Al escribir este artículo soy plenamente consciente de que
es muy probable que incurra en su desarrollo en la aplicación de conceptos
fuertemente adheridos a mi tan particular forma de entender y de aplicar
algunos principios básicos de nuestra condición humana.
Génesis 3:19
“Te ganarás el pan con el sudor de
tu frente, hasta que
vuelvas a la misma tierra
de la cual fuiste sacado.
Porque polvo eres, y al polvo volverás.»
de la cual fuiste sacado.
Porque polvo eres, y al polvo volverás.»
Cuando escucho el contenido de
algunas oraciones que la gente suele elevar a los cielos me rechina en mis
oídos el pedido diario que se realiza con relación al clamor de que se nos
pueda suministrar el pan nuestro de cada día, partiendo en esa súplica de lo
que entiendo es un error conceptual básico en la comprensión del grado de
relación que siempre ha existido entre el Creador, nuestro Padre y sus hijos,
los creados a “su imagen y semejanza” vale decir: “la criatura humana”.
Cuando se nos ha enseñado a orar,
cuando en nuestras oraciones nos dirigimos al “Padre nuestro que está en los
cielos” y le suplicamos por “el pan nuestro de cada día” no nos deberíamos
referir a la provisión de un determinado alimento, porque el pan nuestro de
cada día nos lo debemos ganar con “el sudor de nuestra frente” sin concesiones.
Hay cosas en nuestra vida que
dependen de nosotros y otras que por más que nos afanemos en lograr, no
dependen ni dependerán, de acuerdo con
el plan divino, de nosotros de ninguna manera, una de esas necesidades
vitales es nuestra propia vida, representada en cada mañana en que el sol
resplandece en los cielos, ese nuevo amanecer es el “pan nuestro de cada día”
que se nos es dado hoy para poder desarrollar en él todos los atributos que se
nos han confiado mediante los cuales podremos transformar nuestro presente y
así como seamos capaces de perdonar a nuestros potenciales deudores nos
sintamos en condiciones de agradecer por la “gracia divina” de cada nuevo día
de vida en esta tierra que nos cobija.
Hugo W Arostegui