lunes, 27 de agosto de 2018

Ignorar La Inteligencia


Si la ignorancia da la felicidad, ¿es la inteligencia sinónimo de tristeza? La opinión general parece decir que sí.

A pesar de las ventajas que tiene ser más listo que los demás, la realidad es que poseer un coeficiente intelectual alto no está relacionado directamente con tomar mejores decisiones, de hecho, muchas veces puede implicar exactamente lo contrario.

La búsqueda de la inteligencia ha sido una constante a lo largo de la historia, pero, ¿qué pasaría si esa búsqueda ha sido en vano?

Los primeros pasos por identificar a los más inteligentes de entre nosotros se dieron hace casi un siglo, cuando una prueba del coeficiente intelectual (CI) empezó a ganar popularidad.

En 1926 el psicólogo Lewis Termin decidió usar esta prueba para estudiar a un grupo de niños superdotados, muchos con más de 170 de CI, que fueron conocidos como los Termitas.

Como era de esperar, muchos de los niños que participaron en el experimento alcanzaron fama y fortuna a lo largo de sus vidas, pero otros eligieron profesiones mucho más humildes, como policía, marinero o mecanógrafa.

Además, la felicidad tampoco estaba asegurada para los más inteligentes.
Los niveles de divorcio, alcoholismo o suicidio eran igual que los de las personas normales.

La conclusión que se pudo sacar de los Termitas es que, mirando el lado positivo, un gran intelecto no implica ninguna diferencia a la hora de medir la felicidad, y mirando el lado negativo, puede significar una menor satisfacción con la vida.

¿Por qué entonces los beneficios de un coeficiente superior no se amortizan a largo plazo?

Una de las posibles respuestas es que el mismo conocimiento de tu propio talento se puede convertir en una carga a la que estar atado.

Otra queja recurrente es que los niños superdotados parecen ser más conscientes de los problemas del mundo.

Mientras que la mayor parte de nosotros no sufrimos demasiado de angustia existencial, la gente más inteligente se preocupa más por la condición humana o se angustia con la estupidez de los demás.

La preocupación constante puede ser, además, signo de inteligencia.
Estudios demostraron que aquellos con un alto coeficiente intelectual se preocupan más y sufren mayores niveles de ansiedad a lo largo del día.

Pero la ansiedad no proviene de plantearse las grande preguntas existenciales, sino de preocupaciones mundanas que los más inteligentes tienden a replantearse una y otra vez.

La realidad es que una mayor inteligencia no se equipara con una mayor capacidad para tomar decisiones adecuadas; de hecho en algunos casos puede provocar que las decisiones sean incluso peores.

Keith Stanovich, de la Universidad de Toronto, se ha pasado la última década haciendo pruebas de racionalidad, y ha descubierto que la capacidad de tomar decisiones de forma correcta no está relacionada con la capacidad intelectual.

La gente con un alto coeficiente intelectual tiende de hecho a tener un "punto ciego de la parcialidad", lo que provoca que sean incapaces de ver sus propios defectos y de que se guíen mucho por sus instintos.

Aunque Stanovich cree que esta parcialidad se puede observar en todos los estratos sociales.

"En la sociedad hay mucha gente haciendo cosas irracionales a pesar de poseer un nivel de inteligencia más que adecuado", afirma.

Entonces, si la inteligencia no lleva a tomar mejores decisiones, ¿qué lo hace?
Igor Grossman, de la Universidad de Waterloo en Canadá, afirma que tenemos que recuperar un viejo concepto: el de sabiduría.

Sabiduría frente a inteligencia
La idea de Grossman tiene una mayor base científica de lo que pueda parecer en un primer momento.

"Si uno se fija en la definición de sabiduría, mucha gente coincide en que es la capacidad para tomar decisiones de una forma imparcial", afirma el científico.
En uno de sus estudios Grossman comprobó que aquellos con mejores resultados en pruebas de sabiduría también tenían una mayor satisfacción con la vida, mejor calidad en sus relaciones y menores niveles de ansiedad.

Una mayor capacidad de razonamiento incluso parece llevar a vivir más.
Pero Grossman descubrió que todas estas cualidades no tenían relación alguna con el CI.

"La gente muy inteligente suele generar, muy rápidamente, argumentos apoyando sus razonamientos, pero suelen hacerlo de una forma muy parcial", asegura.
De todas formas parece ser que la sabiduría no está tan determinada, independientemente por nuestro coeficiente intelectual.

"Soy un firme creyente en que la sabiduría puede entrenarse", dice Grossman.


Con un poco de suerte la inteligencia no se interpondrá en el camino.

Superar Límites Naturales


Trascender deriva de la palabra latina transcendentia y es aquello que está más allá de los límites naturales. La acepción que aquí recurre es ser más. La persona tiene la capacidad de trascender su propio ser y estar en el mundo. La dificultad de alcanzar la trascendencia se plantea desde el plano material y espiritual en el que ser más se obnubila frente a la realidad que agobia.


 Lo difícil, pues, de trascender radica en la realidad tal cual se muestra. El mundo globalizado permea en las personas la capacidad de ir más allá por medio de mecanismos enajenantes que coartan la capacidad creadora del ser, inhibiéndole su desarrollo cognitivo-espiritual. Lo que ocurre es que la persona queda atrapada en la red de medios de desinformación, lo embulle dentro de las corporaciones de comida rápida y lo cohíbe dentro de la burbuja de la inconsciencia del centro comercial con promociones de viernes negro.
 Y sin embargo, el ser humano, por antonomasia, siempre tratará de trascender, aun viviendo en la oscuridad de su pensamiento inhibido porque, incluso sin causa, la mera intensión de transgredir el orden establecido, se convierte en el llamado intrínseco del ser por alcanzar esa trascendencia. 

Mas ese intento transgresor se queda simplemente en el quebranto del orden social, no alcanza plantea la alternativa. Es así como la rebeldía lo lleva a buscar la libertad, aun sin comprenderla cabalmente, pero no la consigue, vuelve a quedar sumido en la corriente. Por lo tanto, la consciencia por un lado y la acción política por el otro, pero ineludibles entre sí, llevan al ser humano a la liberación definitiva, primero espiritual-cognitiva para, finalmente, alcanzarla en el plano material y hacer de la utopía una realidad. Una no puede actuar sin la otra pues no generaría cambio.

