jueves, 6 de abril de 2017

Nuestros Instantes


“Solo se vive una vez, pero si lo haces bien, una vez es suficiente”
-Mae West-

Somos instantes, momentos pasajeros y una sucesión de recuerdos. Somos viajeros en el tiempo, en una fracción del mundo en la que instalamos nuestra vida como si fuera durar para siempre. Pero lo cierto es que somos fugaces, somos como huellas en la arena que las olas borran al momento. Sin embargo, a pesar de ello, creemos que somos cemento.

Nos empeñamos en vivir instalados en el cuento de aquello que nos hiere y en el lamento de no tener lo que nos falta y nos olvidamos de vivir lo que tenemos. Dejamos que el tiempo se escape sin pensar que nada es eterno, ni lo que amas ni lo que te hiere, porque en realidad somos una sucesión de momentos, somos instantes pasajeros.

Lo queremos todo al momento, no tenemos lugar para el respiro, todo es rápido, todo pasa y nada se disfruta. En el mundo de la comida rápida, las citas exprés y los horarios repletos de citas de trabajo, hemos perdido la perspectiva del valor del tiempo, preocupándonos más por el sufrimiento que por el placer de las cosas simples de la vida.

Somos instantes que vivimos como si fuéramos eternos. Somos instantes que no disfrutamos de lo que tenemos a nuestro alrededor en todo momento.

Nos comportamos como si ya hubiera tiempo para disfrutar de lo bueno cuando, en realidad, nos lo estamos perdiendo.

Y en cambio, cuando algo nos hiere, somos “masocas” instalados en el sufrimiento. 

Nos sumergimos en el dolor y nos abrazamos a la queja como si no hubiera nada más en el mundo que nuestros problemas. Nos cegamos ante ese dolor y dejamos de ver que más hay ahí fuera.

Hurgamos en nuestras heridas despacio y sin buscar soluciones. Nuestras conversaciones se vuelven monótonas día a día porque paramos nuestros relojes en aquello que nos lastima. Somos instantes menos cuando sufrimos, entonces somos eternos y dañinos.



Frases Para Tener En Cuenta


Todos somos ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas. Albert Einstein

Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar. 

El joven conoce las reglas pero el viejo las excepciones. 

Está todo dicho, pero no hay nada hecho. 

El éxito es la realización progresiva de un sueño. 

Lucha ahora o muere mañana. 

Cuando el filósofo señala la Luna, el tonto se fija en el dedo. 

El cine ayuda a soñar. La televisión a dormir. 

Cuanto más grande es el caos, más cerca está la solución. 

Si quieres ser el más tonto, aparenta ser el más tonto. 

¿Qué es un pesimista?. Un optimista con experiencia. 


Inflexibilidad

Inflexibilidad
Una personalidad inflexible es aquella que es resistente al cambio, incluso si ese cambio es beneficioso. La falta de flexibilidad es una característica de varios trastornos de la personalidad, como el trastorno obsesivo-compulsivo y el trastorno de personalidad narcisista. A   se encuentra en el centro de un sentido de sí mismo y puede ser difícil de remediar. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que los rasgos inflexibles pueden cambiar y cambian con el tiempo.
Ser inflexible no tiene nada que ver con lo agradable que es alguien en la   cotidiana. En vez de eso, la inflexibilidad se refiere a la imposibilidad de cambiar los rasgos de personalidad o estilos de afrontamiento para adaptarse a situaciones cambiantes, lo que hace difícil, si no imposible, desenvolverse socialmente.
Los rasgos de carácter inflexibles son rasgos resistentes al cambio. Este cambio puede ocurrir a través de auto-examen o la   de problemas a través de otros métodos, pero los rasgos inflexibles están a salvo de estos agentes de cambio. Parte de este escudo es creado por la incapacidad de una persona inflexible o falta de voluntad para examinar estos rasgos.
Esto evita cualquier descubrimiento del error rasgo o limitación. En términos psicológicos,   de los aspectos clave de la inflexibilidad es su centralidad, que se encuentra en el corazón de una persona inflexible en el sentido de sí misma y todos los demás procesos y rasgos están subordinados a esto.
Albert Einstein dijo que “la mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a tu tamaño original”. Sin embargo, abrir la mente es un ejercicio complicado, mucho más de lo que estamos dispuestos a admitir. 
De hecho, la rigidez mental se comienza a construir desde que nacemos. Cada aprendizaje nos abre nuevas puertas pero también nos cierra otras. A medida que crecemos y nos vamos formando nuestra propia imagen del mundo, nos llenamos de estereotipos, creencias y prejuicios que son muy difíciles de eliminar. Sin embargo, la rigidez mental no se refiere únicamente a las ideas, sino y sobre todo, al modo de pensar.
La rigidez mental nos hace prisioneros, merma nuestra capacidad de adaptación, creatividad, espontaneidad y positividad. Nos ata a viejos modelos que nos impiden crecer en el plano intelectual y emocional


El Buen Proceder


“buen proceder consiste en ser sinceros, claros, honestos en todo, unir nuestra alma con la voluntad Universal, esto es, conducirnos rectamente, hacer a los otros aquello que deseamos que nos hagan”
Confucio

El hombre que moldeó el pensamiento y las costumbres de la China medieval, sin pretender ser santo ni  profeta y mucho menos poseer la clave de los secretos del Universo. Me refiero a Confucio. Ese, que en medio de la China feudal y corrupta, propuso una nueva ética personal basada en la idea de justicia y le confirió al termino nobleza un sentido de perfección moral.

Pero el ser humano siempre ha sido el mismo. La historia no es más que la repetición cada cierto tiempo de los mismos hechos. Y tanto es así, que lo sucedido a Confucio, el cual luchó y luchó con los jefes de la época, para que le confiasen cargos importantes en la administración pública y le diesen ocasión de llevar a cabo las reformas que requerían y después de haber obtenido ser gobernador y convertir la ciudad en algo modélica, de la noche a la mañana, fue despedido.

Y la razón fue simple. Había cambiado el desorden por el orden, combatió las supersticiones y la subordinación del pensamiento al deseo, organizó una sociedad bien avenida en la que la relación entre el soberano y súbdito fuese la misma que entre padre e hijo, sin creer en la aristocracia de sangre y todo esto, al igual que ahora, era y es inaceptable, porque eso significa proceder con más franqueza de lo que conviene a un político.

Todo esto es así de simple, antes, ahora y después, porque para la clase política, y más para los enganchados a la política, este proceder es como obligarlo a tomar cicuta.

Esto que bien podríamos titular como “introducción a un buen proceder” en el cual mencionamos nada menos que a Confucio «Maestro Kong»  551- 479 AC,  podría interpretarse en un primer análisis del tema, un tanto apresurado por cierto, como si admitiésemos que el procedimiento correcto no fuese muy aconsejable para aplicarlo como “una norma de vida” pues aparentemente quién optase por esta forma de hacer las cosas correría el serio riesgo de “remar contra la corriente” en cada una de las acciones que en este aspecto realice.

