Vivimos en una
sociedad en la que coexisten dos actitudes encontradas. Por un lado, están
aquellos que se estresan con la competitividad que impera en sus trabajos, lo
que les lleva a trabajar muchas horas dejando de lado su vida personal y, por
otro lado, aquellos que intentan tener calidad de vida y poder disfrutar con su
familia y amigos.
Desde que la mujer
se ha incorporado al mundo laboral se ha encontrado con el dilema de manejar
estas dos opciones. La mujer se ha visto presionada para aprender a conciliar
sus responsabilidades familiares con las profesionales y, por ello, ha tenido
que aprender a gestionar mejor sus funciones y manejar eficazmente el poco
tiempo del que dispone.
Para poder
conciliar lo profesional con lo personal han tenido que actualizarse y aprender
a utilizar nuevas herramientas y destrezas para gestionar mejor su tiempo y
funciones buscando soluciones más eficaces.
Muchas mujeres,
sobre todo cuando tienen hijos, se ven sobrepasadas por tener que compaginar su
carrera profesional con sus responsabilidades personales. Unas se estresan con
tanta responsabilidad porque al hacerse cargo de los demás, sin tenerse en
cuenta a sí mismas, poco a poco les hace adoptar el rol de víctimas. Otras, en
cambio, se sienten motivadas al confiar en su capacidad para manejar sus
responsabilidades con eficacia y se retan a sí mismas, lo que también va
generando estrés, aunque camuflado.
Ambas alternativas
son una trampa. El estrés nos va quemando poco a poco hasta que llega el día
que se manifiesta con ataques de ansiedad o pánico o somatizaciones y
enfermedades.
La clave está en
saber manejar el punto medio partiendo primero de aprender a ocuparse de sí
mismas, de sus necesidades y deseos para desde "el estar bien" poder
dar lo mejor de sí mismas.
No obstante, la
actitud de las mujeres respecto a su responsabilidad laboral varia según la edad.
Indudablemente no se tiene la misma forma de ver la vida a los 30 que a los 40
o a los 50.
Cuando se tiene
alrededor de 30 años todavía se está forjando nuestra identidad y tanto hombres
como mujeres están dispuestos a luchar por sus sueños. Es probable que uno de
los sueños de las mujeres sea el tener una familia y en esta edad empieza el
conflicto entre dedicarle más tiempo al trabajo o plantearse el ser madre.
Cuando llegamos a
los 40 entramos en la crisis de la mediana edad, pero no lo afrontamos igual.
Muchas mujeres ya son madres y es probable que se estén cuestionando los
valores que nuestra sociedad les ha inculcado.
Es frecuente que
empiecen a estar cansadas de tanto esfuerzo y de compaginar lo personal con lo
laboral, sin ver muchos resultados. Muchas se cuestionan si no preferirían
reducir la jornada y poder atender mejor a la familia.
A partir de los 50
las mujeres son conscientes de que se han esforzado mucho por ser reconocidas y
compensadas igual que los hombres, pero que esto no ha sido el caso y se
sienten defraudadas, otras siguen esforzándose mientras que su nivel de estrés
va escalando al igual que su irritabilidad.
Los 50 es un
momento crucial de cambios hormonales que genera muchos cambios de actitud y de
comportamiento. Generalmente ya no se sienten tan jóvenes y eso hace que tengan
menos autoestima que antes y muchas entran en crisis porque si no han pasado la
menopausia están a punto. En este momento suelen aprender a poner límites por
necesidad y a buscar un tiempo y espacio para ocuparse de si misma.
Para conseguir
compatibilizar lo laboral con lo personal tienen que aprender a hacer un cambio
de actitud, es decir, aprender a cambiar las creencias, los sentimientos y las
emociones que nos motivan para aprender a crear rutinas que faciliten conciliar
el trabajo con el ocio y la relajación.
Si aprendemos a equilibrar el estrés y la relajación estaremos previniendo el terminar agotados y quemados
No hay comentarios:
Publicar un comentario