En síntesis, trascender no es alejarse de los placeres mundanos o la realidad tal cual, pues en ella la persona es y está. Simplemente significa no dejarse absorber por los mecanismos enajenantes que derivan en la incomprensión de los procesos históricos en los que se desenvuelven las sociedades y, por ende, las personas como individuos.

La persona es en el mundo en cuanto más humanamente consciente se percibe y busca transformarse a sí mismo y a todo lo que le rodea porque, como se dijo, la construcción y reconstrucción de la realidad forma parte de la naturaleza inacabada del ser humano, quien busca constantemente su libertad material y espiritual. Por lo tanto, esa continua búsqueda de ser libre lo encamina a su propia trascendencia, pues la libertad aquí entendida es aquella que lo desliga de las ataduras impuestas al pensamiento y a su comportamiento ético, desde esta asimilación se desencadena la liberación material.

Desde esta comprensión del ser, en su fundamento sociohistórico, es que la persona está en el mundo, porque estar en el espacio-tiempo implica la constante necesidad de cambiar lo que deba ser cambiado para recrearlo más humano; es, por tanto, la acción directa sobre la realidad –igualmente inacabada– la que motiva a la persona a ser más.


Trascender no es simplemente reconocer la realidad existencial del mundo, con sus injusticias, pobreza y desigualdad, es sobre todo movilizarse por transformarla, es ansiar la libertad, es la esperanza de un hoy y mañana mejor, es aceptar a otros, es amar a la humanidad y vivir al máximo este paso por la Tierra. 

Luchar por un mundo más humano, por la igualdad, la justicia y la libertad, se convierte en la razón de ser de la existencia de las personas frente a los horrores cometidos por la humanidad misma. 

domingo, 26 de agosto de 2018

El Autoengaño


El hombre, al ser batido por la adversidad, se siente con frecuencia tentado a huir. Sin embargo, cualquier vida es difícilmente gobernable si no hay un constante esfuerzo por estar conectado a la realidad, si o se permanece en guardia frente a la mentira, o frente la seducción de la fantasía cuando se presenta como un narcótico para eludir la realidad que nos cuesta aceptar.

La tentación de lo irreal es constante, y constante ha de ser la lucha contra ella.

De lo contrario, a la hora de decidir qué hay que hacer, no nos enfrentaremos con valentía a la realidad de las cosas para calibrar su verdadera conveniencia, sino que caeremos en algún género de escapismo, de huida de la realidad o de nosotros mismos. 

El escapista busca vías de escape frente a los problemas. No los resuelve, se evade. En el fondo, teme a la realidad. Y si el problema no desaparece, será él quien desaparezca.

El autoengaño puede presentarse en formas muy variadas. Hay personas, por ejemplo, que caen en él porque necesitan continuas manifestaciones de elogio y aprobación. Su sensibilidad al halago, al continuo "tiene usted razón" sin tenerla, hace desplegar a su alrededor servilismos capaces de idiotizar a cualquiera. 

Son personas difíciles de desengañar, pues exigen que se les siga la corriente, que se mienta con ellos, y acaban por enredar a los demás en sus propias mentiras.

Son presa fácil de los aduladores, que los manejan a su antojo, y aunque a veces adviertan que se trata de una farsa, no suele bastarles para salir de ella.

La verdad, y en especial la verdad moral, no debe acogerse como una limitación arbitraria al obrar libre de las personas, sino, por el contrario, como una luz liberadora que permite dar una buena orientación a las propias decisiones.

Acoger la verdad lleva al hombre a su desarrollo más pleno.

En cambio, eludir la verdad o negarse a aceptarla, hace que uno se inflija un daño a sí mismo, y casi siempre también a los demás. La verdad es nuestro mejor y más sabio amigo, siempre dispuesto y deseoso de acudir en nuestra ayuda. 

Es cierto que a veces la verdad no se manifiesta de forma clara, pero hemos de esforzarnos para que no resulte que esa falta de claridad sólo se da en nuestro pensamiento, al que aún no hemos impulsado lo necesario en búsqueda de la verdad.


Corrupción E Ignorancia

Y si nadie te enfrenta, ¿no sería mejor mantenerlo así? Al corrupto le convenimos como La corrupción y la ignorancia se han acompañado la una a la otra  desde  hace mucho.  Donde encuentras una, encuentras la otra. 

La corrupción es un fenómeno social, político y económico que perjudica a las instituciones democráticas, desacelera el desarrollo económico y contribuye para la inestabilidad política; es el abuso que se le da al poder.  La ignorancia es la falta de ciencia, de letras y de noticias.

“A los poderosos les resulta conveniente que haya ignorancia en el pueblo: así es más fácil someterlo”
 (Anónimo encontrado en la red)

Cuando un pueblo parece estar sumido en la ignorancia es más fácil para la corrupción avanzar lenta y silenciosamente, apagar las voces de los pocos que se dan cuenta  de lo que pasa o que reclaman. Las personas o el pueblo no las enfrenta por miedo o por lo tanto no la enfrentan, ignorantes que no saben abrir sus ojos para ver su crimen.

Pero no solo es el no saber qué pasa, contribuye también la existencia de la ignorancia política; bajo la opinión de muchos, la peor de todas. La gente piensa que es mejor para ellos desentenderse por completo de la política y esperar a que todo mejore, pero eso nos convierte en cómplices. Somos espectadores de un asesinato a sangre fría y no pensamos testificar. 


Siempre están ahí, donde hay corrupción hay ignorancia y viceversa. 

La corrupción está porque pocos son los que se enteran o se atreven a ver su existencia. La ignorancia no nos permite darnos cuenta del daño hasta que es tarde, y aun entonces nos mantiene con la visión borrosa al respecto. 

Todos lo días están y estarán, pero quien dice que no podemos sumarnos a la lucha e ignorar sus tentaciones. 