Pues bien, lo que intentamos transmitir es precisamente lo contrario, lo que estamos diciendo es que nada podrá sustituir a la integridad que nos recubre cuando alcanzamos “el punto de equilibrio” entre todo aquello que pensamos que se debería realizar y lo que efectivamente llevamos a la práctica en nuestras acciones diarias, cuando todo aquello que nos define como individuos nos ubica dentro de la ecuación que sentencia: “entre el dicho y el hecho hay un trecho”.

Sin duda todo aquel que opta por hacer el bien sin mirar ni tener en cuenta cual sea el destinatario de su proceder, se constituye en ese tramo imprescindible que hace posible pasar de la mera intención a la concreción de todo cuánto aspiramos realizar.


Hugo W Arostegui 

miércoles, 5 de abril de 2017

La Modestia


Como modestia se denomina la cualidad que modera nuestros actos y pensamientos, impidiéndonos creernos más de lo que somos. La palabra, como tal, proviene del latín modestĭa.

Quien tiene modestia, no presumirá de sus virtudes o sus logros ante los demás, sino que se contendrá dentro de los límites de su estado o condición, y se comportará de acuerdo a ciertas conveniencias sociales y personales.

La modestia regula sentimientos como la presunción, la vanidad o la altanería, que son sus antónimos. En este sentido, se asemeja, más bien, a la humildad.

El modesto no tiene o no manifiesta una alta opinión de sí mismo, sino que le resta importancia a sus virtudes y sus logros, y tiene, a la vez, la capacidad para reconocer sus defectos y errores. De allí que el principio fundamental de la modestia sea evitar atraer la atención hacia uno mismo, y evitar los comportamientos excesivamente egoístas o individualistas.

Por otro lado, la práctica de la modestia varía entre culturas, épocas y grupos de personas. De modo que hay países donde la modestia es un valor importantísimo, y otros donde es considerada como demostración de debilidad, pues se le da mucho valor al yo, la autoestima y a la autoafirmación.
Finalmente, modestia también puede significar pobreza o escasez de medios o recursos.

La palabra modestia significa falta de engreimiento y actitud de no dar importancia a las cualidades o méritos personales, ni presumir de ellos. Según una obra de consulta, modestia también quiere decir “mantenerse dentro de los límites”. La persona modesta se mantiene dentro de los límites del buen comportamiento. También reconoce que hay límites en lo que respecta a lo que puede hacer y lo que no. Sabe que hay cosas que no le competen. No cabe duda de que la modestia es atractiva. 

“No hay nada más agradable que la verdadera modestia”, escribió el poeta inglés Joseph Addison.

La persona modesta no demanda atención extra para sí misma. No le interesan los halagos y le gusta permanecer en un segundo plano. Refleja paz en su interior y no necesita exponer todo sobre su persona. Disfruta los éxitos de los demás y promueve la participación y el liderazgo de los demás. No hace ningún esfuerzo por figurar, dirigir o recibir aplausos. Todo lo hace porque está convencido que es lo que más conviene a los demás y por lo tanto nunca piensa en su persona o en retribución personal.


Actuar con modestia en la mejor forma de ser atractivos a los demás. El prójimo se siente apoyado, te brinda confianza, comparte en camaradería con una persona modesta, más se siente presionado y molesto con las personas egoístas, prepotentes y pedantes. 

Los modestos no hacen bultos. No le gusta tomarse el escenario para ellos. Ceden el  paso a los demás. Favorecen que otros se destaquen. No buscan triunfos pomposos. Prefieren el anonimato, el segundo plano, para que otros sobresalgan y triunfen, se sientan bien, pues ellos tienen todo lo que desean, no necesitan nada de otros.

Autodeterminación


La autodeterminación individual significa apoyar el que cada persona sea el gestor esencial de su propio destino, con capacidad de decisión sobre aspectos cruciales de la vida, con la posibilidad y oportunidad para el establecimiento de metas y planes que sean sentidos importantes por la persona.

“Del modo más simple: autodeterminación significa que la persona controla su vida y su destino. Algo tan simple y tan complejo como eso”. Así se expresa Michael Wehmeyer, uno de los autores que más relevancia tiene en este ámbito de la discapacidad.

Evidentemente ninguno de nosotros controla al cien por cien nuestras vidas y nuestros destinos, estamos también determinados por los otros, por las normas y reglas de nuestro contexto sociocultural; pero sentimos que ejercemos control, que tenemos cierto poder sobre aspectos que nos afectan directamente, y ejercemos presión, luchamos y somos asertivos, para disfrutar nuestro derecho a la libertad sin menoscabo de nuestra obligación con la dependencia social y cultural necesaria.

Las personas con discapacidad intelectual en nuestra cultura han tenido mermadas sensiblemente, en comparación con el resto de sus conciudadanos, sus facultades de decisión, de control, bajo consideraciones tales como que no saben, no pueden, o si lo hacen lo harán mal y de manera dañina para ellas… Y la autodeterminación viene a intentar poner en su lugar el juego de poder que a cada cual corresponde por el mero hecho de ser persona.

Los seres humanos pueden ser proactivos y comprometidos o, alternativamente, pasivos y alienados, 
en gran medida como una función de las condiciones sociales en las cuales ellos se desarrollan y funcionan. 

Acordemente, la investigación guiada por la teoría de la autodeterminación se ha focalizado sobre las condiciones del contexto social que facilitan versus las que previenen los procesos naturales de la auto-motivación y el desarrollo psicológico saludable. 

Específicamente, se han examinado factores que amplían versus que reducen la motivación intrínseca, la autorregulación, y el bienestar. Los hallazgos han llevado a postular tres necesidades psicológicas innatas – competencia, autonomía, y relacionarse – las cuales cuando son satisfechas producen la ampliación de la auto-motivación y la salud mental y cuando son frustradas llevan a la reducción de la motivación y el bienestar. 

También se considera el significado de estas necesidades psicológicas y los procesos dentro de dominios como el cuidado de la salud, la educación, el trabajo, el deporte, la religión, y la psicoterapia.

Las representaciones plenas de la humanidad muestran a las personas como curiosas, vitales, y auto-motivadas. En el mejor caso ellas son agentes, inspiradas, impulsadas a aprender; que se extienden a sí mismas; dominan nuevas habilidades; y aplican sus talentos responsablemente. 

La mayoría de las personas muestran considerable esfuerzo, agencia, y compromiso en sus vidas, lo que en efecto parece más normativo que excepcional, sugiriendo algunos rasgos muy positivos y persistentes de la naturaleza humana. Pero también está claro que el espíritu humano puede ser reducido y aplastado y que los individuos a veces rechazan el crecimiento y la responsabilidad. Con independencia del estrato social o cultural de origen, hay abundantes ejemplos de niños y de adultos que son apáticos, alienados, e irresponsables. 

