Es algo así como si estuviésemos todos con nuestras
piernas hacia arriba con una bolsa de hielo y un fuerte analgésico entre pecho
y espalda tratando de mitigar el dolor causado por haber tropezado, no una,
sino varias veces, por qué no, contra la misma piedra.
El sentimiento que nos embarga cuando nos
encontramos en tal situación, con el agregado de intentar en vano disimular
nuestra ridiculez ante la tan evidente torpeza, es el de hecho de saber, que
esto que nos pasa, no es solamente privativo de nuestra obsecuencia, sino que
¡aleluya! Es lo que le ocurre o le ha ocurrido a un sinnúmero de nuestros
semejantes.
“Las abuelas
nos decían que "mal de muchos" era el consuelo de los tontos,
con lo cual las viejitas querían decirnos que en la vida uno debe luchar por lo
propio sin importar cómo le va a otro o a la mayoría.”
“Cuando en una comunidad ocurren calamidades, o
tragedias, o situaciones dolorosas que tocan a gran cantidad de
personas, algunas gentes se dirían "bueno, al menos no soy sólo yo" y
no tratan de buscar una solución al problema, ni se acercan a dar la ayuda
necesaria a quienes las necesitan.
Si te encuentras en una situación insatisfactoria, busca
alguna posible solución, no te quedes como piedra sin hacer nada. Y si ves
que puedes dar ayuda a quienes estén sufriendo ofréceles
tu mano generosa”
Ahora no nos engañemos a nosotros mismos ni le
agreguemos a la torpeza cometida una inaceptable falta de reconocimiento de
culpa, lo que ocurre cuando sabemos que pueden ser muchos los que padecemos el mismo
mal, es que encontramos un lugar donde nos podamos escabullir e intentar
minimizar en algo los efectos negativos de lo que hemos hecho.
El fracaso cuando es colectivo no disminuye sus
efectos y mucho menos es capaz de
transmutarse en solidaridad a lo sumo lo que encontraremos es la oportunidad de
sumarnos a una larga lista de perdedores.
Hugo W. Arostegui
No hay comentarios:
Publicar un comentario