La corrupción y la ignorancia vienen juntas y lo más probable es que jamás desaparezcan por completo ya que tienen un gran peso en la sociedad.

La Capacidad De Aprender

Para comprender a fondo nuestro ‘funcionamiento’ y resolver así nuestros conflictos, tenemos que aprender a descubrir, a entender, a investigar sobre nosotros mismos y sobre la realidad que nos rodea. Para ello necesitamos recobrar la curiosidad y la capacidad de aprender, si las hubiéramos perdido.

La verdadera capacidad de aprender no surge de memorizar, relacionar o teorizar, ni por seguir un método estricto o copiar a un experto. Aprender supone comprender, captar, darse cuenta o entender algo nuevo, algo que no comprendíamos previamente.

Para que esto ocurra, tenemos que permitir a nuestra mente que adopte un estado de no saber, sin ideas previas o dirección trazada, sin conclusiones preestablecidas, tampoco imitar o dejarse influenciar. Debemos actuar como un niño ante una novedad, no piensa, observa, con ánimo de entender.

Sin embargo, se suele tener miedo a no saber, temor al juicio de los demás, a que nos vean torpes, o a sentirnos nosotros mismos ignorantes. En ese caso, se pueden encontrar dificultades para permitir este estado de la mente. 

Esta dificultad para situarse en un estado de no saber, puede tomarse también como objeto de investigación. Por ejemplo, uno puede descubrir que le cuesta reconocer que no sabe algo o que no comprende algo, a sí mismo y/o a los demás, y tratar de explorar ese temor; o que ponerse en situación de no saber le atemoriza o incomoda, o se siente vulnerable. 

Esa emoción de temor, incomodidad, inseguridad… va a ser un obstáculo en su aprendizaje y, por tanto, debe explorarse de la misma manera que cualquier otro conflicto. Sobre cómo explorar las emociones hablaremos más adelante.

Recapitulando, aprender no es algo limitado a la infancia o juventud, ni a las aulas o academias. Aprender es vivir, vivir es aprender. 

Y para aprender algo nuevo, primero hay que partir de no saber, como quien viaja al extranjero por primera vez, con curiosidad y ojos nuevos.
Uno puede comenzar por preguntarse cómo va a hacer y por dónde comenzar su investigación de la realidad, que incluye a uno mismo, a todo lo que le rodea y, muy especialmente, la relación de uno mismo con lo que le rodea. Nuestra sugerencia es comenzar por lo más acuciante, por aquellas cosas que producen malestar. O bien por observar la vida cotidiana tal y cómo es, sin intervenir ni cambiar nada, observar cómo se relaciona uno con lo que le rodea, como actúa y como ocupa su tiempo. Sin obsesionarse, como quien da un paseo.



Nuestras Inquietudes

“Aquellos que están llenos de vanidad con la codicia penetran en una corriente que les atrapa como la tela que la araña ha tejido de sí misma. Por esta razón, el sabio corta con todo ello y se aleja abandonando toda tribulación”  (Dhammapada)

Hay días en que uno se levanta y si no tiene bien puestas las orejeras puede ocurrir que caiga fulminado por el torrente de noticias envueltas en crisis.

Más o menos, casi todos nos hemos dado cuenta de que el origen de muchos desajustes actuales que afectan a nuestras circunstancias materiales cotidianas está en males anteriores, y que esos males tienen mucho que ver con la falta de valores éticos.

Caramba, qué coincidencia.
Los que creemos en la filosofía siempre hemos pensado que son los valores éticos los que conforman nuestra identidad como seres humanos y en su cultivo está la raíz de las soluciones que se manifestarán, igual que su ausencia fue la raíz de los problemas que afloran ahora a la superficie. Puede la filosofía, también, servir para encontrar una buena brújula para navegar en las procelosas aguas de la vida.

Esto, que suena tan rimbombante, no es ni más ni menos que lo que todo ser humano ansía interiormente por naturaleza, porque todos necesitamos saber para qué hemos venido a la vida, y si no queremos declararlo así, por lo menos nos gustaría tener un pequeño manual práctico de cómo ir capeando aquellas situaciones que nos provocan inquietud, esa inquietud que no es material, y que nos demanda insistentemente una meta que nos impulse hacia adelante y nos anime a no dejarnos aplastar por las olas cotidianas que ofuscan nuestra visión del horizonte.

Hemos conocido tiempos llenos de palabras. El mundo ya ha visto a dónde nos conducen. Es el tiempo de pasar a las acciones, pero no a las que son fruto del miedo, la inquietud, la desesperanza o el resentimiento. Es tiempo de reflexionar por un momento qué es lo verdaderamente importante, y sobre todo, qué es lo que depende de nosotros mismos, algo en lo que insistieron tanto los estoicos.

Tal vez podamos evitar el sentido trágico de nuestro momento e interpretar nuestro papel lo mejor posible, tal como nos sugirió el gran Epicteto.

Lo pasado ya pasó. Hemos de aprender a diferenciar las situaciones que no dependen de nosotros de aquellas otras en las que sí podemos ser protagonistas activos. Todo ello redundará en una mejor vida para todos. Tal vez no seamos más ricos, o no tengamos tantas comodidades materiales, pero sabremos qué camino hemos de tomar ante las adversidades. 

Curiosamente, en la filosofía de los textos clásicos hay recetas que todavía no han caducado. ¿Qué tal si las echamos un vistazo?


Mejor que mil disertaciones, mejor que un mero revoltijo de palabras sin significado, es una frase sensata, al escuchar la cual uno se calma

sábado, 25 de agosto de 2018

La Filosofía Inquieta

Si la filosofía es el diálogo del asombro a lo largo de los diversos períodos existenciales con el arte y la literatura, con todo aquello que nos produce inquietud; de igual modo, la ciencia complementa esa búsqueda que nos da valor y nos insta a la acción.

Todas las ruedas son necesarias para llegar a buen puerto, ya que la ciencia por sí sola no puede dar respuesta al problema del significado de las cosas, pero tampoco la filosofía puede resolverlo todo desde las buenas intenciones.