Tal funcionamiento humano no-optimo puede observarse no sólo en nuestras clínicas psicológicas sino también entre los millones que, por horas o por días se sientan pasivamente ante sus televisores, miran fija e inexpresivamente las paredes de sus aulas, o esperan indiferentemente por el fin de semana cuando marchan hacia sus trabajos. La persistencia, la proactividad y las tendencias positivas de la naturaleza humana claramente no están invariablemente presentes.


Hugo W Arostegui

El Refugio De La Ignorancia


¿Hasta qué punto merece la pena ser inteligente en un mundo mediocre y cruel?

A mayor inteligencia, mayor consciencia de la calamidad de especie que somos, capaces de lo mejor pero casi siempre partícipes de lo peor. Si a una mayor inteligencia le acompaña una mayor sensibilidad, tenemos ante nosotros a un depresivo en potencia con tendencia variable al suicidio en función de su nivel de frustración (o de su capacidad de abstracción a través de narcóticos y otras drogas que lo hagan más imbécil al reducir su capacidad intelectual y sensorial).

Federico García Lorca decía que “el optimismo es propio de las almas que tienen una sola dimensión; de las que no ven el torrente de lágrimas que nos rodea, producido por cosas que tienen remedio”. De ahí se deduce que aquellos que dicen que ven el vaso medio lleno no son otra cosa que unos papanatas que quieren caer bien a quienes les rodean, porque es políticamente correcto –socialmente obligatorio- no hacer pública nuestra firme convicción (quienes la tengamos) de que casi todo lo que nos rodea está en permanente proceso de putrefacción. 

Afirmar todo esto es afirmar, pues, que todo el mundo miente, a no ser que se considere lo suficientemente valiente como para enfrentarse al duro ostracismo de la marginación social. 

Mark Twain también le dio un par de vueltas a este tema, y afirmó: “nadie podría vivir con alguien que dijera la verdad de forma habitual; por suerte, ninguno de nosotros ha tenido nunca que hacerlo”

Y quien lo hace está mal visto, con cara de pocos amigos, como si estuviera siempre de mal humor.

Pero volvamos al tema inicial. ¿Hasta qué punto merece la pena ser inteligente en un mundo mediocre y cruel? Muchas veces he escuchado que a mayor inteligencia, más difícil es ser feliz (lo que quiera que signifique esto y dando por supuesto que la felicidad es algo que existe).

Personalmente, tiendo a unir la idea de inteligencia y de libertad (en un sentido absoluto, libertad de ataduras materiales y morales), y ciertamente estoy de acuerdo con que, cuanto más libre –y por ende, inteligente- es una persona, que más difícil le es no rendirse a la desesperación de saber que no nacemos con un destino escrito en la sangre y que cuánto podamos lograr en esta vida sólo podrá alcanzarse través del esfuerzo y la voluntad que le impregnemos cada uno.

La incertidumbre es algo que, si bien ha atormentado siempre al ser humano, afecta más a personas con alta capacidad intelectual. Ello hace difícil avanzar en un camino empedrado hacia no se sabe dónde, sobre el cual cada uno lucha por crearse su propia “misión” vital, es decir, darse un sentido a su propia existencia.

La mente humana no está preparada para aceptar la incertidumbre que existe, consecuencia de su incapacidad para comprenderlo todo. Necesita un guión, un mapa que la oriente, y cuando no puede dárselo a sí misma, ruega, suplica que alguien se lo dé escrito de antemano. 

Nuestra mente no puede aceptar que somos iguales que el de al lado, que tenemos las mismas necesidades, que nos comportamos básicamente igual, que nacemos y morimos de manera igualmente traumática. 

La gente a nuestro alrededor está perdida; hay quienes consiguen aplacar el nervio de su desconsuelo en base a algo que le proporciona calma o le ordena la conciencia: dinero, amor, trabajo… Pero en algún momento de su vida, todo el mundo se siente desnudo, tembloroso por el frío de una existencia desamparada en la que nos negamos a admitir que nada tiene sentido más allá de aquél que nosotros mismos le damos en función de nuestras creencias o nuestras necesidades.

La irresponsabilidad ante la presente mediocridad es un fallo angular en el pensamiento de la sociedad actual. Pero también es cierto que resulta difícil sentirse responsable, es decir, sentirse concernido y dispuesto a luchar contra la mediocridad, cuando se carece de referentes.

Yo quiero luchar, y estoy seguro de que existe una gran masa crítica dispuesta a ello, aunque muchas veces resulta cansador porque en la confusión de los tiempos le cuesta creer firmemente en algo y a veces parece no creer en nada. 

Pero también considero que siempre es un primer paso el hecho de tener claro qué es lo que no queremos, y tener la voluntad de luchar contra ello. Porque como dice Eric Fromm, el acto de desobediencia como acto de libertad, es el comienzo de la razón. Ahí está la clave.


Lo Que Todos Tenemos


Declaración Universal de los Derechos Humanos.

“Todos los seres humanos nacemos libres y con los mismos derechos y dignidad. Puesto que tenemos razón y conciencia, debemos tratarnos siempre con respeto.”

Los derechos que proclama esta Declaración son para todo el mundo. Aunque hablemos otro idioma, aunque tengamos distinto color de piel, aunque pensemos de otra manera, aunque tengamos otra religión, tanto si somos pobres como si somos ricos como si somos de otro país.

Todos tenemos derecho a vivir. A vivir libremente y con seguridad.

Nadie nos puede esclavizar. La esclavitud, sea de la forma que sea, está prohibida.

Nadie nos puede torturar ni tratarnos de forma cruel, inhumana o humillante.

Todos nuestros derechos tienen que ser reconocidos en todas partes.

La ley es igual para todos. No se nos puede aplicar de forma distinta.

Si alguien no respeta nuestros derechos, podemos pedir la protección de la justicia

Nadie tiene derecho, arbitrariamente, a detenernos, mantenernos en prisión ni expulsarnos del país donde vivimos.

Si nos han de juzgar, debe ser públicamente. Y aquellos que nos juzguen, tienen que ser completamente imparciales.

Si se nos acusa de algún delito, tenemos derecho a defendernos. Se tiene que admitir que somos inocentes mientras no se pueda probar que somos culpables. Nadie tiene derecho a condenarnos ni a castigarnos por cosas que no hemos hecho.

Nadie puede entrometerse, sin ninguna razón, en nuestra vida privada, nuestra familia, nuestra casa o nuestra correspondencia.

Tenemos derecho a entrar y salir de nuestro país cuando queramos.

Si se nos persigue, tenemos derecho a ir a otro país y pedir protección. Perdemos este derecho si no respetamos los artículos de esta Declaración.

Tenemos derecho a pertenecer a un país. Si queremos pertenecer a otro país, nadie puede impedírnoslo arbitrariamente.

