Uno de los retos para la
ciencia es entender qué es un lapso en sí mismo. La relación entre la
percepción de un intervalo y las emociones es determinante. Aristóteles decía
que sin movimiento, sin cambio, no hay tiempo.
Para los físicos, una de las
nociones más fascinantes es la del tiempo, entendida como una magnitud física
con la cual se mide la duración o separación de los
acontecimientos.
Aunque parece claro el
concepto, los científicos todavía debaten sobre su significado y sus
implicaciones. Aristóteles fue el primero en abordar el tema al indicar que
existe una relación entre tiempo y movimiento y, además, estableció que este es
la medida del movimiento según el antes y el después. Más tarde surgieron los
postulados de Issac Newton, quien lo concibió como algo absoluto, verdadero y
matemático, que transcurre de manera bastante uniforme. Fue él quien introdujo
la medición matemática del tiempo con ayuda de relojes.
Hoy en día, cuando pensamos
en el tiempo, quizás lo primero que notamos es que este pasa demasiado rápido,
quizás porque recibimos muchos estímulos nuevos y los cerebros tardan más en
procesar la información, por lo que este pasa y no nos damos cuenta. La idea
del tiempo, siempre arraigada en el ser humano Hay quienes afirman que la idea
de que el tiempo pasa y se mueve está arraigada en el ser humano que se
acostumbró a dividirlo en pasado, presente y futuro en un continuo fluir de los
segundos. Para Albert Einstein, estas categorías de pasado, presente y futuro
no son más que ilusiones..
Carlos Pesantez, estudiante
de Física, explica que en realidad, este podría estar acelerándose, pero
puntualiza que la clave está en cómo el cerebro lo percibe. Según precisa, el
sentido subjetivo hace que cada individuo tenga una noción del pasado, del
presente y del futuro y lo utilizamos para entender el curso y la duración de
los acontecimientos, situarlos en su momento y generar expectativas sobre
ellos.
Sobre este aspecto, en
un artículo de la revista Investigación y Ciencia, edición española de
Scientific American, se pone énfasis en nuestra sensibilidad para percibir y
responder al tiempo y señala que está implicada también en tareas mentales
complejas, como pensar para solucionar problemas o tomar decisiones y planificar
el futuro.
Además, la concepción del
tiempo está atravesada por muchos factores externos e internos del organismo
humano. Es así que este pasa con mayor rapidez cuando las personas disfrutan de
un buen momento; están bien acompañadas, motivadas; cuando lo que hacen es
interesante o están ocupadas en actividades placenteras. Las experiencias
previas también influyen en nuestra percepción y eso ocurre cuando una película
nos parece más corta al verla por segunda vez.
En cambio, el tiempo transcurre
con mayor lentitud y parece prolongarse cuando las personas atraviesan por
momentos difíciles, esperan con impaciencia, tienen prisa, están enfermos y
cansados o tristes.
Para explicar el concepto del
tiempo hay un sinnúmero de teorías sobre el tema, como la denominada forward
telescoping (telescopio de avance), donde se consideran los momentos más
importantes, como el nacimiento de los hijos, la graduación de la
universidad, como hechos recién ocurridos.
Fausto Recalde, profesor de
Física, indica que los momentos vividos forman parte de los recuerdos que se
almacenan en la memoria y, según precisa, al rememorarlos se proyectan como
diapositivas, lo que, a su vez, provoca la sensación de paso del tiempo. Lo más
sorprendente es que no se requiere la existencia de escenas previas, porque, al
parecer, todo está contenido en una suerte de diapositiva particular del
Universo.
Los físicos también
aseguran que los seres humanos constatamos que transcurren los segundos,
los minutos y las horas, porque vemos cambios en nuestro entorno.
El catedrático Fausto Recalde
indica, además, que cuando aún somos pequeños, una visita a un museo, por
ejemplo, puede parecernos una eternidad. ¿Qué ocurre cuando envejecemos? Una de
las preguntas que más se plantean los científicos es por qué el tiempo parece
transcurrir más rápido cuando envejecemos.
Este sentimiento no tiene una
respuesta única y definitiva, pero sí hay algunas claves para entender lo que
sucede. Hay teorías que sostienen que cuando somos jóvenes, la mayoría de las experiencias
son nuevas, por lo que el cerebro codifica más información y, al mismo tiempo,
genera la ilusión de que pasó más lentamente.
Además, cada año de vida que
suma un individuo se hace menos importante a medida que avanza en edad, ya que
representa una proporción menor de recuerdos en el cerebro.
Según la revista Vix, a
medida que las personas envejecen, la velocidad de conducción nerviosa se
reduce de manera significativa. Eso significa que los impulsos del cerebro
están más separados. Un experimento sencillo al respecto es pedirle a una
persona joven y a una mayor que cierren los ojos e informen cuando consideran
que ha pasado un minuto. Los jóvenes suelen dar respuestas muy precisas —entre
55 y 65 segundos— y los adultos mayores suelen anunciarlo cuando pasaron 90
segundos.
Si consideramos que las personas piensan que un minuto transcurre con
mayor lentitud, probablemente ocurran más acontecimientos durante ese minuto
irreal de su cerebro y, por lo tanto, sientan que el tiempo pasa más rápidamente.