Pongamos por caso, la sostenibilidad de la que tanto se habla en el momento actual. Es cierto que se requieren nuevas formas de pensar sobre nosotros mismos y sobre el planeta, nuevos modos de actuar, producir y comportarse, pero también se demanda de una divulgación científica capaz de reorientarnos a esa transformación del mundo.

Por ello, se me ocurre recomendar, si es que puedo hacerlo como voz del pueblo, especialmente dos moralidades o éticas: La primera, la de la valentía, capaz de proteger tanto a la filosofía como a la ciencia, en un mundo tan crecido por la falsedad y necesitado de sentido común: valor para pensar libremente y bravura para mantenerse firme en la autenticidad científica. Y la segunda, la de la humildad, con la que reconocernos seres limitados. A veces la manera cómo se presentan las cosas no es tal y como son.

Por otra parte, cuando los seres humanos nos creemos dioses solemos también degradarnos. No olvidemos que el secreto del verdadero saber radica en lo más humilde y sencillo, en esas gentes que no suelen ser tenidas en cuenta.

Pensemos que mientras la ciencia calma, la filosofía inquieta; o sea, que también se complementan, en la medida que sintiéndonos tranquilos, igualmente percibimos una sensación de ansia por saber más. En este sentido, la función que desempeñan los centros y los museos científicos va más allá de la mera transmisión de información científica.

Son lugares abiertos al público, donde los visitantes pueden aprender acerca de los misterios del mundo que nos rodea. Promueven la creatividad, divulgan el conocimiento científico, ayudan a los maestros a motivar e inspirar a los alumnos de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, mejoran la calidad de la educación científica y fomentan la enseñanza dentro de un contexto social.

Contribuyen, además, a modificar posibles percepciones negativas sobre las repercusiones de la ciencia en la sociedad, atrayendo así a los jóvenes a las profesiones científicas y animándolos a experimentar y a ampliar nuestro conocimiento colectivo.

De la misma manera, la divulgación filosófica nos acrecienta en ese amor a la sabiduría, tan necesario en los tiempos presentes, con tantos adoctrinamientos que nos llevan a un callejón sin salida. 

En consecuencia, tanto la ciencia como la filosofía, hoy tienen la gran responsabilidad de que podamos florecer, ya sea a través del método científico de observar y experimentar, o mediante el filosófico del pensamiento y la cultura, con el atractivo perdurable del origen de la verdad, cuestión que ha de recuperar enérgicamente su vocación natural.

Sabemos de la importancia del papel de la ciencia y los científicos en la creación de sociedades sostenibles y la necesidad de informar a los ciudadanos y de comprometerlos. Además, la filosofía ha de tender a reafirmar la transcendencia del pensamiento crítico para enganchar fructíferamente las transformaciones de las sociedades contemporáneas tan diversas como todas vitales.


Cada día es más necesario el razonamiento reflexivo y la práctica del coloquio a esa apertura, tan enriquecedora, pero que puede hacer surgir tensiones. 

No cabe duda, que este pluralismo científico y filosófico es el que nos permitirá tener mejor vida, mejor convivencia, mejores perspectivas de futuro. 

El Odio A La Indiferencia

Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. 

Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?

Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.

Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la conciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. 

Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.







Teoría De La Simbiosis Humana




LA TEORÍA DE LA SIMBIOSIS HUMANA MARGARET MAHLER (1897 –1985)

El término simbiosis se tomó prestado de la biología, en donde se emplea para referirse a la cercana asociación funcional de dos organismos para su ventaja mutua.

Mahler establece que la maduración es determinante del crecimiento mental, detalla cómo evoluciona el niño en su maduración neurofisiológica, observando los cambios que se producen en la conducta psicomotriz y en su interacción con la madre, a partir de estos describe los procesos que organizan la personalidad.

Durante la fase simbiótica el infante es absolutamente dependiente del socio simbiótico, la simbiosis tiene un significado bastante diferente para el socio adulto de la unidad dual. La necesidad de la madre por parte del infante es absoluta mientras que la de la madre es relativa (Benedek 1859). Sin embargo la conducta con la que la madre responde a las necesidades del bebé, tanto para adquirir autonomía como para mantener su dependencia de ella, es determinante para la constitución psíquica del niño

El término simbiosis en este contexto es una metáfora, no describe, lo que en realidad sucede entre dos individuos separados, fue elegido para describir este estado de indiferenciación, de fusión con la madre en que el yo aún no es diferenciado del no-yo y en que lo interno y lo externo sólo empiezan a sentirse gradualmente como diferentes.

Es dentro de esta matriz de dependencia fisiológica y socio biológica con la madre que toma lugar la diferenciación estructural que lleva a la organización del individuo para la adaptación: el yo. Para esta autora el nacimiento psicológico del individuo no ocurre al mismo tiempo que el biológico; cree que los primeros meses del niño son una prolongación del estado intrauterino, se requiere del vínculo con la madre como la única posibilidad para la sobrevivencia biológica y psicológica

Margaret Mahler usa el concepto de simbiosis en dos sentidos: Es una relación real entre el niño y su madre, con conductas específicas de ambos. Surge como una necesidad biológica de supervivencia del bebé, dado su estado de inmadurez. Es un hecho intrapsíquico, una fantasía de bebe de no-diferenciación, entre el self y objeto, como resultado de una ilusión omnipotente de un límite simbiótico entre ambos participantes



viernes, 24 de agosto de 2018

El Arte Creativo De Filosofar


La filosofía no es un coto tan sólo reservado a pensadores extraordinarios y excéntricos, tal y como se suele suponer. Todos filosofamos cuando no estamos inmersos en nuestras tareas cotidianas y tenemos la oportunidad de hacernos preguntas sobre la vida y sobre el universo.

Los seres humanos somos curiosos por naturaleza y no podemos evitar plantearnos interrogantes acerca del mundo que nos rodea y del lugar que ocupamos en él. También disponemos de una capacidad intelectual muy potente que permite que, además de plantearnos preguntas, podamos razonar sobre las mismas. Aunque no nos demos cuenta, siempre que razonamos pensamos filosóficamente.