Cuando tenemos edad de casarnos, tenemos derecho a hacerlo sea cual sea nuestra raza, nuestro país de origen o nuestra religión. Las mujeres y los hombres tenemos los mismos derechos cuando nos casamos y cuando nos separamos. Nadie nos puede obligar a casarnos y, si lo hacemos, el gobierno de nuestro país tiene que proteger nuestra familia.

Todos tenemos derecho a tener nuestras cosas, y nadie tiene derecho a quitárnoslas.

Tenemos derecho a pensar como queramos y a cambiar de forma de pensar. También tenemos derecho a escoger libremente la religión que queramos, a cambiar de religión y a practicarla como mejor nos parezca, solos o junto a otras personas.

Todos tenemos derecho a la libertad de opinión y de expresión. Asimismo, tenemos derecho a intercambiar ideas con las personas de otros países sin que las fronteras nos lo impidan.

Tenemos derecho a reunirnos y asociarnos con quien queramos, de forma pacífica. Si no queremos, nadie nos puede obligar a formar parte de una asociación.

Tenemos derecho a participar activamente en las decisiones de nuestro país, directamente o escogiendo representantes. Para poder elegir a nuestros gobernantes, periódicamente tiene que haber elecciones no manipuladas en las que todos podamos votar libremente.

Cada uno de nosotros tiene derecho a obtener la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales que necesitamos para poder vivir dignamente.

Tenemos derecho a trabajar, a escoger libremente un trabajo y a recibir un sueldo que nos permita vivir dignamente, a nosotros y a nuestra familia. Todas las personas que hacen el mismo trabajo tienen derecho, sin ninguna discriminación, a recibir el mismo sueldo. Si trabajamos, tenemos derecho a agruparnos para defender nuestros intereses.

Todos tenemos derecho a descansar. Por tanto, la jornada laboral no ha de ser excesivamente larga y, periódicamente, tenemos que tener vacaciones pagadas.

Tanto nosotros como nuestra familia tenemos derecho a un nivel de vida que nos asegure la alimentación, el vestido, la vivienda y la asistencia en caso de enfermedad. También tenemos derecho a recibir ayuda si no podemos trabajar, ya sea porque no haya trabajo, porque estemos enfermos, porque seamos viejos o por cualquier otra razón independiente de nuestra voluntad. Todos los niños y niñas tienen los mismos derechos, aunque sus padres no estén casados.

Tenemos derecho a ir a la escuela; la enseñanza elemental tiene que ser obligatoria y gratuita. La escuela tiene que fomentar la convivencia y el desarrollo de las capacidades de cada uno. Los padres tienen derecho a escoger el tipo de educación de sus hijos.

Todos tenemos derecho a participar y beneficiarnos tanto de la vida cultural como del progreso científico de la sociedad en que vivimos.

Para que todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración puedan ser protegidos adecuadamente, es necesario que exista un orden social e internacional que lo haga posible.

Todos tenemos deberes con relación a las personas que nos rodean, a las cuales, por otra parte, necesitamos para desarrollarnos plenamente. Nuestra libertad y nuestros derechos sólo están limitados por el reconocimiento y el respeto de la libertad y los derechos de los otros.


Ningún Estado, ningún grupo, ningún ser humano puede utilizar ningún principio de esta Declaración para suprimir los derechos y libertades proclamados en ella. 

martes, 4 de abril de 2017

Inconstantes


Definiciones web

La inconstancia se puede definir como mutabilidad de carácter o falta de perseverancia. Los antiguos la representaban con una mujer con dos cabezas vestida con varias piezas de ropa de diferentes colores, jeroglífico que más bien parece convenir a la moda. ...

La fuerza de voluntad es una de las virtudes más importantes de cualquier persona en la consecución de objetivos personales concretos. La fuerza de voluntad muestra el compromiso en el cumplimiento de un objetivo. El deseo interior de lograr este reto, se muestra en la ilusión por conseguirlo (la ilusión es el mejor motor). Las personas que son constantes tienen una gran disciplina interior para cumplir con el deber más allá de la tentación del apetecer.

Por el contrario, las personas inconstantes tienden a dejar a medias muchos de los planes que comienzan porque poco tiempo después de haber tomado esa decisión, empiezan a desmotivarse. En muchos casos, esta desmotivación tiene que ver con el hecho de no tener claras las ideas, es decir, con no saber lo que de verdad se quiere. En otros casos, la inconstancia también puede estar vinculada con la desmotivación que produce no observar resultados visibles a corto plazo cuando se trata de una meta futura.

La inconstancia es una de las posibles causas del fracaso académico puesto que el alumno estudia de forma intermitente, hace las cosas cuando le apetece y tiende a dejarlo todo para el último momento. Una persona inconstante tiende a buscar excusas que le llevan a tirar la toalla antes de tiempo: "Esto es muy difícil, "no lo voy a conseguir", "no tengo tiempo para ello", "ya es tarde"...

Tras analizar familias durante siete años, los autores de la investigación comprobaron que el rasgo de la perseverancia en los padres estaba directamente relacionado con hijos más comprometidos con los estudios escolares y con bajos niveles de delincuencia.

Si los niños aprenden pronto a perseverar en las tareas y a llevar sus proyectos hasta el final, cuando se hacen mayores son capaces de prosperar y se enfrentan mejor al estrés y a las presiones externas?, afirman los investigadores. "Aprender a ser perseverantes es clave para tener éxito en la vida", concluyen.

La inconstancia tiene una marca propia, la cual es, no terminar, no concluir, abandonar, cambiar sobre la marcha. Lógicamente podría pensarse en insatisfacción o en veleidad; sin embargo, y aún cuando estas emociones podrían estar presentes, la inconstancia responde a algo más profundo, a cierta imposición adquirida, al miedo o temor al fracaso y a la frustración y, fundamentalmente, a la estima que se tiene de sí mismo en cuanto a capacidades se refiera.


No obstante todo ello, la inconstancia al ser algo permanente, prácticamente deja marcas y huellas en la vida del individuo, a más de un cúmulo de decepciones y frustraciones; por supuesto que también traerá aparejada un buen número de síntomas y afecciones; y, por sobre todo, una carga emocional y energética cuyo incremento va a ir produciendo derivaciones nunca bien ponderadas.

La Felicidad


Tú puedes aprender a ser feliz, cambiando tus pensamientos y tu actitud ante la vida.

Habemos muchos de nosotros que no podemos soportar la idea de estar equivocado
.
Al querer tener siempre la razón, tomamos el riesgo de acabar con grandes relaciones o causar una gran cantidad de estrés y dolor, para nosotros y para los demás. Simplemente no vale la pena.

Cada vez que sientas la necesidad “urgente” de tener una pelea sobre quién tiene razón y quién está equivocado, hazte esta pregunta: “¿Prefiero tener razón, o prefiero ser amable?” ¿Qué diferencia va a haber? ¿Es tu ego realmente tan grande como para no poder evitarlo?

