reglas que muchas veces se contradicen en
su naturaleza.
Por ejemplo, cuando construimos un modelo de éxito individual,
que privilegia sistemáticamente el mismo tipo de comportamiento y los mismos
tipos de logros, muchas veces esas reglas informales que han sido construidas
de forma discursiva, suelen chocar drásticamente con las reglas formales.
El éxito es un mito fantástico introducido en ese discurso
como el máximo aspiracional del ser humano, tiene un sinfín de implicaciones
que lo hacen relativamente utópico y dependiente de la percepción, pero en lo
que todos estamos de acuerdo en silencio, es que el éxito como una construcción
colectiva justifica cualquier medio, claro, nadie lo dirá en voz alta, ni
utilizará ese discurso como bandera de guerra, pero si algo coincidimos casi
todos los seres humanos, es que estamos, sin importar los motivos y las
estrategias, escalando la pirámide del éxito.
Mi acto de contrición particular sucede por la reflexión
reciente de lo que pasa en la academia y el círculo de éxito que se promueve en
mi contexto, donde la dinámica que es propensa es romper repetidamente las
reglas formales, con el fin último de ser el ganador en la carrera de las
reglas informales. No me malinterprete, no me excluyo de la dinámica, al
contrario, la tentación macabra y alguna que otra derrota y tendencia a
sucumbir ante las garras del modelo de éxito, me han hecho romper alguna que
otra regla; hoy intento darme el respiro de la reflexión y entender sus
consecuencias y sobre todo, aprender a darme el lujo de la mediocridad.
La mediocridad, no como un asunto de lección ordinaria, sino
como un modo de vida que relativice el éxito a separarse de la carrera para
respirar.
Entiendo que parece un poco hippie y el asunto del carpe
diem y el peace and love, es despreciable bajo los paradigmas del
sueño americano, pero entonces, ¿no nos queda más que aceptar el hecho de que
vamos en constante ascenso y que todo lo que nos haga detenernos es un
monumental fracaso, o su pariente cercano?
Dese usted el lujo de la mediocridad, de sacar en un examen
la nota que merece, de contestar una pregunta con la respuesta que conoce, de
escupir sin auto flagelarse el alma un hermoso “no sé”, de aceptar que a veces
no tilda las esdrújulas y de ponerse una camisa que lo hace ver gordo. Dese
usted el lujo de cantar feo, de bailar mal, de comer mucho y de ser
desordenado, deje de correr y empiece a caminar, dese el lujo de aceptar que le
gusta Arjona y El Buki, de no ser siempre un genio brillante pero
incomprendido. Dese usted el lujo de dejar que los otros ganen y declararse un
estrafalario perdedor, dele un abrazo a su espíritu aterrado y déjelo salir,
reconózcase normal y mundano, reconózcase terrenal, reconózcase feo y patán.
Reconozca que hace trampa, que ha evadido una cantidad
significativa de reglas formales con la bandera del éxito bajo el brazo,
vestido de Ralph Lauren chafa, con el afán de tomar al éxito por los cuernos y tartajear
en Facebook, en un álbum que se llama éxito, desde el aeropuerto donde se
registró para viajar a Disneylandia y retocar el éxito con su selfie stick.
Quítese el maquillaje de lo incierto y respire a su familia y cánteles una
canción, porque ese grupo de mediocres son cuanta cosa quiera usted.
Deje de escupirles sus logros a los demás en las redes
sociales y sosiegue su hambre por envidia, disfrute y comparta, enamórese y
humíllese.
Recuerde usted que el éxito es una construcción discursiva,
de la que por lo general usted no tuvo nada que ver, dese el lujo de encontrar
lo que le gusta, para lo que usted es bueno y de ser ministro de un fantástico
matrimonio entre los dos. No olvide que la mayoría de caminos al éxito no son
más que un proceso burocrático eterno y confuso, rodeado de muchos
francotiradores que esperan un descuido para ponerle un hoyo del tamaño de una
naranja entre pecho y espalda.
Abra los ojos y disfrute estar vivo y vérselas con la resaca. Mire todos
los episodios de Friends y levántese tarde algún día. Créame, si de algo estoy
seguro es de que la muerte es inminente, y al menos que usted crea en la
reencarnación, esto es todo lo que hay…
Dese ese lujo fantástico de la mediocridad, de por un día no
ser un aspirante más al éxito, sálgase de la fila y tire su número a la basura, tome la mochila y escape, huya mientras
pueda de esta dinámica terrorífica.
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