La filosofía consiste más en el proceso de intentar encontrar respuestas a preguntas fundamentales mediante el razonamiento, sin aceptar las opiniones convencionales o la autoridad tradicional antes de cuestionarlas, que en el hecho propiamente dicho de encontrar esas respuestas.

Los primeros filósofos de la historia, en la Grecia y la China antiguas, fueron pensadores a los que no satisfacían las explicaciones establecidas procedentes de la religión y de la costumbre, y que buscaron respuestas con una base racional.

Del mismo modo que nosotros podemos compartir nuestras opiniones con amigos y colegas, ellos comentaban sus ideas entre ellos, e incluso fundaron «escuelas» en las que, además de enseñar las conclusiones a las que habían llegado, también presentaban el proceso de pensamiento que les había llevado hasta ellas.

Animaban a sus alumnos a disentir y a criticar las ideas que les planteaban, para perfeccionarlas y pensar en otras distintas. La idea del filósofo solitario que llega a sus conclusiones en el aislamiento es muy habitual, pero también errónea, ya que en realidad esto sucede en muy raras ocasiones.

Las ideas nuevas surgen del debate, del examen, del análisis y de la crítica de las ideas de los demás.


Vivir En Armonía


Para vivir en armonía, es necesario ser indulgente y tolerante, pues no debemos esperar que otra persona actúe igual que uno, ya que todos los seres humanos tienen su propia manera de pensar y, por lo tanto, es normal que vean las cosas de forma diferente, lo cual debemos respetar.
No podemos esperar que si somos católicos, todos lo sean, o si somos demócratas o republicanos, pensar que somos los únicos que tenemos la razón o que porque somos de determinado país, eso nos hace mejores que otros seres humanos.
La tolerancia no es sumisión, es comprensión, amor y respeto hacia nuestros semejantes.
Así como recibimos de buen grado los elogios, también debemos estar dispuestos a aceptar las críticas, mientras éstas sean respetuosas.
Si pensamos que la tolerancia es sinónimo de falta de amor propio, nos convertiremos en individuos rencorosos y agresivos. Si respondemos ojo por ojo, lo único que conseguiremos será vivir en un mundo de ciegos.
La tolerancia, lógicamente, tiene un límite, ya que no se debe soportar lo insoportable. No sería justo ni es ético.
Está bien defender con razones lo que consideramos justo, pero no está bien pretender imponer nuestros criterios a quienes piensen diferente.
El fanático, por regla general, es testarudo y no razona, por consiguiente, si no estamos de acuerdo con sus pensamientos, la mejor opción es ignorarlo, ya que jamás se llegará con él a acuerdo alguno.
Para vivir en armonía, es menester ser tolerante y beber de la fuente de la sencillez que hará ver nuestras limitaciones y nos otorgará el discernimiento que nos dará la inspiración para obrar con corrección.
Los hombres, dijo Séneca, deben estimarse como hermanos y conciudadanos, porque “el hombre debe ser cosa sagrada para el hombre”.


Saber A Donde Te Diriges

Tu Vida solo mejorará cuando decidas tomar mejores decisión es. Las cosas no mejoran por sí mismas.  Las mejoras y los cambios positivos ocurrirán  sólo cuando decidas pensar y actuar diferente.  Tú naciste, pero no fue tu decisión.  Y tampoco sabes cuándo morirás.  Sin embargo, lo que hagas mientras  tanto es completamente DECISIÓN TUYA.

Cuando trabajo algún taller de METAS o de ADMINISTRACIÓN DEL TIEMPO, siempre les pregunto a los participantes:  ¿ Si mañana nos fuéramos de Viaje que meterían en su Equipaje  ?

Muchos dicen,  distinta ropa, cosas de higiene personal, una chaqueta,  traje de baño, mi ipad o laptop, el cargador, etc.   Pero siempre llegamos a la pregunta clave: ¿Depende a DONDE vamos?

Muchas veces nuestro día se ve como la maleta en la imagen ya que la llenamos de tantas cosas que vamos cargando cada día pero que la mayoría no me servirán en nada para el DESTINO o la META a la que me dirijo.

Por eso es importante revisar si se a DONDE VOY, CUALES SON MIS METAS, y así preparé lo que necesito para mi viaje hacia el ÉXITO.

¿Sabes hacia dónde vas y cómo llegar?
En la obra de Alicia en el país de las maravillas, puede leerse un párrafo  que dice así: “…El Gato se limitó a sonreír al ver a Alicia. Parece bueno, pensó Alicia; sin embargo, tiene uñas muy largas, y muchísimos dientes, así que comprendió que debía tratarlo con respeto. –Gatito, gatito, dijo, un poco tímidamente, ya que no sabía si le gustaba que le llamasen así; pero al Gato se le ensanchó la sonrisa. Ante esto, Alicia pensó: ”Vaya, de momento parece complacido”, y prosiguió: –¿te importaría decirme, por favor, qué camino debo tomar desde aquí? –Eso depende en gran medida de adónde quieres ir, -dijo el Gato. – ¡No me importa mucho adónde…! –dijo Alicia. –Entonces, da igual la dirección  –dijo el Gato. Añadiendo: ¡Cualquiera que tomes está bien…! – ¡Gracias añadió Alicia a modo de explicación.
-¡Ah!, dijo el gato: –ten la seguridad de que llegarás, sobre todo si caminas bastante, añadiendo: ¡…Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces!” (Fin de la cita)

Debemos tener una Visión clara de hacia dónde vamos y también un PLAN de cómo llegar.

Los pilotos Aviadores saben muy bien hacia donde deben  llevar el Avión y llevan un Plan de Vuelo que van revisando constantemente durante el viaje.  Ya que es muy fácil desviarse un grado y sin darse cuenta llegar a un lugar totalmente distinto del destino original del viaje.