La felicidad es algo que nos esmeramos por encontrar y mantener, incluso cuando es demasiado esquiva. Por lo general, ser feliz significa sentirse satisfecho, alegre y tener la sensación de que la vida es significativa.

 Nadie está alegre y eufórico todo el tiempo, pero algunas personas definitivamente se sienten más satisfechas que otras.

Los valores fundamentales determinan la manera en la que uno piensa de sí mismo, de la vida y del mundo alrededor.

Estas creencias guían la toma de decisiones y bien pueden ser espirituales o no, pero son cosas fundamentales para la manera en la que uno ve la vida.

Por ejemplo, "el compromiso con la excelencia" puede ser un valor, una "dedicación a la familia" o una "creencia en un poder superior". Sean cual sean tus valores, los estudios sugieren que cuando uno no vive su vida ni toma decisiones "congruentes con sus valores" (es decir, que vayan acorde con ellos), es muy probable que esa persona se sienta infeliz e insatisfecho.

¿Por qué algunas personas son felices con cualquier cosa y otras no pueden serlo, a pesar de tenerlo todo?

Es cierto, que existen personas que nacen con una predisposición a la felicidad.
Sin embargo, durante la vida aprendemos a ser felices o a ser infelices.

Cuando somos pequeños, no nos damos cuenta de ese aprendizaje.
Aprendemos a ser felices o infelices, no sólo a partir de las experiencias que vivimos, sino de la forma en que los adultos nos enseñan a vivirlas y a vivir cualquier tipo de problemas.

Si nuestros padres o uno de ellos, viven quejándose, fijándose sólo en el aspecto negativo de las cosas, sintiéndose derrotados o agobiados ante los problemas y dificultades, etc., probablemente nosotros actuemos de la misma manera.

Si por el contrario, ellos son personas positivas que siempre ven el lado "bueno" de todo lo que les sucede, resuelven los problemas con entusiasmo, confiando en obtener éxito, disfrutan de la vida, ríen con frecuencia, son personas activas, etc., si aprendimos de ellos, seremos felices.
No podemos evitar el sufrimiento, que es parte de la vida.

Pero podemos enfrentarlo con una actitud adecuada y superarlo o podemos vivirlo con una actitud inadecuada y aumentarlo.


Historia Universal: La Ilustración


Se denomina Ilustración, al movimiento de renovación intelectual, cultural, ideológica y política que surgió en Europa, como resultado  del progreso y difusión de las Nuevas Ideas y de los nuevos conocimientos científicos; los mismos que iluminaron la mente de los hombres, a la vez que contribuyeron a modificar su espíritu. 

La ilustración alcanzó su mayor desarrollo en el siglo XVIII, llamado, por ello “Siglo de las Luces”.
En toda Europa se hablaba de que se estaba viviendo en la “Época de las Luces”, en que los hombres iluminados por la luz de la razón debían establecer una nueva organización que habría de reemplazar al caduco Antiguo Régimen.

Bajo el dominio de la razón el hombre se plantea nuevas interrogaciones: desprecia el pasado, reniega de las viejas creencias, enfrenta las doctrinas inamovibles de la iglesia y se vuelve hacia nuevas formas de pensamiento con la intención de iluminar sus conocimientos. Por ello el siglo XVIII se conoce como “Siglo de las Luces”.

Las Nuevas ideas, imbuidas de un espíritu eminentemente liberal, nacieron por obra de aquellos famosos pensadores llamados también “filósofos”, quienes difundieron sus nuevas concepciones, políticas, sociales, económicas, etc., que orientaron el pensamiento europeo de aquella época, contra el injusto sistema de gobierno imperante. Es decir, que tales teorías, que tales ideas, se erigieron en una vigorosa corriente de opinión pública totalmente contraria al Régimen absolutista de Francia, así como de otras naciones de Europa y del Mundo.

Este caudal maravilloso de opiniones y pensamientos se vio grandemente enriquecido gracias, precisamente, a la magnífica contribución de aquellos eminentes innovadores de la ciencia económica, denominados “Economistas”, quienes pertenecen igualmente a esta luminosa corriente intelectual de la Nuevas Ideas.

Las Nuevas ideas, nacidas mayormente en el seno de las Burguesía, bien pronto se divulgaron por casi todas las clases cultas de las sociedad, como, asimismo, en el pueblo y en ciertos sectores del Clero. 

Igualmente lo hicieron en algunas monarquías, en las que, soberanos liberales, dieron origen al Despotismo Ilustrado. El medio más eficaz de difusión de las Nuevas Ideas, es decir, del pensamiento Ilustrado, fue la Enciclopedia, monumental diccionario de los conocimientos humanos hasta entonces logrados.

Hugo W Arostegui


La Razón Y Sus Límites


“Tanto Wittgenstein como Patanjali desvelan la capacidad de la conciencia para descubrir su funcionamiento y también sus limitaciones

No hemos pensado alguna vez que estamos siendo presa de nuestras palabras, que la realidad es más amplia que el mundo que hemos creado con ellas y que, como en Dark City, el paraíso que anhelamos no es finalmente más que un cartel de propaganda pegado al muro que nos separa del vacío estelar?

Entre las frases que me acompañaron desde muy joven, hay una de Wittgenstein que dice lo siguiente (cito de memoria): creemos ver el mundo, pero lo que vemos no es sino el marco de la ventana por la que lo miramos.

La gran cuestión de la filosofía occidental, la que ha dividido a unos y otros, está resumida en aquella frase. Empirismo versus idealismo; o las cosas existen y la mente es apta para conocerlas tal cual son, o lo que existe es la conciencia (sus ideas: sus "visiones") y el mundo es su representación.

Entre ambos extremos, todas las variantes posibles. Pero hasta el positivismo lógico no se centraron los filósofos en la estructura del lenguaje. A Wittgenstein, próximo en su juventud al Círculo de Viena, no le bastó analizar su estructura lógica; fue un poco más lejos: "Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo", escribía en su Tractatus , y "yo soy mi mundo" (5.63), por lo que "yo" no es otra cosa que mi lenguaje.

El error fundamental del ser humano, para la gran mayoría de los sistemas indios, es su identificación con los procesos mentales. Así es también para Wittgenstein, y es por lo que me gusta aventurar este intempestivo paralelismo. Entre los respectivos sistemas de proposiciones que conforman las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein y los Yogasutras de Patanjali media una distancia cultural y geográfica que los convierte en universos aparentemente inconmensurables; no obstante, son dos métodos de aproximación al conocimiento de la mente que desvelan tanto la capacidad de la conciencia para descubrir su funcionamiento como sus límites.

