Se suele decir de que el ombligo es
lo único que tiene a una persona a su alrededor
“Mientras
el bebé se desarrolla en la panza de la madre, el feto está flotando en un fluido
líquido que lo rodea y lo protege. Inmerso allí, el bebé no puede respirar o
alimentarse por sí mismo, por lo que posee un tubo flexible unido a la zona del
abdomen que le aporta oxígeno y los nutrientes esenciales y es el principal
lazo que lo une con la madre.
El ombligo marca el punto en el que el cordón umbilical estaba unido al
bebé. Cuando el bebé nace y se larga a llorar, eso significa que el niño ya
puede respirar por sí mismo. También luego podrá alimentarse de la leche de su
madre y evacuar por sí mismo, por lo tanto, ya no necesita el cordón umbilical.
Es allí que el médico procede a cortar el cordón,
lo que deja en el abdomen la cicatriz que luego se convertirá en el ombligo y
que permanecerá en su cuerpo durante toda la vida.
Dado que el ombligo es una
cicatriz y básicamente se define por el modo en que se corta el cordón
umbilical o las circunstancias puntuales de ese momento (pueden quedar restos
de tejido de la cicatriz) y no por la genética, el ombligo puede tener
diferentes formas y tamaños.”
No obstante todo lo que podamos mencionar acerca del
ombligo, lo cierto es que una vez que nacemos y somos declarados y aceptados
como una criatura humana, si algo verdaderamente inútil tenemos en nuestro
cuerpo es sin duda alguna el ombligo.
Ahora bien, a pesar todo lo que se diga sobre la
inutilidad del ombligo, justo es que reconozcamos , nos referimos al ombligo
claro, que es un ejemplo de equidad y de espíritu democrático pues a lo largo
de la historia toda persona tiene su propio ombligo y no hace distingos en
clases sociales, credos ni razas, es tan humilde y recatado que no tenemos
noticias de que alguien haya difundido una selfie de su ombligo o que existan
certámenes para coronar al “ombligo más lindo y elegante del mundo”
Reconocer virtudes es una característica que nos
enaltece como humanos y creo que nuestro ombligo se lo merece.
Hugo W Arostegui
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