La evidencia de un PLAN bien pensado y puesto por escrito para cada una de tus METAS indica que participas seriamente en tu propia vida y que estás determinado a lograr una diferencia entre esas dos elecciones sobre las cuales no tienes control.  Con un PLAN bien documentado te distinguirás de quienes solo esperan, desean, incluso se ufanan por más gozo, pasión y Éxito, pero no tratan de hacer algo por lograrlo,

El Estímulo De La Ilusión


Me parece normal que quienes estamos viviendo en el invierno de la vida todavía tengamos ilusiones que estimulan nuestro pensamiento y nuestro obrar procurando su realización.

Tal vez hay un ejercicio que no hemos hecho: un listado de lo que nos falta por hacer o lograr, antes de que se detenga el latir de nuestro corazón para siempre.

Esta última diferencia, entre hacer y lograr, es importante, porque la vida ha tenido la gentileza o rudeza de irnos enseñando que no todas las ilusiones que se gestan en nuestra mente se pueden convertir en realidad, a pesar de nuestra disposición, buena voluntad, empeño y constancia.

La razón es simple: su realización no depende solamente de nosotros.

Pero eso no debe detenernos e impedir que expresemos nuestras ilusiones, simplemente porque pueden existir otras personas que sí tengan la posibilidad, la voluntad y el poder para convertirlas en realidad, no necesariamente porque supieron de las nuestras, sino porque llegaron a la misma conclusión que nosotros, desde sus conocimientos o su propia experiencia de vida.

Mi experiencia personal ha sido buena. Por supuesto que hubiera querido que fuera mejor.

Lectura E Intelecto

Instrúyanse porque necesitaremos toda nuestra inteligencia.
Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo.
Organícense, porque necesitaremos toda nuestra fuerza.
-Antonio Gramsci.

A principios de los años 90, el psicólogo evolutivo Howard Gardner renovó el paradigma de las ciencias cognitivas a partir de su teoría de las inteligencias múltiples. Gardner consideró por primera vez la inteligencia no como una única capacidad, fijada e innata, dada de una vez y para siempre en cada persona, sino como una serie de habilidades cognitivas en distintos campos de la experiencia humana, habilidades que son susceptibles de continuar en proceso de desarrollo durante la totalidad de la vida. De manera inversa, pueden malograrse o permanecer estancadas, como un músculo que nunca o casi nunca se lo trabaja o estimula. Una de las inteligencias principales que Gardner categorizó es la denominada inteligencia lingüístico-verbal; concretamente, la inteligencia relacionada con el pensamiento y el lenguaje. 

No son pocos los autores que han considerado que, de todas las características que nos separan del reino animal, el lenguaje (la capacidad de “significar”) es la principal.

En un brillante libro sobre la evolución de los circuitos cerebrales humanos, el psicólogo, guerrillero ontológico y profuso escritor Robert Anton Wilson nos deja una concisa definición de inteligencia, que se ajusta muy bien a la inteligencia lingüístico-verbal de Gardner: “La inteligencia es la capacidad de recibir, decodificar y transmitir información de manera eficiente.” (Robert Anton Wilson, Prometeo Ascendiendo, 1983). 

Basándose en las nociones de Claude Shannon (conocido como “el padre de la teoría de la información”) y del creador de la “semántica general”, Alfred Korzibsy, Wilson nos dice que “información” equivale a cualquier conjunto organizado de datos que implican una novedad significativa para el sistema de creencias y la totalidad de la información previa que tiene interiorizado un sujeto. 

Nuestro modo central de transmitir y recibir información es a través del lenguaje; es decir, a través signos lingüísticos significativos (palabras que expresan pensamientos, ideas y conceptos). Tanto para Wilson, como para el enfoque constructivista del conocimiento iniciado por Lev Vigotsky, el impacto de la información en el sujeto implica un complejo proceso de integración dentro de su sistema de creencias y datos o “mapa cognitivo”.

Y si la integración y la transmisión de información es inteligencia, como estos autores sostienen, sin duda una de nuestras herramientas más poderosas para desarrollarla individualmente, así como para amplificarla colectivamente, es la lectura. “La lectura […] es un proceso emergente de construcción de significado que ocurre cuando la información topicalizada por el texto se sintetiza con el conocimiento previo como parte de un proceso general de interacción mediada con el mundo” (Michael Cole y Bárbara Means, Cognición y pensamiento, 1986).

En los últimos años, desde el ámbito de la neurociencia, han surgido fuertes confirmaciones de estas teorías, principalmente a partir del concepto de “plasticidad neuronal”, que implica que nuestro cerebro no es una unidad estática, sino que se trata de un continuo proceso de cambio y adaptación de redes sinápticas, las cuales organizan y reorganizan nuestra cosmovisión y nuestra percepción general del mundo. Para este complejo proceso, el hábito de leer se convierte en uno de sus catalizadores más poderosos.

En un estudio llevado a cabo durante un programa de alfabetización en Colombia, el doctor Manuel Carreiras del Centro Vasco de Cognición, Cerebro y Lenguaje comprobó que las personas alfabetizadas mostraron un importante incremento frente a las no alfabetizadas en dos áreas relacionadas con el procesamiento visual, fonológico y semántico de la información en un texto: la materia gris (la densidad neuronal) y la materia blanca (encargada de conectar los dos hemisferios del cerebro).


Guillermo García Ribas, Coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN), concluyó que “la lectura es una de las actividades más beneficiosas para la salud, puesto que se ha demostrado que estimula la actividad cerebral y fortalece las conexiones neuronales”. 

La lectura constante y prolongada mejora nuestra capacidad de razonamiento, nuestra agilidad mental, nuestra concentración y nuestra memoria, al tiempo que amplía nuestros recursos lingüísticos y la profundidad de nuestras ideas.

La Sociedad Humana

El ser humano es un ser social porque vive en un entorno donde no está aislado, sino que le toca relacionarse con personas diferentes, cada una de ellas con costumbres, intereses e ideas propios. Por la misma razón, el ser humano ha debido organizar esta convivencia, a fin de ordenarla y situarla en un contexto de respeto, donde las libertades y el hacer individuales quedan supeditados a un conjunto de normas que señalan los derechos y deberes de cada persona.