Ambos proponen un trabajo arduo de observación y de desidentificación de la conciencia para con los procesos de pensamiento. Mientras los Yogasutras se presentan como guía hacia la detención del proceso mental (descripción de obstáculos, alteraciones mentales y modo de eliminarlos), 

Wittgenstein se preocupa de desestructurar las viejas creencias y mostrar que no hay salida, ningún metalenguaje desde el que considerar los juegos de lenguaje. ¿Fue, el último filósofo, más oriental que sus coetáneos?

No estoy hablando de un tema que le competa sólo a la filosofía. Nos concierne a todos. Nuestro mundo: nuestro lenguaje. Presos en el logos. Sus límites, los del pensar, infranqueables. Moverse en el filo tiene un precio: el vértigo. Y una recompensa: descubrir la farsa, la ilusión, tan sólo para volver a internarse, más lúcidos (des-ilusionados), aunque quizá más tristes. 

El logro: reírse.


Hugo W Arostegui

lunes, 3 de abril de 2017

La Percepción


Antes de definir este concepto diremos que para conocer el mundo interior o exterior necesitamos realizar un proceso de decodificación de los mensajes que se reciben a través de todo el cuerpo. 

Se define como percepción al proceso cognoscitivo a través del cual las personas son capaces de comprender su entorno y actuar en consecuencia a los impulsos que reciben; se trata de entender y organización los estímulos generados por el ambiente y darles un sentido. 

De este modo lo siguiente que hará el individuo será enviar una respuesta en consecuencia.
La percepción puede hacer mención también a un determinado conocimiento, a una idea o a la sensación interior que surge a raíz de una impresión material derivada de nuestros sentidos.

Para la psicología, la percepción consiste en una función que le posibilita al organismo recibir, procesar e interpretar la información que llega desde el exterior valiéndose de los sentidos.

El término comenzó a captar la atención de los estudiosos durante el siglo XIX. Los primeros modelos que vinculaban la magnitud de un estímulo físico con la del episodio percibido posibilitaron la aparición de la denominada psicofísica.

Los especialistas aseguran que la percepción es el primer procedimiento cognoscitivo, que permite al sujeto capturar la información del medio que lo rodea a través de la energía que llega a los sistemas sensoriales.

Este procedimiento posee carácter inferencial y constructivo. En este contexto, la representación interior de lo que ocurre afuera surge a modo de hipótesis. Los datos que captan los receptores se analizan de modo paulatino, junto a la información que recoge la memoria y que contribuye al procesamiento y a la creación de dicha representación.

La percepción es el acto de recibir, interpretar y comprender a través de la psiquis las señales sensoriales que provienen de los cinco sentidos orgánicos. Es por esto que la percepción, si bien recurre al organismo y a cuestiones físicas, está directamente vinculado con el sistema psicológico de cada individuo que hace que el resultado sea completamente diferente en otra persona. Es, además, la instancia a partir de la cual el individuo hace de ese estímulo, señal o sensación algo consciente y transformable.

Proveniente del latín, de la palabra perceptio, que significa recibir, recolectar o tomar posesión de algo, la percepción es entendida por la psicología como el primer momento de elaboración cognoscitiva, es decir, la primera instancia en la cual la información recibida se transforma en un elemento conocible y comprendible. 

Siempre partiendo de los datos otorgados por los cinco sentidos (la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el oído), se dice que la persona percibe la información cuando ya ha hecho un proceso de asimilación y comprensión de la misma que es, obviamente, inmediato, pero que implica una elaboración propia de la misma.

La percepción es el proceso mediante el cual un individuo adquiere una sensación interior que resulta de una impresión material hecha en los sentidos. Esta sensación puede ser consciente o inconsciente. A la percepción inconsciente, por estar bajo el límite de la consciencia, o subconsciente, le llamamos percepción subliminal. Los ojos, los oídos, las terminaciones nerviosas de la piel son el primer medio de contacto con el medio ambiente. Estos y otros órganos de los sentidos son los instrumentos de la percepción que recogen la información para el sistema nervioso; el sistema nervioso la convierte en impulsos eléctricos que trasmite al cerebro donde producen cadenas de reacciones eléctricas y químicas. El resultado es la conciencia interna de un objeto o de un suceso. La percepción precede a la comunicación y ésta deberá conducir al aprendizaje.

Nuestro Intelecto


Definición de intelecto. ... Intelecto es la potencia cognoscitiva racional de un ser humano. Se trata del entendimiento y de la facultad de pensar del hombre.

Lo primero que hay que hacer es dejar patente que intelecto es una palabra que tiene su origen etimológico en el latín. En concreto, procede de “intellectus” y es fruto de la unión de dos componentes de dicha lengua: el prefijo “inter-“, que es sinónimo de “entre”, y el vocablo “lectus”, que puede traducirse como “escogido”.

El intelecto supone la capacidad de desarrollar representaciones mentales de la realidad y de relacionarlas entre sí. El concepto puede asociarse a la inteligencia, la reflexión y el raciocinio.

Existe un acuerdo general sobre la idea de que el ser humano es el único ser vivo que tiene unas facultades mentales avanzadas. Esas capacidades se resumen en el concepto de razonamiento. Por eso se afirma que somos animales racionales. Y la razón se fundamenta en el intelecto.

Las personas estamos rodeadas de imágenes, cosas y acontecimientos. Para ordenar y entender todo ello, ponemos en marcha nuestro intelecto, la capacidad de asimilar comprensivamente la realidad que nos rodea.

Desde la psicología y otras disciplinas afines, se intenta medir el intelecto humano. Hay pruebas (los test de inteligencia) que evalúan las distintas capacidades mentales (de tipo espacial, verbal, lógico, etc.). De esta manera, es posible saber cuál es el coeficiente intelectual de alguien. Es un procedimiento que mide y concreta un valor al intelecto.

En las últimas décadas, el intelecto ya no se valora tanto como el factor principal de entendimiento. Ha aparecido un nuevo concepto: la inteligencia emocional. La gestión de nuestras emociones y sentimientos es importante y no podemos afirmar que somos inteligentes si nuestra vida afectiva y emocional es un desastre porque no sabemos abordar los problemas relacionados con lo sentimental.

La reflexión sobre el intelecto se ha realizado tradicionalmente con respecto a los humanos. Sin embargo, la etología ( ciencia que estudia el comportamiento de los animales ) también analiza el intelecto de las distintas especies. Está demostrado que algunos animales, especialmente mamíferos, son capaces de procesar información y, en consecuencia, tienen un intelecto.

Además del intelecto humano y el animal, existe la inteligencia artificial. Es un conocimiento que se ha desarrollado en las últimas décadas y sin duda tiene muchas aplicaciones. El intelecto humano crea otro tipo de intelecto, el artificial, y éste puede superar en algunos aspectos las posibilidades de la mente humana.

