Existen circunstancias por las cuales solemos “caer en
situaciones de desborde” lo que nos acontece nos resulta abrumador, pensamos
que nos ridiculiza ante el “qué dirán o
que podrán pensar” las personas que estimamos como “las más allegadas” a
nuestro circulo de conocidos y ante estos hechos que por su obviedad ya no nos
queda mucho margen para ocultar o minimizar sus consecuencias preferimos el
ocultamiento o buscar desesperadamente, como quien realiza “un aleteo de
ahogado” alguna excusa que pueda sernos útil y "tirar la pelota hacia delante"
“Hay gente que se empeña en no querer ver la verdad, ya sea
porque le da miedo, porque no le gusta o porque simplemente está mejor creyendo
sus propias mentiras.
Por ejemplo, un jefe que no quiere ver que sus empleados
están descontentos con la forma en que dirige el departamento. Va viendo como
poco a poco sus empleados bajan su rendimiento o poco a poco van abandonando la
empresa, pero el jefe no quiere admitir que hay un problema y ni pregunta a
nadie si se plantea que él pueda ser el problema.
Ejemplo 2. Unos padres que aunque ven que sus hijos cada día
sacan peores notas en el colegio, pero ellos siguen pensando que sus hijos lo
tienen todo, que no necesitan nada y que están bien. Es posible que sus hijos
se sientan desatendidos por sus padres, que se dejen llevar por las drogas o
por las malas compañías, pero los padres no quieren ver que sus hijos puedan
tener ningún problema.
Ejemplo 3. Una persona que va a un médico quien le diagnostica
una grave enfermedad y sólo piensa que el médico no tiene ni idea, por lo que
cambia de médico o directamente no le hace caso y no se deja curar.
Pues bien, cualquiera de las personas que hemos comentado
realmente se pone una venda ante sus ojos para no ver la realidad, ya sea
porque le tienen miedo o porque no la quieren ver, pero realmente están ciegos.
Y decimos que realmente son ciegos porque no quieren ver, no
porque tengan ninguna discapacidad congénita (de nacimiento) que les impida
ver, sino porque no quieren.
Por eso decimos que no hay peor ciego que el que no quiere
ver.
Ahora bien, tened en cuenta que, aunque intentéis esconderos
de ella, la realidad está ahí y por intentar evitar los problemas, no los
solucionaréis, así que es mejor enfrentarse a ellos y dedicarles los cinco
sentidos.”
El tiempo que pueda demandarnos “recobrar la visión” irá en
detrimento de nuestro sentido de la realidad de manera que deberemos asumir
nuestras responsabilidades y retomar cuánto antes el comando de los
acontecimientos.
Aunque nos duela admitirlos la aceptación de nuestros desvíos y
reveses nos fortalecerá la autoestima y nos permitirá “ver” con mayor claridad nuestro
verdadero potencial.
Hugo W Arostegui