Entre las formas de sociabilidad humana podemos distinguir dos tipos: las comunidades y las sociedades. Las comunidades son agrupaciones humanas naturales; es decir, se unen en base a ciertos rasgos que tienden a agrupar a las personas por afinidad, siendo el nexo algún rasgo común predominante. Un ejemplo de ello son los grupos étnicos.

Las sociedades, en cambio, tienen su fundamento en una decisión racional y en el empleo de la voluntad humana, donde un grupo de personas se une por una causa común, cuya meta es desarrollar una tarea y alcanzar una finalidad. Ejemplo de lo anterior es un club deportivo o una junta de vecinos. 

Esto que acabamos de definir se aplica a una sociedad en particular, pero cuando este mismo concepto engloba a un espectro más amplio de personas pasa a denominarse sociedad política, que se puede definir como un sistema social institucionalizado, dotado de supremacía sobre toda otra forma de organización social.

A través de la historia han surgido diferentes formas de sociedad política, como los imperios orientales, la polis o ciudad griega, el imperio romano y la sociedad feudal, entre otras.

               

El Diálogo Social


El diálogo social desempeña un papel crucial en el logro del objetivo de la OIT de promover la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres para conseguir un trabajo productivo y decente, en condiciones de libertad, seguridad y dignidad.

La definición de diálogo social con que trabaja la OIT incluye dentro del mismo todo tipo de negociación, consulta o simple intercambio de informaciones entre representantes de gobiernos, empleadores y trabajadores sobre cuestiones de interés común relacionadas con la política económica y social. 

Puede cobrar la forma de un proceso tripartito donde el gobierno es parte oficial en dicho diálogo o consistir en relaciones de carácter bipartito entre trabajadores y empleadores, o bien, entre organizaciones de trabajadores y de empleadores, con o sin intervención indirecta del gobierno. La concertación puede ser oficiosa u oficial, siendo con frecuencia una combinación de ambos tipos. Puede tener lugar en los planos nacional, regional o de la empresa. 

También puede ser interprofesional, intersectorial o una combinación de tales formas.

El principal objetivo del diálogo social propiamente dicho es el de promover el logro de un consenso y la participación democrática de los principales interlocutores presentes en el mundo del trabajo. 

Las estructuras del diálogo social así como los procesos que se han desarrollado con éxito han sido capaces de resolver importantes cuestiones de índole económica y social, han alentado el buen gobierno, el progreso y la paz sociales, la estabilidad e impulsado el desarrollo económico.


jueves, 23 de agosto de 2018

Confines De La Mente


Quizá te haya pasado inadvertido que esos breves periodos en los que «eres consciente sin pensamiento» ya ocurren natural y espontáneamente en tu vida. 

Puedes estar realizando alguna actividad manual, o paseando por la habitación, o esperando en el mostrador de la aerolínea, y estar tan completamente presente que el ruido mental de fondo se disipa y es reemplazado por la presencia consciente. También puedes estar mirando al cielo o escuchando a alguien sin que surja ningún comentario interno. Tus percepciones se vuelven claras como el cristal, no están empañadas por el pensamiento.

Para la mente, todo esto no es significativo, porque tiene cosas «más importantes» en que pensar. Además, no es memorable, y por eso te ha pasado inadvertido.

Lo cierto es que es lo más significativo que puede ocurrirte. Es el principio de un cambio desde el pensamiento hacia la presencia consciente. Siéntete cómodo en el estado de “no saber”. Este estado te lleva más allá de la mente, porque la mente siempre está intentando concluir e interpretar.

Tiene miedo de no saber. Por eso, cuando puedes sentirte cómodo en el no saber, ya has ido más allá de la mente. De ese estado surge un conocimiento más profundo que es no-conceptual.

Creación artística, deporte, danza, enseñanza, terapia: la maestría en cualquier disciplina implica que la mente pensante o bien ya no participa, o se ha quedado en un discreto segundo plano.

Un poder y una inteligencia mayores que tú, aunque en esencia son uno contigo, toman el mando. Ya no hay proceso de toma de decisiones; la acción justa surge espontáneamente, y «tú» no la estás haciendo. La maestría de la vida es lo opuesto del control. Te alineas con la conciencia mayor. *Ella* actúa, habla y hace los trabajos.

Un momento de peligro puede producir el cese temporal de la corriente de pensamientos, permitiéndote degustar lo que significa estar presente, alerta, consciente.

La Verdad es mucho más omniabarcante de lo que la mente podrá comprender jamás. Ningún pensamiento puede encerrar y contener la Verdad. En el mejor de los casos, puede indicarla. Por ejemplo, puede decir: «Todas las cosas son intrínsecamente una.» Eso es una indicación, no una explicación.


Comprender estas palabras significa *sentir* profundamente dentro de ti la verdad hacia la que apuntan.

La Cultura Es El Mañana


¿Qué significa ser humano en el siglo XXI? Para que la imaginación de nuestro futuro próximo no sea estrecha, es necesario que incorporemos una visión abierta, amplia y reflexiva dentro del contexto de la cultura occidental moderna ­ esta, en la que vivimos.

La ciencia ha sido el principal camino de esa reflexión sistemática desde el siglo XVII. Sus informaciones y propuestas buscan, desde entonces, apoyarse en la experiencia empírica basada en una racionalidad formal, universalista. Eso es relativamente fácil de realizar en lo que se refiere a la estructura del mundo físico y al funcionamiento del mundo orgánico ­ como lo comprueba el vertiginoso desarrollo del sistema tecnocientífico, o sea, el desarrollo de las ciencias físicas y naturales dedicadas a la transformación de las posibilidades de conocimiento y del uso humano de los recursos del mundo.

No es tan fácil, sin embargo, en lo que se refiere a las condiciones específicas de la experiencia social de la vida humana, enredada en la complejidad de los pensamientos, de las emociones, de los valores, de la historia. 

