Tenemos incorporado a nuestro comportamiento social
una especie de filtro por el cual intentamos encauzar nuestras reacciones
públicas tratando de esta manera que nuestras opiniones puedan ser fácilmente “digeribles”
para aquellos a quienes dirigimos nuestras expresiones.
Lo que puede suceder es que esta preocupación por
lo que manifestemos a través de la emisión de nuestras opiniones, el recurso en
exceso del filtrado de nuestros sentimientos primarios, nos incline por
priorizar el comportamiento aceptado como “socialmente correcto” al que debería
emanar “naturalmente” del caudal humano
que nos identifica.
Resulta claro y evidente que este filtrado previo
seguramente nos será de provecho en el marco de nuestra inserción social, pero
es posible que en muchas ocasiones dejemos de lado ese calor único, espontáneo e
insustituible de nuestra propia humanidad, cuando esto nos pueda suceder
estaremos demostrando en los hechos que "nos puede salir más caro el
remedio que la propia enfermedad”.
“Tanto los brotes espontáneos de ira como las personalidades formadas en torno a la sinceridad extrema escapan de
los modelos de conducta que la sociedad espera encontrar. Por lo general, se
nos educa con una serie de estructuras que nos impiden expresar lo que sentimos
constantemente; se nos entrena para reservar este grado de apertura para
ciertos momentos muy particulares, muy íntimos. Para atravesar el día a día,
las personas consideradas normales deben hacer uso de la mentira y de la falsedad para
(según hemos aprendido) evitar herir a quienes nos rodean.
Estamos programados para dejar la sinceridad como último recurso, y esto lo justificamos de muchas
maneras: si nuestros empleadores nos explotan y se abusan psicológicamente de
nosotros, no los enfrentamos porque la crisis económica vuelve difícil
encontrar trabajo; si nuestros amigos no nos apoyan cuando más los necesitamos,
a pesar de exigirnos que estemos para ellos el cien por ciento del tiempo,
decimos que cada uno es como es y que lo compensan con sus rasgos positivos.”
Entiendo que debemos incentivar el cultivo de
nuestros valores, ahondar “en las entrañas de los “valores humanos” para que
podamos recoger natural y espontáneamente, todo aquello que nos enriquece en
nuestro concepto de lo que debe ser una persona socialmente comprometida e
integrada.
Hugo W Arostegui
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