Se cree que fue en la Edad Media cuando surgió la idea de intelecto. Los filósofos medievales distinguían dos fuentes de conocimiento: la fe y la razón. A través de la fe el hombre comprende algunas ideas (Dios, eternidad, etc.). Mediante la razón, el ser humano es capaz de entender la complejidad del mundo. Y la razón se expresa a través del intelecto. Hay un amplio debate sobre lo concerniente al intelecto. Algunas corrientes afirman que se fundamenta en la observación de los sentidos (el empirismo). Otras corrientes consideran que la información de los sentidos no explica todos los procesos mentales, ya que hay ideas que no requieren de ninguna experiencia basada en la observación (el racionalismo).


... via Definicion ABC http://www.definicionabc.com/general/intelecto.php

La Luz Interior


Dentro de ti está el poder para que brille tu luz y para que seas quien deseas ser...
Lo más importante de todo es actuar siempre con tanto amor como se pueda. El amor debe ser siempre lo que motive todos y cada uno de nuestros actos. Siempre.

Así que siempre que tengamos algún conflicto, siempre que alguien no nos trate bien, siempre que pensemos que alguna persona se está equivocando, o cualquier otra situación similar, debemos mirar en nuestro interior para ver si estamos siendo amorosos o no. 

Da igual que pensemos que tenemos razón, da igual que la otra persona no esté actuando correctamente, en el momento que perdemos de vista el amor, el que se equivoca seguro somos nosotros.

Nuestra luz interior no debe ser nunca un arma que ataque a alguien. Nunca. Si en algún momento nos enfadamos y tenemos ganas de atacar, aunque pensemos que tenemos razón, es mejor pararse un momento, contar hasta diez y preguntarse cómo podemos cambiar nuestra luz para que deje de ser un rayo que hace daño, y convertirla en un suave calor que todo lo abraza.

A medida que crecemos espiritualmente, vemos las cosas más claras y nos volvemos más sabios, y esto hace que a menudo tengamos ganas de dar lecciones a los demás. A veces les decimos abiertamente que se equivocan, y otras lo hacemos de forma más sutil, pero de una manera u otra tendemos a ir por el mundo con la sensación de ser superiores.

Lo primero es hacer un pequeño ejercicio de reflexión y humildad para ver si nos está pasando esto. ¿Te sientes superior a los demás e intentas dar lecciones? Es algo bastante habitual, así que vale la pena fijarse bien antes de responder: “no, yo no lo hago.”

A nadie le gusta que le den lecciones, así que si lo hacemos, es muy fácil que más de una persona se sienta molesta con nosotros.

Si creemos que alguien se equivoca y queremos mostrarle una manera mejor de hacer las cosas, es mucho mejor enseñarle el camino con nuestro ejemplo, que no decirle que no lo hace bien. 

Cuando queremos aleccionar con palabras, la luz interior que sale de nosotros suele ser como una bofetada: a veces puede ser útil, a veces puede ayudar a alguien a ver las cosas más claras, pero duele. En cambio, la luz que sale cuando damos ejemplo es como un abrazo. Es una manera mucho más suave de decir: “ves, así todo es más fácil. ¿Quieres venir?”




La Mochila Que Cargamos


“¿Sus vidas cuánto pesan? Imaginen por un segundo que llevan una mochila. Quiero que noten las correas sobre los hombros, ¿las notan?

Ahora quiero que la llenen con todas las cosas que tienen en sus vidas. 

Empiecen por las que hay en los estantes y los cajones, las tonterías que coleccionan. Noten cómo se acumula el peso
Ahora cosas más grandes: ropa, pequeños electrodomésticos, lámparas, toallas, la tele. La mochila ya pesa. Ahora, cosas más grandes: el sofá, la cama, alguna mesa…

Métanlo todo dentro: el coche, la casa, un estudio o un apartamento de dos dormitorios. Quiero que introduzcan todo eso dentro de la mochila. Intenten caminar. Es difícil, ¿no?

Pues esto es lo que hacemos con nuestra vida a diario. Nos vamos sobrecargando hasta que no podemos ni movernos. Y no se equivoquen, moverse es vivir.

Ahora voy a prenderle a esa mochila fuego ¿Qué quieren sacar? ¿Las fotos? Las fotos son para la gente que no puede recordar, tomen gasolina y quémenlas. Es más, dejen que se queme todo e imagínense despertando mañana sin nada. Resulta estimulante, ¿no es así? 
(…)

Tienen otra mochila. Solo que esta vez deben llenarla con personas. Pueden empezarla con los conocidos: amigos de amigos, la gente de la oficina, y luego pasen a las personas a las que confían sus secretos: sus primos, tíos, tías, hermanos, hermanas, sus padres, y por fin, su marido o su mujer, su novio o su novia.

Métanlos en la mochila. Sientan el peso de la mochila. Puedo asegurarles que sus relaciones son la carga más pesada de su vida. ¿No sienten un peso clavándose en sus hombros? Todas esas negociaciones,  discusiones, secretos y compromisos… No necesitan cargar con eso.

¿Por qué no dejan la mochila? Hay animales que viven cargando con otros en simbiosis toda su vida. Amantes sin suerte, cisnes monógamos… no somos esos animales. Si nos movemos despacio morimos rápido. Nosotros no somos cisnes sino tiburones”.   Bingham, en Up in the air.

Nuestra mochila está llena de piedras grandes, pequeñas y medianas, de todos los tamaños. 

A mí me gusta vaciarla de vez en cuando pero rápidamente se vuelve a llenar, es lo que tiene la vida. Es realmente complicado sacar lo que lleva dentro, seleccionar lo que se quiere y lo que no, lo que es pasajero y lo que ayuda o no ayuda a estar mejor…

Todos llevamos piedras, piedritas y pedruscos en nuestra mochila emocional. De hecho solemos llevarla cargada hasta el extremo de forma innecesaria. Si alguna vez te has planteado qué es lo que te frena a la hora de tomar impulso y seguir, te invito a que mires en su interior, es más que probable que encuentres ahí tu respuesta.


domingo, 2 de abril de 2017

La Filosofía De Descartes


La locución latina «cogito ergo sum», que en español se traduce frecuentemente como «pienso, luego existo», siendo más precisa la traducción literal del latín «pienso, por lo tanto soy», es un planteamiento filosófico de René Descartes, el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental.

Descartes procuraba establecer una verdad absolutamente evidente mediante un sistema deductivo sosteniendo que el cogitoo pensamiento, que son todos los actos conscientes del espíritu, implica siempre duda.
Dudar de todo, según Descartes, es sólo un procedimiento metodológico para encontrar una verdad indubitable, por lo tanto es una duda metódica y no una postura mental definitiva.
Gracias al criterio de la duda se comienza a dudar sobre todo pero no se pudo escapar a la duda recurrente de que “está dudando”, por lo tanto la única duda que no puede eliminar es la duda misma.
Descartes luego llega a la conclusión que si no es posible eliminar la duda, por lo menos no puede dudar de que piensa que está dudando. Por lo tanto “yo pienso” derivaría a dos únicas conclusiones: primero que pienso y luego que existo.