Las ciencias humanas se desarrollaron tardíamente en relación a las ciencias hard por enfrentar retos muy peculiares: ellas deben comprender cómo se organizan y se procesan las condiciones simbólicas y pragmáticas de la vida en aquellas cosas que escapan a la determinación directa de los fundamentos físicos y orgánicos de los seres humanos. Las propias bases de esa autonomía relativa del pensamiento, del lenguaje, de la voluntad, de la acción, de los sentimientos es materia de debate, ya que ­ para muchos científicos ­ todo eso no podría ser otra cosa que una emanación directa, lineal, de las propiedades biológicas de los sujetos (como en otras épocas pensaban los mecanicistas sobre los fenómenos de la vida orgánica). 

Las ciencias humanas exploran y analizan cómo se manifiestan y funcionan esas propiedades “emergentes”, o sea aquellas que, aunque dependan de la existencia de la realidad material subyacente, presentan características específicas, funcionan con lógicas propias, conllevan la intervención de la cognición, de la imaginación y de la voluntad en el rumbo de la historia.

Al hacerlo, las ciencias humanas deben enfrentar otro enorme reto: su materia de análisis no se encuentra distanciada, en la lente de una lupa, de un telescopio o de un espectrómetro de masa; sino que, está entrañada en la vida inmediata de toda la humanidad (tanto de los legos como de los investigadores). Estudian fenómenos como la familia y el parentesco, la religiosidad y los rituales, el gusto artístico y la disposición científica, los modos de hacer política y los de practicar deportes, los cuidados con la salud y las actividades bélicas, las formas de la sexualidad y las de la violencia, la experiencia del tiempo y la organización del espacio. Sobre todo eso cada cultura, cada colectividad social, tiene sus propias concepciones, sus propios procedimientos ­ frecuentemente muy distintos de los nuestros. Interpretando y comparando esas formas de manifestación de los fenómenos exclusivos del ser humano se construyen los saberes sociológico, antropológico, histórico, psicológico.


Esos saberes no sirven, fácilmente, para una utilización tecnológica, como la construcción de palancas hacia el futuro. Su mayor fuerza y su utilidad residen en la crítica que presentan; al revelar cómo se articulan los proyectos humanos y cómo son llevados a cabo en contextos de jerarquía o de poder, de diálogo o de dominación, de armonía o de depredación, de acogida o de exclusión.

Un Viaje Sin Retorno

El artículo de Rees, titulado Viajes Interestelares y Poshumanos, descansa sobre lo que hoy es algo más que un presagio o un simple acto de fe en el mañana, “un porvenir poshumano en el que nuestros descendientes podrán algún día trascender las limitaciones humanas aquí en la Tierra, pero, más probablemente, fuera de ella”.

Para un viaje tan largo, que igual parece será para siempre, la visión que convierte a los humanos en el último eslabón evolutivo no será suficiente, puesto que terminaremos convertidos “en una especie surgida en una fase temprana en la sucesión temporal de especies, con aptitudes concretas para una evolución diversificada, y tal vez de importancia cósmica, como punto de partida de una transición hacia entidades basadas en el silicio (y potencialmente inmortales), que puedan trascender las limitaciones humanas con mayor facilidad”.

En su artículo, Rees describe cómo tres grandes tecnologías sientan las bases en las que se sustentará aquel viaje cósmico, no tan despacio, dado que la “evolución futura no se dará en la escala temporal de millones de años propia de la selección darwiniana, sino a un ritmo mucho más acelerado”, producto de la biotecnología avanzada, la inteligencia artificial, la robótica, y la exploración espacial.  

En su conjunción, la evolución por selección natural dará paso a la selección por diseño, una transición no exenta de problemas éticos y morales.

En el caso de la biotecnología, Rees menciona a CRISPR, la nueva técnica de precisa edición genética, y los llamados experimentos de incremento de función, que nos llevarán a una época donde “los niños serán capaces de diseñar y crear nuevos organismos de manera rutinaria”. No oculta el “lado negativo, la amenaza del bioerror o del uso del bioterror

Si ‘jugar a ser Dios en la mesa de la cocina’ (por así decirlo), se convierte en una posibilidad real, hay probabilidades de que nuestra ecología, e incluso nuestra especie, no salgan indemnes”.

Por su parte, la robótica y la inteligencia artificial reciben el efecto multiplicador de la Ley de Moore en el diseño de ordenadores y el procesamiento de datos y “los impresionantes avances en el denominado aprendizaje generalizado de las máquinas”, como DeepMind, famosa por vencer al campeón mundial del juego de mesa de origen chino Go que, sin programación previa, “aprendió absorbiendo enormes cantidades de partidas y jugando contra sí misma una y otra vez”, o los millones de imágenes procesadas o de lecturas hechas que terminaron en sistemas que pueden traducir documentos e identificar rostros humanos.

O ejemplos más recientes incluso, como DeepCoder, un sistema que escribirá el código fuente de otros sistemas, o como Flint, que personaliza su correo de noticias conforme vaya interactuando con usted, producto, afirman, de la “inteligencia artificial y colectiva”, o lo que llaman chatterbot, robots conversacionales, que “entienden la semántica, la sintaxis y la gramática” de con quien actúan. Otro ejemplo sería Kick My Bot, disponible ya para interactuar dentro de una red social con el nombre de JobLink, para buscar empleo, al menos en Francia.

En el futuro, robots o aquellos que hayan trascendido la biología, “fusionándose con ordenadores”, acabarán por “observar, interpretar y alterar su entorno tan eficazmente como nosotros”, por lo que serán considerados, “seres inteligentes, en cuyo caso, “algún día pueden darse escenarios en los que robots autónomos se rebelen” pero también será esa misma “inteligencia pos humana seguramente la que se extenderá mucho más allá de la Tierra”.


Los viajes humanos quedarán limitados a los planetas y alrededores. Los largos, o los sin retorno, serán hijos de las tecnologías que permitan adaptarse al hostil espacio; “criaturas orgánicas”, “cerebros no orgánicos o “intelectos poshumanos”, a los que “simplemente deberíamos desearles buena suerte. 

El suyo podría ser el primer paso hacia la diferenciación en una nueva especie: el comienzo de la era poshumana”, desarrollando “conocimientos tan alejados de nuestra imaginación como lo está la teoría de cuerdas para un ratón”, concluye Rees.