Nadie puede
dar lo que no tiene y a menos que esté dispuesto a adentrarse en lo profundo de
su ser y asumir los compromisos que implique esta actitud para consigo mismo,
sobre todo exhibir el grado de humildad que se requiere para corregir errores
que le son propios e indelegables en terceras personas solo así podrá comprender
y valorar lo que pueda faltarle.
“Me vuelvo hacia dentro…
Me visualizo como un faro…
Fuerte... firme... estable…
Esparciendo luz hacia cada rincón...
Iluminando el camino para los demás…
Esparzo la luz del amor...
de la paz... de la alegría…
Fortaleciendo a los otros en su
viaje…”
Cada uno de nosotros, en absoluta independencia de
las creencias que profese o de lo que
pudiesen significar los conceptos de convivencia social que le hayan inculcado,
deberá alguna vez, mejor más temprano que tarde, detener la inercia que le
impulsa a su inserción involuntaria en un mundo donde todo parece ser un
“agárrame si puedes” o que “tiramos
palos de ciegos” en un incomprensible “juego de piñatas” y preguntarse por sí y
para sí, que diablos estoy haciendo aquí y que es lo que se requiere de mí en
esta “pseudo fiesta colectiva” donde
unos gritan, otros lloran y otros ni siquiera pueden entrar.
La madurez y la conciencia social de cada uno se
merecen esta retrospectiva y una vez que tengamos claro cuál debe ser nuestra
participación en el quehacer colectivo de la sociedad que integramos y a la
cual nos corresponde volcar toda nuestra capacidad creativa, pues hagámoslo.
Hugo W Arostegui
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