La energía para materializar los sueños se origina con el
pensamiento. Ya lo dijo Buda, somos lo que pensamos y con nuestros pensamientos
creamos nuestro propio mundo.
El
problema es que no siempre nuestro pensamiento es coherente al 100%.
Debe
existir una total compenetración y congruencia entre lo que se piensa y desea a
nivel consciente y cómo nos vemos a nosotros mismos a nivel subconsciente. Esto
es clave para que nuestros proyectos y deseos alcancen el éxito esperado.
Debería ser suficiente con imaginarse rodeado de todo
aquello que se desea tener en la vida. Y, si uno tiene la suficiente disciplina
mental como para mantener esta idea en su mente durante el tiempo necesario,
acabaría por materializarlo.
Pero, a veces por más que lo intentamos una y otra vez, y
nos esforcemos por conseguir algo todo parece conspirar en contra: obstáculos
insalvables, situaciones imprevistas, problemas que surgen de forma totalmente
inesperada…
Sin embargo, en otros momentos, iniciamos un proyecto y el viento
sopla a favor: llamadas con noticias positivas, apoyos, colaboraciones,… un
flujo de acontecimientos que armonizan de tal forma los hechos que el éxito
sucede de forma fácil y sencilla.
Necesitamos creer en nosotros mismos de verdad. Y puede que
esto sea así a nivel consciente, pero si en el subconsciente existen patrones
de pensamiento restrictivos, estos boicotearán cualquier intento dirigido hacia
la consecución de aquello de lo que quizá no estemos absolutamente convencidos
de ser merecedores o de nuestras propias capacidades para lograrlo.
Desde la perspectiva de la PNL encontramos la base en las
creencias. Una creencia es una idea, una frase normalmente simple, corta y
sentenciadora acerca de las cosas, del mundo y de nosotros mismos. Tenemos
creencias aplicadas a los ambientes, personas, cosas y momentos en que nos
desenvolvemos. Sobre las conductas. Creencias destinadas a gestionar la mente,
capacidades, habilidades y recursos personales. También sobre quiénes somos. Y,
por supuesto, ideas relacionadas con el más allá y lo espiritual.
Las creencias determinan lo que está bien y lo que está mal.
Lo bueno y lo malo. Lo que puedo y no puedo hacer. Marcando los límites de
nuestra experiencia personal.
El efecto placebo sucede porque podemos creer. Así de poderosas son las creencias. Podemos enfermar y sanar manteniendo creencias que nos potencien o limiten. Es la base y fundamento de la medicina psicosomática.
Toda
idea generada en nuestra mente causa un estado interno, una emoción y una
reacción física. El pensamiento provoca una respuesta fisiológica que si
persiste puede provocar cambios orgánicos. Como por ejemplo, las reacciones en
la piel por pensamientos de rabia, úlceras de estómago por preocupaciones
mantenidas,…
Una creencia potenciadora como “pase lo que pase sigue
adelante siempre”, “no me rendiré”, “haré todo lo imposible” nos permite
desarrollar al máximo nuestros recursos personales. Las creencias limitantes
del tipo “no sirvo para esto”, “¿total para qué?”, “haga lo que haga no servirá
de nada” bloquean las capacidades restringiendo nuestras posibilidades para ser
felices y disfrutar de una vida plena.
Como dijo Henry Ford, “Tanto si
crees que puedes como si crees que no puedes estás en lo cierto”
Si pudiésemos volver a ser como los niños,… para ellos no hay nada imposible.
Las creencias forman parte del software de nuestra mente, que utilizamos para relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y el mundo.
Imagina que en lugar de un teléfono de última generación,
tuvieses uno antiguo, que no te permitiera conectarte a Internet ni descargar
aplicaciones, que sólo pudieses utilizarlo para hacer llamadas. Estas serían
las limitaciones a las que te enfrentarías. Sucede lo mismo con nuestra mente;
en la medida que disponemos de más variedad y mejores programas mentales mayor
flexibilidad de conducta y las probabilidades de lograr el éxito también
aumentan.
Voy a tener una entrevista de trabajo, pero en el fondo no
me siento completamente seguro, y, a pesar de que deseo obtener el puesto,
tengo la sensación de que me van a rechazar. Sin darme cuenta de ello, con mis
creencias estoy provocando la situación indeseada. Esos programas deficientes
provocan que mi pensamiento pierda fuerza y mi energía se disperse.
Es común sentirse ofuscado queriendo cambiar las
circunstancias que nos rodean y no nos agradan. Quejarse, lamentarse sólo
provoca resentimiento, frustración e insatisfacción que finalmente desemboca en
impotencia. Por el contrario, observar la forma en que nos relacionamos con las
circunstancias desidentificados de los hechos y condiciones externas para
cambiar en nosotros mismos aquello que nos está impidiendo tener la vida que
deseamos, nos proporciona mayor autocontrol.
Cuando la intención está clara, y me encuentro alineado,
completamente convencido, cuando mi pensamiento y mis sentimientos son iguales,
nada puede pararme. ¿Recuerdas alguna vez en tu vida que quisiste algo, que en
su momento pensaste que sería imposible y finalmente lo lograste? Tardará más o
tardará menos, a veces los tiempos no son los que queremos, sino los que deben
ser. A veces las cosas necesitan un tiempo que desconocemos.
Necesitamos armonizarnos con paciencia, humildad, confianza,
fe, generosidad, gratitud, amor y coraje por nuestro propio bien.