Los que nos hemos adjudicado
la tarea de expresar por escrito todo cuánto entendamos que debe ser transmitido
lo hacemos en el entendido de que estamos utilizando un medio de comunicación
del pensamiento que apunta a la capacidad intelectual y a la comprensión
lectora de sus eventuales receptores.
"Mientras a los seres
humanos les bastó la destreza práctica, mientras su acervo conceptual fue
limitado y mientras la memoria podía reconstruir un saber u otro producto cultural cualquiera, la lengua oral fue suficiente... Pero, cuando la memoria no alcanzo; cuando la profundización de los
conceptos o del trabajo cultural produjo sistemas complejos y extensos cuando se necesitó hacer
efectiva la universal comunicabilidad de la experiencia y la razón válidas, la
humanidad se vio en la necesidad de superar radicalmente la fugacidad del
contexto inmediato, propias del lenguaje oral... Gracias a la escritura, se puede: trascender las condiciones inmediatas;
prefigurar y modificar la acción; evitar que la discusión racional comience cada vez
de cero; proseguir, más allá de las generaciones, discusiones abiertas; ir
decantando el conocimiento; facilitar, tanto el cuestionamiento, como la
universalización de las condiciones de validez, rectitud y sinceridad de lo que
se dice; construir una identidad cultural menos deleble."
Somos conscientes de que
estamos utilizando un medio de comunicación que trasciende lo meramente verbal e
incluso todo cuanto podamos manifestar ha de permanecer indefinidamente en
el tiempo aún mucho después de que quienes hayamos dado vida a la palabra escrita
nos encontremos transitando por la vida.
Todo lo que se expresa a
través de la escritura es cultura e ingresa desde su nacimiento a ser parte de
nuestra historia escrita y por ende se constituye en el soporte vital de todo
cuanto logremos transmitir a las generaciones que nos sucedan.
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