La evidencia de Descartes sobre la indubitabilidad de que dudo porque pienso y porque soy, resultaría en la célebre frase “Pienso, luego existo” acuñada en su libro “Discurso del Método” escrita en el año 1637 en Leiden, Holanda.
René Descartes estaba convencido de que la opinión y experiencia común de la humanidad no eran confiables para buscar la verdad, así que resolvió idear un nuevo sistema que pudiese librarse de ellas.
Descartes crea entonces un método que implicaba un instrumento matemático de deducción pura que deriva de una razón absoluta proyectando así la idea de un universo mecanístico, todo funciona como un mecanismo.
René Descartes fue aún más lejos con sus indagaciones filosóficas de la razón afirmando que, a pesar de que todos tenemos una mente y un cuerpo, la única certeza es la existencia de la mente (pensamiento, razón) pues no se puede estar seguro ni que nuestro cuerpo existe.

Llamamos certeza a una actitud hacia una determinada proposición. Cuando creemos algo con certeza, no tenemos dudas de ello. Descartes quería un fundamento firme para las ciencias y este fundamento solo lo podían dar las verdades de las que no cabía la posibilidad de dudar, es decir, las certezas. Así que Descartes, que buscaba una primera verdad que fundamentara todo el conocimiento, elaboró un método para descubrir certezas.

La duda metódica es el método de Descartes para descubrir verdades ciertas. En general, se opone a la duda escéptica en que la duda metódica tiene un carácter constructivo y provisional, mientras que la duda escéptica suele ser más destructiva y permanente. 
La duda metódica consiste, hablando en términos muy generales, en dudar de todas las verdades adquiridas por cualquier vía hasta llegar a alguna que se muestre tan evidente por sí misma que haga imposible la duda. Siguiendo este método fue como Descartes llegó a afirmar, con toda seguridad eso de “pienso, luego existo”.


Insensateces


Hace falta un nuevo hombre, sí.
Pero no éste

Descripción: http://www.elmanifiesto.com/imagenes/sp.gifLas insensateces del "transhumanismo" 

¿Es el hombre la culminación de la evolución cósmica? Algunos visionarios de nuestra época lo niegan apasionadamente.

Según ellos, el ser humano sólo significa un eslabón provisional e imperfecto dentro de una cadena ascendente que todavía no ha llegado a su final. Este final se encuentra más allá del hombre, por encima del hombre. El siglo XXI dará un salto cualitativo en el dominio de una tecnología cuasi-mágica y permitirá —¡al fin!— transcender al ser humano.

Tal es el sueño de los transhumanistas.

Por supuesto, todo esto suena a película de Hollywood y a ciencia ficción. 

Y, sin embargo, el lobby transhumanista presenta en sus filas partidarios completamente respetables.

Al fin y al cabo, ¿no ha dado ya el ser humano todo lo que puede dar? Así lo consideran Marvin Minsky, Ray Kurzweil y otros gurúes norteamericanos del transhumanismo, para quienes la nanotecnología y la biotecnología habrán de conducir, dentro de pocas décadas, al interfaz hombre-máquina, piedra angular del mito transhumanista.

No ser ya sólo hombres, sino hibridaciones entre hombre y máquina, entre hombre y ordenador. 

Liberarnos —al menos parcialmente— de las servidumbres que nos impone la biología. Ampliar nuestras capacidades psíquicas y sensoriales. Explorar todo el espectro de los estados alterados de conciencia. Experimentar sensaciones antes nunca conocidas por el género humano. ¿Quién no se sentiría atraído por tales perspectivas? Tanto más cuanto que el hombre, tal y como ha existido hasta ahora, parece incapaz de abandonar ese fango de egoísmo, vulgaridad y violencia en el que anda chapoteando desde tiempo inmemorial.

Como es evidente, desde un punto de vista humanista, e incluso desde el simple sentido común, sería fácil efectuar una indignada crítica contra tales desvaríos: que si son síntomas de un nihilismo mal disimulado, que si vamos al Mundo Feliz de Huxley, que si Hitler va a triunfar con un siglo de retraso en su lucha por crear al Superhombre. 

Sin embargo, el transhumanismo —como todo mito, como toda idea que logra fascinar al espíritu humano— contiene una parte de aspiraciones legítimas.

Es decir: la humanidad experimenta hoy un intenso deseo de autosuperación y el anhelo de “empezar una nueva época”, una etapa radicalmente distinta dentro de su historia milenaria.

Cambiar desde la raíz el ambiente de nuestra cultura, nuestros hábitos de vida, el régimen íntimo de unas existencias individuales que se han acostumbrado a respirar en una atmósfera de conformismo desencantado.

Librarse de la Matrix omnipresente que hoy nos atrapa y salir al fin de la caverna platónica, para contemplar la verdadera realidad. Y los transhumanistas han sabido captar precisamente este aspecto del Zeitgeist actual: los hombres de nuestra época aspiran a vivir en un mundo lleno de aventura y de misterio, diametralmente opuesto a esta gris rutina de existencias vacilantes y desnortadas que hoy conocemos. Sin embargo, y como sucede tantas veces, se acierta aquí en el fin, pero se yerra —y de una manera decisiva— en los medios.

Y es que, en efecto, por sí misma la tecnología —ni siquiera la tecnología “mágica” con la que sueña el transhumanismo— es incapaz de reeencantar el mundo.

A mediados del siglo XIX, los entusiastas del progreso predecían, extáticos y exultantes, un siglo XX poblado de máquinas fantásticas que convertirían el mundo en un lugar “emocionante” y “maravilloso”. La máquina volante —nuestro avión— era entonces el paradigma de lo fascinantemente futurista; y aún más el proyectil que, como imaginó Verne, nos llevaría hasta la Luna.

Ahora bien: hoy en día, miles de aviones surcan cada día nuestros cielos, y hace décadas que conquistamos nuestro satélite; pero, aun así, seguimos bostezando. Seguimos haciendo ricas a las multinacionales farmacéuticas que nos proporcionan nuestra imprescindible ración de antidepresivos.

La melancolía es la seña de identidad del Occidente posmoderno. Ergo: es obvio que nos estamos equivocando en algo decisivo.

También se equivocan, desde luego, los transhumanistas. Necesitamos —es cierto— un nuevo entusiasmo, una nueva frontera, un nuevo impulso que nos devuelva la ilusión y la alegría.

Porque la única energía que puede renovar la faz del mundo procede del núcleo más íntimo de lo real.

De la centella más interior del espíritu humano: más allá incluso de nosotros mismos. Donde todo recobra su aspecto más auténtico y maravilloso. Donde la vida humana vuelve a convertirse en lo que nunca debió haber dejado de ser: una fiesta llena de alegría. Donde descubrimos con estupor que aquí mismo, junto a nosotros, existe —ocultada por nuestra torpe mediocridad— otra forma de vivir y de construir el mundo.